Revista de Humanidades Nº 48: 315-342 ISSN: 07170491 • DOI: 10.53382/issn.2452-445X.737

Sobrevivir la traducción.

Prolongaciones de una deriva de la deconstrucción en América Latina1

 

Surviving translation.

Prolongations of a drift of deconstruction in Latin America.

 

 

Niklas Bornhauser

Universidad Andrés Bello

Facultad de Educación y Ciencias Sociales

República 276, Santiago, Chile

[email protected]

 

Débora Fernández

Universidad Andrés Bello

Doctorado en Teoría Crítica y Sociedad Actual

República 276, Santiago, Chile

 

 

Resumen

 

La traducción es un problema que atañe de manera particular al ethos latinoamericano. Su problematización de parte de cierta tradición deconstructiva en Chile –encarnada en la noción de ‘entrelugar’– pone al descubierto su relevancia y alcances. El presente artículo, primero, desarrolla una lectura de la función apropiativa de la ‘misiva hegemónica’; segundo, se centra en dos tratamientos del problema del traducir en la tradición examinada, ambos asociados a La tarea del traductor de Walter Benjamin y a las interpretaciones que rodean la distinción entre Fortleben y Überleben. Al tiempo que deconstruyen el conjunto de presuposiciones dominantes del traducir, logran nutrir una legibilidad que ve en el ‘post’ y en el ‘sobre’ de ambos términos la inscripción de un plus de vida que resignifica aquella condición de finitud expresada en las lenguas como posibilidad misma del traducir.

 

Palabras clave: traducción, Jacques Derrida, Walter Benjamin, Latinoamérica, Überleben/Fortleben

 

Abstract

 

Translation is a problem that particularly concerns the Latin American ethos. Its problematization, on the part of a certain deconstructive tradition in Chile, embodied in the notion of ‘place-in-between’, reveals its relevance and scope. This essay, first, develops a reading of the appropriative function of the ‘hegemonic missive’; second, it focuses on two treatments of the problem of translating within the examined tradition, both associated with Walter Benjamin’s The Translato’s Task and the interpretations surrounding the distinction between Fortleben and Überleben. While deconstructing the set of dominant presuppositions of translation, they manage to nurture a legibility that sees in the ‘post’ and in the ‘over’ of both terms the inscription of a plus of life that resignifies that condition of finitude expressed in languages as the very possibility of translation.

 

Keywords: Translation, Jacques Derrida, Walter Benjamin, Latin America, Überleben/Fortleben.

 

Recibido: 16/08/2022 Aceptado: 10/01/2023

 

 

 

1. Introducción circunstancial

 

Hoy, a más de dos siglos de la publicación de la traducción del Agamenón de parte de Wilhelm von Humboldt y del ensayo de Schleiermacher titulado Über die verschiedenen Methoden des Übersetzens2, la centralidad (filosófica, cultural, política) del problema de la traducción difícilmente requiere ser justificada. Tanto el desarrollo académico de los estudios científicos sobre la traducción, la llamada traductología, Translatologie, translation studies o traductologie en los que han germinado profundas reflexiones y pragmáticas en torno a la dimensión de intraducibilidad de las lenguas, así como ciertos desarrollos socio o geopolíticos, asociados a la llamada globalización o mundialización, nos eximen de una argumentación más extensa a favor de su relevancia.

Con ese contexto en la mira, Andrés Claro en Las vasijas quebradas ha destacado cómo el problema de la traducción nos concierne particularmente dado lo que él llama nuestra condición latinoamericana. Dicha condición supone dos cosas: primero, a propósito de la enseñanza y difusión de las humanidades, la relativa homogeneidad lingüística en torno al castellano –un castellano que, como precisa el propio Claro, ha sido “desde siempre productivo, problemático él mismo” (24)–, junto al conocimiento, a menudo limitado, de otras lenguas. A consecuencia de lo anterior, el estudio de las humanidades en nuestras latitudes se desarrolla casi exclusivamente mediante traducciones, convirtiéndonos en “traductores y lectores de traducciones” (24). Segundo, el hecho de que el ethos latinoamericano se haya pensado desde el evento de la traducción “mediante una relación particular con lo extranjero donde el ‘mestizaje’ y el ‘colonialismo’ han sido tan solo dos de sus imaginarios posibles” (24). Mientras que el texto consultado pasa a interrogarse si acaso tal condición –o constitución– traductiva es algo propio y exclusivo de Latinoamérica o si corresponde más bien a una condición/constitución transversal, omnipresente, que no compromete solo a nuestro continente. A la luz de tal antecedente analizaremos el problema de la traducción en razón de su ejercicio y pensatividad, y de ciertas derivas que han tenido lugar en Chile.

En concreto, se comentarán ciertas lecturas presentadas en el Coloquio Internacional Entrelugar y traducción, celebrado en el año 2013, que tuvo el privilegio de reunir diversas perspectivas prácticas, teóricas y metodológicas en torno a la comprensión del ejercicio del traducir vinculadas con la invectiva de la filosofía deconstructiva (Alejandro Madrid, Pablo Oyarzún, Andrés Claro) y con el ensayismo, la poesía y la crítica literaria (Silviano Santiago, Andrés Ajens). Además de dar cuenta de esa diversidad y de su carácter constituyente para las aproximaciones teóricas sobre traducción, el coloquio tuvo la virtud de permitirnos identificar una de las venas centrales de la recepción de la deconstrucción en América Latina, que habría afectado positivamente el desarrollo de trabajos que cruzan los campos de la literatura y la filosofía en el pensamiento latinoamericano. Reflejo de ello es “O entre-lugar do discurso latino-americano” (1978) de Silviano Santiago, perfilado a través de estas lecturas. Habiendo participado de la instancia, nuestro objetivo es volver sobre algunas de las ponencias, entre las cuales destacamos las de Pablo Oyarzún y de Andrés Claro, para ponerlas en diálogo con la vasta producción escritural que cristalizará en una encrucijada traductológica poseedora de modos particularmente diferenciados de conceptualizar nociones que, refiriéndose al traducir, exponen un núcleo de problemas ceñido al emplazamiento de lo luctuoso y la sobrevida, cuya delimitación y contextura reposiciona los motivos de lo vivo y de lo muerto.

En ese sentido, el propósito de este trabajo de emplazamiento après-coup –que permite la puesta en relación de distintos enunciados (entre sí y a propósito de su trama histórica)– es doble, y puede ser esbozado de la siguiente manera: por un lado, apunta a visibilizar la recepción de la deconstrucción en América Latina, relativa a la apuesta del entrelugar y al problema de la traducción; por el otro, ilustrar cómo dicha acogida condiciona el ejercicio de la traducción que forma parte consustancial del pensamiento latinoamericano, y cómo esta práctica traductológica incide, a su vez, en las concepciones de la traducción forjadas en el contexto de la mentada deriva deconstructiva. En otras palabras, se trata de aprehender cierta reflexión, llamémosla a falta de una mejor expresión, local o situada que, lejos de ser meramente abstracta o especulativa, tiene efectos materiales tangibles sobre la traducción a partir de la traducción.

En específico, el análisis puede dividirse en dos momentos: primero, en razón de la problematicidad histórico-filosófica y onto-teleológica de la traducción se avanzará la hipótesis de la existencia de una función apropiativa, a la que daremos el nombre de misiva hegemónica, operativa en el ejercicio y la comprensión de la traducción. Esta hipótesis sigue la hebra de interpretaciones etimológicas de los conceptos de traditio, traslatio y traducere, analizados por Alejandro Madrid, reflejadas, como se verá, en el análisis de los demás autores aquí estudiados. En segundo lugar, reincorporando una intuición de Miguel Valderrama, se avanzará sobre el análisis comparativo de las distintas opciones traductivas puestas en juego, de parte de Oyarzún y Claro, a propósito del par conceptual Überleben-Fortleben que aparece en el prefacio de la traducción de Benjamin a los Tableaux Parisiens de Charles Baudelaire. Dicho análisis se inscribe en el marco de la recepción en Chile de Walter Benjamin, en general, y de su célebre texto La tarea del traductor, en particular, que ha sido objeto de variadas lecturas y traducciones.

 

 

2. Contextualización: sobre entrelugar y traducción

 

Entre el 5 y el 9 de agosto de 2013 tuvo lugar en Santiago de Chile el Coloquio Internacional Entrelugar y Traducción. Coorganizado por el Programa de Indagaciones en Escrituras Americanas del Departamento de Filosofía de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE), el Doctorado de Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte de la Universidad de Chile, y la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago de Chile (USACH). El coloquio recibió a filósofos, poetas, novelistas, traductores, críticos literarios, psicoanalistas y estudiantes de las distintas casas de estudio. Entre la constelación de nombres que aparecen en su “proGrama” se encuentran Silviano Santiago, Erín Moure, Andrés Claro, Pablo Oyarzún, Andrés Ajens, Roxana Pey, Kent Johnson, René Baeza, Willy Thayer, Iván Trujillo, Jorge Pavez, Sebastián Torres, Vanesa Place, Susy Delgado, Miguel Valderrama, Guillermo Daghero, Jaime L. Huenún, Idelber Avelar y Federico Galende.

El coloquio estuvo precedido por el seminario Traducción, interculturalidad y política (2013), organizado por Andrés Ajens e Iván Trujillo, que contó con la colaboración del Laboratorio Cuerpo y deconstrucción del Núcleo de Investigación de Sociología del Cuerpo y las Emociones de la Universidad de Chile. En él se avanzaron lecturas e intercambiaron ideas, materiales y propuestas que, antecediendo al coloquio, tuvieron como centro el problema de la traducción3. Así, con una línea labrada en la insistencia de los análisis deconstructivos, el seminario promovió avances de investigaciones maduras y elaboraciones de estudiantes en formación.

En uno de los primeros envíos de textos que se hicieran se hallaba el número de la Revista Grifo, cuyo primer artículo es un texto de Alejandro Madrid (2011), titulado “Traductio, traslatio” y que comienza preguntándose sobre la fidelidad al original, abriendo desde su inicio la aporía interna de la traducción de una lengua a otra. Si acaso es posible concebir, más allá de un oriundo idealismo metafísico, la igualdad de una desigualdad o la identidad de una diferencia. A resguardo del supuesto de la fidelidad al sentido ‘propio’, Madrid propone una interrogación del esquema que se condice con aquellas dos lenguas, cualquiera estas sean, que anularían su disparidad con el fin de ceder el paso a un traspaso transparente e inteligible del sentido: reduciendo así la disparidad de la diferencia a la lógica de una economía restringida de la significación (7). Lo que permitiría concebir ese esquema de otro modo, socavando el binarismo aludido, es el estatuto teórico de un tercer término, detrás de cuya diversidad de interpretaciones se oculta lo que se comprende como aquella “relación entre ser y acontecimiento, o bien entre ser y tiempo” (7), a partir del cual se lee la problematicidad histórico-filosófica y onto-teleológica de la traducción. De ahí que parta a la revisión de la genealogía de una pista etimológica cuyo encadenamiento une a las nociones de tradición, traducción y traslación.

En efecto, en un texto del mismo nombre, “Tradición, traducción y traslación”, influido por la “paternidad de la tradición alemana que asume a través de Hannah Arendt” (Madrid 9), Antoine Berman destacará que traducir es un término de origen latino, encadenado a una lógica y a una política de la fundación bosquejada en los cimientos de la cultura greco-romana (9). Desestimando las otras acepciones del término, a la luz de ese saber la vocación de la traditio se torna celebración autotélica de un origen fundante. Origen en el que, acompasados, la cultura y la historia trazarán el porvenir de su expansión en virtud de su propio fundamento. De ahí los dos términos que se unen a tal esquema, a saber, el de la auctoritas y el aumentatio, que tienen la función de determinar la fuerza y el carácter de la autoridad –patriarcal y falocentrada– por el caudal de aumento de ese origen de suelo fundacional. Trasladar, en dicho sentido, tendrá una relación política estructural con el epítome de la fundación, y de su constante aumento en tanto proliferación interminable de la arché. Dicho de otro modo, que la traducción esté anudada al deseo de una expansión sin límites en una determinada tradición supone la potestad de una inflexión cuya tarea, o cuya misión, no es otra sino la de establecer y aumentar la estratificación de los cimientos que edifican el dominio de una cultura, dando paso así al continuo-pasar entre herencia y tradición. De lo que se deduce que toda vez que lo que hay es la función apropiativa de la fundación estamos en presencia de aquello que, proponemos, podría ser comprendido como misiva hegemónica.

Habría un legado, legado único del fundamento –legado o misiva del uno– en el que toda transferencia de sentido, toda práctica de traducibilidad o intraducibilidad estaría determinada, en arquetípica y última instancia, por la referencialidad de un fundamento ontológico-trascendental: logos estructurante cuyo primado de subjetivación, razón y cultura, conserva y reproduce las articulaciones de un fundamento onto-teleológico en cuestiones de traducción. En ese sentido, la historia de la razón como continuum logocéntrico del sentido sería deudora de lo que, bajo otra voz, Andrés Ajens concibió como “metafísica de la traducción en Occidente” (14 de mayo del 2013, comunicación personal).

Por otro lado, el coloquio fue también la ocasión en la que se hizo entrega de la distinción doctor honoris causa a Silviano Santiago, ensayista, novelista, crítico de arte y traductor brasileño. Sumado el reconocimiento, Santiago participó de cuatro actividades (inauguración, clase magistral, ponencia y mesa de diálogo), a lo que se añade la traducción (o traslape) de uno de sus textos publicado en el segundo número de la Revista Escrituras Americanas (2013), además del uso de una noción de su autoría para el título del coloquio: gesto que se lee como un rasgo singularizante que saluda tanto al ejercicio profesional de la traducción, como al devenir del pensamiento de la deconstrucción en América Latina. En efecto, en el contexto sociocultural latinoamericano la expresión ‘entre lugar’4 tiene la edad de “O entre-lugar do discurso latino-americano”, del año 1978. Ensayo que tematiza la situación aporética de la escritura, a través de las operaciones de tal des-término. La intención declarada de ese gesto fue, como se puede leer en la introducción del número de la Revista Escrituras Americanas, la de “hacer guiños, desde el nombre del coloquio, a una topografía imposible, a ratos, infijable, inadministrable” (Ajens 8).

Entre las ponencias publicadas, hay tres de ellas cuya constelación es particularmente significativa para los temas aquí planteados. En primer lugar, la del propio Silviano Santiago, quien expone sus reflexiones acerca del entrelugar que habitaría la relación entre el traductor y el escritor de ficción, contrapunteados, ambos, por la figura del crítico literario. Mientras que el ficcionista, pudiendo aventurarse en una materia informe cincelada por la fuerza creadora de su propia imaginación, posee “un poder ilimitado sobre el lenguaje y el estilo adoptado […] el traductor, en cambio, se aproxima a un material ya-escrito, ya-publicado” (Santiago 12). La facultad de la imaginación parece volverse ilimitada frente al semblante de la traducción, siendo deudor de la creación de un autor de modo tal que al traductor –traductora o traductore– le será inescapable la no-pertenencia de aquello que produce. En otras palabras, su intelección es una que se encuentra empalmada al impulso del pensamiento del autor, tanto como a su ritmo, intención y estilo manifiestos, en lo ya-escrito del original, y sin embargo, si bien el texto de origen le es ‘originalmente’ ajeno al traductor, en la apuesta teórico-práctica del brasileño, el ficcionista que asume la ajenidad laboriosa del ejercicio de la traducción es aquel que, precisamente, logra entreverar la libertad de la creación literaria con el elemento diferencial de una lógica estructuralmente comprometida con la noción de “desvío” (Santiago 16)5. Allí donde el crítico minimiza la vertiente transformativa del desvío, el creador, investido del como sí del ficcionista en-tanto-que traductor, “desanexa la creación, desviándola del texto original”: lo que, “por suplementariedad, busca inaugurar la posibilidad de la creación que no es uno, sino múltiple” (16). He ahí un problema filosófico fundamental. En cierta forma, el ejercicio de entreverar la ficción con la traducción es una forma de intervenir en la oposición de lo uno y lo múltiple asumiendo el desvío bajo la lógica de la suplementariedad.

Pablo Oyarzún dará una respuesta algo distinta al mismo dilema. Más que de desvío propiamente tal, de lo que se trataría es de la experiencia de cierta pérdida. Pérdida que contrae una crisis del sentido, y de la cual la auctoritas no tiene cómo salir indemne. Esto es porque, en el fondo, a ella le atañe, por un lado, un valor-de-autoría irrecusablemente enlazado al remanso soberanista de lo autoritario y por otro, aquello que Foucault (1969) llamó, a finales de los años sesenta, la función autor. Oyarzún dirá al respecto: “pérdida de la certeza del sentido que, para el traductor, es rompimiento con el autor del sentido, pérdida primaria de la autoría, crisis desde siempre acontecida a la autoridad” (“Dar (la) verdad” 125). Un modo de calificar dicha pérdida es nominándola como ‘cuasi-trascendental’, en el sentido en el que hace legible un rompimiento cuyo aparecer antecede, estructuralmente, la articulación del sentido que enhebra y hace posible el autor. Esta modulación activa del gesto deconstructivo pone el acento sobre la crisis del sentido, toda vez que es la posibilidad del sentido mismo la que se comprende dependiente de aquella pérdida sin origen en el origen. Desde esa perspectiva, la crisis no sería secundaria ni estaría protagonizada, en stricto sensu, por una voz autoral. Ella in-cita y con-cita el despunte de un advenimiento que rompe con el plexo de autoridad legitimante. Plexo que incrusta la función apropiativa en la certeza del sentido ya-inscrito: “Y quizás esta es la única ventaja que le lleva el traductor al autor, porque él sabe lo que el otro no” (125). A falta de mito del traductor, la búsqueda del dar y de lo que podríamos decir es el dar-se en los límites de la verdad de la traducción, que Oyarzún avanza en ese texto, desembocará en la lectura de algunas escenas de El cántaro roto de Heinrich von Kleist6.

Un tercer texto que exhibe la marca de la impronta deconstructiva del coloquio y del pensamiento sobre la traducción en Chile es el de Andrés Claro. El deslizamiento entre uno y otro texto pone en relieve un motivo al menos doble. Por un lado, se trata de la aparición de la sugerencia del mito del traductor en la célebre metáfora de “las vasijas quebradas”. Por otro, refiere a la admiración explicitada del mismo Oyarzún, quien es uno de los filósofos-traductores más importantes de la obra de Walter Benjamin en el medio hispanohablante: “Pienso en ese otro monumento que es Las vasijas quebradas de Andrés Claro: nadie, en ninguna parte, sabe tanto como él acerca de la traducción” (Oyarzún, “Dar (la) verdad” 125). La presentación y el texto de Claro llevan el mismo nombre que su colosal libro. Aunque diferenciado por la bajada parentética, los contenidos y la estructura de estos son los mismos, por lo que, sin lugar a dudas, representa una generosa síntesis de las 1.141 páginas de su libro Las vasijas quebradas. Cuatro variaciones sobre La tarea del traductor” (2012). Su esquema está organizado a partir de la idea de un “doble rendimiento utópico” (Claro, “Las vasijas quebradas” 48). Bajo esa idea, la reflexión sobre el problema de la traducción acometerá la inconmensurabilidad entre las lenguas, y la historicidad del acervo cultural que le es inherente, abriendo un saber que se presenta a sí mismo como comprometido con el ejercicio de una duplicidad-en-serie, constituida por lo posible y lo imposible, la amenaza y el desafío, la traición y la promesa del porvenir, el fracaso y la pérdida, la hospitalidad y la extranjería inasimilable, lo propio y la lógica del contagio (48-9).

A ojos de Claro, cinco son las presuposiciones de la concepción dominante de la traducción. Ellas son, asimismo, un recuento sucinto de lo que a la luz del texto de Madrid conceptualizábamos con una fórmula, cara a Derrida, como ‘economía restringida de la significación’7. En nuestras palabras, las cinco presuposiciones expuestas pueden ser descritas como (1) la fidelidad a un sentido pleno e inteligible del texto de origen, (2) la independencia estática del sentido frente al dinamismo de las formas y de las sintaxis lingüísticas, (3) la certeza de que el sentido es efectivamente transportable, (4) la reducción del traducir a un fenómeno de circulación o transporte del sentido original, y (5) la creencia de que existe un medio homogéneo mediante el cual el sentido pleno pasa de una lengua a otra, usualmente asociado al océano que separa dos orillas (51-2). Frente al reductivismo de esa economía restringida Claro señalará: “contra cada una de estas suposiciones o pretensiones, la tarea del traductor deja sentir ya la duplicidad entre la promesa y la traición, entre el contrato semántico y la imposibilidad de transporte de sentido” (52). En suma, lejos de transportar un sentido pleno y de estar destinada a la presuposición ideal de sus significantes, pretensiones y signaturas, “la traducción rige espacios continuos de transformación y no abstractas regiones de igualdad” (Benjamin en Claro, “Las vasijas quebradas” 54).

 

 

3. La pista del aporos. Überleben y Fortleben

 

En Derrida, el problema de la traducción es central y, por lo mismo, ubicuo: recorre gran parte de su obra en tanto ejercicio de legibilidad de aquello que la estratagema de la deconstrucción vuelve visible, contra lo cual se confronta y efectivamente deconstruye. Pero lo es, a su vez, como la condición de posibilidad de sus argumentaciones y posicionamientos. Al menos, así quedará explícito en tres momentos de una misiva escrita al célebre islamista japonés Toshihiko Izutsu, titulada “Carta a un amigo japonés” (1985).

De una manera desenvuelta y protegido por un paréntesis, en ella se señala que “la cuestión de la deconstrucción es, asimismo, de cabo a cabo, la cuestión de la traducción y de la lengua de los conceptos” (Derrida, “Carta” 23). La aseveración no deja lugar a dudas, ella envuelve la partícula ‘es’ de una partición que, de lado a lado, insemina el campo de acción teórico-práctico de su análisis. Por otra parte, al contrargumentar las dificultades interpuestas en la traducción de la noción francesa déconstruction al japonés, Derrida vuelve manifiesta su posición respecto del lugar de la traducción en su pensamiento. Lugar que, en términos genéricos, replica la posición que el pensador argelino-francés toma en De la gramatología (1967) frente al problema de la secundariedad de la escritura impuesta por el fono-logocentrismo: “No creo que la traducción sea un acontecimiento secundario ni derivado respecto de una lengua o de un texto de origen” (25). En ese sentido, lo que la escritura es a la presencia a sí de sí de la phone lo es la traducción al original que esta traduce.

Ciertamente, la misma noción de deconstrucción posee una significación que dista de ser clara y unívoca. Ella es, en tanto unidad, sustituible por todas aquellas que cumplen una función similar respecto de un contexto delimitado e insaturable. Bajo esa rúbrica, la apertura de una “cadena de sustituciones posibles” efectivamente movilizada por el pensamiento de la deconstrucción pondrá en acto aquella lógica de la suplementariedad para la cual lo mismo valen las palabras “‘escritura’, ‘huella’, ‘différance, ‘suplemento’, ‘himen’, ‘fármaco’, ‘margen’, ‘encentadura’, ‘parergon’” (27). Un elemento diferencial se encuentra así en el seno de aquello que se torna inteligible como encadenamiento de signaturas sin clausura posible. Para esa reemplazabilidad conductora que trabaja con conceptos heredados del logocentrismo, ningún significante podría ocupar el lugar de cierre, o destino. En suma, el lugar de la deconstrucción es tan atópico como atópicos son los conceptos de su cadena, de ahí el estatuto de cuasiconceptualidad de los mismos.

A la luz de lo avanzado en la sección anterior, la tercera tematización del problema de la traducción de aquel intercambio epistolar resulta significativa. Ella testifica el componente de suplementariedad, e infidelidad, respecto del original, cediendo protagonismo a un autor judío alemán de gran relevancia para el siglo XX. La afirmación es taxativa, ella es, después de todo, una cláusula: “la imposible ‘tarea del traductor’ (Benjamin), esto es lo que quiere decir asimismo ‘desconstrucción’” (26). No es de extrañar, entonces, que el corazón del dilema, de su legibilidad y del porvenir de lo viviente, esté incubado en un problema de traducción. En efecto, no es sino una diferencia conceptual al interior de La tarea del traductor (Die Aufgabe des Übersetzers, 1923) la que se halla detrás de las obliteraciones, y de la sabiduría contrapunteada en las distintas traducciones al español, de las nociones de Überleben y Fortleben; esto es así de un modo tal que es posible aseverar que la introducción de la traducción al alemán de Benjamin a los Tableaux parisiens de Baudelaire, publicada en 1923, se condice tanto con el particularismo de las dificultades propias a la traducción, como con un trabajo de la lengua que se revela en tanto que “fractura, destrucción, catástrofe” (Valderrama 18).

Sin embargo, permítasenos situar la discusión partiendo por ubicar el pasaje de ese texto que ha sido calificado ya sea de “vago y apenas comprensible [nachvollziehbar]” (Siever 133) o de simplemente “oscuro” (Menninghaus 227) y que, sin embargo, se ha convertido en una referencia ineludible al momento de pensar el problema no solo de la traducción, sino de la lengua en general [überhaupt]. No son pocos los que concluyeron que

 

ni Benjamin ni Derrida (ni de Man) tienen algo esencial que decirle al traductor. Ni dicen cómo puede traducir el traductor ni cómo puede evitar errores de traducción ni cómo puede aprender a traducir [sic!]. No describen el proceso de traducción. Tampoco entregan criterios de evaluación para la distinción de buenas y malas traducciones. (Siever 142)

 

Esta aparente contradicción entre la centralidad que, por consenso, le ha sido otorgada al prefacio benjaminiano, a los reclamos anteriormente aludidos a la falta de claridad de su estilo y a la ausencia de algún contenido esencial para la práctica de la traducción, reside, fundamentalmente, en dos cosas: primero, en la imposibilidad de separar, según pretende cierta tradición del pensar, estilo –o escritura– y pensamiento. Lo que obliga a pensar la imbricación entre ‘forma’ y ‘contenido’, en la que la noción de desfiguración o dislocación [Entstellung] juega un rol crucial (Weigel). Segundo, en el hecho de que a Benjamin, a diferencia de lo que parece suponer el autor de tan sentido lamento, no le interesa dar ningún indicio concreto, y mucho menos práctico, respecto de cuál sería la tarea [Aufgabe] del traductor. Su texto ha de entenderse, más bien, como un ensayo de carácter filosófico-lingüístico poseedor de un tenor ético declarado, y no en tanto contribución a una supuesta ciencia aplicada de la traducción, o a un manual práctico para traductores (Sauter).

Este ensayo, cuyo estilo ha sido calificado de hermético u oscuro, que se resiste a cualquier apropiación rápida, fue redactado en los meses del verano y otoño de 1921 y es la materialización, según Walter Benjamin le comunica a su editor berlinés Weiβbach en una carta del 4 de diciembre 1920, de su intención de “redactar un prefacio, a saber, teórico y del todo general [allgemein] ‘Sobre la tarea del traductor’ en general [überhaupt]” (Gesammelte Briefe 113; traducción propia). Su autor era del todo consciente del desafío teórico que esto implicaba, pues, de acuerdo con lo confesado a su amigo Gershom Scholem, “en lo relativo a la representación [Darstellung], echo de menos una ayuda muy esencial en todos los trabajos previos de autores anteriores sobre esta materia” (145; traducción propia). Cronológicamente, respecto de su propia trayectoria intelectual, el texto despliega sus efectos en el campo de fuerzas sostenido por una seguidilla de trabajos filosófico-lingüísticos que comienza con “Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje del hombre”, de 1916, en la que se inscribe su tesis doctoral “El concepto de la crítica de arte en el Romanticismo alemán”, que data de 1919, y que culmina en “El origen del Trauerspiel alemán” (1923-1925). Más allá de las coordenadas cronológicas, el pensar lingüístico [Sprachdenken] de Benjamin está atravesado por el problema del traducir. Cuestión reflejada, precisamente, en la modulación de sus atenciones, plásticas y metódicas, contemplativas y microscópicas, tenaces y ensayísticas, que hacen de sus problematizaciones explícitas volutas de un examen que confronta los fundamentos de la verdad y su relación, cada vez singular y puntual, con la cognoscibilidad: “La verdad, representada en la danza de las ideas expuestas, escapa a cualquier clase de proyección en el ámbito del conocimiento. Pero el conocimiento es un haber” (Benjamin, Obras, lib. I, vol. I 225).

En opinión de Alfred Hirsch, la actualidad de la teoría benjaminiana de la traducción consiste precisamente en la sorprendente sensibilidad intelectual hacia la figura [Gestalt] de extrañeza lingüística: “La extrañeza de la otra lengua es pensada como un entrelazado de relaciones y espacios intersticiales y no como un contenido sustancial despojado de cualquier expresión” (Hirsch 622), algo que, de acuerdo con lo comentado, necesariamente se plasma en el singular estilo de un pensamiento cuyo abrirse paso es indisociable del lenguaje, de las lenguas, y de la reflexión sobre estas.

Al final del tercer párrafo del mentado ensayo, Walter Benjamin constata que la traductibilidad le es esencial [wesentlich] a ciertas obras –o, como precisa de inmediato: la traductibilidad conviene, se presta a [eignet] particularmente a ciertas obras– lo que no quiere decir, como aclara a comienzos del cuarto párrafo, que su traducción sea esencial para las obras mismas, sino que en su traducción se manifiesta, se exterioriza [äuβert], una significación inherente al original. Concretamente, es en este pasaje en el que, como esperamos mostrar a partir de la lectura comparativa de sus traducciones al castellano, se dejan exponer los efectos de las diferentes aproximaciones a la tensión los vocablos Überleben y Fortleben. Lo dicho con anterioridad, según Benjamin, significa que una traducción, por muy buena –sin aclarar o siquiera aludir, aunque sea en passant, a qué se estaría refiriendo con este calificativo– que sea, nunca significará algo para el original; y que no obstante, a consecuencia de su traductibilidad mantiene con ella una relación (íntima, estrecha), es decir, se encuentra situada en el contexto relacional [Zusammenhang] más ceñido. El aludido contexto, según Benjamin, puede ser llamado un contexto natural, a saber, más precisamente: de la vida [des Lebens]. Tal como las manifestaciones de la vida están íntimamente relacionadas con lo vivo sin significarle a esta algo en particular, así la traducción emerge, brota, emana [geht hervor] del original. Y Benjamin acota de inmediato: no germina tanto de la vida como tal [das Leben], sino de su Überleben (entre comillas). Y sin embargo, para las obras importantes que nunca encuentran a sus traductores adecuados en la época de su creación, indica la fase de su Fortleben. Recuerda Benjamin que la traducción es después [später] del original, donde spät, como recuerda Berman, es tarde, tardío, opuesto a früh, temprano, como en Spätwerk, obra tardía, o en Spätlese, cosecha tardía que apunta a obtener un mejor resultado debido a la putrefacción de las uvas cosechadas. Benjamin, como señala Paul de Man, acaba hablando de “Nachreife des fremden Wortes” (85), que no es, como sugiere Zorn, “proceso de maduración”, sino que “tiene la melancolía, el sentido de ligera consumación, de vida que no mereces, de felicidad que no mereces, tiempo pasado, etc.” (en De Man 85). Ya volveremos sobre este punto. Se asociaría, por ende, prosigue de Man, con “überleben, vivir más allá de la propia muerte” (85). Hay, en todo caso, un desfase, una desincronización, un lapso entre el original y la traducción, un desajuste en el tiempo que, si consideramos que el original está irrecuperablemente perdido, es radicalmente irreparable –suponiendo que haya ahí algo que reparar– y está destinado a perpetuarse ad eternum en las diferentes traducciones que siempre son verspätet, atrasadas. En consecuencia, dicho en breve, el devenir de esas traducciones guarda relación con la delimitación del motivo de lo vivo y lo muerto, con la normatividad del sentido pleno en la configuración de la historia de la filosofía, y con la luminosidad de los abismos que recorre cierta lógica de los desplazamientos, que están en juego. Con tal de ilustrar las discrepancias resultantes de las diferentes opciones traductivas, vamos a transcribir, a continuación, cuarto variaciones del pasaje en cuestión.

En primer lugar, la primera traducción del texto benjaminiano al castellano, que corresponde a Héctor A. Murena (1967):

 

Así como las exteriorizaciones de la vida están íntimamente relacionadas con todo ser vivo, aunque no representen nada para este, también la traducción brota del original, pero no tanto de su vida como de su ‘supervivencia’ [Überleben], pues la traducción es posterior al original. Y sin embargo, para las obras importantes que nunca encuentran a sus traductores adecuados en la época de su creación, indica la fase de su supervivencia [Fortlebens]. (Benjamin, Ensayos escogidos 78; las palabras entre corchetes son nuestras)

 

Segundo, en la que puede ser considerada la edición prínceps de las obras de Walter Benjamin publicadas en castellano, Jorge Navarro López traduce:

 

Así como las manifestaciones de la vida se hallan estrechamente conectadas con lo vivo, mas sin que por ello signifiquen nada para él, la traducción brota del original. Pero no de su vida, sino antes bien de su ‘supervivencia’ [Überleben]. Pues la traducción, que en todo caso es posterior al original, en aquellas obras importantes que no pudieron tener buen traductor en la época de su redacción marca el estado de su supervivencia [Fortlebens]. (Benjamin, Obras, lib. IV, vol. I 9-10; las palabras entre corchetes son nuestras)

 

En tercer lugar, Pablo Oyarzún, en “Sobre el concepto benjaminiano de traducción”, traduce el pasaje en cuestión como sigue:

 

Así como las exteriorizaciones de la vida están relacionadas de la manera más íntima con lo viviente, sin significarle nada a este, así brota la traducción del original. Y, por cierto, no tanto de su vida, sino de su ‘sobrevida’ [Überleben]. En efecto, la traducción es posterior al original, pero para las obras significativas, que jamás encuentran sus traductores elegidos en la época de su creación, designa el estado de su pervivencia [Fortlebens]. (Benjamin en Oyarzún, De lenguaje 178)

 

Cuarto y último, para su proyecto monumental de Las vasijas quebradas Andrés Claro traduce el mentado pasaje de la siguiente manera:

 

Así como las exteriorizaciones de la vida están relacionadas de la manera más íntima con lo viviente, sin significarle nada a este, así brota la traducción del original. Y, por cierto, no tanto de su vida, como de su ‘supervivencia [Überleben]. En efecto, la traducción es posterior al original, pero las obras significativas, que jamás encuentran sus traductores elegidos en la época de su creación, designa el estado de su posvida [Fortlebens]. (Benjamin en Claro, Las vasijas 641)

 

Mientras que Murena y Navarro simplemente borran toda diferencia entre ambas nociones, traduciéndolas de manera indistinta como ‘supervivencia’, en las traducciones hechas por los autores chilenos se aprecian ciertas diferencias que analizaremos a continuación.

En palabras de Valderrama, la sensibilidad de ambos teóricos y traductores está habitada por una atención dirigida al tiempo del después” (25), dirección del tiempo materializada en los prefijos Über- y Fort-, respectivamente. Según comprueba Miguel Valderrama, Pablo Oyarzún se allana a traducir, de manera casi literal, Überleben por ‘supervivencia’, reservando, en cambio, la voz (su) ‘pervivencia’ para Fortleben. A esta última está asociada una cadena metonímica, sumergida en una nota al pie, cuyos términos son los dos ya comentadas a los que se añaden los de ‘pos-vida’ y ‘sobre-vida’ (27). Constando la separación del sufijo su se podría decir que el motivo central es allí el de una génesis del después en tanto que ‘en el después’ de la vida del texto original. Fortleben, una forma de insistencia o de continuidad, un modo de seguir sin parar –tal como se dice in einem fort, fortwährend, o fortgesetzt, en el sentido de ‘incesantemente’, ‘ininterrumpidamente’, ‘de continuo’– si bien en un principio es traducida como pervivencia luego será reemplazada, en el comentario del propio Oyarzún, por los neologismos ‘sobre-vida’ y ‘pos-vida’, despertando, mediante este uso plástico y, a ratos, situado, toda la potencialidad de las vidas latentes en los términos en cuestión. La palabra Überleben, en el ensayo de Benjamin, se anuda a Übersetzer (traductor), que ya aparece en el título, y Übersetzung (traducción) o Übermittlung (transmisión), que la anuncian y preparan su emergencia a lo largo de los párrafos inmediatamente precedentes. Asimismo, resuenan, en el vocablo en cuestión, el Über-ich (superyó) o la Über-tragung (transferencia) freudianos, el Über-mensch (super, supra o transhombre) nietzscheano, el Über-bau de Karl Marx, todas ellas palabras caras a Walter Benjamin. Para Friedrich Schlegel, como recuerda Berman (La era 99), la crítica se halla bajo el signo del über. La partícula über, un adverbio espacial y preposición, como advierten los hermanos Grimm, es empleado frecuentemente vinculada a See, locución alemana empleada para designar indistintamente un lago, o el mar, con lo cual Übersee resulta ser ultramar, entendiendo por ello los territorios o terrenos más allá del océano. Übersee, de este modo, se convertiría en una expresión vinculada, de modo trágico, con el destino del propio Benjamin. Por último, asimismo, en über resuenan hinüber o übrig, palabras en las cuales se hace escuchar el eco de su reverso; concretamente, el estar estropeado, estar muerto, o del resto, la sobra, lo que queda.

Según Berman, en fort estaría “la idea simple de continuación” (101) y Fortleben, en consecuencia, “indica simplemente que la obra ha entrado al reino de su durabilidad” (111). Sin embargo, esta lectura ignora un antecedente, en el que la lectura traductiva de Oyarzún si pareciera reparar, a saber, que fort es el primero de los términos que componen el Fort-Da, célebre ejemplo freudiano, contenido en Jenseits des Lustprinzips (1920), publicado tres años antes de que saliera a la luz el texto de Benjamin, mediante el cual Freud introduciría la pulsión de muerte a una doctrina psicoanalítica que nunca quiso ser tal. Coloquialmente, fort, a diferencia de über, se inscribe en una secuencia marcada por un movimiento continuo, perpetuo, incesante, realizado al modo de una prosecución, como, por ejemplo, en und so fort, habitualmente empleado para decir etcétera. Asociado al caminar, a la marcha o al recorrido, schreiten, conforma el Fortschritt, el progreso, la progresión, la mejora (que es siempre un avanzar hacia sí, como un dejar atrás, un dar la espalda a). Si se combina la Setzung, el planteamiento, la puesta, la colocación, vocablo central para la filosofía alemana, se obtiene, nada menos, su versión seriada, a saber, la continuación (Fortsetzung), como en el Fortsetzungsroman, la novela por entregas (sucesivas). Werner Hamacher, a propósito de esto, en “Intensive Sprachen” dirá:

 

Traducción [Übersetzung] –lo esencial de la lengua, la lengua misma– no es una posición [Setzung]. Ella es lo que debe preceder a toda posición e incluso a toda facultad de la posición, ya sea como razón, forma de la intuición o fuerza productiva de la imaginación. La traducción no pone [setzt], ella traspone [setzt über]… y pasa por alto [setzt hinweg] a toda posible significación y a su fundamento en las formas de la intuición y de la autorrelación. (227)

 

La pregunta que Oyarzún identifica es en qué medida le es necesaria al original su traducción, es decir, en qué medida hay una traducibilidad del original. Y es en este punto en el que consulta el pasaje citado del texto Benjamin, para luego concluir: “Sería impávida esta necesidad porque nada agrega a la ‘vida’ misma de la obra –que reposa por de pronto en sí–, sino que se despliega exclusivamente en su ‘posvida’” (Oyarzún, De lenguaje 183). Es decir, la traducción –de manera análoga a cómo sucede en la relación entre la comunicabilidad y el ser– no hace vivir más en sí misma a la obra. Se combinan, en este tramo de la argumentación benjaminiana, “la realización anticipante [vorgreifend], que insinúa” (Benjamin, “Die Aufgabe“ 53), la “posmaduración”, la maduración posterior de una fruta ya recogida [Nachreife], tanto de las palabras fijadas, establecidas [festgelegt] (54) como ajenas, extranjeras [fremd] (54) con la “madurez [Reife]” a la que habría que llevar “la semilla de la lengua pura [reine Sprache]” (54)8, llevando la reflexión sobre la relación entre original y traducción por el derrotero del crecimiento [Wachstum], específicamente del “sagrado crecimiento de las lenguas” (56), para concluir que el aumento asociado a dicho movimiento no significa sino la muerte. La comprobación de esta hipótesis pasa por la lectura de otro texto de Benjamin, El origen del drama barroco alemán, en el que decadencia y (de)cadencia guían la reflexión hasta el íntimo entrelazamiento entre significación y muerte. Así, Oyarzún puede concluir que el ‘post’ de la posvida está determinado a partir de la condición ineludible de la mortalidad.

Ante este horizonte, el de la finitud radical (del ser), la significación es, al mismo tiempo, rescate del ser que se quiebra y aceptación de esa misma fragilidad que se convierte en propia. En consecuencia, toda significación es portadora de un rasgo de resignación, de duelo; y la muerte, lejos de imposibilitarla o de contraponerse a ella, se convierte en una condición que hace posible la significación. La traducción, por lo tanto, lejos de poder presuponer alguna relación privilegiada o definitiva con el original, “solo es un modo en alguna manera transitorio y provisorio [eine irgendwie vorläufige Art, que también podría traducirse como: un modo que precede, que se adelanta] de hacerse cargo de la ajenidad de las lenguas” (56). Esta manera provisional, transitoria, preliminar que aguarda un establecimiento definitivo que nunca llega, está íntimamente emparentada con aquella vacilación que para el propio Oyarzún en “Traducción y melancolía” resulta crucial para dar cuenta de la paradoja inherente a todo ejercicio de traducción:

 

si por una parte la traducción exige escrúpulo, diré, por la letra y por el espíritu, que la distingue de la espontaneidad del habla natural con los rasgos del trabajo, la atención y la conciencia, y que a menudo, o a cada paso, le impone el ejercicio reiterativo de la decisión, quizá no sea posible traducir, de veras traducir, sino que se dé ese “momento”, sin una voladura, una ausencia y una pérdida de sí. (“Traducción y melancolía” 170)

 

Por otro lado, en el caso de Claro, así el diagnóstico de Valderrama, parece estar presente la preocupación por cierta idiomaticidad de la lengua, que se deja entrever en sus decisiones y en el uso de corchetes que permiten esclarecer, informar e incitar al lector acerca de las distintas consideraciones de la traducción. Entonces, mientras que Überleben es traducido como sobrevida, Fortleben es traducido como posvida. Siguiendo la lectura de Valderrama, posvida connota la posibilidad misma de la traducción, al punto en que ella “es la traducción misma, es el rescate de una significación fragmentada y discontinua” (30). Sin embargo, advertido de la espesa red de significados que resuenan en la voz alemana Fortleben, Claro vacila, por momentos, en el empleo de la terminología acuñada, al menos dos veces en el texto cede al traducir Fortleben por sobrevivencia, siguiendo en esto a la traducción de Murena.

En efecto, “Ticún”, el primer apartado de la tercera variación de las Vasijas quebradas, porta como título “La traducción como ‘posvida’ histórica”. En su pormenorizada lectura de Die Aufgabe, Andrés Claro resalta cómo es que Benjamin introduce la perspectiva temporal. Concretamente, el modo y la modulación que adquiere la introducción a la pregunta por el rendimiento de la traducción en la historia. En específico, lo que se propone explorar, entonces, es

 

la manera en la que la “ley de la hospitalidad” –el mandato de acoger la ley extranjera y lo extranjero como tal– se hace extensiva a la historia, determinándose como la exigencia de “posvida” del original: una acogida y no solo en el espacio, sino en el tiempo propio. (Claro, Vasijas quebradas 639)

 

En otras palabras, desde una consideración sincrónica se pasa a una apreciación diacrónica de la traducción. Para Claro, en este cuarto párrafo se abre el horizonte histórico de la tarea tratada en el ensayo de Benjamin, una tarea que, de acuerdo a lo expuesto, se comprende en relación con la vida [Leben] y, a partir de ello, a la sobrevida [Überleben], para, de un modo más radical, entenderla como una respuesta a la exigencia de ‘posvida’ [Fortleben] del original. La noción benjaminiana de vida, prosigue la argumentación, no se inscribe tanto en la tradición de Herder y de Madame de Staël, quienes adherían a la idea de una cualidad orgánica de la obra, concibiéndola como un organismo vivo que necesita de la traducción, sino, más bien, como la necesidad de que la traducción deba darle una ‘vida después de la vida’. Cuestión que acerca a Benjamin, y a las reflexiones surgidas a partir de las nociones aquí analizadas, al meridiano de las apuestas de Humboldt respecto del traducir.

Las aludidas relaciones vitales entre obra y traducción inducen a concluir que se trata no solo de dar una vida más allá de la muerte, sino también una vida más allá de la vida, una metavida, un dar un plus de vida, un Mehrleben. Claro distingue las dos variaciones señaladas de Leben como dos respuestas a la exigencia de la obra de vivir más allá de sus condiciones iniciales de creación: primero, como sobre-vida [Überleben], modalidad en la que la obra “resiste más allá del momento de su primera inscripción”; segundo, y más fundamentalmente, como pos-vida [Fortleben], “posibilidad propia de la traducción que se ejerce a partir de la vida o de la sobrevivencia de una obra para ‘prolongar’ su vida en otra lengua” (644).

 

4. Conclusiones

Primero, Derrida nunca se cansó de advertir que la ‘deconstrucción’, lejos de ser un método universal(izable), es una estratagema que no puede ser pensada fuera de las coordenadas y herencias, sociolingüísticas y geoculturales en las que se inscribe. Dichas coordenadas condicionan, por un lado, por la vía de la no-pertenencia y de la lógica de la suplementariedad, el ejercicio deconstructivo mientras que, por otro, atañen a una problematicidad histórico-filosófica que afecta al traducir y a la economía de la significación. En esa línea identificamos dos elementos que direccionan la motricidad de tales coordenadas. Mientras que uno lo es la función-apropiativa de una misiva hegemónica que supedita a la traducción a un conjunto de presunciones que performan la iterabilidad del “saco roto de lo mismo” (Claro), el otro lo es una duplicidad-en-serie que ensancha la dimensión aporética de la escritura, su mestizaje y su cobijo, de acuerdo con una ley de los envíos que, entrecomillando todo lo propio, hospedando lo extranjero y poniendo en crisis la autoritas del sentido, destina su alteridad bajo la forma de un plus de vida.

Segundo, el problema de la traducción en ningún caso debe reducirse a un asunto técnico, irreflexivo, acaso mecánico, ajeno a la reflexión; más bien, ella exige ser pensada como “una experiencia que puede abrirse y (re)tomarse en la reflexión. Más precisamente: es originalmente (y en tanto experiencia) reflexión” (Berman, La traducción 16). El que sea una experiencia [Erlebnis] implica, por un lado, como no ignoraba Heidegger, que ‘se hace’, que ‘se nos viene encima’ y que ‘nos vuelva’ otro(s); por otro, que se relaciona íntimamente con el problema de la vida [Leben] y sus modulaciones. Tanto su condición padecida –que nos vuelve sujetos, en el sentido del subiectum aristotélico y que refuerza la experiencia de sujeción en el sentido del assujettissement–, su potencial transformador (afformativo, diríamos con Hamacher), como su dimensión vital, inseparable de su fin(itud), hacen que la experiencia latinoamericana de la traducción sea irreductiblemente singular, heterogénea y pluralizante. En ese sentido, el traducir nunca es un traducir abstracto, universal, sino que un traducir posible entre otros, un traducir de alguien para alguien, que implica consecuencias tangibles y vinculantes, asociadas a las decisiones traductivas tomadas.

En el caso de la filosofía chilena es posible distinguir no solo uno, sino dos tratamientos traductivos de uno de los textos más canónicos de dicha discusión: La tarea del traductor de Walter Benjamin. Una vez insertas en las respectivas tramas argumentativas, ambas traducciones ponen al descubierto relaciones inéditas que tienden a pasar inadvertidas. Parece razonable que cierto escepticismo respecto de la tradición metafísica occidental dominante predisponga a desconfiar tanto de la noción de ‘oficialidad’ como del concepto de ‘origen’ de lo ‘originario’, en el sentido de aquel origen milagroso [Wunderursprung] que alberga las respuestas a todas las preguntas sobre el presente. Las iniciativas traductivas –cuyo Überleben y Fortleben, lejos de estar garantizados, dependen del rendimiento filosófico que se pueda obtener a partir de sus (re)lecturas– son el testimonio de la recepción crítica de aquella tarea [Aufgabe], aparentemente imposible e inseparable de la tentación de rendirse, o darse por vencido [aufgeben], en el camino.

 

 

 

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_. “Self-Translation and Its Discontents or: The Translational Work Lost in the Theory of Bilingualism”. Migrating Histories of Art. Berlín-Boston: De Gruyter, 2018.

1 Este texto fue escrito en el marco del proyecto Fondecyt regular 1210037.

2 Atendiendo a los requerimientos formales de la temática, los nombres propios, palabras y títulos en otras lenguas se mantendrán como tales en el cuerpo del texto con tal de mantener su heterogeneidad constituyente.

3 El seminario tuvo lugar los días jueves del primer semestre de ese año en las inmediaciones del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales (FACSO) de la Universidad de Chile. Sede e institución a las que pertenece el núcleo hoy aún vigente (http://nucleosocdelcuerpo.blogspot.com/).

4 Su inscripción consta de distintas versiones, a veces es transliterado como “entre-lugar” y otras como “entrelugar”.

5 El gesto de Silviano Santiago es al menos doble: por un lado, explicita la marca derridiana de dicha noción y, por otro, levanta con ello una teoría del misreading al apuntar a cierto desvío de lectura, en tanto crítica a la idea de rectitud.

6 La centralidad de Heinrich von Kleist para este problema acaso puede verse reflejada en los siguientes textos de Pablo Oyarzún: “Brentano, Kleist y una marina de Friedrich”, en Revista Teoría del Arte, n.º 8; “Notas sobre pensamiento y lenguaje a partir de Kleist”, en La letra volada. Ensayos sobre literatura; y “Suceso y teleología. Un indicio sobre la lectura de Kant en Kleist”, en Ideas y valores, n.º 163, sin olvidar, por supuesto, su traducción de Das Erdbeben in Chili.

7 Para más detalles, véase Derrida, “De la economía restringida a la economía general (Un hegelianismo sin reserva)”.

8 Habría que discutir, en otro momento, las consecuencias, advertidas por Sigrid Weigel a propósito de las versiones en inglés, de traducir ‘reine Sprache’ por ‘pure language’ (referido a purity, pureza) y no como ‘mere language(“Self-Translation” 27).