Revista de Humanidades Nº 50: 337-342 ISSN: 07170491 • DOI: 10.53382/issn.2452-445X.839

Editado por Catalina Concha y Consuelo Díaz

Marta Brunet. Alrededor de una mujer: Oficios, artistas y activistas

Santiago: La Pollera, 2023, 114 páginas

 

 

En los últimos años, la figura de la escritora chilena Marta Brunet (1897-1967) ha experimentado un proceso de recuperación y relectura crítica a partir de la investigación de académicas como Natalia Cisterna, Lorena Amaro, Osvaldo Carvajal, Antonia Viu y Claudia Darrigrandi. En este sentido, uno de los elementos más recientes de este redescubrimiento tiene que ver con la incorporación de sus textos periodísticos al análisis académico.

Lo más interesante del caso es que ese esfuerzo por ampliar la mirada en torno a la labor brunetiana ha tenido eco en el mundo editorial. Específicamente, la editorial independiente La Pollera ha realizado un trabajo notable sobre la labor periodística de autoras y autores tradicionalmente asociados con la literatura a través de títulos como: La química de los acontecimientos: crónicas y columnas desde Chile (2020), de Roberto Arlt; El insolente de este Santiago dormido: crónicas, tertulias y milagros (2021), de Mario Rivas; Mi ignorancia tiene disculpas: Crónicas de patria, pobreza y guerra mundial (2021), de Carlos Droguett; La melancolía de los contribuyentes: Crónicas de ciudadanos y oficina (2021), de Jenaro Prieto; Tal vez como en todas partes (2022), de Rosamel del Valle; y se ha dejado para el final, el volumen que inició la colección y que fue lúcidamente editado por Karim Gálvez en un gesto inédito de reunión y publicación en libro de los textos periodísticos de Brunet: Rodar tierras: crónicas, columnas y entrevistas (originalmente aparecido en 2019 y reeditado en 2022). Heredero de esa pionera recopilación es Ecran: Alrededor de una mujer. Oficios, artistas y activistas (2023), que también recoge textos de la escritora chillaneja y del cual se ocupa la presente reseña.

El 19 de marzo de 1935, se anunciaba que Marta Brunet comenzaría a publicar de forma permanente en la revista Ecran (1930-1969). La autora, quien ya había colaborado en diarios como La Nación –con el seudónimo Aladina– y El Sur, comenzaba ahora un trayecto en el que concebiría, entre otras cosas, la columna semanal que se compila en este libro, editado por Catalina Concha y Consuelo Díaz.

Esta segunda publicación de textos periodísticos de la autora se abre con el prólogo de Consuelo Díaz, que se encuentra dividido en tres apartados: “Ecran”, “Alrededor de una mujer” y “Trabajo de recuperación”. Posteriormente, se presentan los perfiles redactados por Brunet, que inician el 2 de abril de 1935 con un comentario de La última niebla (1934), de María Luisa Bombal (1910-1980), y culminan el 7 de abril de 1936 con una revisión a la figura de Pilar Millán Astray (1879-1949), escritora y dramaturga española.

Al inicio del prólogo se menciona un dato interesante; el año de incorporación de Marta Brunet a Ecran y, por tanto, el de la columna titulada “Alrededor de una mujer”, lo que coincide con la primera vez que se ejerce el voto femenil en las elecciones municipales de 1935. Esta información permite, desde el comienzo de la lectura, subrayar un elemento que hay que tener presente cuando se lee a la autora y, especialmente, al analizar sus textos periodísticos: Brunet, como un ejercicio constante a lo largo de su trayectoria, se preocupa de visibilizar y poner en valor el trabajo de las mujeres.

De regreso al prólogo, Díaz describe de qué se trataba la columna publicada en Ecran. Menciona que su objetivo “era realizar reseñas sobre la vida y obra de mujeres contemporáneas, principalmente latinoamericanas e hispanohablantes, que se dedicaban a diferentes profesiones y oficios” (7). Lo que hace Brunet, entonces, es seleccionar a mujeres destacadas en distintas áreas artísticas, como la escritura, música, pintura y escultura, entre otras. Tal como indica Díaz, es interesante que esta selección no se restrinja a autoras nacionales, como Amanda Labarca (1886-1975) y María Monvel (1899-1936), sino que se permite hacerlo a nivel latinoamericano incluyendo, por ejemplo, a la ecuatoriana Germania Paz y Miño (1913-2002) y a la venezolana Teresa de la Parra (1889-1936). También incorpora a mujeres europeas; tal es el caso de la francesa Sidonie-Gabrielle Colette (1873-1954), más conocida como Colette; incluso, uno de los textos se refiere a la figura de la baronesa japonesa Shidzue Ishimoto (1897-2001).

Estos variados orígenes de las perfiladas permiten entender que la misión llevada adelante por Brunet buscaba visibilizar la faena permanente y constante de un grupo de mujeres, de todas partes del mundo, con méritos propios y con capacidades creativas que debían reconocerse. Por ejemplo, en la columna dedicada a la escultora chilena Ana Lagarrigue (1899-1960) y en referencia al talento e inteligencia de las mujeres del pasado, menciona lo siguiente: “Cierto es que nadie se preocupaba de echarles algo al cerebro y si por casualidad ellas pretendían su ración de conocimientos, se les hablaba que con dirigir el hogar y cuidar de la familia tenían bastante” (20). Hay, en estos escritos brunetianos, un ejercicio constante de comparación de la situación actual de las mujeres respecto del pasado.

En el segundo apartado del prólogo, titulado “Ecran”, se caracteriza la revista, cuestión necesaria para entender el lugar de Brunet y su labor en dicha publicación. De la mano de la editorial Zig-Zag, la aparición de Ecran data del 7 de abril de 1930 y su vida pública se extendería hasta 1969. Tal como indica Díaz, en sus inicios la revista “se estructuraba como un híbrido entre el magazine cinematográfico y las revistas femeninas” (8) dedicándose, sobre todo, al mundo hollywoodense e informando sobre las vidas de actrices de la época cuyas fotografías adornaban sus portadas y páginas interiores. Esto hizo que, inevitablemente, Ecran se encargara de “consolidar estereotipos de género, tomando como referentes a las actrices –también denominadas ‘estrellas’– del cine estadounidense, de esta forma se establecieron ideales de belleza y feminidad” (8). Dicho esto, ¿cuál era el lugar, entonces, de una columna como “Alrededor de una mujer” en este tipo de revista?

Algo que no se menciona en el prólogo y que resulta fundamental para comprender el espacio que ocupaban sus perfiles en Ecran, a pesar de que por su descripción no parecía el terreno más adecuado e incluso lógico, es el carácter estratega y negociador que delimita gran parte de la obra brunetiana, así como su capacidad de instalación y permanencia en un espacio cultural que, evidentemente, no le era natural a ninguna mujer de la época. Lo que hizo Brunet con “Alrededor de una mujer” fue ofrecer y presentar la vida y logros de contemporáneas suyas que resultaban rupturistas e innovadoras, al igual que ella misma, al desarrollar labores fuera del marco del espacio privado, al que tradicionalmente habían sido relegadas las mujeres.

Por otra parte, tampoco es azarosa la decisión que toma de presentar su trabajo a través de perfiles en una revista que, como indica correctamente Díaz, “marcó pauta en las representaciones de género” (8). Me parece que esto corresponde precisamente a una decisión estratégica propia de una mujer plenamente consciente de que mostrar en una publicación de este tipo la vida y obra de artistas, escritoras, músicas sería un aporte directo a una tarea de largo aliento que, desde una lectura propia, observo en Brunet: hacer del espacio literario y periodístico un lugar propicio para reconocer y enaltecer el trabajo arduo efectuado por estas mujeres que, a su vez, les permitía desarrollarse en un escenario hostil y acercarse a la emancipación no solo personal, sino de todas las mujeres.

Mediante sus perfiles, Brunet invita, en palabras de Díaz, “a expandir horizontes personales por parte de las mujeres” (11) y a evidenciar no solo a actrices exitosas en lo que parece ser un mundo aparte como es Hollywood, sino a mujeres de carne y hueso que a través de un esfuerzo continuo lograron mostrar, no sin dificultades, el talento propio también del género femenino que se inscribe fuera de la industria cinematográfica celebrada por Ecran, así como en otros roles distintos al de esposa y madre. En la misma línea, estoy plenamente de acuerdo con lo que se indica en el prólogo en relación con el propósito de “Alrededor de una mujer”: “cuestionar a la sociedad y la desigualdad de género que desobedece a cualquier frontera internacional pues se trata de un punto en común que todas esas mujeres padecen” (12).

Otro punto llamativo que aborda el prólogo es la lectura de clase que Díaz menciona como una acción que debe hacerse sobre los perfiles brunetianos. Si bien estoy de acuerdo con la autora respecto de la consideración que debe tenerse en torno a la alta tasa de analfabetismo en el Chile de aquellos años –que alcanzaba un 44%, según datos del INE citados en el texto– y a la pregunta acerca de quiénes en realidad leerían esta columna, debe entenderse que estamos hablando del Chile de la década de 1930 y que, por tanto, este tipo de limitaciones son de esperarse; ya fuese por analfabetismo o restricción económica, el acceso lector a este tipo de publicaciones puede haber sido, si se quiere, menguado. Sin embargo, esto no puede opacar el gesto consciente de una escritora que apuesta por ser parte de una revista abocada al mundo hollywoodense y se atreve a publicar perfiles de mujeres, algunas más conocidas que otras, como parte de un plan elaborado para legitimar otras formas de ser mujer y, con eso, abrir la posibilidad de autodeterminación de un género relegado. Brunet, con sus acciones, demostraba una habilidad para leer el campo cultural con perspectiva política.

En este último punto, es importante referir al tercer apartado del prólogo titulado “Trabajo de recuperación”. Allí, Díaz da a conocer el objetivo recopilatorio para “realizar un aporte y visibilización de una labor escritural que se mantiene vigente” (17). Es lícito reconocer que Alrededor de una mujer: Oficios, artistas y activistas es un aporte no solo para la profundización en el trabajo de Brunet, sino también para adquirir mayor perspectiva en torno al campo cultural, literario y periodístico de la época, desde la mirada y trabajo de una mujer. En la misma línea, no puedo dejar pasar que esta edición ha estado a cargo, precisamente, de dos mujeres, Consuelo Díaz y Catalina Concha, que no solo se interesaron por Brunet, sino que decidieron y se esmeraron por aportar directamente a los estudios en torno a su figura.

Además, en el apartado final, se dan a conocer datos específicos de los números revisados para esta publicación, detalles que siempre son interesantes para quienes hemos tenido la oportunidad de trabajar en la investigación de archivo. Por ejemplo, se indica que el trabajo consistió en revisar desde el número 217 de Ecran, fechado el 19 de marzo de 1935, día en el que se anunciaba la llegada de Brunet a la revista, hasta el 272 del 17 de abril de 1936. Si bien esto da cuenta de un trabajo que debe enorgullecer a sus autoras, es necesario reparar en un elemento: Brunet publicó un total de 44 columnas, por lo que hay una que no se incluyó en esta publicación, me refiero a la dedicada a la artista chilena María Tupper (1893-1965).

A pesar de esto y de que en el prólogo no hay referencia al futuro de “Alrededor de una mujer” una vez que Brunet dejara de estar a su cargo –fue continuada por la escritora, periodista, editora y activista feminista Isabel Morel, según ha investigado Natalia Cisterna– e, incluso, hay más textos en Ecran que fueron publicados tanto con su nombre como con seudónimo y no fueron recogidos en la compilación, es innegable el gran valor que tiene este volumen, puesto que permite entender y observar con mayor cercanía una dimensión de su obra casi desconocida por el público y que está en pleno proceso de descubrimiento, análisis y discusión en el mundo académico y literario.

 

 

Constanza Richards Varas

Universidad Andrés Bello

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