Revista de Humanidades N.º 50: 93-103 ISSN: 07170491 • DOI: 10.53382/issn.2452-445X.826

Imagina el dolor, escribe dicha: Lumpérica en el presente1

 

 

Imagine the pain, write happiness:
Lumpérica in the present

 

 

Rubí Carreño

Universidad Católica de Chile

San Joaquín 4880, Santiago, Chile

[email protected]

 

 

Resumen

 

Lumpérica es un archivo de los dolores psíquicos que puede experimentar una subjetividad expuesta a violencias domésticas y nacionales. Explora distintos niveles de ficción para desrealizar el abuso y poder narrarlo. Al mismo tiempo, que se escribe la novela descrita como collar, una joya de la voz, la protagonista deja de ser una víctima y alcanza la luz de la mañana. Recreamos las estrategias narrativas de Lumpérica en nuestra propia escritura y luego, la ponemos en diálogo con performances realizadas durante el siglo XXI. Intentamos dar cuenta de cómo la dicha de crear y escribir enfrenta las zonas de dolor, las zonas de sacrificio.

Palabras clave: Diamela Eltit, narrativa chilena, performance.

 

Abstract

 

Lumpérica is an archive of the psychic pains that can be experienced by any subject exposed to domestic and national violence. The novel explores different fictional layers to undo authoritarianism in order to narrate it. At the same time that the novel is being written, describing itself as a necklace –a jewel of the voice–, the protagonist ceases to be a victim and reaches the morning light. This article reenacts Lumpérica’s narrative strategies within its own writing to put the novel in conversation with other performances held in the 21st century. This essay proposes how the joy of creating and writing can limit zones of pain and sacrifice.

 

Keywords: Diamela Eltit, chilean Narrative, Performance.

 

Recibido: 04/04/2024 Aceptado:08/06/2024

 

 

 

Imagina el dolor

 

Nadie quiere poner sus pies en la baldosa del desamparo. El dolor es el lugar de la evitación. Duele y sé qué significa lo que perdí o nunca tuve. No quiero hablar. No sé escribir. Decir sufro es una historia poco original. Se muere de amor en las canciones. Mata el trabajo alienado en la novela social y fuera de ella. Duele cada vómito, corte, suicidio y como en el poema, nadie dijo nada o muchos, dijeron demasiado. Imagina ahora que ese dolor se transforma en ira y que no puedes gritar, solo dirigirla contra ti misma, porque hablar, solo si te interrogan, solo si te preguntan.

Imagina ahora que quieres mostrar ese tu/nuestro dolor. Que quieres exhibirlo desde la contorsión histérica hasta convertirte en una nada y empezar a ser algo: dejar de moverse, vestirse con un hábito gris, posar para alguien que en principio es nadie, otros como tú, como yo. Imagina que haces de ese dolor un escenario plural, porque descubriste que aunque nadie te acompañe ni te ayude, no estás sola en esa plaza. Imagina que imaginas, que te ves viendo tu deseo de ser vista, que te ves contando la historia de otra forma. Imagínate en la plaza, iluminada y al mismo tiempo, iluminando. Imagina que ese dolor se transformó en otra cosa; escenas, un guión. A veces, una joya que cubre la garganta de quien se sintió despojada de casi todo. Joya y veces fama. Premios. A veces, amistad.

 

 

Todos los gatos

 

La noche es escenario y telón.

Escribes de noche porque en el día hay trabajo.

La tinta toca la claridad y se vuelve entonces, página.

No hay luna ni estrellas, solo un letrero divinizado con el nombre del Luminoso.

 

Reflector improvisado, no distingue sino que iguala. No realza sino que achata-neón cada rasgo. Comparecen la profesora de castellano, la secretaria, el empleado público, poetas, trabajadores de la muerte y de la vida. Se confunden con mendigos y locos. La escena evoca a María nadie de Marta Brunet cuya protagonista le habla a un mundo sin wifi, acompañada solo de una gata en una plaza vacía. Pero entonces, en los sesenta era ella en un lugar y los otros en otro. Acá en esta otra plaza conviven los que perdieron el color y se volvieron solo ademán y exuberancia vana, barroco de pobres, pura letra. Los pálidos eran, como ahora son, los contagiados, los zombies, los cuerpos inadmisibles y que en su monotonía, sin embargo, son, como la L. Iluminada; alguien con un deseo: recuperar la sangre, el nombre de antes, la palabra vecino. La noche es la pantalla de cine atravesada por las escenas de los menesterosos, los dolientes.

 

 

Locura

 

Dicen que un estrés o un trauma pueden desatar un brote psicótico. ¿Debo ver los síntomas y compararlos con la proyección que es La L. Iluminada? No es necesario, los síntomas me los sé de memoria. Perder el habla, el movimiento, el gesto, dejar de ser, sensación de irrealidad y antes de la catatonia, animizar lo que existe y que está muerto, inventar un lenguaje, rozar la cura, delirar con la diosa, con la Crista, ser la salvadora de mundos y seres extintos. Me los sé por la memoria. Vociferar, con voz aguda, ser la doctorísima: todo vestido es un andrajo, todo andrajo es mi luz. Contar los adoquines, las facetas del atardecer, numerar lo innumerable, desapasionarse con una nueva pasión que no deje espacio para sentir, volver a sentir, resentir y darle entonces curso al trabajo eficiente de la muerte. Dejemos la sangre a un lado y retratemos a la pálida. La locura, me la sé de memoria, por la memoria, no hay que buscarla.

La veo leer a las prostitutas, lavar las aceras del burdel y pienso que no es por santurronería. No limpia los pecados del mundo que no es inmundo, sino lo que tenemos para bien y paraíso. Cualquiera de nosotras pudo ser la que mira por la ventana con las tetas al aire o ser la niña que la chupa por dos mil en el auto del Don. Para el patriarcado, todas somos putas, o santas, es decir, potencialmente, útiles. ¿Qué lava? Creo que la culpa de la superviviente, de la que piensa y siente y está dejando atrás la pieza oscura de las torturas domésticas y estatales y que encontró en su misticismo ateo, la cura.

Nosotras pudimos ser la que vive bajo el puente, la que aspira neoprén, la niña jesusa de los olvidos, la que vino y se fue en una nave, la nodriza, la esclava sexual casada o soltera, la cabrona, proxeneta, por historia, por memoria, por infancia marmoleada a punta de violencia nacional o de la casa nada más. Lavar una calle es poco por el alivio de escapar de la ventana en que el patriarcado nos exhibe. Todas tenemos heridas, pero pocas se arriesgan a convertir las cicatrices en estigmas y mejor, en tatuajes, mucho mejor en móvil escritura. Es casi iluminada porque tiene el valor y el poder dichoso de autorrepresentarse como se imagina, como se le canta.

 

 

El dolor no se detalla

 

Entonces, hasta el momento, hemos recreado algunas estrategias presentes en Lumpérica para hablar de la novela. Como por ejemplo, dividir el flujo narrativo en fragmentos; manifestar que hay niveles distintos entre hacer, pensar, decir e imaginar que el texto visita y crea con ello, diferentes niveles de ficcionalidad; mostrar personajes marginales y su parecido pasmoso con copias del cotidiano real o hacer de la locura, una cura, literatura.

Pero ¿se narra el dolor? ¿Se talla y se detalla? ¿Y si así fuera, qué sentido tendría hacerlo? ¿Por qué consultaríamos voluntariamente el archivo extenso de los efectos de la tortura psíquica que van desde la despersonalización –como la pérdida de los nombres o del pelo– hasta la autolaceración y el desequilibrio como vemos le ocurre a la L. Iluminada? Quien canta, sus males espanta y dicen que es preferible ante el mal tiempo, la buena cara, entonces ¿qué sentido tendría leer ahora Lumpérica, cuarenta años después de su publicación en un contexto de producción diferente a la dictadura de Pinochet? ¿Es solo un magno documento de época o bien puede trascender distintos espacios y contextos? Y es que esta no es una novela sobre sufrir, sino una que cuenta una de las formas de salir de la zona de dolor; la vía literaria, que la convierte el quebranto en dicha. “No me interesa la fama”, decía José Donoso en una entrevista, “quiero la gloria”. Y resulta que delimitar el extenso dolor continental de la bota sobre la cara, a una zona de dolor acotada y temible es un gesto muy contrario al masoquismo y el que precisamente, nos convoca a celebrarla.

En la novela el placer se escribe en yegua. La subjetividad se recupera en el placer de la palabra. Una mujer dejada de lado en una plaza se vuelve una luminaria en virtud del trabajo de la ficción. Así mismo, una mujer joven, casi desconocida hasta entonces, se vuelve autora continental por esta deslumbrante novela escrita en las noches. Quien canta; sus males espanta.

 

 

¿Quo vadis? No a ser crucificada, de nuevo

 

El sangriento barroco español se reelabora en la novela desde las imágenes religiosas a un misticismo ateo. Los cortes en los brazos de la fotografía que se incluye en la primera edición de Lumpérica alude a los estigmas de las santas y santos; así como también el lavado de la calle prostibularia en la acción de arte, Zona de dolor, es un desplazamiento del lavado de pies que hace Jesús a los apóstoles. Estas son acciones desesperadas para tiempos desesperados que dialogan con el martirio que el imperio infringió a los cristianos. La idea del martirio y del sacrificio estuvo también presente en colectivos como el Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo –cuyo nombre rememora al padre que se incendió a lo bonzo para que la CNI liberara a sus hijos– que combatió a la dictadura desde acciones no violentas y que sostuvo en el chorro de agua de los vehículos policiales mientras denunciaban los sitios de tortura y sus maquinarias de sangre y desaparición.

Esa iconografía religiosa del martirio y los estigmas para usos laicos inaugurada por el CADA se paseó, posteriormente, por las calles de Nueva York en la corona de jeringas rellenas con algo que simulaba ser sangre en la performance de Pedro Lemebel en la marcha del orgullo en 1994.

La corona crística que devolvería el SIDA al norte es una parodia de los discursos que localizan todo contagio en las colonias, como vemos también en la novela de Javier Guerrero, Balnearios de Etiopía, en la que una peste que azota a la humanidad se originaría en mosquitos africanos. En este siglo la imaginería del cristianismo barroco es recogida y transformada por la artista iquiqueña Juana Guerrero en las peregrinaciones-performances de la Santísima Disidencia o la Advocación Rebelde.

Juana Guerrero subvierte “la buena prensa” que ha tenido aguantar el dolor, sacrificarse e inmolarse para producir un gesto inverso, es decir, espacios de liberación e incluso de placer. Así lo vemos en la estampita de Santa María Rebelde de Juana Guerrero2:

Santita María Rebelde, haz de mí un cuerpo fuerte para renunciar al trabajo, odiar al patrón y autogestinoarme la economía.

Dame coraje para habitar un feminismo monstruoso y pensar un mundo más vivible. Dame entereza para desinstrumentalizarme y ser siempre más lúcidx que el sistema. No me dejes caer en la tentación del aburguesamiento y la institucionalización de mis palabras. Dame la fuerza de la duda hasta de los discursos libertarios. (“Advocación rebelde”, Juana Guerrero)

 

 

Ahora

 

A cuarenta años de la publicación de Lumpérica las zonas de dolor que experimentamos en dictadura han traspasado los cuerpos hasta erosionar amplios territorios. La zona de dolor es ahora una zona de sacrificio: es Atacama cubierta de desechos del fast fashion; el aire tóxico de Puchuncaví y Quintero; Chiloé y su podredumbre de salmón. El proyecto económico, social y también ecológico del neoliberalismo ha sido recogido por Eltit en su narrativa de este siglo, también, por jóvenes performistas del Wallmapu y de distintas zonas de Chile.

El contexto presente de dolor y martirio para algunos y de acumulación excesiva para otros ha sido abordado por Paula Baeza Pailamilla, Sebastián Calfuqueo y Juana Guerrero, entre otros. Así, Paula Baeza Pailamilla busca infructuosamente descanso y equilibrio en un par de pequeñas baldosas a las que llama charco. La performance se filmó en la casa familiar de la artista en Pudahuel, Pu dawül que significa en el charco. La acción recuerda los espacios de confinación durante la pandemia, pero también la creciente reducción de los territorios naturales y que gozar de la naturaleza al tiempo es un lujo.

Sebastián Calfuqueo, desde la opulencia verde del sur y por contraste, denuncia el mercado de las aguas y las relaciones entre sexualidad y naturaleza3. En Necia, Juana Guerrero muestra a una mujer cavando las olas del mar de Pisagua en la búsqueda infructuosa de un cuerpo amado, ahora desaparecido. Baeza y Catrileo, denuncian que en relación con la muerte de activista mapuche, Macarena Valdés, que “A la negra la mataron”, habría un lazo perverso que une el pasado dictatorial y el presente neoliberal que hace desaparecer los cuerpos de las disidencias

Paula Baeza Pailamilla y Daniela Catrileo muestran que “Las huellas del horror” suceden en el cuerpo, también en la tierra y en los territorios. Eltit ha mostrado los daños que ha implicado vivir en espacios militarizados, vigilados por el poder, desde Lumpérica a Fuerzas Especiales y recientemente, en Sumar y Falla humana, sus últimas novelas. ¿Quiénes habitan ahora la plaza de la L. Iluminada?, ¿es un dolor que prescribió el que se narra?, ¿la cura que ofrece, caducó? Las plazas recientes han destronado a los jinetes de la guerra del pacífico y han albergado a los pálidos. En Iquique, otrora salitrero y ahora migrante una niña es enfocada por los celulares y cámaras en la Plaza Brasil. Sus pertenencias acaban de ser quemadas en una escena que incorpora la inocencia de su mirada y la crueldad en llamas. Quizás en el futuro elija contar su historia, pero ahora ¿quién escribiría la escena de los desplazados con respeto, precisión y pasión literaria?

 

Subió a la construcción como si fuese máquina

Alzó en el balcón cuatro paredes sólidas

Ladrillo con ladrillo en un diseño mágico

Sus ojos embotados de cemento y lágrimas

(Chico Buarque)

 

 

Lumpérica es y sigue siendo una novela impactante en su construcción. Como en la canción de Chico Buarque, en esta novela y en la mayor parte de la narrativa de Eltit, la degradación extrema de la población así como su épica popular se narran desde una perfección literaria que otorga un marco de dignidad en la representación de esas vidas que parecen no valer más que con papeles, en los papeles.

 

 

Ojos que no ven

 

La escena del corte en el ojo de Buñuel en el Perro andaluz ha sido leída como una apertura a la visión del espectador y una de las más impactantes en la historia del cine. Debemos repetir lo que ya se sabe, mediante la técnica de montaje, es el ojo de una vaca y no el de la actriz el que es, literalmente, rebanado. Esta explicación tranquilizó, lo que es un decir, por décadas al público. La sensibilidad del siglo XXI no dejaría pasar el maltrato animal involucrado ni la pasividad otorgada al género femenino que debe aprender a ver a través de un corte en su propia mirada. Al mismo tiempo, debo decir, la mirada del patriarcado, no solo no me representa, sino que muchas veces, me golpea.

Hay un ojo femenino que puede ver en la oscuridad, y desde ese lugar, de esa zona de espanto cotidiano, de dolor invisible y aceptado, como el de los ríos, como el de las montañas, como el que sentimos al respirar en Santiago, desarticula la obediencia a tolerarlo. Narrar el dolor sin alarido, sin ira, hacerlo visible, multiplicarlo en distintos espejos, para vencerlo. Lumpérica se desplaza, como dice Raquel Olea y Nelly Richard, desde el cuerpo, a la página, de la página a la cámara, del video al libro. La mirada en la oscuridad se sostiene por otra mirada que no golpea, la de otra artista, la de una amiga, pareja artística de Eltit por muchos años, Lotty Rosenfeld.

Los diferentes focos de la novela que además tematiza escenas, ensayos, propuestas, desestabiliza la visión omnímoda que aunque no es siempre estática, es previsible. La novela presenta diferentes lentes para desrealizar, desenfocar y volver a mirar lo que es intolerable de ver aunque esté presente día a día, como un mendigo a la salida del metro, como una vendedora de supermercado con los dedos tajeados, como aquel dolor que escondo como ejercicio privado. Lo narrado en Lumpérica solo es tolerable por el distanciamiento que da su construcción.

 

 

Corte

 

Gorda. Gorda. Gorda. Loca. Maraca. Rota.

Cortar la piel del propio brazo. Convertir esos cortes en representaciones sociales del martirio social y del género a través de la fotografía. Cortar el relato, filmarlo, traspasarlo de un formato a otro, convertirlo en escenas. Distanciarse hasta hacerlo tan propio como ajeno. Separarse a través de la escritura, también de la cámara. Posar, performear, escribir. Hacer lo vivido materia del propio trazo. Exhibirse. Permanecer entera.

Cortar con el dolor, hacerlo escritura. Cortar con el dolor y ha-ser literatura.

 

No dejes tus flores en el lago del dolor.

Donde haya oscuridad siembra una luna llena.

(Malú Urriola)

 

 

 

Bibliografía

 

Barros, María José. “Espejo de agua (2021) de Sebastián Calfuqueo: aguas libres, identidades fluidas”. Endémico 16 nov 2021, www.endemico.org.

Brunet, Marta. María nadie. Santiago: Zig-Zag, 1957.

Baeza Pailamilla, Paula. “Pu dawül, el charco”. Youtube, www.youtube.comBaeza

Pailamilla, Paula y Daniela Catrileo. “A la negra la mataron”. https://paulabaezapailamilla.wordpress.com.

Buarque, Chico. “Construção” Construção, Phonogram/ Philips, 1971

Buñuel, Luis. Un chien andalou. 1929.

Calfuqueo, Sebastián. “El mercado de las aguas”, “Espejo de agua” https://sebacalfuqueo.com/2022/04/09/mercado-de-aguas/

Guerrero, Javier. Balnearios de Etiopia. Buenos Aires: Eterna Cadencia, 2010

Guerrero, Juana. “Necia”. https://juanaguerrero.hotglue.me/

_. “Advocación rebelde”. https://juanaguerrero.hotglue.me/

Eltit, Diamela. Lumpérica. Santiago: Ediciones el Ornitorrinco, 1983

_. Mano de obra. Santiago: Seix Barral, 2002

_. Fuerzas Especiales. Santiago: Seix Barral, 2013.

_. Falla humana. Santiago: Seix Barral, 2023.

Eltit, Diamela y Lotty Rosenfeld. Zona de dolor. Video. 1980.

Olea, Raquel. “Contrapuntos narrativos. Lenguaje verbal e imagen visual en Lumpérica de Diamela Eltit”. Taller de Letras, n.º 43, 2008.

Ríos, Alexis. Aquí no hay patria ni amor al arte, aquí hay baile: una metapoética de la vida, la resistencia y el goce en 24/7 de Juana Guerrero, 2024 (en prensa).

Richard, Nelly. “Prólogo”. Lumpérica. Santiago: Seix Barral, 2008. 7-11.

 

1 Este texto es parte del proyecto ATE20025 “Despatriarcar y descolonizar desde el Sur de Chile. Género e investigación en la formación inicial docente”.

2 Para un análisis de la obra de Juana Guerrero ver Ríos, Alexis. “Aquí no hay patria ni amor al arte, aquí hay baile: una metapoética de la vida, la resistencia y el goce en 24/7 de Juana Guerrero” (libro inédito).

3 Para análisis de Sebastián Calfuqueo ver “Espejo de agua (2021) de Sebastián Calfuqueo: aguas libres, identidades fluidas”.