Revista de Humanidades Nº 50: 317-329 ISSN: 07170491 • DOI: 10.53382/issn.2452-445X.842

El discurso de Justo Florián Lobeck ante el primer izamiento de la bandera de la Confederación Alemana del Norte

Santiago, 15 de agosto de 1868

 

 

Heriberto Hildebrandt Klapp

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María Gabriela Huidobro Salazar

Universidad Andrés Bello

[email protected]

 

 

Presentación

 

En el contexto de la realización de iniciativas fundamentales para la ampliación y fortalecimiento del sistema educacional chileno, a mediados del siglo XIX, un académico y filólogo sajón arribó a Chile junto con su familia. Se trataba de Justus Florian Lobeck, nacido en Profen el 16 de enero de 1816. Con una destacada trayectoria universitaria, Lobeck se había doctorado en Filología por la Real Universidad Albertus y se había desempeñado como docente de lenguas clásicas hasta que, producto de las tensiones políticas prusianas y de una fracasada revolución antimonárquica a la que adhirió, en 1848, cayó en desgracia ante la Corona. En 1852, fue exonerado y se vio en la obligación de buscar nuevos rumbos. Así, junto con su reciente esposa, Minna Dorothea Schneider, con quien se casó en segundas nupcias el 9 de julio de 1853, y acompañados de su primera hija, Johanna Charlotte Dorothea Lobeck, se embarcaron rumbo a Chile.

La trayectoria académica de Lobeck le abrió las puertas de las instituciones educacionales más prestigiosas del país. En 1854, se incorporó al Instituto Nacional en Santiago como profesor de latín y de alemán, así como miembro del claustro de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, por entonces, liderada por Andrés Bello, con quien estableció una relación de amistad. Desde esos espacios, se abocó a la difusión de sus conocimientos, contribuyendo con la publicación de manuales de gramática latina, estudios literarios e investigaciones numismáticas, históricas y filológicas (Huidobro, 13-14; Hildebrandt, 48-54).

Su labor docente y cultural, sin embargo, no se limitó a sus ámbitos de especialidad académica. En su condición de inmigrante germano, Lobeck se involucró con su comunidad coterránea. Así, participaba del Club Alemán y contribuyó de manera decisiva en la fundación del primer Colegio Alemán en 1866, redactando sus estatutos y presidiendo su directorio. Desde estas instituciones, seguía con atención la contingencia política de su país de origen. Allí, bajo el liderazgo de Otto von Bismarck y con el apoyo demócrata y socialista prusiano, el 1 de julio de 1867, se fundó la Confederación Alemana del Norte (Norddeutscher Bund), cuya base daría origen, en 1871, al Imperio Alemán (Häde 479-480).

El hito fundacional y su impacto en la geopolítica germana no pasaron desapercibidos para Lobeck, quien comprendió la trascendencia identitaria e histórica del nuevo estado federado alemán. Por eso, en 1868, a propósito de la ceremonia del primer izamiento de la nueva bandera de la Confederación en el Club Alemán -de colores negro, blanco y rojo-, el intelectual presentó en su lengua de origen, el discurso que a continuación se ofrece transcrito y traducido al español.

El documento resulta valioso pues constituye un breviario de la historia alemana desde quien había participado de recientes procesos políticos y que, a la distancia, podía observar los relevantes cambios que se estaban gestando. Sus palabras denotan un profundo sentimiento nacional y nacionalista, un orgullo patrio y la nostalgia de quien se hallaba alejado de su tierra natal. Su relato otorga al pueblo germano un protagonismo universal, a través de una narración panorámica que parece cercana a una escatología sostenida desde la tesis de la pureza de la raza alemana.

El discurso fue publicado por la Imprenta del Universo de Valparaíso y llegó a manos de la Corona de Prusia, que mostró interés por él. Justo Florian Lobeck fue recompensado con cartas oficiales de reconocimiento de la Reina Augusta de Prusia, del Príncipe Heredero Federico Guillermo y del Canciller Otto von Bismarck. Desafortunadamente, la carta de la Reina está fechada el 30 de julio de 1869, vía Inglaterra, y sellada en Londres el 9 de agosto de 1869; tiene otro sello de agosto en Panamá, lo que hace suponer que él no alcanzó a recibirla, pues falleció el 18 de agosto de 1869 en Santiago, a la edad de 53 años. Su esposa había muerto poco antes, el 16 de marzo del mismo año (Valderrama, 1).

El presente texto, cuyo original han conservado los descendientes del autor, ha sido transcrito y traducido al español por Heriberto Hildebrandt Klapp, bisnieto del Prof. Dr. Phil. Justus Florian Lobeck, a partir del manuscrito de dicho discurso. Las palabras finales, lamentablemente, se han perdido. No obstante, ello no resta valor al documento, en la medida en que es testimonio y expresión de los sentimientos nacionales de un inmigrante alemán en álgidos momentos políticos para su país natal.

Para efectos del conocimiento de la trayectoria de Lobeck, compartimos la siguiente tabla cronológica y biográfica:

 

 

1816

Sajonia

Profen.Nace Justus Florian Lobeck el 16 de enero.

1823-1834

Sajonia

Cursa la educación primaria en Profen y secundaria en el Stifts-Gymnasium, Zeitz.

1835

Prusia

Justus Florian Lobeck rinde la Prueba de Madurez (Testimonio Matvritatis).

1835-1852

Prusia

Königsberg (Regiomonti): “Albertina”, Real Universidad Albertus: Cursa estudios superiores de Filología y Lenguas Clásicas (Griego y Latín). Bibliotecario Real o Amanuense en la Real Universidad Albertus. Doctor en Filología. Profesor de Filología y Lenguas Clásicas (Docente privado).

1843

Chile

Santiago de Chile. Fundación de la Universidad de Chile, cuyo primer rector fue don Andrés Bello.

1847

Prusia

Königsberg: Justus Florian Lobeck contrae matrimonio con Johanna Dorothea Senius el 24 de octubre.

1848

Prusia

Königsberg: Nace su hija Johanna Charlotte Dorothea Lobeck el 3 de mayo. Posteriormente en Chile ella se casaría en Chile con el Sr. Fritz Mayer de Concepción.

1848-1849

Prusia

Revolución antimonárquica en Prusia y otros estados alemanes, la burguesía clama por mayores derechos civiles. La revuelta es derrotada y Justus Florian Lobeck, quien la apoyaba, cae en desgracia ante la Corona de Prusia.

1852

Prusia

El Ministro de Cultura Karl Otto von Raumer, sobrepasando el marco del derecho y de la ley, exonera al Prof. Dr. Phil. Justus Florian Lobeck.

1853

Prusia

Königsberg: A muy temprana edad (23 años) fallece Johanna Dorothea Lobeck el 3 de enero, su primera esposa. Seis meses más tarde, Justus Florian Lobeck contrae nuevo matrimonio (segundas nupcias) con Minna Dorothea (Doris) Schneider el 9 de julio. La familia emigra a Chile.

1854

Chile

Santiago: Justo Florian Lobeck ingresa al Instituto Nacional como profesor de alemán y latín. Trabaja incansablemente, hasta su fallecimiento, en dicho instituto y en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Su valiosa extensa obra gramátical y filológica en latín se encuentra archivada en la Biblioteca Nacional de Chile.

1858

Chile

Santiago: Nace su hija Emilie Lobeck Schneider, quien se casaría con el Sr. Karl Tuch.

1862

Chile

Santiago: Nace su hija Henriette Bertha Lobeck Schneider, posteriormente ella se casaría con el Sr. Otto Hildebrandt Bongarde de Valparaíso.

1865

Chile

Fallece el rector de la Universidad de Chile, Andrés Bello. El Consejo Universitario encarga al Prof. Dr. Phil. Justo Florian Lobeck redactar y pronunciar el discurso fúnebre en honor del rector fallecido.

1865

Chile

Santiago: Nace su hija Elvira Marie Lobeck Schneider. A futuro se casaría con el Sr. Enrique Schwarzenberg de Osorno.

1866

Chile

Justus Florian Lobeck, como cofundador, redacta los estatutos y es elegido presidente del directorio del primer Colegio Alemán de Santiago. Dada su temprana muerte, este colegio pasa a la historia como Philippi-Schule. Es reconocido como predecesor del actual Colegio Alemán de Santiago.

1866

Chile

Santiago: Nace su hija Rosa Irene Lobeck Schneider. Con el tiempo se casaría con el Sr. Phillip Fonck de Valparaíso.

1867

Chile

Elección de nuevo rector: Justo Florian Lobeck, junto con Ignacio Domeyko y un profesor Subercaseaux integran la terna para definir el sucesor de Bello. Finalmente es elegido Ignacio Domeyko.

1867

Chile

Santiago: Nace su hija Mariquita Lobeck Schneider. A futuro se casaría con el Sr. Heinrich Menke de Valparaíso.

1867-1871

Prusia

Berlín: Se funda la Confederación Alemana del Norte (Norddeutscher Bund), el primer estado federado alemán. Integrado por Prusia y una veintena de ducados y principados alemanes, fue la primera piedra del futuro Imperio Alemán (II).

1868

Chile

Justus Florian Lobeck redacta y pronuncia en el Club Alemán de Santiago el magno discurso de ceremonia con motivo del cambio de la bandera institucional, a raíz de la fundación de la Confederación Alemana del Norte.

1869

Chile

Repentino fallecimiento de su joven esposa Minna Dorothea Lobeck el 16 de marzo. Justo Florian Lobeck fallece cinco meses después (53), el 18 de agosto. Sus hijas quedan huérfanas y son acogidas en su familia por su hermana mayor, Johanna Lobeck de Mayer.

 

 

Bibliografía

 

Häde, Ulrich. “Sobre la reforma del federalismo en Alemania”. Teoría y Realidad Constitucional, 24, 2009, pp. 479-89.

Hildebrandt, Heriberto. 1755-2020. Aportes a la historia de la familia Hildebrandt. Santiago: Edición digital Heriberto Hildebrandt, 2020.

Huidobro, María Gabriela. “La primera comunidad de estudios clásicos en Chile y sus textos para la promoción del conocimiento sobre el mundo antiguo (1838-1870)”. Revista de Historia, n.º 30, 2023, pp. 1-30.

Valderrama, Adolfo. “Elojio de don Justo Florián Lobeck – Discurso de incorporación a la Facultad de Humanidades, en 26 de marzo de 1878”. Anales de la Universidad de Chile, vol. 53, n.º 1, 1878, pp. 225-42.

Discurso ceremonial. Club Alemán de Santiago de Chile

el día 15 de agosto de 1868, cuando fue izada por primera vez la bandera de la Confederación Alemana del Norte1, pronunciado y dedicado a los socios del club por su presidente, Dr. Justus Florian Lobeck,

Profesor Universitario y Consejero Escolar Superior.

 

 

Valparaíso, 1868.

Imprenta del Universo.

 

 

Muy estimados y queridos compatriotas,

Apreciados camaradas.

Los miembros de nuestro Club Alemán y sus familiares se han congregado hoy en una numerosa y brillante asamblea en dependencias festivamente decoradas a raíz de un motivo aparentemente insignificante, la renovación de la actual bandera institucional. Para responder al honroso deber de dar inicio de manera adecuada a esta fiesta de celebración –un deber que me impone el cargo que me ha confiado vuestra benevolencia– para hacerlo de la mejor manera, permítanme dirigir a ustedes ahora algunas fieles palabras, aunque sin pretensiones:

Sólo aparentemente insignificante consideramos el motivo de la celebración de hoy. Porque de poca importancia en sí pareciera esta ocasión, irrelevante quizás a todos aquellos que no ven en ella más que la sustitución de una pieza de material de tal o cual color, signo y forma por otra igual o similar; pero aquellos que tienen la comprensión correcta de la celebración encuentran en la Bandera una expresión simbólica de alto significado y de efectoinconmensurable, una expresión que describe pensamientos completos y series de sentimientos para ellos, y habla a su ser interior de una manera más conmovedora y comprensible que meras palabras, incluso como los más elocuentes podrían hacerlo.

No es vana curiosidad por ver el simple espectáculo del cambio de bandera; no es el mero deseo de atraer la atención pública a través de dicho cambio; tampoco hay otros motivos vanos que nos hayan reunido hoy aquí. ¡En verdad que no! Más bien, con plena conciencia del serio significado de la acto que ahora hay que llevar a cabo, con el corazón lleno de gratitud y adoración por Alemania, esa noble madre a la que todos debemos no sólo nuestra vida física, sino lo que lo eleva aún más altotambién le debemos nuestra existencia espiritual y moral, con el alma profundamente conmovida e inspirados por reflexiones edificantes y serias, hemos venido a celebrar una fiesta que ninguno de nosotros había experimentado antes, cada uno empero llevaba tiempo deseando experimentarla. Públicamente vinimos a declarar cuanto disfrutamos del honor y de la buena fortuna de pertenecer, por nacimiento, educación y cultura, al más grande y noble de los pueblos culturales de los Tiempos Modernos. Hemos venido a testimoniar, en voz alta, que de ningún modo olvidamos los deberes para con Alemania, nuestra antigua patria, sobre los deberes para con nuestra nueva, Chile, y que el amor agradecido y entusiasta por Alemania y la participación íntima y viva en su bienestar y aflicción, para nosotros incluso lejos, en las costas del gran océano, sigue siendo siempre un santo culto, una verdadera religión.

Así como el individuo tiene derecho a señalar con gozosa satisfacción sus antepasados, que se distinguieron en algún ámbito de la actividad humana general o ciudadana específica, por la grandeza de alma, sacrificio y realizaciones extraordinarias, mientras siga siendo consciente del deber de esforzarse por lograr ejemplos tan loables, de la misma manera cada uno puede decir siempre con orgullo:

“¡Yo también soy un camarada, soy un descendiente de ese gran y noble pueblo!” – y puede decirlo con toda razón, siempre y cuando se muestre digno de este pueblo por su forma de pensar y actuar.

En la misma condición, muy queridos compatriotas, también tenemos nosotros el derecho a llamarnos alemanes, a recordar siempre con verdadero júbilo nuestros orígenes alemanes y a llenarnos de la orgullosa conciencia de nuestra pertenencia a un pueblo que, como ningún otro en la tierra, de origen más noble e inicio histórico más magnífico puede presumir, y a quien, como a ningún otro, el destino más alto y el futuro más auspicioso parece reservado.

Para contar con un punto de vista definido que permita comprender la actual reorganización de Alemania, incluso a riesgo de no aprender más de lo que ya se sabe desde hace mucho tiempo, echemos una fugaz mirada retrospectiva (ilegible) al curso del desarrollo que siguió la historia de nuestro pueblo, y los hechos claros que se registraron nos lo recuerdan brevemente, dejando testimonio de lo que ha sido.

Hacia el final de la Antigüedad encontró el Cristianismo al Imperio Romano, a través de la conquista, como dueño de casi todos los países y pueblos conocidos en ese momento y, como tal, al mismo tiempo en posesión del producto de la cultura que estos últimos habían logrado hasta ese punto. Pero ambos, tanto opresores como oprimidos, lo encontraron demasiado desconcertante por el despotismo y la esclavitud para trascenderlos con su divina fuerza vital, y demasiado degenerado por la corrupción moral general para usarlos para moldear el mundo de una manera nueva y más noble. La religión de la libertad y la justicia, del amor y la verdad, en una palabra, la religión de la humanidad necesitaba una herramienta ampliamente adecuada para lograr una época nueva, más bella y más digna para la humanidad. Vean, cuando la orgullosa Roma se encontraba en la cima del poder supremo, apareció repentinamente, como si respondiera a un llamado superior, para devolverle al mundo la libertad que le había sido robada, para salvar los nobles elementos culturales de la antigüedad y preservar la bendición de la nueva religión, desde la oscuridad misteriosa, cuyo velo hasta ahora el historiador ha trabajado en vano para levantarlo, el desconocido pueblo de los alemanes, llamados germanos o bárbaros del norte por los romanos y sus descendientes galeses, quienes pasaron al escenario mundial, y después de haber asegurado por siempre el suelo alemán, por la libertad del mundo, de inmediato y con audaz determinación, desde el Rin y el Danubio, iniciaron esa memorable batalla de quinientos años contra la omnipotencia de los déspotas romanos. Bajo los poderosos y siempre repetidos golpes de ese gigantesco pueblo alemán, cuyo ardiente amor por la libertad, valiente desprecio por la muerte, alta pureza moral y sencillez natural, que incluso sus enemigos admiran y nos describen con los colores más vívidos, el colosal Estado Romano finalmente cae en ruinas, sobre las cuales ese mismo pueblo fundó un gran número de imperios independientes, aunque en diferentes circunstancias, – pero todos ellos como sedes permanentes de la vida germánica. Poco después vemos a sus numerosas estirpes no sólo subyugar todas las partes de Europa y convertirse en creadores y portadores de la cultura germánica-cristiana, vale decir, la cultura europea moderna, sino que gradualmente, con el tiempo, conquistan incluso las partes restantes del mundo de esta cultura.

En relación con este magnífico fenómeno, también vemos a la mayoría de estas estirpes germánicas convertirse, debido a diversas circunstancias, en pueblos especiales, más o menos diferentes entre sí en el idioma, en parte como pueblos puramente germánicos en el Centro y el Norte de Europa, en parte en el Sur y en el Oeste como pueblos romano-germánicos y en el Este como pueblos mixtos eslavo-germánicos, y más tarde también en el resto del mundo, especialmente en América, como naciones extraeuropea-germánicas.

Sin embargo, entre todos estos pueblos hermanos germánicos y germanizados, el alemán ocupa el primer lugar sin objeciones desde hace más de 1000 años y, como ningún otro, conserva la pureza de sus orígenes y la singularidad de su estirpe. Alemania, como sí lo fue Francia, Italia, España o Inglaterra, nunca fue conquistada por extranjeros; en Alemania, como sí se combinaron en los países mencionados, la educación y el idioma alemanes nunca se mezclaron con la vida nacional extranjera: más bien, los alemanes, con sus nombres populares, conservaron más bien su peculiar y rica vida intelectual y moral, y la fuente pura e inagotable de su lengua alemana original, masculina, fuerte y sonora. En ningún momento el alemán negó su sentido inherente de libertad, sabiendo muy bien que la verdadera naturaleza del hombre es la libertad creativa. Fueron guerreros alemanes quienes protegieron la libertad y la cultura de Europa, que en repetidas ocasiones se vieron seriamente amenazadas, contra los hunos, moros, húngaros, mongoles y turcos. Asimismo fueron hombres alemanes quienes, como la mayoría de los otros descubrimientos e invenciones importantes para el progreso cultural de la humanidad, regalaron al mundo el más importante de todos –el libre y fácil intercambio de ideas por medio de la imprenta– y pronto con esta verdadera arma divina, para salvar una vez más la libertad y la cultura de Europa, gravemente amenazadas, para destruir por segunda vez la tiranía mundial de la nueva Roma, en forma de una jerarquía despótica sin precedentes, y para ofrecer a todos el arma más eficaz de todos los tiempos para proteger la libertad, la verdad, la ley y la educación contra la opresión y la violencia, contra la mentira y la hipocresía, contra la ignorancia, el error y la superstición: Nunca cruzó el patriótico río Rin la Inquisición Papal, impedida por un arzobispo alemán, de profanar Alemania con sus atrocidades. Los pueblos alemanes, aunque acogieron con alegría el Cristianismo, inmediatamente después de su aparición en la historia, por su enseñanza que todos los hombres son hijos de Dios y hermanos entre sí y todos nacidos en libertad, con iguales derechos e iguales deberes, dado que era consistente con su temperamento y estilo de vida – aunque creían con convicción en la verdad del Evangelio de Jesús de Nazaret, nunca renunciaron al derecho de examinarse a sí mismos. Por tanto, al comienzo de la Edad Media vemos a los Godos rindiendo homenaje al Arrianismo, y al final de ella la luz de la libertad de creencia y conciencia difundiéndose desde el corazón de Alemania a todos los pueblos de origen germánico: Y al observador atento, incluso el Catolicismo en Alemania le parece más tolerante, ilustrado y más íntimo que en los países de origen románico. Dado que la reforma eclesiástica ha ido superando cada vez más el paternalismo, la comprensión madura del alemán reconoce ahora como principio religioso y moral supremo no la interpretación arbitraria dada a la religión de Cristo por un sacerdocio revestido de autoridad secular y espiritual, sino sólo la del libro de los libros, como fuente verdadera, la enseñanza cristiana creada directamente por Él mismo y justificada por su razón, ya no la creencia ciega en la autoridad, sino la libre autodeterminación sobre la base de sus propias convicciones adquiridas a través de una investigación concienzuda y un conocimiento claro.

La literatura alemana, la más diversa y completa de todas las literaturas modernas, así como la lengua alemana, especialmente el Neuhochdeutsch (nuevo alto alemán), esa maravillosa creación de Martín Lutero, que para los alemanes iguala en tamaño e importancia su reforma eclesiástica, soporta, cuando comparado con el de otros pueblos, el sello de una profunda religiosidad, una elevada moralidad, un amor entusiasta por la libertad y la verdad y un cálido sentimiento por la justicia. El alemán exige libertad de conciencia, de fe y de investigación en el habla y la escritura, en las palabras y los hechos, odia y combate la mentira y la hipocresía, la arbitrariedad y la injusticia, y con ello invita al odio de los partidarios de lo contrario y también a su miedo: Y es precisamente por eso que siempre han sospechado y vilipendiado, temido y odiado la literatura alemana como una literatura irreligiosa, atea, materialista, subversiva, revolucionaria, en resumen, como enteramente condenable, y han criticado y ridiculizado el idioma alemán como demasiado honesto, demasiado directo, demasiado crudo, demasiado poco diplomático.

Precisamente aquellos principios de religiosidad, moralidad, amor a la libertad, verdad y justicia, esos principios de educación noble y verdaderamente humana, desarrollados y sostenidos por la ciencia alemana, por siempre y de nuevo proclamados por la literatura alemana, basados en la historia y el desarrollo del pueblo alemán, íntimamente integrados con todas sus condiciones de vida, y finalmente incorporados en la conciencia de todos los pueblos cristianos, forman el poder espiritual invisible que fundó el fenómeno más grande de la historia mundial, la gran Comunidad Europea y su libertad internacional y asociación cultural, y los alemanes, gracias al predominio de su cultura, que transmitieron a Celtas y Eslavos y difundieron a todo el mundo, fueron colocados tan gloriosamente a la cabeza del género humano.

Así, gracias a sus ventajas intelectuales y virtudes morales, a través de sus proezas militares, así como a través de su posición en el centro de la familia europea de naciones, Alemania estuvo indiscutiblemente a la vanguardia de los estados de Europa durante un milenio, como protectora y mediadora de su libertad y cultura, muy respetada por todos los pueblos por la caballerosidad y el espíritu noble de sus príncipes, por la incansable actividad de sus eruditos y ciudadanos y sus valientes luchas por la libertad civil y de conciencia, por la gran cantidad de florecientes ciudades, amantes de la libertad y el arte, y laboriosas, debido a los admirables logros de la ciencia y el arte alemanes, la proverbial honestidad, probidad y lealtad del pueblo alemán.

¡Y hace unos 60 años, un gobernante francés intentó eliminar completamente a este mismo pueblo de la lista de pueblos europeos, después de haber privado descaradamente a su propio pueblo de la libertad y sacrificado sin escrúpulos a sus hijos en el matadero de su propia ambición! Sin embargo, sólo quedó en el intento. Como pueblo, no en el sentido natural sino en el sentido político de la palabra, es decir, como personalidad política independiente, como Estado, los alemanes dejaron de existir de hecho durante unos diez años como resultado de ese intento. El venerable organismo estatal del “Sacro Imperio Romano Germánico de la Nación Alemana” se hundía...2

 

Prof. Dr. Phil. Justus Florian Lobeck

 

1 Primer estado alemán federado, fundado en 1867 bajo el rey Guillermo I y Otto von Bismarck como canciller. Estaba conformado por el reino de Prusia y una veintena de principados y ducados alemanes ubicados al norte del río Meno. Perduró hasta 1871, cuando se fundó el “Imperio Alemán”, conformado por los estados de la Confederación, más Alsacia-Lorena, Hesse, Baden-Württem-berg y Baviera.

2 Palabras finales extraviadas.