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Revista de Humanidades Nº 49: 451-477 ISSN: 07170491 • DOI: 10.53382/issn.2452-445X.788
El sufragismo de Marta Brunet:
evidencias de una (no) militancia
Osvaldo Carvajal Muñoz
Universidad Andrés Bello
Pertenezco al Partido Radical sin haber firmado jamás los registros. Siempre le he dado mi adhesión. No ingresé oficialmente, porque a los pocos días me habrían echado por indisciplinada. Soy demasiado personalista para acatar una vida de partido.
“Marta Brunet. Ebria de luz”, La Tercera, 20 de noviembre de 1961.
Esta es una de las pocas declaraciones realizadas por la escritora chillaneja Marta Brunet (1897-1967) sobre la política partidaria chilena. Y es que, pese a haber ejercido en más de una ocasión cargos diplomáticos, vinculados obviamente a determinados gobiernos, la autora fue siempre muy cuidadosa en la manera en que exponía su pensamiento, ya fuera explícitamente en entrevistas y textos periodísticos o implícitamente en su literatura, y, sobre todo, fue siempre muy celosa en el resguardo de su vida personal. En este sentido, no es de extrañar que la explícita declaración política pública que se citó como epígrafe aparezca recién en 1961, cuando regresa al país, nada más y nada menos que como la segunda mujer, después de Gabriela Mistral (1889-1957), galardonada con el Premio Nacional de Literatura. La autora ya era una figura consagrada en el continente, que había publicado sus novelas con editoriales extranjeras y sus cuentos en medios periodísticos como Caras y Caretas, Repertorio Americano, La Nación (Buenos Aires) y Marcha (Montevideo), por lo que era recibida con homenajes y festejos dignos de una celebridad cinematográfica (“Marta Brunet, ebria de luz”, s/p). Hasta el momento se ha visibilizado y comentado extensamente la dimensión literaria de su obra; incluso, en los últimos años, se han recuperado algunos de sus escritos periodísticos y ensayísticos sobre arte y cultura. Sin embargo, su visión política no ha sido explorada, en términos divulgativos, ni analizada, desde la academia. En esta reunión de escritos políticos de Brunet, vinculados específicamente a la temática de la lucha del voto feminil, se pone por primera vez a disposición pública materiales inéditos sobre el pensamiento y ejercicio político de la autora, en un gesto inicial de sistematización del lugar de esos escritos en su construcción de redes, manejo de campo y consolidación de su trayectoria.
En los pocos textos previos a la consecución del galardón, donde aborda temas políticos conocidos, sus declaraciones son mucho más sutiles que las del epígrafe. Las únicas excepciones a esta regla son las ocasiones en que, tras regresar de su estadía diplomática en Argentina (1939-1953), la autora se refiere a su antiperonismo. Es más, en varios artículos escritos sobre esa etapa de su trayectoria se hace referencia a ello como la causa del abrupto cese de sus funciones. Ángel Rama lo pone en los siguientes términos:
Vuelve a la literatura con su ingreso al cuerpo diplomático, nombrada en Buenos Aires, donde iba a residir catorce años. […] Este período de nueva plenitud y de holgura es también el que inicia la irradiación continental de su nombre a través de sus colaboraciones en “La Nación” de Buenos Aires, de sus libros en la editorial Losada, de la convivencia con el grupo de escritores argentinos que luchan contra el peronismo. […] Pero Ibáñez vuelve al poder y la destituye”. (Rama 21)
Los pormenores de la vinculación entre la autora y el grupo Sur están aún por estudiarse. Lo que sí se ha establecido es que cualquier intento de reducción de su nombramiento diplomático en 1939 a un simple favor político es absurdo: el capital simbólico acumulado en toda la primera etapa de su trayectoria fue gestionado consciente y pacientemente por la autora a través de cada uno de sus movimientos, acercamientos, construcción de redes y contactos, lo que le permitió llegar a Buenos Aires, entre otras cosas, con una carta de presentación (que ella misma desconocía) de Gabriela Mistral para Victoria Ocampo (1890-1979) y la recomendación cómplice de Pablo Neruda y María Luisa Bombal (1910-1980) ante Norah Lange (1905-1972), quien le escribiría a modo de bienvenida uno de sus célebres discursos de sobremesa (Carvajal 159). Sin embargo, toda esa dimensión política de su figura y ese manejo estratégico de redes no fueron considerados por sus reseñistas y críticos.
Por ejemplo, si bien es comúnmente mencionada su participación en instituciones artísticas como la Sociedad de Escritores de Chile (SECH) y el Pen Club, no hay perfil o reseña de la autora y su obra en que se señale que fue una importante articuladora, desde sus inicios, de la Alianza de Intelectuales de Chile para la Defensa de la Cultura (AICH), agrupación de vocación antifascista con la que corrientemente se vincula a escritores como Pablo Neruda (1904-1973) y Alberto Romero (1896-1981). Brunet, incluso, aparece en una posición privilegiada en la fotografía que registró la histórica reunión de la SECH, la AICH y el presidente Pedro Aguirre Cerda (1879-1941) en abril de 1939, donde comenzaron las conversaciones que llevarían a la creación del Premio nacional de literatura y los cargos diplomáticos para artistas (Carvajal 153). Ese tipo de vacíos es el que este documento de recuperación pretende comenzar a llenar.
1. El contexto
Los textos que se presentan en este documento se enmarcan en lo que Julieta Kirkwood, en su análisis del movimiento de mujeres en Chile, llama el período de ascenso (1931-1949):
1931 es el año en que se obtiene para las mujeres el reconocimiento del derecho a voto en elecciones municipales. Y 1949, 18 años más tarde, porque después de un largo proceso de luchas individuales, de grupo, de la acción integrada a nivel nacional de todas las organizaciones femeninas y feministas de las diversas corrientes ideológicas del país, se logra el derecho a sufragio, es decir, la plena ciudadanía de la mujer. (101)
Este escenario de pluralismo de voces y encuentro de perspectivas posibilitará la creación de las más importantes organizaciones del movimiento feminista en Chile con miras a la consecución del voto, el Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH), en 1935, y la Federación de Chilena de Instituciones Femeninas (FECHIF), en 1944:
No es casualidad que haya sido justamente en el año 1931 cuando se gestaron los primeros brotes efectivos de participación política pues, como lo demuestra la historia, son aquellas coyunturas de crisis las que propician la incorporación activa de las mujeres a todas las áreas del quehacer social. (Gaviola y otras 63)
En este sentido, una coyuntura particularmente propicia para la unión de distintos sectores del movimiento de mujeres fue la candidatura presidencial del catedrático del Partido Radical Juan Esteban Montero (1879-1948). Con el antecedente de que el 20 de mayo de 1931 se publicó el decreto con fuerza de ley 320, en el que se le otorga el derecho a votar en las elecciones municipales a las mujeres mayores de 25 años propietarias de un bien raíz, y con el lema “Las mujeres no votamos pero el triunfo aseguramos”,
en esta campaña las mujeres dejaron de lado su posición política y de clase, y se unieron a otras para dar cuerpo al primer esfuerzo de corte político masivo y organizado de las mujeres de Santiago, Valparaíso y, probablemente, el resto del país. (80)
En ese marco, en la proclamación de Montero como candidato, realizada en el teatro Libertad el 5 de septiembre de 1931, se dio el primer encuentro masivo de los diversos colectivos. En el evento, actuaron como oradoras la segunda mujer médica de Chile, la doctora Ernestina Pérez (1868-1951), y Adela Edwards (1876-1958), que en 1935 sería la primera mujer regidora (Gaviola y otras 81).
Lamentablemente, la historia tenía reservada una de esas tantas ironías que Julieta Kirkwood subraya respecto al segundo plano al que, frente al avance del movimiento social, siempre han quedado las demandas específicas de las mujeres (61). Esto pues, tras ser elegido presidente,
Montero presentó al Congreso una recomendación oficial en el sentido de establecer el voto femenil, no solo para elecciones municipales, sino también para las de Senadores, Diputados y Presidente de la República. Esta recomendación implicaba, además, el derecho a ser elegidas en cualesquiera de estas instancias. Ni los partidos políticos ni la prensa de la época discutieron este proyecto y solo volvió a hablarse de algo similar con motivo de las primeras elecciones municipales con participación femenil, llevadas a cabo en 1935. (Gaviola y otras 81)
Conviene en este punto detenerse a realizar algunas precisiones sobre la vinculación de Brunet con el MEMCH, pues si bien aparece retratada al centro del telón que Laura Rodig pintó para la Exposición de Actividades Femeninas en Chile (12 de diciembre de 1939 al 12 de enero de 1940), participaba en los programas radiales del movimiento e, incluso, escribió un laudatorio artículo en La Hora que llevaba el nombre de la agrupación, la autora jamás militó ni tampoco publicó en su organismo de difusión oficial, La Mujer Nueva. La confirmación de ello se obtiene de una carta de Elena Caffarena (1903-2003) a Lytta Weinstein de Binimilis, militante y secretaria general del comité local de Concepción, fechada el 1 de diciembre de 1938:
En relación a los artículos de prensa tengo que hacerle una pequeña rectificación: Marta Brunet no es miembro de nuestro Comité Ejecutivo Nacional, no obstante simpatizar mucho con nuestra organización y concurrir a casi todos nuestros actos públicos. (s/p)
Lo que esta reunión de materiales pretende exponer es que esas simpatías son consistentes con una postura política que viene desde mucho antes y que, poco a poco, de acuerdo con la consolidación que su nombre como autora va adquiriendo en el campo, va haciéndose cada vez más explícita.
2. Los textos
Hay que decir que, afortunadamente, esta publicación de textos inéditos de Marta Brunet no es un esfuerzo aislado ni mucho menos original. Al proceso de relectura que iniciaron, hace algunas décadas, académicas como Berta López, Gilda Luongo, Lorena Amaro y Natalia Cisterna ha seguido un impulso del mundo editorial que ha vuelto a poner en circulación el trabajo de la autora. Lo interesante de este fenómeno es que abarca desde la monumental edición crítica en dos tomos (2014 y 2017) de su obra narrativa, llevada a cabo por Ediciones Universidad Alberto Hurtado, hasta la reedición de su manual de cocina La hermanita hormiga (1931) por parte de La Mandrágora Ediciones en 2018. En este marco, uno de los aportes más recientes a este reflote fue impulsado por la académica Karim Gálvez quien, en paralelo a su trabajo de estudio y análisis de los textos, decidió publicar una selección del trabajo periodístico de la autora bajo el título Crónicas, columnas y entrevistas (2019), que sería reeditada, revisada y ampliada tres años después agregándole el epígrafe Rodar tierras. Este volumen es fundamental pues, no solo inició una serie de antologías de textos brunetianos inéditos, sino que originó toda una colección de compilaciones de textos periodísticos de firmas chilenas asociadas tradicionalmente con la literatura (Jenaro Prieto, Gabriela Mistral, Carlos Droguett, Rosamel del Valle, entre otras figuras del canon) que, lúcidamente, sigue publicando desde entonces La Pollera Ediciones1.
En ese marco, los textos que aquí se ofrecen tienen en común que, por un lado, aparecieron todos originalmente en medios periodísticos y, por otro, que no han vuelto a ser publicados desde entonces.
El primero de ellos apareció en la revista Para Todos (1927-1931), de la editorial Zig-Zag. Existe muy poca información disponible sobre esta publicación, tanto en términos de reseñas de sus contemporáneos como desde la academia. Ante esa falta de datos sobre la revista, gracias a las cartas enviadas por Brunet a Juan Guzmán Cruchaga se sabe de su participación en el proyecto, como redactora y traductora, junto a su amiga, la poeta María Monvel (1899-1936). En los ejemplares de la revista ni siquiera aparece el nombre de quien, solo gracias a un artículo del n.º 6, de diciembre de 1927, a causa de su viaje a Estados Unidos, se sabe que es el director y creador: el escritor Armando Donoso (1886-1946), marido de Monvel. Hay allí un intrincado sistema de manejo de redes y utilización del capital simbólico por parte de ambas autoras que, lamentablemente, no es momento de abordar aquí. Lo que sí se puede afirmar es que, en el n.º 101, del 18 de agosto de 1931, aparece la primera entrega de una encuesta realizada a distintas mujeres del mundo del arte, titulada “¿Cuál es el candidato de las mujeres a la presidencia de la República?”. Además de Brunet, en este número dan su opinión la profesora, intelectual y activista por el voto femenil Amanda Labarca (1886-1975), la escritora Elvira “Roxane” Santa Cruz (1888-1960), la pianista Rosita Renard (1894-1949), la intelectual y crítica literaria Juanita Quindós de Montalva (quien también firmaba como Ginés de Alcántara 1888-1952) y la música, bailarina y maestra Andrée Haas (1903-1981). La revista introduce las respuestas de la siguiente manera:
Las mujeres […] deben tener derecho a opinar ya que no a votar en lo que a elección de Presidente de la República toca. Queda abierta en “Para todos” esta nueva e interesantísima sección. […] El candidato elegido por las mujeres triunfará, PORQUE LA OPINIÓN ES UNA FUERZA. Esperamos pues, que las mujeres de todo el país respondan ampliamente a nuestra encuesta, que queda abierta desde hoy. (37)
La sección continuaría en el siguiente número con la opinión de otras mujeres célebres pero, de manera más interesante, en el subsiguiente, que es el último número de la revista aparecería una extensa entrevista a quien es el candidato declarado por Brunet en su respuesta y quien sería el presidente de la República tras la elección: el ya mencionado político del partido radical Juan Esteban Montero.
El segundo texto rescatado corresponde a una de las editoriales que la autora escribió siete años después, ya con una trayectoria consolidada y reconocida como novelista y como periodista, en su rol de directora de la segunda época de la revista Familia (1935-1939). Allí, no solo redactó las editoriales, dedicadas a temas relacionados con la mujer moderna, bajo el seudónimo Isabel de Santillana, sino que también publicó algunos textos narrativos y poemas firmados con su nombre. Rubí Carreño, quien ha hecho hasta el momento el estudio más detallado sobre la revista y el lugar de Brunet en ella, subraya que el seudónimo escogido por la autora para sus editoriales opera como una “máscara de mujer casada y castellana”:
Pese a la presencia en el comité editorial de escritoras como Marta Brunet e Isidora Aguirre, claramente comprometidas en su discurso literario con un cambio en la situación de la mujer, y a pesar de secciones como “Noticiario femenino” y “Entrevistas con Familia” que defienden la presencia femenina en el espacio público, pensamos que la “orientación” que propone Familia consiste en fomentar el ingreso de las mujeres a lo público, pero protegiendo a la vez las concepciones tradicionales de los géneros y el vínculo de subordinación entre ambos. (55)
Si bien es cierto que en la mayoría de los textos de la revista, incluso en la mayoría de las editoriales de Isabel de Santillana, todo avance y utilización del espacio público termina cubriéndose del asistencialismo estereotípico de lo femenino, hay algunos textos que presentan una línea de continuidad ideológica respecto de esa Brunet que declaraba que el radical Juan Esteban Montero era “el candidato de las mujeres”. De hecho, en un par de ocasiones, la señora casada y castellana renuncia a ese lugar que le imponen sus apellidos y visibiliza realidades distintas, no hegemónicas de la vida de las mujeres chilenas. En “Deberes nuevos”, del n.º 149, ante la inminente segunda elección municipal con participación femenil, que sería en abril de 1938, hay una idea fuerza deslizada entre líneas, camuflada en el discurso, que es totalmente contraria a la resignación y abandono tranquilo y naturalizador de la pasividad femenina: De Santillana no solo llama a votar por mujeres, sino que se encarga de recordar que el voto municipal es tan solo una “mínima parte de los derechos políticos que en su casi totalidad reclaman las mujeres”.
Posteriormente, se presenta un texto que no debiera revestir mayores sorpresas a pesar de su calidad de inédito. En más de una ocasión, Brunet no solo explicitó su admiración y cercanía con aquel a quien llamaba “Don Pedro”, sino que incluso, en su discurso de despedida días antes de viajar a comenzar sus labores como cónsul en Argentina, en un potente gesto simbólico y consolidatorio, le agradece al mandatario, parafraseando a Mistral, la “hora de paz” que este nombramiento traería a su vida (Carvajal 155). En aquellas palabras, pronunciadas en el Hotel Savoy un sábado 29 de abril de 1939, Brunet cuenta que su amistad con Aguirre Cerda partió varios años antes de que fuera presidente e, incluso, se refiere a él como un amigo, maestro y político a quien se apegó “por su magnífica esencia humana” (cit. en Carvajal 154). De un año antes es el tercer texto que se presenta aquí, “Deber nuestro”, aparecido con el epígrafe “Marta Brunet habla de Aguirre Cerda”, en el n.º 5 (del 12 de octubre de 1938) de Aurora de Chile, la revista de la AICH. Además de Brunet, aparecen en la misma página textos de apoyo al “candidato del pueblo consciente” firmados por Roberto Aldunate, Ernesto Montenegro, Salvador Martínez Rozas y Pablo Neruda. Nuevamente, es digno observar la manera en que la autora, en primera instancia, toma una postura política definida, clara y argumentada; y, también, es interesante cómo aprovecha el espacio para nuevamente instalar con cada vez menos sutileza la demanda por la participación de las mujeres en las elecciones presidenciales:
la mujer, que no tiene voto, que está al margen de esta actividad electoral, puede ponerse a la tarea de avivar en las conciencias la firmeza de no dejarse conquistar por un billete, que es lo transitorio, perdiendo por completo la esperanza de un prolongado futuro de mayor holgura. Ahí está su sitio: en las ligas en contra del cohecho, donde su inteligencia y su línea pueden hacer una magnífica tarea que sea parte grande en el triunfo del candidato frentista. (s/p)
La lógica, en este caso, sigue siendo aún continuadora del eslogan de la campaña de apoyo a Montero: las mujeres no votan, pero pueden contribuir al triunfo; a esa altura, ello parece estarse convirtiendo en una certeza más que en una hipótesis.
Un momento ya de explicitación directa y sin rodeos se da en “Derechos femeninos”, del 29 de mayo de 1939, que corresponde a uno de los siete textos que escribió ese año para el periódico La Hora. Claudia Darrigrandi, quien ha estudiado algunos de ellos los define como “una escritura urgente ante la posibilidad del cambio, ante la promesa que significaba el Frente Popular” (254). Se trata, efectivamente, de quizás los textos más explícitamente políticos que tienen su culminación (aunque no sea el último de ellos) en el que aquí se presenta: una suerte de carta al gobernante, un día después de su discurso del 21 de mayo, donde Brunet insta públicamente a que el presidente cumpla con su palabra de hacer avanzar la discusión en torno el sufragio femenil universal llamándole “este don Pedro nuestro, –que por tan chileno siempre será ‘don Pedro’ y nada más”. Es más, la autora se da el lujo de hacer un repaso, casi una filiación de la generación de mujeres que considera pionera en su incorporación al espacio público (Labarca, Mistral e Iris, entre otras) con aquella que en ese momento seguía activada y movilizada en torno al sufragio universal. La intensidad de la reflexión llega al punto de afirmar que fue el movimiento y coordinación de las mujeres a lo largo del país lo que le dio el triunfo a Aguirre Cerda: “Ganó el Frente Popular. La mujer no pidió nada. / Ahora don Pedro, en una frase que el poeta diría ‘simple como un anillo’, se compromete a darle lo que ella anhela: sus derechos civiles y políticos”. Hay que recordar que la autora escribe y publica esto un mes después de la reunión que tuvo con el mandatario como representante de la SECH y la AICH y dos meses antes de su nombramiento formal como cónsul (Carvajal 153). Es evidente que el capital simbólico acumulado en su trayectoria como escritora ya es a esta altura suficiente para permitirle explicitar su opinión política sin miedos, seudónimos ni tapujos: es más, ha habido un desplazamiento desde la palabra ‘deberes’, que utilizaba Isabel de Santillana, a la palabra ‘derechos’ y su exigencia activa a través de una tribuna pública tan relevante como el periódico La Hora.
Por último, para cerrar, se presenta un documento del momento en que Brunet ya es cónsul. Poco más de diez años después del primer texto presentado aquí, la revista Zig-Zag, en su n.º 1938, del 14 de mayo de 1942, lleva a cabo una encuesta donde pregunta a mujeres latinoamericanas si es que las mujeres debieran o no tomar parte activa en la política. Las encuestadas son: la escritora, pintora y profesora costarricense Carlota Brenes (1905-1986), más conocida por su seudónimo Blanca Milanés; la secretaria de la Unión Argentina de Mujeres y de Acción Argentina, María Elena Castro; y, por supuesto (nótese la presentación) “la escritora y gran luchadora por la democracia” Marta Brunet. La autora es presentada como una opinión autorizada en temas políticos y, por supuesto, ella no pierde la ocasión de pasar la cuenta por la deuda pendiente que constituye el sufragio universal para las mujeres chilenas:
Inglaterra, Estados Unidos, la Unión Soviética, los países nórdicos, la España Republicana han presentado ejemplos magníficos de mujeres dentro de las actividades políticas, y nosotros mismos –sin que la mujer tenga los totales derechos políticos para los cuales está perfectamente capacitada y que tanto se le han prometido y que tanto se le han mezquindado– tenemos la experiencia de su actuación prudente y tenaz, que en muchos casos ha decidido triunfos electorales. (s/p)
Es tremendamente interesante que aquel eslogan de la campaña de 1931, que por esos años se planteaba como un aporte posible, es afirmado con total seguridad y, es más, con las evidencias que suponen los triunfos de Montero y Aguirre Cerda.
Lamentablemente, la inclusión Brunet en el canon ha estado marcada por interpretaciones sesgadas de críticos e historiadores de la literatura. Así, en ciertos ámbitos divulgativos, a veces se encuentran afirmaciones disparatadas que sugieren cierta reprobación por parte de Brunet hacia las posturas feministas o incluso un supuesto conservadurismo de la autora, que la vincularía más con la derecha política. Al poner a disposición de la comunidad académica esta dimensión menos explorada de su obra, se busca dar continuidad al proceso iniciado por las pioneras que desafiaron la caricatura creada por Alone y “los muchachos del canon” en torno a su obra (Amaro 23); aquella imagen estereotipada de la joven genial que escribía novelas criollistas “como hombre”, con la que cargó durante toda su vida, y la de la solterona apolítica dedicada a escribir cuentos infantiles, que le impuso una política editorial básica y malintencionada tras su muerte (Cisterna 92).
¿Cuál es el candidato de las mujeres a la presidencia de la república?
Para Todos, n°101, 18 de agosto de 1931
–Aló, ¿con Marta Brunet?
–Con ella.
–¿Cuál es tu candidato a la Presidencia de la República?
La voz de Marta, gatuna, se escucha en seguida.
–Juan Esteban Montero, porque creo que en él encarnan las virtudes del Chile Viejo –sobrio y honrado– necesarias a la reconstrucción del Chile libre que acabamos de recuperar.
Deberes nuevos2
Familia, n.º 149, abril de 1938
Una vez más las mujeres chilenas afrontan la responsabilidad de participar en las elecciones municipales, en su doble acción de proclamar candidatas mujeres que por su eficiencia puedan servir el puesto y luego de darles el voto que las lleve al triunfo. Un Gobierno inteligente colocó en sus manos el poder participar en este aspecto de la vida cívica, mínima parte de los derechos políticos que en su casi totalidad reclaman las mujeres. Según se dijo entonces, esta concesión era “a modo de experiencia”. Y la experiencia ha sido que a través del período municipal que termina, y a lo largo de toda la República, la labor de la mujer en los municipios ha sido de una extraordinaria sagacidad, continuada y sin desmayos ante obstáculos, llevando a buen éxito cantidad de empresas beneficiosas.
Lo que era lógico.
Porque la mujer, habituada desde centurias al manejo del hogar, más capacitada ahora, por cuanto la educación moderna pone a su alcance, no tiene sino que dejar hablar su buen sentido, su pericia de organizadora, su prudencia de financista, su hábito de aseo, de orden y de belleza para hacer un excelente edil que proyecte sobre la ciudad todo el acervo que la vida propia y la vida de sucesivas generaciones de antepasadas mujeres ha ido almacenando en ella. De ahí que, así como la mujer, por ley natural es la maestra ideal, así la mujer, dueña de casa también por ley natural, sea la regidora ideal de los destinos de esa otra casa grande, que es la ciudad.
Nuevos deberes para la mujer. El deber de buscar aquella que sea más indicada para proclamarla candidata, y el deber de llevarla al triunfo, apoyándola con su entusiasmo y con su voto.
Aurora de Chile, n°5, 12 de octubre de 1938
Una dura jornada electoral se avecina y de ella ha de salir triunfante el candidato del Frente Popular, ese don Pedro Aguirre Cerda que para nosotros simboliza un porvenir de honestidad y de trabajo, en una atmósfera de democracia en que la Nación alcance cabal grandeza.
El voto de ese enorme conglomerado que forma el Frente Popular augura para don Pedro Aguirre Cerda ese triunfo, siempre que el cohecho no intervenga. Un estómago desnutrido es fácil de conquistar, y, por desgracia, nuestro pueblo no anda muy dueño de dineros y lo que se lleva a la boca es por consiguiente poco y malo. De ahí puede venir el peligro. Entonces la mujer, que no tiene voto, que está al margen de esta actividad electoral, puede ponerse a la tarea de avivar en las conciencias la firmeza de no dejarse conquistar por un billete, que es lo transitorio, perdiendo por completo la esperanza de un prolongado futuro de mayor holgura. Ahí está su sitio: en las ligas en contra del cohecho, donde su inteligencia y su línea pueden hacer una magnífica tarea que sea parte grande en el triunfo del candidato frentista.
Derechos femeninos
La Hora, 29 de mayo de 1939
“La mujer debe ser incorporada a la vida nacional activa y gozar de todos los derechos civiles y políticos del hombre”
Pedro Aguirre Cerda
En este 21 de mayo de 1939, las palabras pronunciadas por el Presidente de la República en la sesión inaugural del Congreso abren a la mujer chilena el gran campo de la vida de acción, dicho en una simple frase, lo que el porvenir inmediato le reserva dentro de lo civil y lo político. Para las que oímos esas palabras sobrias, en arcilla de sinceridad, con modelado orgánico y soplo de inteligencia, de este don Pedro nuestro, –que por tan chileno siempre será “don Pedro” y nada más– para todas las mujeres que oímos en esa tarde de caliente homenaje estas palabras, la esperanza se hizo certeza, porque ya tenemos un Mandatario que en verdad desea para la mujer un futuro plena y dignamente realizado.
La puerta que daba acceso a la vida de trabajo la abrieron a fuerza de talento, de tenaz insistencia ese grupo que desde principios de siglo echó veinte años en asentar a la mujer en toda suerte de actividades, desde la muy modesta de la obrera hasta la de intelectual. Mujeres ellas mismas tocadas de una suerte de gracia, fueron Amanda Labarca, Iris, Isaura Dinator, Gabriela Mistral, Ernestina Pérez. Piedra de escándalo para muchos. Palmo a palmo ganaron posiciones en una estrategia que parece de milagro. En la pedagogía, en las letras, en las ciencias, en las profesiones, dieron a la mujer sentido de su dignidad y de su valer. Ellas se impusieron por derecho propio e hicieron posible que las demás lograran su meta. Para ellas, las luchadoras magnificas que tuvieron la obra peor, las generaciones posteriores no terminarán jamás de saldar su deuda de gratitud.
Ya había, si no puerta, por lo menos postigo por donde colarse. Las escuelas universitarias se poblaron de muchachas ávidas de conocimientos. Las escuelas técnicas, las normales, las de bellas artes, las de comercio, vieron a la fémina riente y capaz de aprobar exámenes. En las oficinas la secretaria no fue una excepción, ni en la fábrica se les vedó el ingreso. Lentamente, en la actividad chilena, del orden que fuera, la mujer se hizo presente sin alharaca, con su clara sonrisa y su eficiencia. Estimada, su trabajo se pone lado a lado al que realiza el varón y nadie intenta siquiera en la época presente regatearle méritos o pretender desplazarla.
A ese campo, a la vida activa de la Patria, entró por un postigo. Había amplios sectores reaccionarios que jamás, de buen grado, le hubieran franqueado el paso. Pero era también importante detener su tranquila infiltración. ¿Qué hacer entonces? Avenirse al nuevo estado de cosas dejándole la rudeza de todos los trabajos, con leyes de protección que se cumplen a veces y a veces no, sin depreciarla, pero sin darle tampoco ninguna abierta garantía. Sin completos derechos civiles ni políticos, otorgándole la engañifa de ciertas prerrogativas hasta entonces masculinas como aquella de participar en las elecciones municipales. Algo así como un chupete para matar el hambre.
El día que alguna –como Elena Caffarena, por ejemplo, pidió el voto para la mujer, o habló de exigir del empleador que a igualdad de trabajo de hombre y mujer se diera igual salario, convenio internacional al que Chile adhirió, pero que, ¡ay!, no siempre se cumple– ese día la reacción se levantó en masa para hablar de la “mujer femenina”, de la “mujer en el hogar”, de la “mujer amorosa madre”, o sea de la mujer bajo el fanal de la pacatería con florcitas de tonto papel plateado y prejuicios de terciopelo ñoño. Y una vez que se acallaba la voz y que el asunto se apozaba, ¡con qué ignorancia parecía vivirse respecto al problema de la mujer!
Pero la mujer, tenazmente, seguía abriendo surcos y echando allí semillas y otras mujeres brotaban, sementera de anhelos, de reivindicaciones, de rebeldías, de revolucionarios procedimientos. El Frente Popular las halló a todas en una sola gavilla, apretadas, en una coordinación de gestos que a lo largo de la República y en parte grande dio el triunfo a don Pedro. Se las veía en los desfiles, hablaban en los mitines, trabajaban robando tiempo a sus horas libres, iban a las giras, soportaban fatigas extenuantes, eran la fina llama espiritual que encendía entusiasmos. Mujeres radicales, socialistas, comunistas, mujeres, mujeres… Las afiliadas y las no afiliadas a partido alguno. Trabajaron como visionarias. Pueblo, clase media. Nuestra admirable clase media y nuestro pueblo admirable. Y alguna que venía del otro extremo, atraída por esta alba que era grata a su inteligencia y a su corazón. Esta alba de una tierra democrática sin clases privilegiadas ni antagónicas. Trabajaron todas y su trabajo mejor fue el gracioso y anónimo realizado día a día, en cada circunstancia, propaganda de la oportuna frase convincente y de la fe que arranca partidarios.
Ganó el Frente Popular. La mujer no pidió nada. Ahora don Pedro, en una frase que el poeta diría “simple como un anillo”, se compromete a darle lo que ella anhela: sus derechos civiles y políticos. Don Pedro ha valorizado su mérito, ha visto de cerca lo que ella significa, mirando antes que nada a su dulce y santa mujer y luego a las otras; en la holgura de un hogar que ella mantiene; en la enseñanza que su don maternal hace liviana; en su aporte profesional que da médicos, abogados, arquitectos, y toda clase de especializados; en sus artistas que coloca firmas en las primeras filas: en sus burócratas honestas; en la industrial que busca medios para hacer el milagro de la pequeña producción; en la obrera, que afronta la dureza de su vida, la miseria y hasta la muerte con una actitud valiente y patética; en la campesina, viviendo otra vida de privaciones y hosquedades inauditas; en la mendiga, en la hampona, en la que ha bajado hasta el fondo de las capas sociales, detritus inconsciente, escoria de una forma de Gobierno que hizo posible este andrajo humano, que hay que redimir… A todas las conoce y de ese conocimiento de cerebro y de sensibilidad, han nacido en él –como naciera también de este maridaje su concepto político– estas palabras que echan abajo muros y ponen frente a la mujer de Chile la vida civil y política “con todos sus derechos y todas sus responsabilidades”.
Respuesta a encuesta sobre mujeres en la política
Zig-Zag, n.º 1938, 14 de mayo de 1942
Creo que ya no es hora de preguntar si la mujer “debe” tomar parte activa en la política, puesto que la mujer “está” actuando dentro de ella, aportando su inteligencia, su inteligencia preparada por estudios, por observación directa, por razonada ideología.
La inclusión de la mujer en la vida ciudadana pudo ser resultado de un problema económico, pero en gran parte lo fue de un imperativo espiritual. Y lo mismo que la mujer probó su capacidad de trabajo, de concentración, de organización, de realización, de perseverancia, de eficiencia, probó que dentro de lo político su actuación no desmedraba, comparada con la del hombre. Inglaterra, Estados Unidos, la Unión Soviética, los países nórdicos, la España Republicana han presentado ejemplos magníficos de mujeres dentro de las actividades políticas, y nosotros mismos –sin que la mujer tenga los totales derechos políticos para los cuales está perfectamente capacitada y que tanto se le han prometido y que tanto se le han mezquindado– tenemos la experiencia de su actuación prudente y tenaz, que en muchos casos ha decidido triunfos electorales.
Y creo también que en la hora presente no hay mujer en nuestra América que posea una mayor conciencia cívica, un espíritu más maduro, un sentimiento político más firmemente orientado, una visión más nítida de sus responsabilidades democráticas, que la mujer chilena. Yo sé que ella, hoy y mañana, será siempre esa criatura admirable, tierna y fuerte, bien plantada en su tierra chilena, celosa de las obligaciones que entraña el ser hija de una patria, pero sabedora también de que esa patria forma parte de un bloque más grande y común, que es demócrata y que se llama América.
Bibliografía
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1 El segundo de los volúmenes compilatorios del trabajo periodístico de Brunet es Alrededor de una mujer: oficios, artistas y activistas (2023), editado por Catalina Concha y Consuelo Díaz, donde se recogen algunos de los textos que la autora publicó en la revista Ecran (1930-1969) entre abril y diciembre de 1935.
2 Firmado con el seudónimo Isabel de Santillana. En la transcripción de los textos redactados por la autora, solamente se han corregido erratas evidentes y modernizado cuestiones de ortografía acentual mínimas, como sacar tildes de monosílabos. La puntuación se ha dejado tal como estaba para dar cuenta del uso de la puntuación con intención rítmica, tan característico de la autora.
Homenaje a Domingo Amunátegui Solar, realizado el 13 de diciembre de 1936. Como es la tónica en la mayoría de este tipo de fotos en que aparece, Brunet se encuentra junto al homenajeado. Confróntese, además, la distancia que hay entre ella y Pedro Aguirre Cerda (penúltimo de la derecha, abajo) con la fotografía que se tomaría tres años después en La Moneda (Carvajal 153). Se puede observar también a Alberto Romero, Antonio Acevedo Hernández, Samuel A. Lillo y Manuel Rojas, entre otros.
Fuente: Archivo del Escritor/Alberto Romero. Biblioteca Nacional, Avenida Libertador Bernardo O’Higgins, Santiago, Chile.
Fotografía de Heliodoro Torrente para la revista Ercilla. Allí aparece Brunet en una de las tantas despedidas que se le organizaron en julio de 1939 tras ser designada cónsul honoraria en La Plata.
Fuente: Museo Histórico Nacional, HELTOR-1939-75.4
Fotografía del telón titulado “La mujer en el progreso nacional”, que Laura Rodig pintó para la Exposición de Actividades Femeninas en Chile (12 de diciembre de 1939 al 12 de enero de 1940). Lamentablemente, la única imagen que se conserva es la reproducida en el n° 25 de La mujer nueva, revista del MEMCH.
Fuente: La Mujer nueva / boletín del Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile. Santiago: El Movimiento, 1935-1941 (Santiago: Imprenta Gutenberg), 27 números, año 3, número 25, (septiembre 1940)