Revista de Humanidades Nº 48: 455-461 ISSN: 07170491 • DOI: 10.53382/issn.2452-445X.749

Marta Segarra

Humanimales: Abrir las fronteras de lo humano

Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2022. 237 pp.

 

 

Haciendo gala de su amplísimo bagaje en el ámbito de la teoría crítica, la filosofía y los estudios culturales, Marta Segarra profundiza en este formidable volumen en la consigna de Donna Haraway, con quien de hecho mantuvo una enriquecedora conversación en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (Haraway y Segarra 2019), sobre la necesidad de establecer o, mejor dicho restablecer, modos de relación con el mundo que sean distintos de los actuales, es decir, que prescindan de una creencia en la excepcionalidad humana que es tan como dañina como falaz. (Bien, no del todo falaz, puesto que la excepcionalidad humana está lamentablemente probada, o: si atendemos a los desastres ecológicos que caracterizan el Antropoceno no hay parangón con ninguna otra especie o en la naturaleza.)

Es imperativo, lo ha señalado sobre todo Haraway (2016, 2019), pero también Anna Tsingh (2021) y Maria Puig de la Bellacasa (2017), y lo hace aquí la propia Marta Segarra, conectar los puntos de la maltrecha relación entre los seres humanos y el mundo más-que-humano, recordar que somos humanos y adicionalmente humus, que somos mundo y el mundo nos es. Nuestras existencias están engarzadas en las existencias de otros de manera que es urgente, lo recuerda Segarra empleando el término acuñado por Haraway, que elaboremos modos de response-habilidad1 con el mundo, con esa otredad que nos constituye y de la que somos parte inescapable. Somos también animales, aunque en el alboroto de la modernidad occidental lo hayamos olvidado estableciendo, cabe repetir, una brecha nefasta entre nosotros –aunque, ¿qué somos nosotros? – y lo demás, pero, –¿qué es lo demás? –. En cualquier caso, y para nuestra fortuna, se trata de una brecha contraída en las últimas décadas por diversas áreas de reflexión y estudio, entre ellas los Estudios Animales Críticos, que reubican nuestro estatus en el medio natural del que somos parte en igualdad vis à vis los animales no humanos. Humanimal es el término que Segarra elige para designar esa familiaridad entre especies, y con él sitúa su estudio explícitamente en los Estudios Críticos Animales, que también –con un matiz algo diferente– se han denominado Estudios Humano-Animales2.

Humanimales: Abrir las fronteras de lo humano es un extraordinario excurso por las “zonas de contacto” entre animales humanos y animales no humanos. Aplicamos así un término clásico de los estudios postcoloniales, que Marie Louise Pratt (1992) empleó inicialmente para referir las zonas de relación, hibridación y contagio entre distintas culturas en el contexto colonial, pero cuyo sentido ya se ha aplicado desde perspectivas posthumanas para referirse a las zonas de contacto entre “alteridades significantes” (Haraway 2016), donde dicha alteridad “puede ser humana, pero también abarca animales no humanos, plantas, fuerzas y otras cosas animadas” (Isaacs y Otruba 699) y, cabe añadir, no animadas. Las zonas de contacto que revisa Segarra son vastas, y constituyen un amplísimo muestrario de la diversidad y ductilidad que caracteriza las inabarcables, variegadas y cambiantes formas de relación entre, como decíamos, animales humanos y no humanos. Esta fluctuante y multiforme relación de contigüidad ha existido siempre en la práctica, pese a la resistencia de las ideologías antropocéntricas hegemónicas desde los albores de la modernidad occidental, que la negaron u obviaron, con pocas excepciones, como Montaigne. La autora rescata en estas páginas a este filósofo francés junto con su magnífica gata, de quien él se preguntaba: “Cuando juego con mi gata … ¿quién sabe si es ella la que pasa el tiempo [conmigo] más que yo con ella?” (Segarra 23), un guiño que entraña un significativo revés a pretenciosas nociones de agencia todavía imperantes cinco siglos después de Montaigne.

En los primeros capítulos, “¿Somos humanimales?” y “Las fronteras de la humanidad”, el libro comienza a cuestionar las fronteras de lo humano respecto de lo animal partiendo de una revisión de las taxonomías dominantes durante siglos (Buffon, Linneo, Gobineau) que, efectivamente, marcan nuestra percepción, no solo de la diferenciación del ser humano respecto del resto de animales, sino de los humanos entre sí. Un punto clave sobre el que Segarra vuelve una y otra vez es que la gradación entre humano y demás animales o especismo, que materializa una distinción binaria entre civilización y naturaleza, es tan solo un modo más entre un sinnúmero de dualismos binarias maniqueas que han plagado la historia del mundo o, como mínimo, nuestra cultura occidental, como son los binarismos hombre-mujer, razón-emoción, colonizador-colonizado, sexualidad homo-hetero, identidad cis-trans, o binaria-no binaria, por ejemplo. Esto es, el especismo es un síntoma de la mentalidad colonizadora y segregadora impuesta desde el polo del dominio masculino blanco de la modernidad. Segarra aboga, y este estudio es una contribución en esa dirección, por la sustitución de los binarismos por un sentido de la diversidad y la diferencia en un sentido claramente derrideano. Pese a que en este volumen no se explicita esta correlación en este punto preciso, espero no errar el tiro en la medida que el pensamiento de Jacques Derrida es uno de los puntos de reparo capitales en el trabajo de Segarra, junto con el de Hélène Cixous. No sorprende, por tanto, que ambos sean invitados a estas páginas en la medida de sus importantes intervenciones filosóficas en relación con el mundo animal, como Animal Amour de Cixous, entre otros, o el celebrado L’animal que donc je suis de Derrida.

La recurrente animalización del otro humano y la antropomorfización del otro animal (no humano) son solamente ilustraciones, una más afortunada que la otra, del continuo encabalgamiento entre ambas categorías, de su porosidad. Este encabalgamiento se explora en los capítulos siguientes en una multiplicidad de instancias. Sus títulos dan cuenta de la estructuración temática de las enriquecedoras exploraciones de Segarra, que abarcan la antropología, la filosofía, la literatura, la ciencia en diversos marcos disciplinarios, el cine: “Una cuestión de afectos”, “¿Una cuestión de sexo, también?”, “Compañeros de trabajo”, “Lenguajes animales”, “Sueños de hibridez”, “Una vulnerabilidad compartida”, “Carne de mi carne y sangre de mi sangre”.

Segarra analiza desde la licantropía hasta las sirenas, pasando por la combativa Elizabeth Costello concebida por J.M. Coetzee, la gripe aviar y el Covid 19, el veganismo, los gorilas de Dianne Fossey y otros casos que han experimentado –con mayor o menor fortuna– una diversidad de formas de convivencia. El inquietante relato sobre el desafortunado Caspar Hauser, la danza de las abejas y el lenguaje de las ballenas y otros animales, la misteriosa inteligencia del caballo alemán Clever Hans, que ha dado nombre a un efecto en el campo de la psicología, o los osos grizzly que devoraron a Timothy Treadwell cuando este había pasado no menos de trece veranos estudiándolos de cerca y pugnando por establecer “un vínculo íntimo con los osos, hasta convertirse en ‘uno de ellos’” (Segarra 148), forman parte de las decenas de ilustraciones de la tesis que guía este estudio. En sus páginas se muestra, por supuesto, el sufrimiento animal en la aberración de las granjas contemporáneas y los mataderos industriales. El ensayo está en fin poblado por un apabullante hervidero de animalidad o, mejor dicho, animalidades, donde no parece quedar sin escudriñar ninguna relación significativa entre animales humanos y no humanos de nuestro universo cultural. Seguramente habrá algunas películas y libros que no se comentan, pero dudo que se omita algún relato significativo de los muchos que han marcado esta relación.

En este crisol de experiencias que Marta Segarra nos traslada con su refinado sentido crítico y de manera remarcablemente amena, la intervención y el grado de protagonismo de los animales no humanos se diversifica de tal modo que resulta difícil extraer conclusiones simples o limitadas. En otras palabras, los que parecen ser los objetivos principales de la autora, que son exponer la diversidad y riqueza de las experiencias humanimales y, de paso, “hacer revivir al animal que late en el interior de cualquier ser humano” (203) para recuperar parcelas de nuestro ser que en su mayoría habían quedado relegadas, quedan sobradamente satisfechos. Segarra propone con este excurso, en el que visita teorías del afecto, el género, la sexualidad, y otras vertientes del bagaje crítico cultural contemporáneo, la conveniencia de superar una ética basada en la semejanza y pasar a sustituirla por “una ética basada en la diferencia, hasta llegar a una ética de la relacionalidad y de la responsabilidad, que supone, además, una conciencia de la vulnerabilidad compartida” (Segarra 202-3). Pese a sus distintos asentamientos teóricos, en este sentido la propuesta de Segarra parece tener mucho en común con la de Marta Tafalla (2019), a tenor de la reseña de Moyano Fernández (2022).

Dos breves apuntes antes de concluir esta reseña. El primero, señalar que en las últimas páginas la autora concluye que el mundo del arte parece haber facilitado la posibilidad de “una aprehensión no violenta de la diferencia” (Segarra 203), una formulación que retoma de Deleuze (1996); una forma de aprehensión que desgraciadamente, como sabemos, no se prodiga en todas las esferas de la existencia humana. No obstante respetar “la impenetrabilidad del otro animal” (Segarra 203), felizmente el arte facilita la posibilidad de entender que compartimos con los demás animales una “capa freática de lo sensible” (203), según formulación de Bailly (2007). Constatamos una vez más que el arte nos rescata siempre, también desde esta perspectiva humanimal.

En segundo lugar, se ha de señalar el acierto de introducir cada capítulo con un relato de carácter personal que anuncia el tema que se abordará. O quizás es la escritura en cursiva lo que los disfraza de un tono más intimista, pues en realidad son breves apuntes narrativos de alcances y tonos distintos. Estos van desde el resumen de una pieza dramática donde la protagonista es una cabra, hasta el cruento testimonio sobre un fusilamiento en masa a cuya brutalidad solo un perro parece reaccionar, pasando por algún relato de corte mítico y quizás también en algún caso autobiográfico (aunque quizás esto sea aventurar demasiado). En definitiva estos pasajes ofrecen escenas de conmovedores intercambios sobre la relación entre animales no humanos y humanimales.

En la página web del Centro de Estudios Críticos Animales (ICAS Centre for Animal Studies), fundado en 2001 por varios académicos y activistas muy comprometidos en este ámbito, se ofrece la siguiente definición de este campo:

Los Estudios Críticos Animales, que se originan en la liberación animal y el anarquismo, son un movimiento interseccional, transformativo y holístico que aúna la teoría y la acción. Son un campo de estudio y una forma de activismo, y buscan de manera decidida examinar, explicar, mostrarse solidarios con, y ser parte de acciones, teorías, grupos y movimientos radicales y revolucionarios persiguiendo la liberación total y el desmantelamiento de todos los sistemas de dominación y opresión, con la esperanza de un mundo justo, equitativo, inclusivo y en paz.3

Se trata de un programa ciertamente ambicioso, que extiende y amplía la preocupación por el mundo animal a todas las esferas de la existencia; un programa que en todo caso es para celebrar. La contribución de Marta Segarra, me parece, es una decidida contribución en esta dirección activista desde su apuesta teórica. Combatir el especismo, como ya adelanté más arriba, es en Humanimales: Abrir las fronteras de lo humano solo un punto de partida para abundar en los modos posibles de la mencionada propuesta de una “ética de la diferencia y la relacionalidad”, que ya se discierne en la burbujeante multiplicidad retratada en este estudio. Esta ética distinta de la que todavía domina nuestras sociedades solo puede redundar en la escisión de los sistemas de opresión, siempre basados en el provincialismo encarnado en “la semejanza”, y en esas estructuras binarias que, como espero haber ilustrado brevemente, este valioso artefacto intelectual rebasa desde buen principio.

 

 

Isabel Alonso-Breto

Universitat de Barcelona

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Bibliografía

 

Bailly, Jean-Christophe. Le versant animal. París: Bayard, 2007.

Cixous, Hélène. Amour Animal. París: Bayard, 2021.

Cockram, Sarah y Andrew Wells, eds. Interspecies Interactions: Animals and Humans between the Middle Ages and Modernity. Londres: Routledge, 2018.

De Mello, Margo. Animals and Society: An Introduction to Human Animal Studies. New York: Columbia University Press, 2012.

Deleuze, Gilles. “Animal”. En Abécédaire de Gilles Deleuze, entrevistas con Claire Parnet. París: Video Editions Montparnasse, 1996.

Derrida, Jacques. L’animal que donc je suis. París: Galilée, 1996.

_. El animal que luego estoy si(gui)endo. Traducido por Cristina de Peretti y Cristina Rodríguez Maciel. Madrid: Trotta, 2008.

Haraway, Donna. Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno. Bilbao, Consonni, 2019.

Haraway, Donna. Manifiesto de las especies de compañía. Vitoria: Sans Soleil, 2016.

Haraway, Donna y Marta Segarra. El món que necessitem / The World We Need. Barcelona: CCCB, 2019.

Isaacs, Jenny R y Ariel Otruba. “Guest Introduction: More-than-human Contact Zones.” ENE: Nature and Space, vol. 2, n.º 4. 2019, pp. 697-711.

Moyano Fernández, Cristian, reseña de Ecoanimal: Una estética plurisensorial ecologista y animalista, de Marta Tafalla. Enrahonar. An International Journal of Theoretical and Practical Reason 68, 2022, pp. 252-257.

Pratt, Marie Louise. Imperial Eyes: Travel and Transculturation. Routledge, 1992.

Puig de la Bellacasa, Maria. Matters of Care: Speculative Ethics in More Than Human Worlds. University of Minnesota Press, 2017.

Tafalla, Marta. Ecoanimal: Una estética plurisensorial ecologista y animalista.
Madrid: Plaza y Valdés Editores, 2019.

Tsing, Anna Lowenhaupt. La seta del fin del mundo: Sobre la posibilidad de vida en las ruinas capitalista. Madrid: Capital Swing, 2021.

 

1 Del inglés, response-ability.

2 Del inglés, Animal Human Studies; véase, por ejemplo, de Mello (2012); o, entre otros muchos, Cocrkam y Wells (2018).

3 “Critical animal studies is rooted in animal liberation and anarchism, is an intersectional transformative holistic theory-to-action activist led based movement and field of study to unapologetically examine, explain, be in solidarity with, and be part of radical and revolutionary actions, theories, groups and movements for total liberation and to dismantle all systems of domination and oppression, in hopes for a just, equitable, inclusive, and peaceful world.” [Mi traducción.] En https://www.criticalanimalstudies.org/about/, consultado el 7 de octubre de 2022.