Revista de Humanidades Nº 49: 251-281 ISSN: 07170491 • DOI: 10.53382/issn.2452-445X.780

Representaciones y resistencias desde corporalidades femeninas afrodescendientes chilenas
y de la diáspora en Arica
y Santiago, chile1

 

REPRESENTATIONS AND RESISTANCE FROM CHILEAN AFRO-DESCENT FEMALE CORPORALITIES AND THE DIASPORA
IN ARICA AND SANTIAGO, CHILE

 

Nicole Chávez González

Pontificia Universidad Católica

Av. Vicuña Mackenna 4860, Santiago, Chile

nachavez1@uc.cl

 

 

Resumen

 

Este artículo analiza las identidades afrofemeninas que surgen en el actual contexto, desde las vivencias de mujeres afrodescendientes chilenas y de la diáspora en Arica y Santiago. Estas mujeres enfrentan diversas manifestaciones de racismo, xenofobia y sesgos patriarcales, en medio de un escenario marcado por la visibilización y la reciente migración afro en América Latina. Por otra parte, la reflexión teórica se centra en los conceptos de racialización y sexualización, con el propósito de examinar cómo se establecen dinámicas de poder sobre las mujeres afro, desde la perspectiva y las voces directas de las afrochilenas y las migrantes afro en el país.

Los hallazgos exponen los estereotipos más recurrentes que engloban a las mujeres afro, que implican connotaciones de sexualización de sus corporalidades y subjetividades. No obstante, también se identifican diversas estrategias de resistencia que estas mujeres emplean para desafiar y desarticular estas representaciones limitantes. El presente estudio se apoya en un enfoque multidisciplinario que abarca la revisión de literatura, el análisis histórico y la inmersión etnográfica. Con sus resultados, se busca aportar tanto a nivel teórico como empírico a los campos de estudio relacionados con la afrodescendencia y género en Chile.

 

Palabras clave: corporalidades, mujeres afro, sexualización, racismo, Arica y Santiago.

 

Abstract

 

This article examines Afro-feminine identities that emerge within the current context of Chile, based on the experiences of Chilean Afro-descendant women and those of the Afro-diaspora in Arica and Santiago. These women confront diverse manifestations of racism, xenophobia, and patriarchal biases, amidst a backdrop characterized by increased visibility and recent afro migration trends in Latin America. Besides, the theoretical reflection centers on the concepts of racialization and sexualization, aiming to scrutinize the establishment of power dynamics concerning the case of Afro women, from the direct perspectives and voices of Afro-Chilean and Afro-migrant women in the country.

The findings expose the most prevalent stereotypes encompassing Afro women, which entail connotations of sexualization of their corporalities and subjectivities. Nonetheless, a variety of resistance strategies employed by these women to challenge and dismantle these constraining representations are also identified. The present study is underpinned by a multidisciplinary approach encompassing literature review, historical analysis, and ethnographic immersion. Through its results, it seeks to contribute both theoretically and empirically to fields of study related to the Afro-descendant and gender in Chile.

 

Keywords: Corporalities, afro women, sexualization, racism, Arica, and Santiago.

 

Recibido: 18/05/2023 Aceptado: 04/08/2023

 

 

 

1. Introducción

 

La trata transatlántica de personas africanas hacia América, que tuvo lugar durante los siglos XVI al XIX, representa uno de los episodios más violentos y extensos de desplazamiento forzado en la historia. Se estima que entre diez y veinte millones de individuos fueron objeto de este comercio durante la era capitalista (Duconge y Guizardi). Estas comunidades sufrieron un proceso de esclavización a raíz de la dominación colonial, que generó una división marcada entre aquellos considerados blancos y los no blancos; la blanquitud adquirió un estatus superior, mientras que aquellos que no estaban en esta categoría fueron sujetos a sometimiento y marginación (De La Fuente y Reid Andrews).

Las lógicas de prestigio blancas o blanquidad (Amigo) persistieron en la formación de los Estados modernos y construyeron representaciones de una identidad nacional. En Chile, estos ideales gatillaron la conformación de una raza chilena, que rechaza cualquier manifestación de negritud, incluso se ha autoproclamado como una de las naciones más blancas de América Latina (Sater). En este contexto, las categorías de negro2, afrochileno3 y/o de la diáspora afro4, carecen de reconocimiento y espacio en la nación, siendo constantemente vinculadas con lo extranjero, quienes a su vez, son asociados a una amenaza (Stang y Solano 2017). Estos conceptos se han utilizado para justificar la segregación y la discriminación basadas en prejuicios raciales en sociedades que mantienen estructuras de dominación. En el presente, quienes descienden de las personas esclavizadas enfrentan desventajas económicas, políticas y culturales, en comparación con otros grupos (Antón y otros).

Por otra parte, el patriarcado, a nivel global, se erige como un sistema que subordina y somete al género femenino en relación con el masculino (Paredes). En este entorno, las construcciones de sexo-género generan un panorama perjudicial, pues existen discriminaciones institucionalizadas y normas excluyentes enmarcadas en una estructura machista. De este modo, las mujeres negras, afrodescendientes y/o de la diáspora5 en Chile se ven relegadas a posiciones de mayor desventaja en la jerarquía social, alejadas totalmente de la estructura dominante blanca y patriarcal.

A nivel nacional, la presencia, historia y herencia de estos grupos, permanecen desconocidos o son negados tanto por la sociedad civil como por el Estado chileno. Esta situación es consecuencia de la asimilación y negación de sus existencias, bajo la creencia de que en el país “los negros se murieron de frío” (Cussen). Si bien, se promulgó la ley 21151 de Reconocimiento del Pueblo Tribal Afrodescendiente6 en 2019 a raíz del movimiento afrochileno de Arica y el valle de Azapa7, esta ley excluye a aquellos migrantes de descendencia africana que llegaron a Chile a partir del siglo XX, lo cual ha sido objeto de críticas por parte de organizaciones de la diáspora afro en Santiago (Parra y otros 3).

Durante las últimas dos décadas, se ha observado un incremento en los niveles de migración de personas negras hacia Chile –asociados en el imaginario colectivo exclusivamente a países como Colombia y Haití–, cuyo destino principal es la capital (Mardones; Reyes y otros). Estos migrantes tienen como objetivo mejorar sus condiciones de vida, a pesar de que a menudo implique la pérdida de sus vínculos socioculturales, familiares y nacionales. En el contexto chileno, la presencia de xenofobia8 contribuye a clasificarlos como extranjeros indeseados, al ser indocumentados que ingresan de manera irregular, y peor aún, son de raza negra. Esto los predispone a situaciones de vulnerabilidad y a cargas con connotaciones negativas (Tijoux y Córdova). Por último, otro aspecto característico es la tendencia a la feminización de la migración a nivel mundial y regional, lo que trae cargas diferentes que se suman a las categorías raciales (Stefoni).

Este estudio se basa en una exhaustiva revisión bibliográfica y en investigaciones etnográficas con poblaciones afrofemeninas. El propósito central es analizar la intersección de la racialización y sexualización dirigida hacia este grupo de mujeres. Esta dinámica se sustenta en una amalgama de fundamentos políticos, ideológicos, culturales y biológicos, que incluyen elementos como el cuerpo humano, el color de piel y los rasgos físicos. Paralelamente, se investiga el sexismo asociado a los procesos de exotización y erotización.

Los hallazgos revelan que una de las formas de discriminación más recurrente hacia este grupo se vincula con sus corporalidades. Esto abarca tanto la percepción histórica y visión de las colaboradoras sobre las esclavizadas, como hacia las afrodescendientes actuales en Chile, quienes aún enfrentan estereotipos raciales. Asimismo, se examinan diversas estrategias de resistencia y adaptación que emplean estas mujeres en el país en respuesta a la racialización y sexualización a las que han sido expuestas. Esta manifestación se materializa a través de colectivas y agrupaciones que abordan y combaten estas problemáticas con un enfoque antirracista y antisexista, desde la resignificación de sus memorias, el autorreconocimiento de sus identidades, las danzas, lo artístico, y la aceptación de sus corporalidades como vehículos de acción política y cambio social.

En resumen, este análisis profundiza en las realidades de las corporalidades de las afrodescendientes en Chile, destacando cómo estas experiencias están marcadas por la persistente opresión racial y de género. Sin embargo, también resalta la resistencia y empoderamiento de estas mujeres, que se niegan a ser reducidas a un estereotipo y se esfuerzan por construir una autoimagen fuerte y validada por ellas mismas. A medida que avanzan las décadas, estas mujeres continúan desafiando las narrativas discriminatorias y se convierten en agentes de cambio en la lucha contra la opresión y por la igualdad.

En última instancia, se plantean conclusiones orientadas a revertir estas dinámicas y destacar la historia y la presencia de estas realidades subyacentes en Chile. Desde enfoques teóricos decoloniales y feministas, el objetivo es aportar en lo teórico y en lo empírico a los estudios contemporáneos sobre la afrodescendencia y el género en el país.

 

 

2. Aspectos teóricos y metodológicos

 

En este apartado se presentan los fundamentos teóricos y metodológicos relevantes para la investigación. Se destacan los conceptos de raza, racismo, racialización, género y sexualización, con un enfoque específico en la intersección entre la afrodescendencia y el género en el contexto chileno, para comprender diferentes procesos estructurales que se manifiestan en las corporalidades de las mujeres afro en Chile (Tijoux y Palominos). Asimismo, se exploran diversos estudios migratorios que, influenciados por los procesos de globalización en la década de 1990, aportan perspectivas conceptuales y metodológicas desde enfoques de género y feministas (Guizardi y otros).

Desde lo teórico, se plantea que la raza opera como una categoría social de poder, arraigada en la valoración de rasgos físicos, biológicos o costumbres estáticas, utilizada para jerarquizar y justificar desigualdades (Memmi). En cambio, la racialización es un proceso sociocultural y político mediante el cual se construye y asignan significados y atributos específicos a determinados grupos humanos en función de características físicas, culturales, raciales y/o étnicas (Miles). De esta manera, se enfatiza cómo estas categorías raciales, más allá de una clasificación biológica, son construcciones sociales cambiantes que reflejan relaciones de poder en contextos históricos y culturales específicos para atribuir identidades y roles a grupos particulares, e influye en cómo se perciben y tratan a nivel individual y colectivo.

Según Miles, el racismo es una ideología contradictoria que beneficia a los dominantes y perjudica a los dominados, con impacto directo en la vida de las personas. Por lo tanto, el racismo es una construcción con consecuencias materiales, presente de forma explícita o sutil en la cotidianidad (Essed). Este sistema estructural opera a nivel individual y colectivo, influenciado por discursos, ideologías y políticas (Bonilla-Silva). En la misma línea, la xenofobia crea jerarquías sobre las poblaciones migrantes, con estigmas relacionados con la criminalidad y la pobreza (Tijoux y Palominos). Estos conceptos son clave para entender la discriminación y violencia que enfrentan las personas afrodescendientes en Chile, manifestándose en hostilidades y agresiones físicas y verbales (Riedemann y Stefoni).

El género, a su vez, se manifiesta como una construcción social dinámica y mutable, cuya asignación se establece al nacer y que se sustenta en discursos validadores (Lamas; Scott). Los estudios de género han develado diversas realidades y problemáticas que experimentan las mujeres, destacando sus posiciones sociales y las violencias que enfrentan (Moore). Detrás de estas opresiones y discriminaciones se encuentra el patriarcado, una estructura conformada por normas, ideas, símbolos y leyes que las sustentan (Paredes). En este artículo, es pertinente explorar el concepto de género propuesto por Butler, que enfatiza en el debate la sexualización y postula que el género se origina y se mantiene en el sistema como un poder regulador que modela a las personas bajo determinadas normas. No obstante, también reconoce la performatividad de género, que se manifiesta a través de las corporalidades.

Es necesario resaltar los roles del feminismo negro, que ha liderado una lucha global, donde desafía el racismo y el sexismo enfrentados por las afrodescendientes (Davis). Este movimiento critica las perspectivas feministas occidentales, predominantemente blancas y hegemónicas, por no considerar la interseccionalidad de categorías como etnia, raza, género y nacionalidad en situaciones de discriminación y exclusión (Hill Collins; Crenshaw; Brah). Estos enfoques feministas abordan no solo cuestiones económicas, políticas y educativas, sino también el racismo, colonialismo, nacionalismos y discriminación basada en estereotipos raciales (Hancock; Chávez, “¿Existe?”).

En Abya-Yala9, ha surgido un feminismo antirracial decolonial liderado por figuras como Curiel, Espinosa-Miñoso y Carneiro, entre otras, que ponen en relieve las experiencias históricas de las afro en el continente, experiencias silenciadas durante mucho tiempo. Este enfoque aspira a incorporarlas y ennegrecer la perspectiva feminista, reconociendo que el ser de color se convierte en una categoría política (Davis), por medio de roles construidos socialmente y las injusticias enfrentadas, que se vivencian desde la producción y reproducción hasta la explotación laboral forzada (Carneiro). Estos ámbitos en los cuales el racismo las ha condenado bajo narrativas históricas que cosifican sus cuerpos, subyugadas al patriarcado y la raza (Segato). El enfoque decolonial implica una postura política que influye en el pensamiento, acciones individuales y colectivas, imaginarios, corporalidades, sexualidades y formas de actuar, y genera un pensamiento autónomo y prácticas sociales que desafían las estructuras predominantes, desde un cimarronaje intelectual (Curiel, “Descolonizando”). Por último, se destaca el concepto de amefricanidade de Gonzalez (“A categoria”), que remite a las experiencias complejas e interconectadas de las mujeres afro, indígenas y latinas en Abya-Yala. Este término sociopolítico subraya la interseccionalidad de la raza, la etnicidad y el género, y enfatiza las luchas compartidas y las perspectivas de estos grupos marginados en el continente. Este concepto une a estas mujeres en sus esfuerzos colectivos por la justicia social, mientras reconoce factores culturales e históricos distintivos que moldean sus identidades y desafíos (Ardito).

En cuanto a la sexualización, Tijoux y Palominos analizan cómo las mujeres afrodescendientes son objeto de una sexualización excesiva y estereotipada, visible en los medios de comunicación, cultura popular y las interacciones cotidianas. Estos estereotipos no solo las reducen a su sexualidad, sino también cosifican y objetivan sus corporalidades, perpetuando desigualdades de género y raciales. En esta línea, Curiel (“Los aportes”) destaca la interrelación del racismo de género y el sexismo racializado, pues los sistemas de dominación no se separan en las experiencias de estas mujeres. Estas categorías evidencian la violencia de género y la sobredeterminación sexual que se ejerce en espacios íntimos y públicos, así, estas categorías dan cuenta de estereotipos raciales y de género en la estructura social racista de Chile. Adicionalmente, cabe señalar la existencia de estigmas o signos físicos distintivos, que conducen a la segregación y a adaptación forzada para procurar aceptación (Goffman). En este sentido, los discursos racializados, imaginarios racistas y metáforas sexuales refuerzan dinámicas de dominación y exclusión en las corporalidades de estas mujeres, ejerciendo influencia sobre la manera en que son percibidas y tratadas por la sociedad (Romero; Tijoux y Palominos).

En términos metodológicos, el artículo adopta un enfoque cualitativo que se caracteriza por ser iterativo y multimetódico (Aspers y Corte 2019). Este enfoque abarca diversas estrategias como revisiones bibliográficas e historiográficas, junto a etnografías, observaciones, entrevistas semiestructuradas y en profundidad, así como relatos de vida. Este estudio se cimenta en las experiencias e investigaciones previas con mujeres afrochilenas. Además, se recopiló información en proyectos con migrantes y la realización de entrevistas en línea con mujeres pertenecientes a la diáspora afro, en el marco del proyecto “Diálogos Kuriches: Ser mujeres afrodescendientes en Chile10”. Los relatos obtenidos11 fueron posteriormente sometidos a un análisis de discursos que considera sus percepciones en torno a las vivencias de sus ancestras esclavizadas y el modo en que les afecta en sus construcciones identitarias, junto al significado que les otorgan a sus propias experiencias de sexualización y racialización. Así como también las discriminaciones que viven y las estrategias de resistencia para enfrentarlas. Por último, en todo el proceso se observaron principios éticos desde una perspectiva de género, reconociendo a las mujeres como agentes activas y respetando su autonomía (Araya y Chávez).

 

 

3. Hallazgos: corporalidades racializadas y sexualizadas

 

Durante la época de la esclavización en Abya-Yala, las mujeres negras fueron objeto de distorsión y estigmatización de sus corporalidades12. Se crearon mitos lujuriosos que justificaban la explotación sexual de estas mujeres por parte de sus amos, quienes las consideraban simples objetos de placer y procreación (Soto La Mujer y “Negras esclavas”). En este contexto, Briones (“Arica colonial” y “Mujeres”) señala que eran utilizadas sexualmente y sus dueños obtenían ganancias económicas, sometiéndolas a una prostitución forzada. Sus corporalidades fueron exotizadas y erotizadas por hombres blancos europeos que percibían sus prácticas y comportamientos como impuros (Barrenechea, “Patrimonio”).

Las participantes subrayan el trágico panorama en el que las mujeres eran sometidas a una crueldad despiadada, reducidas a meras herramientas para servir o comerciar como si fueran mercancías. Incluso, si alguna de ellas era considerada atractiva, los hombres blancos abusaban de su vulnerabilidad sin opción alguna de defenderse. Cualquier desavenencia con los amos resultaba en castigos brutales y sin clemencia. Como se expresa en las entrevistas, las esclavizadas fueron víctimas de violencia sexual, ultraje y explotación en todas sus manifestaciones. A pesar de estas terribles circunstancias, su espíritu de resistencia no se quebrantó y emergieron como fuerza impulsora de la lucha por la dignidad y la justicia. En sus palabras expresan: “fuimos violadas, utilizadas en todos los sentidos […] a nosotras se nos violentó el ser. Y asimismo, tenemos la característica de haber sido propulsoras de la resistencia” (Entrevista, 2014)13.

En segundo lugar, estas mujeres eran utilizadas como máquinas de reproducción, obligadas a continuar con la descendencia. Las esclavizadas se convertían en “vientres generadores” (Soto, Esclavas) pues eran forzadas a dar a luz para aumentar la progenie de sus dueños y, por ende, su patrimonio. Esta opresión recaía exclusivamente en las mujeres, ya que eran las únicas capaces de gestar. Sin embargo, este proceso estaba marcado por la indignidad, con condiciones de salubridad precarias, falta de atención adecuada y la certeza de que los frutos de su vientre nacerían encadenados (Soto, “Matrimonio”, “Mujeres negras”). Después del parto, las madres eran separadas de sus bebés, quienes eran bautizados con los apellidos de sus amos y quedaban a su merced.

En la región de Arica –aunque se puede extrapolar a otras latitudes del continente–, las colaboradoras relatan la existencia de lo que se podría denominar como criaderos de negros/as14 en el valle de Lluta durante el siglo XVIII. En este sitio, se llevaba a cabo un lucrativo negocio en el que las personas eran tratadas como mercancías para la venta (Báez; Salgado), incluso exponen que “en el código indiano del siglo XVI, se les consideraba ‘cosas’ y no personas” (Entrevista 2014). En definitiva, este negocio muestra una dominación, abuso físico y moral sobre las corporalidades y fecundidades femeninas, pues le arrebataban a las mujeres negras la capacidad de autodeterminación sobre sus cuerpos. El control de la reproducción desató un aparataje simbólico, jurídico y cultural que fue reproducido por las élites en desmedro de las negras (Cussen). Estos ejemplos evidencian cómo la interacción entre género y sexualización es fundamental desde la colonización, y nos permiten comprender cómo las afro en la actualidad ajustan y desafían las normas establecidas (Cortés y Rivera).

 

Tenía siete años apenas, apenas siete años, ¡Qué siete años! ¡No llegaba a cinco siquiera! De pronto unas voces en la calle me gritaron ¡Negra! (…) ¿Soy acaso negra? me dije SI! ¿Qué cosa es ser negra? ¡Negra! Y yo no sabía la triste verdad que aquello escondía. ¡Negra! Y me sentí negra, ¡Negra! Como ellos decían ¡Negra! (Extracto poema Victoria Santa Cruz)

 

En la contemporaneidad, las mujeres afrodescendientes15 enfrentan estigmas profundamente arraigados desde la llegada de sus ancestras africanas, lo que resulta en una categorización y negación de su humanidad y corporalidades (Chávez, Mujeres). En Arica y en Santiago, son objeto de estereotipos raciales y se ven confrontadas con experiencias de discriminación y violencia, tanto simbólica como directa, que impactan en su autoidentificación (Mardones). Esto ocurre en un país donde son objeto de discriminación, desprecio, explotación laboral y sexual, y donde se sienten abandonadas, expulsadas y hasta aniquiladas (Tijoux y Palominos 8). Estas experiencias dejan marcas en sus cuerpos y dejan huellas profundas en su ser. La exotización de sus corporalidades contribuyó a socavar los procesos de su autoidentificación, ya que las homogeneizó de manera arbitraria bajo la etiqueta de negro/a, pasando por alto sus características individuales y únicas (Araya y otros).

Las mujeres afro de Arica, Azapa y aquellas que son migrantes exponen en sus relatos estereotipos que las atan a roles tradicionales de servicio doméstico y cuidado, como la limpieza, la cocina, la maternidad y la crianza. Estos roles las relegaban al ámbito privado y doméstico, perpetuando una forma contemporánea de esclavización en la que se las confinaba (Castro). Sus testimonios respaldan esta realidad, y “a pesar de los esfuerzos por negarlo, el racismo persiste y perpetúa estas representaciones” (Entrevista 2014). Algunas participantes relatan que sus madres y abuelas ocultaban su ascendencia esclavizada como una manera de proteger a las futuras generaciones de experiencias similares. Estos procesos –que se dieron a lo largo de Abya-Yala– se evidenciaban en prácticas como el matrimonio con personas blancas con la intención de mejorar la raza, así como en el alisado del cabello y el uso de maquillaje más claro para ajustarse a los estándares occidentales de belleza que enfatizan la blancura. Estas prácticas llevaron a una negación de sus propias identidades y orígenes (Espinosa 2015).

 

Y retrocedí ¡Negra! Como ellos querían ¡Negra! Y odié mis cabellos y mis labios gruesos y miré apenada mi carne tostada […] Y pasaba el tiempo, y siempre amargada […] Me alacié el cabello, me polveé la cara, y entre mis cabellos siempre resonaba la misma palabra ¡Negra! (Extracto poema Victoria Santa Cruz)

 

Además, varios testimonios de las colaboradoras –afrochilenas y de la diáspora– señalan la presencia de imágenes eróticas y sexualizadas16 que las estereotipan como bailarinas en clubes nocturnos, vinculándolas a la prostitución (Espinosa-Miñoso, “Cabecitas”). Es aún más fuerte el estigma hacia las migrantes afro respecto de la delincuencia y/o tráfico de drogas (Echeverrí). Estas representaciones discriminatorias convierten a las afrodescendientes en objetos, reforzando la arraigada creencia de que son fácilmente poseíbles. Estos mitos17 distorsionan sus corporalidades y vidas sexuales, persisten en el tiempo y resultan en su exclusión de la sociedad en el contexto chileno.

Sus corporalidades son estigmatizadas en función de sus características y acciones; con frecuencia se escuchan referencias a su voluptuosidad, enfocándose especialmente en sus traseros y caderas, a las que se les atribuyen exageradas connotaciones sexuales. Adicionalmente, enfrentan comentarios discriminatorios como “a todas las negras les gusta el sexo”18 o se les etiqueta como prostitutas (Busdiecker). Estos episodios y actitudes se repiten constantemente en la vida de la población femenina afro, quienes son objeto de agresiones físicas y verbales basadas únicamente en el color de su piel. Una colaboradora migrante afrocolombiana comparte:

 

Cualquier presencia negroide en el país es extranjerizada […] constantemente me asociaban por mi color de piel, por mi experiencia con mi cabello y por mi postura, directamente con una persona haitiana. Entonces, yo creo que hay un racismo institucional y estructural impresionante en cómo se maneja políticamente la migración, pero también hay unas prácticas de racismos sociales que están muy naturalizadas. (Entrevista 2022)

 

En los relatos, se identifica que las afrochilenas son extranjerizadas pues en el inconsciente colectivo las negras no son de Chile. Mientras que las migrantes afro experimentan la xenofobia e ignorancia de sus orígenes, sumado a la hipersexualización de sus corporalidades. Los estereotipos y prejuicios raciales dirigidos a las mujeres afro persisten en el sistema patriarcal de la sociedad y del Estado chileno, caracterizados por la presencia palpable de racismo y sexismo.

Estas representaciones negativas encuentran eco en los medios de comunicación, como la prensa y la televisión, que a menudo difunden imágenes y narrativas desfavorables sobre las afrodescendientes. En algunos casos, llegan al extremo de etiquetarlas como “quita-maridos”, insinuando injustamente que son las causantes de la ruptura de familias chilenas (Cooperativa.cl 2013, cit. en Mardones 3). Estos ejemplos evidencian de manera elocuente cómo el racismo y la sexualización tienen un impacto profundo en la vida de las mujeres afro, demostrando que sus efectos son considerables y repercuten de manera significativa en sus vidas.

Las mujeres afro en Chile enfrentan dificultades enraizadas en la representación de su color de piel en un sistema cultural predominantemente blanqueado, tanto en su dimensión práctica como simbólica. Son percibidas como forasteras y exóticas, despertando reacciones de deseos reprimidos y rechazo tanto por parte de varones como de mujeres chilenas autodenominados blancos y civilizados (Presas). Estos prejuicios tienen un impacto negativo en sus oportunidades laborales, pues se enfrentan a un tipo de discriminación que restringe sus posibilidades de empleo, incluso si poseen habilidades y títulos profesionales. En este contexto, Carrère y Carrère sostienen que muchas migrantes afro terminan siendo empujadas hacia el “mercado laboral sexualizado”, debido a la convergencia de sexismo y racismo, agravado por las condiciones de vulnerabilidad derivadas de su racialización.

De este modo, estos estereotipos y roles sexualizados y racializados (Curiel, “Los aportes”) limitan su participación plena en la sociedad chilena, generando discriminación y violencia basada en el simple hecho de ser mujeres negras, ya sean chilenas o de la diáspora, y les impide integrarse al país (Tijoux, Racismo). En definitiva, según las colaboradoras, es fundamental visibilizar sus experiencias para entender las discriminaciones y violencias que enfrentan en sus propios cuerpos, sentires y pensamientos, desde la interacción y entrelazamiento de la racialización y la sexualización en las vivencias de las afrodescendientes en Chile. Así como en la conformación de sus identidades y en la perpetuación de desigualdades en contextos sociales y culturales específicos (Tijoux y Palominos).

 

 

4. Estrategias de resistencia y autorreconocimiento

 

Hasta que un día que retrocedía y que iba a caer ¡Negra! […] ¿Y qué? ¡Negra! Sí ¡Negra soy! […] Y De hoy en adelante no quiero laciar mi cabello. Y voy a reírme de aquellos (…) que por evitarnos algún sinsabor, llaman a los negros gente de color ¿Y de qué color? NEGRO ¡Y qué lindo suena! ¡NEGRO! […] Al fin comprendí AL FIN. Ya no retrocedo. Y avanzo segura […] Y ya comprendí […] ¡Negra soy! (Extracto poema Victoria Santa Cruz)

 

Desde el autorreconocimiento y la aceptación de sus corporalidades –del ser negras como expresa Victoria Santa Cruz– afloran con mayor fuerza las demandas contra segregaciones raciales y sexuales, así como la falta de acciones e insuficientes respuestas desde las políticas públicas del Estado y la sociedad que detengan esta situación. Desde allí la relevancia de las estrategias de resistencia y de adaptación representan “fronteras simbólicas que les permiten distanciarse […] y negociar sus identidades” (Mardones 4).

A pesar de la negación experimentada por la población afrochilena y la diáspora en Abya-Yala –por diferentes procesos históricos19 y vivencias particulares– finalmente se reconocen como distintas a la imagen oficial y desarrollan una conciencia de sí mismas que desafía los estándares occidentales establecidos (Chávez y Araya). Los procesos de negación culminan en las últimas décadas, y han permitido un fortalecimiento de sus luchas por la reivindicación de sus culturas y sus propias corporalidades, y devienen en lugares para manifestar sus biografías personales, familiares y comunitarias. Una colaboradora afroariqueña comenta: “ese proceso de saberse negra fue muy bonito porque ahí entendí el por qué […] ahí supe por qué nosotros bailábamos, por qué yo tenía mi cuerpo así. Fue encontrar mi identidad y me fui autorreconociendo” (Entrevista 2015).

Siguiendo esta perspectiva, las afrodescendientes han forjado una actitud valiente y resiliente como respuesta ante la violencia estructural y social que han enfrentado. En lugar de considerarse víctimas o inferiores, estas mujeres se empoderan y muestran determinación (Chávez, Mujeres; Cortés y Rivera). Esta disposición combativa surge ante las injusticias que han atravesado, y se refleja a través de sus corporalidades en diversos contextos. Una participante afroazapeña expresa: “antiguamente te miraban como bicho raro, incluso me daba vergüenza, pero ahora no, nosotros caminamos con la frente en alto. No tengo por qué ocultar lo que soy, si soy negra, ¿por qué debería?” (Entrevista 2016).

Las colaboradoras sostienen que esta fortaleza les ha sido legada por sus antepasadas y que es su deber transmitirla a las futuras generaciones. En esta dinámica, las familias adquieren papeles relevantes como espacios de consolidación y resistencia. La concientización que inculcan en sus hijos e hijas se convierte en un proceso de carácter político destinado a afrontar el racismo y sexismo, que trasciende las convenciones tradicionales vinculadas a los roles de género y a la maternidad (Curiel “Los aportes”; Chávez, “¿Existe?”). De este modo, las afrodescendientes asumen un papel en el desarrollo y fortalecimiento de sus comunidades al contribuir a la formación de nuevas generaciones y al consolidar los lazos familiares. Además, se desempeñan como portadoras y transmisoras del conocimiento cultural e identitario en distintos ámbitos socioculturales y políticos (Chávez, “¿Existe?”). A pesar de las experiencias de discriminación, los testimonios señalan que sus madres las reconfortaban y elevaban su autoestima, con ese apoyo constante adquirían seguridad. Un relato señala “cuando llegaba triste a la casa yo le decía: mamá, me dijeron negra, y los niños no quieren jugar conmigo. Ella siempre me decía que yo era la más linda del mundo, te dicen eso de envidia porque tú eres diferente” (Entrevista 2014).

En el contexto de sus propias corporalidades, estas mujeres ejercen un poder de control y aprovechan conscientemente lo erótico como una herramienta de empoderamiento entre sus cualidades. Ellas han atribuido un nuevo sentido a lo que implica ser una mujer negra y resaltan con orgullo el tono de su piel como una manifestación de sus identidades y de sí mismas. De esta manera, sus corporalidades se transforman en actos políticos de rebeldía, logrando una auténtica performatividad de género en sintonía con las ideas de Butler. Asimismo, en línea con las reflexiones de Fanon, se aprecia que la ruptura con estos patrones impuestos solo puede acontecer a través de la lucha y la resistencia descolonizadora, un proceso que restaura la autonomía a aquellas corporalidades que habían estado sometidas (1969).

Las mujeres afrodescendientes rescatan y ensalzan a sus ancestras esclavizadas como figuras de lucha y heroínas, e identifican en ellas modelos a seguir (Araya y Chávez). Mediante esta conexión, se promueven discursos de empoderamiento y colectivización entre las afro, que generan un impulso hacia cambios sociales y una resistencia firme contra los estereotipos y la discriminación que la sociedad chilena, permeada por la blancura dominante, les impone y proyecta (Mardones). A pesar de los intentos de abordar la interseccionalidad en las discusiones actuales y las políticas gubernamentales relacionadas con este grupo de mujeres, persisten deficiencias en la atención que el Estado chileno les brinda (Cortés y Rivera). En consecuencia, las fuentes de resistencia emergen en gran medida desde las propias comunidades afro en el país, donde las mujeres desempeñan roles vitales en la preservación de tradiciones, en lo culinario, costumbres y celebraciones. Asimismo, estas mujeres –afrochilenas y de la diáspora– son artífices de espacios inclusivos que celebran la diversidad de sus corporalidades y experiencias. En este sentido, es necesario comprenderlas en su praxis como agentes creadoras de una cultura enraizada en los valores antirracistas y antisexistas (Chávez, “¿Existe?”). A continuación, se revisarán ejemplos de estrategias de resistencia que las mujeres afrodescendientes movilizan ante su racialización y sexualización, que se plasman en formas orales, en manifestaciones (in)materiales o performativas, que actúan como soportes significantes. De manera específica, las participantes subrayan la importancia de la presentación pública de sus corporalidades en diversos ámbitos, como lo político, lo sociocultural, lo educativo y lo artístico, para quebrar con la histórica representación vulnerada y despojada de dignidad.

Un caso elocuente de revitalización cultural es el resurgimiento del tumbe carnaval, un baile de origen afrochileno que se erige como un símbolo de la resistencia frente al sistema racista y sexista, al establecer una conexión profunda con las raíces ancestrales (León). A través de elaboradas performances en comparsas, esta danza celebra el poderío femenino y la protección de la identidad negra, empleando los característicos golpes de caderas para desafiar y “Tumbar al patriarcado” (Araya 159). En esta danza, sus corporalidades expresan mucho más que movimientos: relatan la historia de sus antepasados, transmiten alegrías, tristezas y pasiones. Por ejemplo, el vals de cajón exhibe la sensualidad y elegancia tanto de mujeres como hombres, mientras que el tumba o tumbe narra la manera en que las mujeres esclavizadas realizaban sus labores de trabajo forzado. El payandé, por su parte, comunica el sufrimiento de las personas negras durante la época de la esclavización (Entrevista 2016).

Por otra parte, cabe destacar la relevancia de las migrantes afro en Chile y su enérgica lucha por la inclusión y reconocimiento de una pluralidad de expresiones culturales. En este sentido, la danza y la música también son parte de elementos activos para la promoción y preservación de sus culturas, además de servir como una valiosa oportunidad para quienes buscan sumergirse en el aprendizaje de estas expresiones artísticas (Araya, “Tumbar”). Una colaboradora afrocolombiana comparte su búsqueda creativa, identitaria y política en tanto mujer negra, a través de “las fotografías como primer lenguaje al que accedí, pues tenía mi cuerpo, que era mi ejercicio de reflexión en ese momento” (Entrevista 2022).

Además, proyectos como “Bemba Colorá” impulsan la educación antirracista en el país. Esta iniciativa, liderada por una mujer afrocolombiana radicada en Chile y comprometida con las luchas descolonizadoras y feministas, utiliza materiales didácticos que incluyen libros, juegos y muñecas negras. Estos recursos permiten (re)construir memorias y prácticas antirracistas, con un enfoque particular en la enseñanza dirigida a las niñeces, con el propósito de visibilizar la cultura afro, que además, abarca la intersección género y raza en el país. La fundadora de este proyecto comenta que “la educación forma parte de un proceso de introspección desde las corporalidades afro y relatos orales” (Entrevista 2022). Por su parte, las afrochilenas también han forjado un espacio intelectual significativo, a través de libros, tesis y artículos, han recopilado y compartido sus conocimientos y experiencias anclados en sus propias corporalidades (Chávez, “Intelectualidad”).

Asimismo, sus influencias se extienden al ámbito político desde sus participaciones activas en los movimientos afrochilenos y de la diáspora. Desde el año 2000, surgen las primeras organizaciones afrochilenas en Arica y el valle de Azapa, donde la voz y presencia de las mujeres han sido relevantes desde el comienzo (Chávez, Mujeres). Sin su contribución, la historia sería diferente ya que estas mujeres se erigen como luchadoras incansables, perseverantes y decididas, alzando sus voces como lideresas. En el norte de Chile, destacan las primeras agrupaciones femeninas: Colectiva Luanda, Hijas de Azapa y Aluna Tambó, entre otras (Cortés y Rivera).

Mientras que en la última década han emergido colectivas de migrantes afro en Santiago, como una respuesta a la insatisfacción de negación hacia sus comunidades y el creciente rechazo a la migración negra. En este contexto, se ha intensificado el impulso de la reivindicación femenina negra, enmarcado en una lucha constante contra los estereotipos racializados y el sexismo en el país. En Santiago, por su parte, encontramos iniciativas de migrantes afro y/o de la diáspora: Negrocéntricas, Microsesiones Negra y Negradas, por mencionar solo algunas (Parra y otros). Estas organizaciones desempeñan un papel destacado al empoderar y visibilizar a las afro, que transforman las narrativas excluyentes de esta sociedad y que luchan por cambios legislativos que superen paradigmas desiguales.

En este escenario político, la llegada de mujeres afromigrantes ha impactado en la autopercepción de las afrochilenas y viceversa, enriqueciendo las experiencias afrodescendiente a través de interacciones más significativas. Destaca un momento clave de reconciliación entre el movimiento afro –chileno y de la diáspora– y el feminista, que se produjo en torno al 25 de julio, reconocido a nivel continental como el Día Internacional de la Mujer Afro20. Esta fecha coincidía con el Día del Aborto en Chile. En 2019 estas dos conmemoraciones se unieron para respaldar a las afro y al feminismo antirracista, así como los derechos sexuales y reproductivos. El impacto fue tan considerable que a partir de 2020, el Día del Aborto” se cambió para el 30 de julio, mientras que a lo largo del país, el 25 de julio se conmemora el Día de la Mujer Afro, marcado por marchas de visibilización que aprovechan la performatividad de las corporalidades como herramienta para denunciar diversas formas de discriminación racial y sexual.

Las afrodescendientes en Chile están liderando prácticas a nivel nacional e internacional para defender sus intereses y derechos. A través de investigaciones comunitarias, administración de recursos y la organización de eventos como coloquios y seminarios, están desafiando las normas cotidianas (Chávez, “¿Existe?”). En la actualidad, presenciamos a mujeres empoderadas que generan cambios a nivel personal y social, desafiando la imagen de mujeres racializadas, sexualizadas y subordinadas al resignificar sus corporalidades. El empoderamiento político está cobrando mayor fuerza entre las afrodescendientes, y muchas se han convertido en líderes y referentes, así motivan e inspiran a las generaciones más jóvenes. En última instancia, esta convergencia entre los movimientos afro y feminista, y su compromiso con la acción política, genera un impacto transformador en la sociedad, contribuyendo a la construcción de un futuro más equitativo y justo (Entrevista 2015).

En este contexto, el sentimiento de superación destaca entre las colaboradoras afrochilenas y/o de la diáspora, quienes buscan espacios de solidaridad, intercambio y compartir experiencias significativas. A través de estos procesos, aumentan su conciencia de las realidades que enfrentan, lo que les permite resignificar y deconstruir esquemas raciales y sexualizados (Mardones). En resumen, las mujeres afrodescendientes en Chile se presentan como agentes políticas conscientes que desafían las condiciones patriarcales y racistas y que asumen la lucha contra estas injusticias para frenar su perpetuación. La negritud, encarnada en sus corporalidades, se convierte en el punto de partida y en una prioridad para la articulación y movimiento sociopolítico (Curiel, “La crítica”).

 

 

6. Conclusiones

 

Este artículo analiza las representaciones y resistencias de las mujeres afrochilenas y de la diáspora en el país, y destaca cómo las corporalidades se convierten en una carga debido a la imposición arraigada de estereotipos raciales. En términos generales, estas mujeres coinciden en la presencia persistente de discriminación racial y sexualizada, tanto en el norte como en la capital del país. Aunque afrochilenas y afromigrantes comparten una herencia africana, sus similitudes y diferencias se manifiestan de manera particular para cada grupo en la sociedad chilena, al igual que sus identificaciones y percepciones por parte de la sociedad. Ahora bien, el objetivo de este artículo fue examinar las estrategias adoptadas de manera conjunta por ambos grupos, respetando sus experiencias individuales en lugar de homogeneizarlas, pero sí tomar en cuenta sus experiencias complejas e interconectadas en Abya-Yala, desde el concepto de amefricanidade. En este sentido, se exploró cómo las condiciones históricas y los prejuicios del pasado encuentran manifestación en las mujeres afro actuales, mediante el análisis de las corporalidades como expresiones de poder. El resultado del estudio revela una intrincada interconexión de racismo, xenofobia y sexismo que convergen y generan diversas formas de injusticia en la población afrofemenina de Chile.

En primer lugar, por medio de literatura historiográfica y de las percepciones de las colaboradoras, se observó cómo los dueños de las negras esclavizadas ejercían un control sobre sus cuerpos para mantener su estatus económico y social. Esto, a su vez, llevó a la estigmatización de sus corporalidades, considerándolas como inferiores, objetos sexuales y meras herramientas reproductivas. Esta realidad ilustra cómo las corporalidades femeninas se convirtieron en instrumentos de dominación. Los testimonios de las colaboradoras dan voz a la noción de una “cuerpa sufriente”, sometida a la esclavización y vulnerabilidad y, al mismo tiempo, señalan la fetichización de esta otra corporalidad exótica. Además, se evidencia la existencia de violencia directa, manifestada en formas de maltrato físico, verbal y psicológico dirigido hacia estas mujeres.

En segundo lugar, a través de los relatos contemporáneos de las mujeres afro en Chile, se pone de manifiesto que muchas de ellas han experimentado estereotipos raciales o han escuchado discursos de generaciones anteriores. Concretamente, muchas aún se enfrentan a visiones distorsionadas que las reducen a objetos sexuales o roles de empleadas domésticas. Estos actos discriminatorios tienen un impacto constante en sus pensamientos, emociones y comportamientos, convirtiéndose en una carga que pesa sobre sus corporalidades. Aunque, en el pasado, las mujeres esclavizadas fueron objeto de mitificación, exotización y erotización, la realidad actual no es totalmente diferente para las afro en el país. Sin embargo, están en lucha por su autoidentificación y no permiten que otros las etiqueten ni limiten sus identidades.

Las afrodescendientes en Chile adoptan diversas estrategias de resistencia, individual y colectiva, para confrontar los impactos históricos arraigados. A través de sus relatos, se evidencia cómo estas mujeres se conectan con las historias de sus ancestras e incorporan el lenguaje del pasado en sus propias narrativas y memorias corporales, lo que refuerza su empoderamiento en términos de racialización y género. Esto implica aceptarse y reconocerse a sí mismas, mientras reivindican sus identidades y enfrentan las narrativas racistas y patriarcales impuestas sobre ellas. Como lo expresa Shirley Campbell en su poema Rotundamente negra, esto representa una aceptación plena de sus características –colores, bocas, narices, voces– y una afirmación de sus identidades afrochilenas y de migrantes afro (o de la diáspora) y de la valentía.

Además, desde sus participaciones en movimientos artísticos, educativos y políticos, estas mujeres desarrollan estrategias y tácticas basadas en los recursos a su alcance para cuestionar su relación con una sociedad que las margina y estigmatiza. En sus discursos, se enfatiza la importancia de encuentros reflexivos centrados en fortalecer, resignificar y valorarlas. De este modo, desmantelan los modelos opresivos de feminidad y raza, para construir una identidad y autoestima auténtica y sólida que marca una diferencia. Con estos esfuerzos, generan un cambio social, que a su vez les confiere un papel de liderazgo en contraposición a un sistema dominado por la cultura blanca y patriarcal. Este aumento en la lucha política se refleja en la presencia creciente de mujeres afro al frente de diversas organizaciones, lo que demuestra su compromiso activo y su apoyo mutuo en el reconocimiento y empoderamiento de sus comunidades.

El propósito fundamental de este artículo es resaltar la positividad de sus identidades raciales y la construcción de feminidades negras empoderadas –desde sus propios testimonios–, a pesar de la persistente influencia del racismo, machismo y sus consecuencias. Estas mujeres se organizan en colectivos socioculturales y políticos para combatir modelos opresivos y promover políticas inclusivas. Son agentes activas en proyectos de transformación y revalorización antirracistas y antisexistas.

A través de diversas perspectivas de mujeres de distintos países, se revela una historia compartida de lucha, perseverancia y sacrificio en la búsqueda de sus derechos. No obstante, las corporalidades negras siguen siendo objeto de opresión y control, subordinadas a normas masculinas y a la cultura blanca en la sociedad actual. Cabe destacar que, a pesar de que las afrochilenas sean extranjerizadas, las migrantes afro deben lidiar con las políticas migratorias y con un nuevo país, que las violentan de otra forma. Aunque se han logrado avances significativos, persisten desafíos que requieren una atención continua de la academia y de las políticas públicas.

En última instancia, este artículo profundiza en la racialización y la sexualización experimentadas por las afro en Chile, procesos que quedan inscritos en sus corporalidades y perpetúan poderes y peligros atribuidos a la estructura del país. Esto resalta la necesidad de comprender las interconexiones de estas opresiones y la importancia de enfoques holísticos en el feminismo, en la academia y en la sociedad. En consecuencia, independientemente de la edad, posición económica, género, etnicidad o racialización, es necesario conocer la historia y el patrimonio de estas comunidades, especialmente en lo que respecta a las mujeres afrodescendientes –a pesar de su obvia diversidad interna–, puesto que el desconocimiento y desinformación perpetúan relaciones asimétricas y de subordinación.

En este sentido, es necesario incentivar estudios que profundicen en la intersección del racismo sexualizado y el sexismo racializado en las corporalidades de las mujeres afro, tanto de las afrochilenas en el norte como las migrantes que residen en la capital y otras regiones. A nivel individual, es crucial reconocer que negar la existencia de descendientes de esclavizados en Chile es un acto racista en sí mismo, que perpetúa estereotipos. A nivel institucional, es necesario cuestionar la falta de estadísticas y datos cuantitativos, así como la ausencia de políticas públicas que aborden de manera más amplia y estructurada las necesidades y desafíos de estas poblaciones. Desde esta perspectiva, podrían surgir enfoques colaborativos para construir relaciones (anti)racistas y (anti)sexistas en el país.

 

 

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1 Este escrito se fundamenta en las ideas presentadas en la tesis de licenciatura en Antropología titulada “Mujeres afrodescendientes chilenas, raíces africanas en el Valle de Azapa y Arica” (2016) y en el proyecto financiado por el FONDART “Diálogos kuriche: ser mujeres afrodescendientes en Chile” (2021-2023), disponible en www.kuriche.cl/podcasts/.

2 La categoría racial negro/a emerge como una construcción sociocultural resultado de herencias biológicas y procesos históricos (Memmi).

3 El término afrodescendiente es un concepto jurídico reciente que alude a las personas descendientes de esclavizados africanos (Chávez, Mujeres), y el uso de afrochileno/a y migrante afro distingue a quienes se autorreconocen parte de la comunidad del norte de Chile, de quienes son descendientes con raíces en otras partes del continente que habitan en el país. Se está debatiendo en la actualidad sobre la esencialización de la negritud en el contexto del afrocentrismo (Curiel, “Los aportes”).

4 Se utiliza diáspora afro como una manera de formular identidades y compromisos de poblaciones forzadas a ser dispersas por diferentes espacios geográficos (Aizecang).

5 A pesar de la explicación conceptual de los diferentes modos de nominación, en el presente artículo empleo las categorías con las cuales las entrevistadas colaboradoras han optado por identificarse.

6 Esta ley, que consta de ocho artículos, otorga el reconocimiento legal a estas comunidades, fue promulgada el 08 de abril de 2019 y publicada el 16 de abril del mismo año, a través del Ministerio de Desarrollo Social. Una moción presentada por diputados y firmada por el presidente Sebastián Piñera.

7 El movimiento afrochileno del norte de Chile surge en el año 2000 con el objetivo de visibilizar el autorreconocimiento de sus identidades, abordar la negación histórica de sus comunidades, denunciar la discriminación y el racismo, y promover la educación y la comunicación para su reconocimiento (Espinosa, “Afrochilenos en Arica”; Chávez, Mujeres). La Encuesta de Caracterización Afro, realizada por el INE (2013), releva que un 4,7% de la población regional se identifica como afrochileno/a.

8 Actitud de rechazo hacia quienes que no son originarios del país de residencia.

9 Desde una enfoque feminista decolonial de las realidades situadas socio-territoriales y políticas de nuestro continente, se propone el concepto Abya-Yala (Espinosa-Miñoso, “Una crítica”).

10 Kuriche es un núcleo de estudios y una plataforma digital en Chile que se dedica a la difusión de investigaciones y expresiones culturales afro (www.kuriche.cl).

11 La edad de las participantes varía en un rango de entre 18 a 60 años.

12 Respecto al abordaje académico de género y afrodescendencia en Chile, destacan algunas cientistas sociales chilenas como Rosa Soto, Viviana Briones y Paulina Barrenechea.

13 No se utilizan los nombres de las mujeres para resguardar sus identidades y anonimato.

14 Si bien no existen respaldos históricos respecto a este sitio en particular, en una zona conocida como Muelle Pampa, camino a Poconchile, es un fenómeno que se dio a lo largo del continente, por ello, se decide confiar en los relatos indicados por las colaboradoras.

15 A continuación se narrarán experiencias sólo de población femenina, pues fueron quienes más brindaron información. Estas situaciones se pueden extrapolar a varones, pero este artículo se enfoca en mujeres.

16 La percepción de hipersexualización de estas poblaciones no repara en un rango etario particular. Si bien existen diferencias entre mujeres jóvenes con aquellas de mayor edad, la mayoría son miradas lascivamente, a la vez que varias son destinadas a empleos precarios (servicios de cuidado y aseo).

17 Por ejemplo, los estereotipos de la inmoralidad de la mulata o la lujuria de la negra (Briones, “Mujeres”)

18 También hay estereotipos hacia los varones respecto al tamaño de sus genitales, pero esto no trae consecuencias negativas, sino que se ligan al machismo existente.

19 Las poblaciones afrodescendientes han enfrentado desafíos tanto físicos como sociales. En el caso de la comunidad afrochilena de Arica, las principales adversidades incluyen el esclavismo colonial y la chilenización posterior a la Guerra del Pacífico. Estos eventos resultaron en un proceso de blanqueamiento de la piel y la supresión de expresiones culturales (Alarcón y otros). Otras nacionalidades también se ven afectadas por factores económicos, desequilibrios políticos y desastres naturales (Amador; Mardones).

20 El día de la mujer afro se instala a partir de la culminación exitosa del primer encuentro de la Red de Mujeres Afrolatinas y Caribeñas en República Dominicana en 1992. Desde su instauración, esta fecha se comenzó a celebrar en diferentes países.