Revista de Humanidades N.º 51: 273-309 ISSN: 07170491 • DOI: 10.53382/issn.2452-445X.877
Enciclopedismo feminista de Labarca
una escritura entre desarrollismo y emancipación1
Labarca’s Feminist Encyclopedic Writing:
Navigating Between Development and Emancipation
Christian Anwandter
ORCID: 0000-0001-5770-6125
Universidad Adolfo Ibáñez
Av. Diag. Las Torres 2640, Santiago, Chile
Andrea Kottow
ORCID: 0000-0002-0570-5638
Universidad Adolfo Ibáñez
Av. Diag. Las Torres 2640, Santiago, Chile
Resumen
A partir del hallazgo de un texto mecanografiado de Amanda Labarca llamado “Mujer. Condición de la mujer chilena” en el archivo de la inacabada Enciclopedia chilena (1948-1971), y del texto “Evolución femenina”, publicado por la misma autora en 1951 y que presenta con el primero grandes similitudes, nos preguntamos sobre la concepción de la escritura en Labarca. Junto con situar su escritura entre el desarrollismo y el enciclopedismo, proponemos, mediante el análisis de tres operaciones específicas –tachar, perfilar y repetir–, que la escritora utiliza el enciclopedismo desde una conciencia literaria y emancipadora, para subvertir los contextos culturales en que los textos se inscriben. Labarca construye un relato de progreso de la mujer cargado de afectos políticos que denuncian la injusticia e impulsa una emancipación, donde la organización política civil es fundamental.
Palabras clave: desarrollismo, enciclopedismo, feminismo, Enciclopedia chilena.
Abstract
Based on the discovery of a typewritten text by Amanda Labarca called “Mujer. Condición de la mujer chilena” in the archive of the unfinished Enciclopedia Chilena (1948-1971), and “Feminine Evolution”, published by the same author in 1951 and presenting with the first great similarities, we wonder about Labarca’s conception of writing. Along with placing Labarca’s writing between developmentalism and encyclopedism, we propose through the analysis of three specific operations - crossing out, outlining and repeating- that the author uses encyclopedism from a literary and emancipatory consciousness to subvert the cultural contexts in which the texts are inscribed. Labarca builds a story of progress of women loaded with political affections that denounce injustice, promoting an emancipation where civil political organization is fundamental.
Keywords: Developmentalism, Encyclopedism, Feminism, Enciclopedia Chilena.
Recibido: 30/04/2024 Aceptado: 30/07/2024
1. Hacia una comprensión estratégica de la escritura de Labarca en un contexto desarrollista
Este ensayo tiene como punto de partida el hallazgo de un texto mecanografiado de Amanda Labarca, llamado “Mujer. Condición de la mujer chilena”, en los archivos de la Enciclopedia chilena (1948-1971). Este texto, de unas cincuenta páginas, nunca fue publicado, al igual que el resto de la enciclopedia. En la caja de documentos donde se encuentra, no hay información sobre quién solicitó el texto, ni cuándo fue requerido, escrito y entregado. Sin embargo, los hechos de los que da cuenta llegan hasta el año 1954. En el intento de rastrear posibles publicaciones anteriores o ulteriores, nos encontramos con otro que presenta grandes similitudes. Se trata de “Evolución femenina”, publicado en el libro Desarrollo de Chile en la primera mitad de siglo en el año 1951 (aunque la fecha definitiva es posterior ya que Labarca menciona una ley aprobada el 2 de abril de 1952). El carácter cronológico de ambos textos, que buscan mostrar la evolución o desarrollo de la condición de la mujer en Chile avalan la idea de que las últimas fechas incorporadas en la revisión histórica son cercanas al presente de la escritura. No pretendemos determinar la genealogía de ambos textos. Nos parece más interesante pensarlos en paralelo, para entender la forma en que Labarca concibe la escritura y su función, considerándolos en su probable contigüidad.
La edición de Desarrollo de Chile en la primera mitad del siglo estuvo a cargo de la propia Amanda Labarca, en su condición de directora del Departamento de Escuelas de Temporada de la Universidad de Chile. El libro propone distintos capítulos –escritos todos por hombres, salvo el de Labarca– que abordan diversos aspectos de la vida nacional, como, por ejemplo, minería, movimientos obreros, previsión social, industria, agricultura, literatura, música y filosofía, entre otros.
La palabra ‘desarrollo’ en su título no es una coincidencia. Responde a un discurso que penetró con fuerza en Chile después de la Segunda Guerra Mundial, y que planteó un horizonte que buscaba transmitir a los países periféricos del capitalismo, que sí era posible transitar hacia mejores condiciones económicas, sociales y culturales. En Chile, ya existía desde hacía algún tiempo un consenso sobre la crisis profunda en términos económicos, sociales e incluso morales. Este horizonte desarrollista, si bien se planteó desde una mirada técnica, es inseparable de un paradigma político-económico distante del marxismo y cercano al liberalismo capitalista. Uno de los libros señeros del desarrollismo, escrito por Rostow, llevaba el título ilustrativo: Stages of Economic Growth: A non Communist Manifesto (1960). No es azar que este acercamiento al desarrollismo coincida en Chile con la Ley Maldita, que proscribió al Partido Comunista, y que luego se profundiza con la Alianza para el Progreso impulsada por los Estados Unidos. El desarrollismo fue, según Franco, una de las estrategias de modernización más utilizadas en América Latina. Hay un contexto global, marcado por la Guerra Fría, en que la élite política chilena se posiciona en ese tablero internacional. El desarrollo fue un término que atravesó de manera difusa los discursos políticos y económicos, y que implicaba otorgarle un rol predominante a las élites políticas y económicas para generar, desde fundamentos técnicos, las condiciones para el desarrollo del país (Larraín; Saldaña-Portillo; Subercaseaux).
Esto lleva a pensar en términos de progresión narrativa la historia nacional. En el prólogo del libro, Labarca menciona que se busca “efectuar un recuento de la marcha de las instituciones chilenas, la magnitud de sus logros y de los obstáculos que detienen su rápido desarrollo” (9). El carácter técnico se observa en el intento de legitimar a los especialistas por su “escrupulosidad científica” y “notable aporte de informaciones” (9), en forma de conferencias en la Escuela de Verano. El libro sintetiza así el encuentro entre la tarea de “difundir por todos los ámbitos de la nación, los afanes culturales de la Universidad” (9) y este paradigma técnico-desarrollista en que se busca plasmar
un nuevo cuadro, bastante completo, de la lucha de nuestro país por superar sus condiciones de vida y formular normas de convivencia que le permitan traducir mejor el legado de sus promotores de la pasada centuria, el espíritu de nuestro pueblo, las esperanzas presentes y los imperativos de su destino histórico. (9)
Por otro lado, “Mujer. Condición de la mujer chilena” se encuentra en el archivo del proyecto símbolo de la articulación entre Estado, desarrollismo y cultura impresa en Chile (Anwandter). La Enciclopedia chilena buscaba, entre sus objetivos, aportar con información de calidad y actualizada para que las élites políticas pudieran tomar las mejores decisiones que garantizaran el desarrollo del país. Como señala Durán, “parte del interés suscitado en los ámbitos académicos y científicos por el desarrollo económico y sus consecuencias en el plano social, motivaron a muchos sectores a realizar trabajos de investigación referentes al desarrollo nacional” (10). Esto se observa, por ejemplo, en el Prospecto de la enciclopedia chilena, de 1965, donde se explicaba el sentido del proyecto, apuntando nítidamente a la necesidad de contribuir al desarrollo del país otorgándole a los legisladores y autoridades los conocimientos necesarios. El rol del desarrollismo es fundamental para comprender el contexto en que se inserta el texto de Labarca, puesto que la Enciclopedia chilena se identificaba con este horizonte. Recordemos que Larraín plantea que, entre 1945-1973, se impone en el país una economía del desarrollo donde hay que promover un “desmantelamiento de las identidades culturales de carácter agrario tradicional y su reemplazo por valores e instituciones modernas” (132), donde la cultura se considera “como un elemento normativo de la transformación económica y social” (133). Subercaseaux, en tanto, subraya que el rol del Estado desarrollista, caracterizado por la “utopía de un cambio social programado con fundamentos técnicos” (95) –y que se vio reflejado en la creación de CORFO en 1939, ENDESA en 1944, ENAP en 1950, Corporación de Reforma Agraria en 1962, e INIA, 1964, entre otros–, dio paso a la “necesidad de involucrar también dimensiones educativas, de organización social y de profundización de la democracia” (96).
Se trataba de articular saberes provenientes de disciplinas diversas para evitar decisiones tomadas desde la ignorancia, que pusieran en riesgo desaprovechar los enormes recursos disponibles. Si bien el proyecto tenía un sesgo economicista (donde la sección de geografía era la más relevante e implicaba un catastro de todos los predios del país y una descripción pormenorizada de sus recursos), también había una porción considerable de la enciclopedia que tenía un cariz humanista. Este humanismo complementaba la mirada economicista con un fortalecimiento de la representación identitaria colectiva, otorgándole a este extractivismo un correlato cultural nacionalista. Es en este contexto en que fue escrito el artículo enciclopédico de Amanda Labarca.
También es importante considerar el lugar que ocupa Labarca en el campo cultural chileno de la época. Se suele destacar, con razón, su rol central en el feminismo chileno de la primera mitad del siglo XX, por ser la primera mujer en acceder a una cátedra universitaria en el país, por su participación en el nacimiento del Círculo Femenino de Estudios, su papel en la Dirección General de Educación Secundaria en el Ministerio de Educación, la organización de las Escuelas de Temporada de la Universidad de Chile, y su aporte en el Movimiento Pro-Emancipación de la Mujer (MEMCH), entre otros espacios. Labarca emerge como una representante pionera de la gran organización de partidos y movimientos feministas que, desde los años veinte, surgen en Chile, y que impulsan el reconocimiento de una serie de derechos jurídicos, políticos y culturales de la mujer. Como ya ha destacado la crítica, las primeras escritoras feministas en Chile, como Labarca, además de Inés Echeverría (Iris), Delia Rojas (Deli Rouge), Elvira Santa Cruz Ossa (Roxane), utilizan la categoría de la mujer muchas veces como una especie de comodín; naturalizando la categoría cuando es conveniente; mostrándola como el resultado de la educación, en otras ocasiones; o subrayando los rasgos de lo tradicionalmente comprendido como femenino, en otras (Kottow). Lo que parece quedar en evidencia es la conciencia acerca del discurso como mecanismo de una política de emancipación, donde las ideas y la escritura son herramientas para alcanzar los fines deseados.
Recientemente, se ha puesto énfasis en las estrategias discursivas del feminismo de Labarca. Eltit, por ejemplo, se interesa, más allá de la similitud de las violencias e iniquidades que vive la mujer a pesar del tiempo transcurrido, por sus retóricas. Señala, así, que Labarca escribe
desde la retórica que le permite su tiempo […] y su discurso tiene las aristas de una conocida moral para encontrar allí una legitimación. Es una empresa retórica especialmente política, buscando una salida política en un espacio complejo como es el espacio latinoamericano de hace cincuenta años. La pregunta sobre el destinatario del discurso de Amanda Labarca está a la vista. No son las mujeres, pues las mujeres ocupan el lugar del vencido en su discurso, ni siquiera se podría decir que son los “hombres”, más bien parece que ella estuviera apelando al poder (en cuanto justicia) y desde allí esperara una reparación moral. (377)
Por otra parte, Traverso, Alfaro y Ávalos señalan, a propósito de ¿A dónde va la mujer? (1934), que
se trata de un discurso dirigido a mujeres que pudiesen formar parte de organizaciones femeninas y del movimiento feminista, para producir cambios colectivos desde distintas formas de lucha. Si bien Labarca le habla a mujeres y a varones con poder para que puedan influir, desde la opinión y palabras públicas, en la aprobación de leyes que mejoren las condiciones de las mujeres, advierte al mismo tiempo, que la sola ley no es suficiente, tiene que ir acompañada de una preparación previa para la comprensión del mundo de la política y del ejercicio de los derechos. (18)
En ambos casos, se plantea que el destinatario de la escritura de Labarca es estratégico y es concebido desde un proyecto político2.
Nuestro trabajo se sitúa también en esta línea, intentando comprender sus estrategias discursivas y cómo se inscribían en el contexto cultural de su época. ¿Pero cómo entender estos discursos desarrollistas de Labarca? ¿No es esto contradictorio respecto de la importancia del compromiso político como herramienta de transformación? Nos parece que Labarca despliega una escritura altamente estratégica en términos políticos, donde el enciclopedismo es utilizado para mimetizarse con cierta episteme positivista y cierta ideología desarrollista, pero desde una conciencia literaria y emancipadora del acto de enunciación que constituye la escritura. De esta forma, nuestra hipótesis es que estas intervenciones operan como subversiones en su contexto de publicación, intentando construir una realidad de la mujer cargada de afectos políticos que denuncian la injusticia y muestran una narrativa de emancipación. Entendemos lo afectivo siguiendo a diversos autores que retomaron la idea spinozista de que sería aquello que tiene la capacidad de afectar y de ser afectado, y que, como sugiere Ahmed, puede constituir “economías afectivas” sociales y materiales donde se cruzan discursos, emociones, cultura y política. Hemos escogido tres operaciones de la escritura de Labarca que grafican bien estas estrategias: tachar, repetir y perfilar. Pero, antes de analizar estas operaciones, es necesario reflexionar sobre las relaciones que se presentan entre desarrollismo y enciclopedismo en estos textos.
2. El enciclopedismo como estrategia política feminista
Más allá de su aparente inscripción en proyectos de tinte desarrollista, nos gustaría destacar que los textos de Labarca vuelven a plantear esta cuestión a nivel estructural. Efectivamente, en ambos, encontramos una estructura narrativa que, ordenando una serie de hechos relativos a la condición de la mujer de manera cronológica, apunta a generar el efecto de una progresión. La autora hace de la condición de la mujer una demostración de un área en que ha habido desarrollo y donde queda aún más progreso por hacer. La pregunta es si Labarca concibe el discurso feminista como un ejemplo vivo de la lógica desarrollista o si, más bien, utiliza el desarrollismo presente en el ambiente para incrustar un discurso feminista que es emancipador. Al menos la Enciclopedia chilena está desprovista del carácter liberador propio del enciclopedismo ilustrado. Sus destinatarios son parte de la élite. Si alguna emancipación se produce, será a través de la mediación de las élites en la configuración política de las condiciones económicas, jurídicas, sociales y culturales del país. Labarca, en cambio, muchas veces habla acerca de emancipación política y jurídica de forma más concreta y, cosa importante, más como resultado de la organización política de las mujeres que de las decisiones tomadas por la clase política (aunque por momentos haya contribuido en algunos avances sociales). El carácter emancipatorio de Amanda Labarca –que la opone a cierto desarrollismo que desconfía de la organización política como vía de mejoras socioculturales– se observa también en el uso de un ‘nosotras’ en “Evolución femenina” que marca un colectivo que se sitúa desde la acción política y desde la conciencia de la progresividad de los derechos adquiridos.
Imaginemos cómo, si hubiera sido impresa la Enciclopedia chilena, habría funcionado el texto de Labarca en el marco de su propósito desarrollista. El lector legislador, que debe decidir desde la posesión de la mejor información posible, toma la enciclopedia. Debe tratar alguna materia que atañe a la mujer. El protocolo imaginado es que, con la información encontrada en el artículo, podrá velar de mejor forma por el desarrollo del país. Ahora bien, en este ejercicio hipotético, el legislador vería, en el texto de Labarca, dinamitada la lógica misma de la práctica de lectura diseñada en el dispositivo enciclopédico. Se produce una neutralización del proyecto desarrollista mediante la valorización de la organización política como medio para mejorar las condiciones político-jurídico-culturales de la mujer. Su propio rol dirigente a cargo del desarrollo queda en entredicho. Su inutilidad se lee entrelíneas. El texto de Labarca, además, le da un vuelco al sentido del desarrollismo. Lo despoja de su elitismo y le otorga un carácter emancipador que proviene de la acción política civil. Al exponer el rol que la legislación ha tenido en la limitación de los derechos de la mujer –ya sea de manera explícita, o hipócrita (como en el caso de la nulidad del matrimonio en vez de una ley de divorcio)– el lector legislador es cuestionado en su actuar. Desde la perspectiva de la emancipación, y del desarrollo entendido desde los derechos políticos de la mujer, su rol ha sido más bien el de una fuerza reaccionaria opuesta al progreso. El artículo de Labarca desmonta, desde el interior, la supuesta progresividad del desarrollismo, mostrando de forma implícita su conservadurismo y los efectos restrictivos que ha tenido en la mejora de las condiciones de vida de las mujeres.
Por eso, conviene entender cómo Labarca utiliza la tradición del enciclopedismo para participar en esferas del discurso desarrollista. Para comprender la especificidad del gesto de la escritora, debemos recordar algunos aspectos de lo enciclopédico como tal. La enciclopedia despierta, según Alain Rey, el “fantasma del saber total” (20). Meschonnic destaca, por su parte, que la enciclopedia se ofrece como “totalidad habitable del pensamiento” (216). La enciclopedia reúne en sí los saberes de diferentes disciplinas y describe el mundo parcelándolo en ‘entradas’. Así, se reúnen en ella, según Auroux, la tendencia a la exhaustividad y a la unidad, con sus respectivos principios de cierre y principios de organización implícitos en esta forma de exponer saberes ya alcanzados (314). Por lo general, la enciclopedia no es lugar de creación de conocimiento, sino de divulgación de saberes ya elaborados. Y si bien tendemos a asociar la enciclopedia con grandes volúmenes que, desde la Encyclopédie de Diderot y D’Alembert, han circulado en el mercado del libro con excelentes resultados económicos hasta bien avanzado el siglo XX, lo cierto es que el enciclopedismo, como género, existe también en la literatura, en obras informativas y de divulgación de distinto tipo (así como en nuevas enciclopedias digitales colaborativas, como Wikipedia).
Por eso, es importante volver a esta idea del género, entendido más allá de las convenciones textuales, como “expectativa afectiva a cómo habrá de experimentarse el despliegue de algo” (Berlant 28). Hay una expectativa que se gatilla mediante el discurso enciclopédico que proyecta esta idea de totalidad y que promete explorar la realidad de forma exhaustiva desde distintas entradas. Ambos textos de Labarca son enciclopédicos en más de un sentido. En el caso de “Evolución femenina”, nos encontramos frente a un discurso enciclopédico en el interior de un libro que, también, busca reunir una serie de colaboraciones desde distintas disciplinas para abordar un tema, eso sí, más acotado que el de las enciclopedias universales (el desarrollo de Chile en la primera mitad del siglo XX). “Mujer. Condición de la mujer chilena” también es un texto cuyo discurso enciclopédico se inscribe, a su vez, en una obra enciclopédica cuyo principio de cierre era todo lo relativo al país. Pero ambos textos son enciclopédicos también, y creemos que esto es más relevante, porque, al interior mismo de la ‘entrada’ o ‘capítulo’ escritos por Labarca, el enciclopedismo es la forma de abordar los temas. Labarca no escribe desde un saber constituido, en tanto especialista. Sus escritos realizan una segunda vez el gesto enciclopédico, reuniendo diversos saberes en una misma entrada, como si, en ella, la divulgación se disociara de la especialidad. Su movimiento es omnívoro en la reunión de saberes dispersos. Lo que hay es la postulación de una ‘entrada’ para la que no hay disciplina clara, o una ‘entrada’ vacante.
El enciclopedismo de Labarca nos interesa, más que como un discurso (que tiene sus convenciones y sus modos de circulación), como tecnología de escritura. Ong plantea que la escritura es una tecnología de la palabra, de modo que los géneros y los discursos mismos pueden entenderse desde esta perspectiva. Esta tecnología implica el manejo de herramientas, de información, de convenciones, de máquinas, de procesos de elaboración, revisión y corrección, que confluyen en la creación de textos y su posterior publicación. Hablar del enciclopedismo como tecnología de escritura en Labarca apunta a vislumbrar, en su escritura, huellas de este conocimiento práctico y material de lo que implica escribir, de ese conocimiento íntimo de las temporalidades de la escritura, del uso material de la información y sus transformaciones en distintos contextos dependiendo de los propósitos, y del uso de los diversos géneros discursivos para finalidades comunicativas diferentes. En este sentido, proponemos que la escritura de Labarca muestra un enciclopedismo como contrasaber, como subversión de cierta episteme patriarcal, es decir, una alta conciencia de estas tecnologías, lo que la lleva a construir un sofisticado arte de la composición enciclopédica que va a contracorriente del uso más convencional del género. Y es que la escritura, en Labarca, se subordina a un horizonte político feminista, y no a un corpus de saberes de especialidad, lo que orienta los procedimientos utilizados y el uso que se hace de las instancias públicas que constituyen los textos que escribe. Es, nos parece también, algo que acerca a Labarca a la literatura (en el sentido de tomar conciencia de los procedimientos de escritura, y de los efectos que estos producen, más que reproducir convenciones por el respeto que merecerían).
Pero pensar el enciclopedismo estrictamente desde la oposición entre la producción de conocimiento o saber, por un lado, y la divulgación, por el otro, resulta, en nuestra opinión, problemático. Pues, para considerar que una enciclopedia se restringe a compilar y luego ofrecer al público un conocimiento que ya se encuentra establecido, presupone que los conocimientos están organizados en conjuntos estables y limitados. Es decir, supone que el conocimiento se ofrece como un saber constituido en disciplinas. Si bien hasta cierto punto esto puede ser efectivo, también lo es que los saberes se encuentran en constante movimiento y que son el efecto de procesos complejos y multidimensionales, en los que no solo gravita algo así como el imperio de un conocimiento puro. Las fronteras que dividen un conocimiento de otro son muchas veces difusas, y una serie de saberes (si no el saber en su totalidad) está sometida a una permanente redefinición. Un saber es, siguiendo los planteamientos de Bourdieu, un campo en disputa, atravesado por múltiples intereses y poderes. Asimismo y con anterioridad, uno de los textos fundantes de la Escuela de Fráncfort –Teoría tradicional y teoría crítica–, escrito por Max Horkheimer, en parte como respuesta a la así llamada disputa del positivismo, plantea con gran lucidez que presuponer la neutralidad de una disciplina, como si esta simplemente reflejara el estado de las cosas, no es más que una ingenuidad, que conviene a algunos. No existiría nada parecido a una ciencia pura, libre de condiciones económicas, descontextualizada del lugar y el tiempo de producción. Todo saber está entretejido de variadas maneras con las relaciones de poder y con todo lo que ellas conllevan e implican.
Visto así, la enciclopedia –como aquella enciclopedia china inventada por Borges, que nos enrostra la posibilidad del absurdo de una organización que no admite su propia arbitrariedad– se convierte, paradójicamente, en una especie de cajón de sastre, en el que pueden convivir –y ser útiles– saberes, conocimientos, disciplinas e ideas muy diversos, que se aúnan en torno a objetos del conocimiento que obedecen a lógicas disímiles. Nos parece reconocer en Amanda Labarca una conciencia en relación con esta posibilidad que (le) ofrece la enciclopedia, cuando no es considerada solo como un receptáculo de una serie de elementos que efectivamente existen fuera de ella, sino como un espacio que puede ser vehiculizado para conformar conocimiento y poner determinados asuntos en circulación.
Así, resulta complejo de entrada, o quizás más bien imposible, plantear la categoría de la mujer como un objeto de conocimiento cerrado y estable. También porque Amanda Labarca, en tanto mujer, se escinde en sujeto y objeto, que operarían simultáneamente. Frente al conocer y/o describir la condición de la mujer se abre asimismo la interrogante acerca de qué condición está siendo focalizada. Algo similar ocurre al pensar en su evolución. Esta ambivalencia e inestabilidad del objeto que supuestamente se encuentra en el centro de los textos a cargo de Labarca no presenta un obstáculo para la escritora, sino más bien todo lo contrario: le abren la posibilidad de ir redefiniendo su objeto en la medida en que lo va (d)escribiendo. O cambiar la perspectiva desde la cual lo mira, volviéndolo multiforme y poliédrico. La poca claridad que existe a priori sobre aquello que fungiría como saber constituido del cual el artículo debe dar cuenta, permite a la autora poner en juego una serie de estrategias que parecen adecuarse a las necesidades enciclopédicas, pero que operan en pos de los intereses propios y su proyecto emancipador.
Podemos afirmar, entonces, que Labarca concibe su discurso feminista desde el enciclopedismo como estrategia de escritura. Mientras que otros capítulos del libro responden a la lógica del especialista, el de ella cruza distintas disciplinas: derecho, historia, literatura, economía y sociología, entre otras. El feminismo no tiene disciplina propia, pero todas las disciplinas pueden servir a la causa feminista. Esto exige de parte de Labarca el manejo de información perteneciente a campos disciplinares heterogéneos, que ella, mediante la escritura, articula en un mismo relato, cuyo eje es el de la progresión de las condiciones de vida de la mujer. Además, es un enciclopedismo capaz incluso de romper las barreras de las disciplinas y apelar, por momentos, a recursos más propios de la literatura, como, por ejemplo, en “Evolución femenina”, a la memoria biográfica de la infancia o, también, a la descripción de una atmósfera general de una época determinada. La estrategia del enciclopedismo de Labarca es una reacción a la omisión de las distintas disciplinas frente a la cuestión de la mujer. Consiste en una inversión de la dinámica del enciclopedismo patriarcal de la época, en que cada voz masculina habla de su especialidad sin poner énfasis en la justicia pendiente hacia la condición femenina en el país. Labarca se rebela ante este uso del espacio escritural y convoca a las distintas disciplinas para aquello que falta en ese espacio público, o que al menos ella considera que debe, desde su posición de única o casi única escritora académica mujer, visibilizar. Este enciclopedismo lo que hace entonces es constituirse como una contracara, como una subversión de la dinámica general de la escritura científico-académica en términos de los géneros masculino y femenino. Construye, al interior de volúmenes enciclopédicos, miniaturas enciclopédicas que proyectan con fuerza hacia el lector lo que el marco general de las obras tiende a olvidar, y funcionan como sólidos montajes de la memoria feminista, constituyéndose con bloques de datos, referencias y afectos que Labarca utiliza con una verdadera conciencia del trabajo de la escritura.
Labarca realiza gestos de apertura que, en apariencia, se adecúan al contexto de enunciación más amplio en que sus intervenciones se insertan y que le permiten, también, mediante procedimientos específicos, orientar su producción escrita hacia una concepción política de la escritura donde la emancipación de la mujer ocupa un papel central3. Es posible, a pesar de su inevitable imbricación, aislar estas operaciones y analizarlas individualmente. La consideración paralela de ambos escritos aquí estudiados nos permite conjeturar que estos procedimientos son hechos contingentes, y que obedecen a una práctica sistemática, que persigue efectos concretos en el texto que son solidarios con su orientación política. Hay, creemos, una conciencia literaria del enciclopedismo que le otorga a estos procedimientos una diferencia cualitativa respecto de otras escrituras enciclopédicas. No se trata de ese registro positivista, apegado a los hechos en su acumulación, que justamente en su acumulación y supuesta neutralidad busca generar cierto efecto de autoridad y objetividad para demostrar la posesión de conocimiento en una determinada materia. Aquí, en cambio, se buscan efectos donde la afectividad juega un papel relevante. Lo afectivo, de hecho, podría decirse que es un elemento central del dispositivo enciclopédico diseñado por Labarca, y que combina así la acumulación de información con un relato que quiere comunicar el tránsito afectivo que va desde la injusticia hacia la libertad.
3. Tachar y corregir como dramatización afectiva y énfasis en la acción política femenina
Solo podemos observar el tachar en el caso de su artículo para el proyecto enciclopédico, dado que ahí nos encontramos frente a un texto no publicado, una versión no definitiva, una que puede/debe ser sometida a correcciones. “Mujer. Condición de la mujer chilena” contiene varias tachaduras de su autora y propuestas de correcciones o cambios. Resulta muy interesante contrastar los términos tachados, es decir, desechados por algún motivo, y las palabras que se exponen como sustitución. Por supuesto que nuestras lecturas al respecto solo pueden moverse en el horizonte de la especulación: no sabemos qué motivó a Labarca a corregir o cambiar lo consignado en el papel. Así y todo, y poniendo en relación este mecanismo, al que le suponemos una pulsión estratégica –en la medida en que cada relectura de un texto propio y su mejoramiento o adecuación a un cierto marco se hace probablemente en vistas de que se publique– con las otras estrategias escriturales identificadas, pensamos que sus tachaduras se hacen legibles y pueden ser interpretadas.
Adherimos en este análisis a las premisas planteadas por la crítica genética, que incluye a la atención del texto publicado en su versión definitiva, la pesquisa del proceso creativo, que solo puede ser reconstruido a posteriori, muchas veces ocupando como materiales los cuadernos de trabajos de las y los autores. Como plantea la crítica argentina Élida Lois:
se trata de la escritura como etapa central de un proceso creativo que se desarrolla en el tiempo y se expande por el espacio de la página por medio de operaciones que se materializan en inscripciones (pertenezcan o no al lenguaje articulado). Pero los objetos escriturales no son ‘objetos textuales’: el texto es testimonio de una forma, los papeles de trabajo escritural son el testimonio de una dinámica. (59)
Veremos, así, que la primera versión del texto, más tibio, da paso a una versión corregida mucho más explícita en subrayar la acción política de las mujeres y en hacer sentir al lector el peso de las dificultades que estas han experimentado históricamente, aproximándonos a aquel entrelíneas que emerge al situarnos entre la palabra suprimida y aquella que la reemplaza.
Nos aventuramos a proponer que serían identificables, sobre todo, dos lógicas diferentes en relación con el procedimiento de tachado, que abren dos posibilidades interpretativas que se podrían considerar contrarias. En primer lugar, hay una serie de tachaduras que inferimos obedecen a la acción de corregir, enmendar. Desde correcciones de palabras mal tipografiadas, a enmiendas gramaticales, el texto muestra las huellas de una lectura que rectifica errores. No parece mayormente fructífero reparar en este acto más bien mecánico. Dentro de este mismo grupo, pero ya abriendo otras posibilidades interpretativas, están las tachaduras que implican una mejora, una optimización de lo escrito. Acá nos adentramos a las intenciones del texto; al releer aparece una palabra, una forma de decir que se adecúa mejor a lo que la autora quiere que su escrito diga. Al poner estas mejoras textuales en relación con la problemática de la mujer y su emancipación, podemos reconocer ciertas sustituciones de palabras tachadas que expresan de manera más clara la voluntad feminista que atribuimos a Labarca. Un ejemplo de ello, se muestra cuando Labarca contrasta las pocas posibilidades de surgir que tenían las mujeres en el siglo XVIII, reconociendo que a pesar de ello hay algunas historias de vidas extraordinarias: “A pesar del reducido marco en el que la sociedad de aquellos siglos reducía a la mujer, no faltaron personalidades airosas que dejasen pruebas de sus vocaciones literarias.” (18). La palabra ‘reducido’ que describe el marco en el que las mujeres se movían, está tachada y se ofrece su reemplazo por la palabra ‘estrechísimo’. Más allá de cambiar el adjetivo, que da cuenta de la restricción (probablemente para evitar la repetición de ‘reducido’), se aprovecha la sustitución de la palabra para dar mayor énfasis, usando el superlativo. El adjetivo estrecho ya parece empequeñecer el marco reducido. El superlativo acentúa aún más esta idea de las dificultades que debían sortear las mujeres para instalarse en una posición de visibilidad en una sociedad patriarcal, volviéndolas más destacadas. Insistir en el pedregoso camino que las mujeres han tenido que recorrer para ir conquistando solo paulatinamente su emancipación –no completada en el momento en que Labarca, como ella misma nos recuerda en varias ocasiones, escribe– le da una lógica y estructura narrativa al texto, que va emergiendo al desplegarse. La emancipación aparece en tanto resultado de una lucha y conquista, que tiene protagonistas y antagonistas.
Imagen 1
Ejemplo de tachadura en “Mujer. Condición de la mujer chilena”, p. 18.
Un gesto parecido puede ser reconocido cuando Labarca se refiere a la obtención del voto femenino a fines de la década del cuarenta. En este apartado, la autora agrega palabras, aumentando la intención de mostrar lo difícil que ha sido y lo mucho que ha costado a sus protagonistas llegar a tener el derecho a sufragar. En un punto reunido bajo “status legal”, se lee: “[Gracias a] La acción de las mujeres reunidas en las diversas agrupaciones de carácter feminista de que hemos dado cuenta en el párrafo anterior, [se] logró[aron] enmiendas sustanciales de la condición jurídica de la mujer” (35). Más allá de corregir el singular del verbo “logró” al final de la cita por el correspondiente plural a “las enmiendas”, y agregar el “se” faltante, Labarca suma al comienzo la expresión “Gracias a”. Estas “acciones” tienen mujeres concretas detrás, protagonistas, que son responsables de esta conquista política. El “gracias a” subraya este hecho y vuelve menos impersonal la expresión primera. El dramatismo de la narración crece y hace visible la intención del texto: se va inscribiendo, de este modo, una especie de teleología feminista.
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Ejemplo de corrección en “Mujer. Condición de la mujer chilena”, p. 35.
En segundo lugar, es posible observar otro tipo de tachaduras que, podría decirse, tienden a desestabilizar el texto. Si en los ejemplos recién revisados la escritura se carga de intención, de una voluntad que parece operar como una especie de paragua significativo, en lo que sigue, el texto se vuelve poroso, un conjunto que amenaza con la disolución de sus sentidos. Esta perturbación en y de la escritura se observa paradigmáticamente en el momento en que Labarca intenta hacerse cargo del caso de la así llamada Quintrala. Dedica tres páginas a esta figura, que ha operado como caso emblemático en la historia de Chile, sirviendo de ejemplo religioso, psiquiátrico o feminista4. Labarca la introduce desde la conciencia de que se trata de un terreno disputable, que ha servido de soporte interpretativo y que, por lo tanto, puede ser usado para fines diversos. De hecho, al convocarla a su texto, escribe “La Quintrala, la famosa Catalina de los Ríos y Lisperguer, ¿fue una abominable excepción, un caso patológico, o una erupción visible de fuerzas existentes en el régimen colonial?” (14-15). Comienza con una interrogante que se abre a un caso a partir del cual pueden ser ensayadas diversas comprensiones. Lo que llama la atención en este apartado es que las borraduras están marcadas por una afectividad que es errática en relación con su objeto de estudio. La autora parece saber que no puede redimir a una asesina, pero quiere entenderla, simultáneamente, como un efecto de ciertas condiciones sociales y legales propias de la colonia, marcadas por injusticias estructurales. El caso de la Quintrala corresponde a las páginas del texto de Labarca que más tachaduras muestra y que connota cierta inestabilidad respecto de su objeto y sus posibilidades de interpretación. Labarca acá antecede, sin atreverse a hacerlo de forma decidida, una lectura feminista de la Quintrala, y avanza a disputarle a Vicuña Mackenna su lectura de la femme fatale más conocida de la historia de Chile.
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Ejemplos de tachaduras y correcciones en torno a La Quintrala,
en “Mujer. Condición de la mujer chilena”, p. 15-16.
4. Perfilar: representación teleológico-afectiva de la mujer chilena
La operación de perfilar –cercana a la acumulación positivista– le da una orientación afectiva a la suma agregada de información de distinto tipo (jurídica, cultural, histórica), y de esa forma logra dar una dimensión colectiva a este conjunto de conocimientos, transformándolos en algo más significativo. Por lo general, mediante esta etrategia Labarca intenta comunicar un proceso cultural más amplio. Para eso, transforma casos particulares en representantes de un movimiento histórico y cultural mayor, agregando comentarios que sintetizan el significado epocal y emocional de determinados fenómenos. En ambos textos, Labarca configura perfiles de mujeres chilenas destacadas, en los más diversos campos de acción. Constituir perfiles implica primero seleccionar a mujeres notables e instalarlas o reiterar y acentuar el lugar que ocupan en una historia y/o tradición, correspondiente a una de las lógicas más comunes de la enciclopedia. El nombre propio es una forma habitual de organizar el conocimiento. Pero hay varios efectos más que acarrea consigo, en la gramática que despliegan los textos de Labarca, la escritura de estos perfiles. Por ejemplo, la de evolución; hay listas que implican una diacronía que va evidenciando una lógica de menos a más: menos mujeres profesionales más atrás en el tiempo, y, a través de la paulatina emancipación, más en el presente. Se va configurando, de este modo, una especie de teleología emancipatoria que Labarca inscribe en el acto de perfilar. A su vez, pensar el grupo heterogéneo de mujeres desde la multiplicidad de espacios en los que han alcanzado notoriedad, permite a la autora expandir precisamente estos lugares. Pareciera ya no haber espacios restringidos a la injerencia femenina y el futuro se abre como un agregado potencialmente infinito de más nombres y perfiles5.
Al retomar su mirada diacrónica, que constituye la forma organizacional de “Mujer. Condición de la mujer”, rastrea hasta los tiempos de la conquista y colonia a mujeres que han marcado la historia de Chile. Isabel la Católica, Francisca de Nebrija, Beatriz Galindo, Santa Teresa y, luego, Inés de Suárez, hacen su aparición, acompañadas de citas de historiadores que las engrandecen y subrayan no solo su importancia histórica, sino muchas veces el hecho de ser mujeres influyentes. Labarca escribe, en cierta medida, también contra la historia de carácter oficial, o la gran historia, donde las mujeres ocupan lugares minoritarios o incluso decorativos, para generar otro relato que permita mostrar la presencia de mujeres importantes en episodios remotos de la historia nacional. Al lado de figuras ilustres, como Sor Úrsula de Suárez, aparecen, a su vez, mujeres menos conocidas, como Dolores Egaña Fabres, “la primera mujer chilena y acaso americana que ingresara a estudios superiores” (19). Y así suma y sigue; hay largos pasajes dedicados a mujeres que marcaron desde ámbitos diversos la vida cultural, política, social del Chile del pasado. Lo que nos gustaría destacar en esta técnica narrativa del perfilar es que emerge cuando a Labarca le conviene o le sirve a sus fines escriturales. Puede estar tratando de manera más general un cierto tema, describiendo, por ejemplo, hábitos y costumbres, para luego hacer aparecer una seguidilla de perfiles de mujeres que interrumpen el hilo escritural, que, tras retratar a algunas mujeres, se retoma.
Hacia final del relato que Labarca construye en “Mujer. Condición de la mujer”, parece llegar a la cúspide de la evolución configurada, cuando se dedica a las mujeres escritoras. Nombra varias compañeras de letras, como Mariana Cox de Stuven (Shade), Inés Echeverría (Iris), Teresa Wilms Montt, Elvira Santa Cruz (Roxane), para llegar a la figura de Gabriela Mistral, que opera como el broche de oro de su lista: “Mas [sic] dilatado renombre que ninguna alcanza Lucila Godoy […] que inicia su gloriosa ascensión con sus ‘Sonetos de la muerte’, laureados en 1914 y recibe la consagración mundial con el Premio Nobel” (52). De esta forma, el efecto que se genera en la escritura es la de un desarrollo teleológico de la mujer, que tiende a alcanzar cada vez más y mejores logros. En la medida en que la sociedad chilena avanza en las conquistas sociales, políticas y económicas para las mujeres, estas recompensan al colectivo con grandes resultados, como lo es emblemáticamente el Premio Nobel. El efecto que se genera en el lector es de orden afectivo, pues la reacción esperada frente a la narración de Labarca es desear, junto a ella, que las mujeres tengan cada vez más posibilidades de despliegue en pos de mostrar su grandeza. Ilustrativo es, en este sentido, el cierre de la entrada enciclopédica de Labarca, que concluye de manera celebratoria: “Los nombres de ensayistas, periodistas, escritoras de obras científicas, de jurisprudencia, de educación, aparecen a diario en nuestras bibliotecas y son otros tantos índices de las variadísimas labores culturales a que se dedican hoy las mujeres chilenas.” (53)
En “Evolución femenina”, el espacio más reducido del artículo le da menos juego a la autora para dedicar muchas páginas al perfilamiento. Aun así, se reconoce la misma estrategia de interrumpir un relato de orden cronológico e histórico, para detenerse en los retratos de destacadas mujeres. Volvemos a leer sobre los aportes de Inés de Suárez, figura con la que feminiza el período de la llegada de los españoles, tradicionalmente narrado como un relato de grandes hombres. Y nuevamente la escritura se colma de énfasis afectivos, como el epíteto que acompaña a Celinda Arregui de Rodicio, que funda el Consejo Nacional de Mujeres y que es nominada como “otra luchadora tenaz” (119). El tiempo que antecedió a la obtención del voto femenino se dibuja como próspero y decisivo para la historia de las mujeres y nuevamente se llega “al cénit de la celebridad continental” (121) con Gabriela Mistral. El final de “Evolución femenina” presenta un cierre parecido, donde los alcances del crecimiento de las mujeres en todas las áreas del saber y del quehacer artístico se ensalzan entusiastamente: “Mujeres de letras, escultoras, pintoras, músicas han rendido magníficas pruebas de su inteligencia y de su consagración a las tareas de la creación artística” (129). Y la frase final se abre al horizonte de un porvenir próspero, donde la mujer chilena comenzará a desplegar todas sus habilidades en el seno de la nación: “Es de esperar que empiece a cumplir noblemente los deberes anejos a su mayoría de edad en la República” (129). Si el relato que Labarca ha ido dibujando sigue la lógica del menos a más, donde los primeros perfiles de mujeres en la historia de Chile sirven de ejemplos excepcionales y precursores, el futuro que se abre es luminoso. Así Labarca traza, a través de los perfiles, una teleología afectiva de la mujer chilena.
5. La repetición como condensación literaria
de un proceso histórico
No es la singularidad de la repetición como procedimiento –común, ciertamente, en la época y aun hoy– lo que nos interesa subrayar, es más bien el sentido que cumple la repetición, el horizonte al que se aboca, y que resulta convergente con las otras dos operaciones aquí analizadas. El repetir pareciera contradecir las lógicas más propias del enciclopedismo, que, por el volumen de información que contiene, tiende a la economía, es decir, a condensar, sintetizar y abreviar lo más posible. En los textos de Amanda Labarca se observa una tendencia contraria. Una y otra vez se reitera no solo lo que podemos llamar datos, es decir, información propiamente tal, sino también ideas y propuestas. El espacio múltiple de las tecnologías de la escritura que Labarca desarrolla a partir de la apropiación del enciclopedismo le abre a la autora la posibilidad de introducir, a partir, de la reiteración, el establecimiento de ciertas realidades o verdades. Acá puede verse cómo Labarca constituye conocimiento buscando establecer un estado de las cosas, más que describir uno ya configurado. En muchos casos, vemos párrafos exactamente iguales, o con ligerísimas variantes. La repetición da cuenta de un método de trabajo que utiliza bloques de escritura que pueden desplazarse a textos diferentes y ser insertados en estas narraciones donde la información singular será perfilada como síntoma de lo colectivo y donde el trabajo de corrección profundizará la intención política del texto.
La repetición en Labarca es una estrategia intertextual intraautoral, que puede dar cuenta de un tercer bloque de escritura que solo podemos presuponer, pero que sería algo así como el archivo desde el cual Labarca compone sus textos. En ausencia de ese tercer corpus, nos limitamos aquí a describir las repeticiones existentes entre “Mujer. Condición de la mujer chilena” y “Evolución femenina”. Las repeticiones se producen en áreas específicas. Si bien “Evolución femenina” en principio se refiere a los años que van desde 1900 a 1950, lo cierto es que, tal como en el texto de la Enciclopedia chilena, varios párrafos despliegan una especie de genealogía cultural del lugar de la mujer en la sociedad chilena que retrocede hasta el mundo precolombino, por una parte, y a la colonia, por otra. A modo de ejemplo, nos gustaría comparar dos párrafos. El primero es parte de la segunda sección del texto de la Enciclopedia chilena. La primera sección trata de los antecedentes indígenas y españoles. La segunda, aborda el impacto del mestizaje español-indígena que condiciona el desarrollo de la sociedad americana y, por lo tanto, de la mujer. El primer párrafo de esta sección plantea igualmente la idea de que, debido a la convivencia con moros y judíos, los españoles no aborrecían el mestizaje con indígenas. El párrafo transcrito interviene justo después de este primer párrafo, tras el cual se va a ejemplificar el caso de Inés de Suárez:
El hecho de que en el mestizaje predomine por mucho tiempo, la unión de varón blanco con hembra cobriza, dió a ésta el imperio doméstico en la formación de los hijos. El hombre fué soldado y aventurero, no arraigó. Ellas pertenecían a la tierra y allí se quedaron con los hijos del blanco. Las escasas españolas que llegaron acá hubieron de compartir la responsabilidad de la lucha contra una naturaleza hostil y contra indios indómitos como los de Chile, por ejemplo. Las circunstancias las obligaron a hacerse valiosas y fuertes, a desarrollar su personalidad hasta ser respetada de amigos y enemigos. Al aventurarse en tierras incógnitas forzosamente hubieron de convertirse en amazonas, en adelantadas, en fundadoras de pueblos. Su status familiar español hubo de modificarse. “Es en América otro ser que en la vieja Europa. De este encuentro de la mujer con lo desconocido, de su participación directa en la ruda labor de la colonización saldrá con el tiempo –breve tiempo de tres siglos apenas– una nueva mente femenina: la mujer americana”6. (11)
En el caso de “Evolución femenina”, se trata de las líneas que abren la tercera sección, llamada “Los avances feministas”:
El status familiar de la mujer española de los siglos del descubrimiento y conquista de América, no se transplantó a ésta sin cambios fundamentales. Acá, una que otra mujer blanca acompañó a los exploradores y expedicionarios. Tal fué el caso de Inés de Suárez y Pedro de Valdivia, conquistadores de Chile. Al aventurarse en tierras incógnitas, forzosamente, las mujeres hubieron de convertirse en amazonas, en adelantadas, en fundadoras de pueblos. A doña Inés le debe Chile la iniciativa del trigo y la crianza de aves domésticas. Ella salvó un puñado de trigo y unas gallinas del gran incendio de la recién fundada capital –Santiago– provocado por los indios rebeldes. (116)
Llama la atención la repetición casi idéntica de una oración completa, a pesar de que los párrafos varían tanto en su comienzo como en su final. Si bien están hablando del mismo tema, apreciamos niveles de condensación de información diferentes. En el párrafo de la Enciclopedia chilena, la oración repetida se escribe en el marco de una descripción detallada acerca de cómo la función guerrera masculina condicionó el papel de la mujer. En el párrafo de “Evolución femenina” no se explica tanto el porqué del condicionamiento de dicho rol, sino que se informa acerca de esa modificación. La oración repetida cobra, así, una función diferente en cada caso. En el primer párrafo, la oración prolonga y expone las consecuencias de un cambio que se viene explicando con anterioridad. En el segundo, esta oración es la que probablemente mejor describe el cambio. En el primer párrafo, no se presentan ejemplos concretos de estas mujeres, y concluye con una cita que generaliza este nuevo rol de la mujer proyectándolo como el origen de una “nueva mente femenina” que será la “mujer americana” (11). En el párrafo de “Evolución femenina”, la oración repetida está enmarcada por el caso de Inés de Suárez. Podríamos decir, incluso, que la oración en este caso cumple la función de hacer de Inés de Suárez un caso general, en línea con ese otro procedimiento que es perfilar. La oración en sí misma destaca por su capacidad de condensar un cambio en la condición de la mujer de manera sugerente (“aventurarse en tierras incógnitas”), problemática (“forzosamente”), y subrayando una novedad casi mitológica, equiparándola a cualidades habitualmente otorgadas a lo masculino (“adelantadas”, “fundadoras de pueblos”). No es de extrañar entonces que esta oración, por su capacidad de condensación literaria de un hecho, sea retenida por Labarca como una pieza móvil que ayuda a configurar el relato de emancipación que teje. En este caso, la repetición es un desplazamiento de cierta energía lingüística que plasma con fuerza una ruptura histórica, que es planteada en un caso al interior de un párrafo que le da una explicación; mientras que en el otro la ruptura histórica es simplemente enunciada y ejemplificada. En cualquier caso, la oración repetida cumple el rol de sintetizar esa ruptura, de capturar ese hecho, en torno al cual pueden desplegarse explicaciones o descripciones adicionales.
En otros casos, la repetición no es necesariamente llamativa en términos estilísticos, y se trata más bien del uso casi idéntico de textos que describen la situación legal de la mujer. En el texto de la Enciclopedia chilena, por ejemplo, se menciona que
La familia legítima de cepa española o criollas estuvo resguardada por las leyes. El marido era su representante legal. Dominaba como un patriarca los destinos de la mujer y la prole. La institución del mayorazgo dió al hijo mayor derechos a la jefatura de la familia en ausencia o muerte del padre. A su autoridad se sometían madre y hermanos. Al padre o a él les competía darles estado, es decir casarlas. La hembra era una menor que al contraer nupcias pasaba de la potestad paterna a la marital. (14)
En el caso de “Evolución femenina”, leemos:
La ley concedió derechos y protección a la familia legítima que constituyó siempre la minoría de la población. Sobre ella velaron las leyes españolas y las de Indias. La institución del mayorazgo dió al hijo mayor derechos a la jefatura de la familia en ausencia o muerte del padre. A su autoridad estuvieron sometidas madres y hermanas. A él les competía darles estado, es decir, casarlas. La hembra era una menor que al contraer nupcias pasaba de la potestad paterna a la marital. (117)
Ambos fragmentos casi idénticos, los distingue una redacción diferente: en la primera oración cambia el sujeto (pasivo en un caso, activo en otro) de la acción (la familia versus la ley). En el caso de “Evolución femenina” se subraya el carácter minoritario de aquello que fue protegido. En la Enciclopedia chilena se subraya la importancia del marido y su dominación como patriarca sobre la mujer y los hijos. En “Evolución femenina” la figura del marido retrocede para dar mayor espacio al mayorazgo. La omisión de las dos oraciones sobre el marido en “Evolución femenina” genera una pequeña indeterminación que da a entender que es el mayorazgo y no el marido lo que mantiene dominadas a las mujeres. El texto posterior parece restituir el lugar del marido-padre, pues si bien se podría pensar que su autoridad remite al mayorazgo, cuando se menciona que una hija al casarse pasa de la potestad paterna a la marital se explicita esta restitución.De alguna manera, la repetición da cuenta de distintas formas de producir un mismo efecto. Ya sea explicitando el carácter patriarcal del marido, o bien, sugiriéndolo mediante una restitución indirecta de su rol. Labarca, al repetir, de alguna manera confía en que lo iterado, a pesar de sus variantes, comunica la condición femenina eficazmente. No es necesario, pareciera indicar la repetición, darse tantas vueltas para decir algo que, dicho con contundencia, merece la pena de ser comunicado con su misma fuerza. La repetición aparece como una estrategia legítima de insistencia en aquello que es necesario decir y se vuelve pertinente desde la urgencia del propósito político. Hay ahí una conciencia sobre el valor de la escritura que, alejada de una idea de constante originalidad, prefiere reutilizarla en nuevos contextos de enunciación que, aun así, apuntan a un mismo horizonte7.
6. Reflexiones sobre una posible invisibilización
y la circulación de lo impreso
Comenzamos este ensayo señalando que no contábamos con información sobre las circunstancias en que fue solicitado y elaborado el escrito de Labarca para la Enciclopedia chilena. Sin embargo, hay otros documentos del archivo que arrojan luces sobre el lugar que, para los organizadores del proyecto, ocupaba la autora. En una “Bibliografía pedagógica chilena general concerniente a las voces redactadas para la Enciclopedia chilena”, Labarca aparece con diez títulos, que van entre 1925 y 1955. La bibliografía no tiene fecha, pero aparecen referencias a libros publicados durante los años sesenta, lo que nos muestra que en ese entonces, Labarca era considerada como una autoridad en el ámbito educativo. Por otra parte, en la “Primera Memoria del Comité Ejecutivo de la Enciclopedia Chilena”, y que velaba por el desarrollo de los trabajos en vistas de su publicación, se presenta un anexo con una propuesta de división temática. Una de las categorías temáticas sugeridas es “El hombre”, donde se menciona a Amanda Labarca como autora de una entrada sobre “La mujer”, que figura como un trabajo ya entregado. Esto es consistente con el hecho de que el artículo de Labarca da cuenta de hechos que llegan hasta 1954. A fines de los cincuenta –la memoria cubría el período entre el primero de enero de 1957 y el 3 de diciembre de 1958–, la revisión de los esquemas generales de la enciclopedia todavía incluye a Labarca en ellos.
Si bien no deja de ser llamativo que el artículo sobre la mujer hiciera parte de una sección que iba a ser llamada “El hombre”, lo cierto es que esta división temática fue abandonada. ¿En qué sección se incluiría entonces el escrito de Labarca? Las categorías de secciones presentan variaciones a lo largo de los distintos planes elaborados en la Enciclopedia chilena. Hacia comienzos de 1970, con el proyecto ya cuestionado públicamente y con un presupuesto reducido, las posibilidades de impresión disminuían. En ese entonces, en el “Informe del Comité Ejecutivo del 27 de abril de 1970 a solicitud del Consejo de la Editorial Jurídica”, se utilizaban 35 categorías para organizar las diferentes entradas enciclopédicas8. ¿En qué sección se incluiría entonces el escrito de Labarca? Supongamos que, por sus características, fuera en la sección de Historia. En un “Segundo Informe de Categorías”, probablemente elaborado alrededor de 1970, fecha en que se realizan una serie de intentos de reordenar el material, bajo mucha presión para publicar, el trabajo hecho, se presenta una nomenclatura para seleccionar artículos de esta sección. Se distingue entre artículos indispensables, importantes, discutibles, anecdóticos, o destinados a ser reserva o archivo. Se proponen una serie de subdivisiones de la sección de Historia, y una lista de “voces” correspondiente a cada subsección. La “voz” de Labarca no aparece en ninguna de las subsecciones. ¿Esta ausencia se deberá a que tal vez lo escrito por Labarca está en la sección de Antropología, o Sociología, en Misceláneas? Por el carácter histórico del texto, resulta difícil concebirlo fuera de la sección de Historia. Otra posibilidad es que, durante este tiempo, su trabajo haya sido excluido. No es difícil imaginar que alguien percibió el problema que planteaba Labarca en términos de las ideas políticas, distantes al proyecto mismo de la Enciclopedia. Tal vez eso bastó para que dejara de formar parte de las “voces” autorizadas. La mujer parece haber sido invisibilizada, o al menos cuesta encontrarla.
La publicación de “Evolución femenina”, a manos de la misma Amanda Labarca, contrasta con el proceso de difuminación de la presencia de “Mujer. Condición de la mujer chilena” en la Enciclopedia chilena. Creemos que esto obedece a los contextos sociales, culturales, políticos e ideológicos en que cada texto se inscribía. Hay espacios más o menos favorables para la circulación de discursos disidentes respecto del horizonte desarrollista, y en esos espacios menos favorables incluso un caballo de Troya puede ser descubierto9. Pero, al mismo tiempo, la presencia de Labarca en la Enciclopedia chilena, las estrategias que despliega, el lugar que ocupa y luego al parecer pierde, son síntomas de procesos sociales más amplios, donde la mujer asume mayor protagonismo en el campo de los saberes y de la cultura impresa.
Quizás valga la pena hacer presente, en este contexto, la tesis propuesta por el ya clásico texto de Julieta Kirkwood, Ser política en Chile. El recorrido por los movimientos feministas que traza Kirkwood muestra un período de efervescente lucha feminista antes de la obtención del voto en 1949. Las primeras décadas del siglo XX, especialmente, se muestran como un escenario en el que surgen una serie de movimientos y marcos institucionales –como el Círculo de Lectura de Señoras, fundado por la misma Labarca– y asociaciones que le permiten a la mujer organizarse y luchar por sus derechos. Las estrategias para lograrlo son variadas y se van adaptando a diversos contextos. Así, Asunción Lavrín ha identificado para Latinoamérica lo que ella denominó como un feminismo de compensación, donde predomina un tono reconciliador con los compañeros hombres y con el patriarcado como sistema social y político. Las mujeres tienden a autorrepresentarse como seres carentes de educación y, por ende, como malas compañeras de ruta para los influyentes hombres que tienen a su lado, además de deficientes madres y educadoras de los futuros dirigentes del país. Iris, por ejemplo, escribe en 1918:
Cuando nos hayan educado para asociarnos en la vida y no solo para dominarnos, el hombre en vez de tener en su mano otro problema y el más complicado, que es la mujer ociosa y semi-irresponsable, encontrará en ella su mejor ayuda. Ya no será la esclava desleal y astuta, sino la compañera útil y encantadora. (Iris en Subercaseux 286).
La pregunta por cuánto hay de estratégico en esta postura, es una que aquí solo podemos dejar enunciada. Este feminismo liberal, por cierto, no es el único existente de la época; recordemos la lucha de Luis Emilio Recabarren quien, con Belén de Sárraga y Teresa Flores, difundieron las ideas emancipatorias, junto a las del movimiento obrero, en el norte y sur de Chile. Sea como fuere, Kirkwood muestra que estas fuerzas que impulsan –en distintos niveles, en diversas clases sociales y con argumentos que algunas divergentes– mayores derechos para las mujeres, con el resultado emblemático de la obtención del voto, luego pierden vigor. Las mujeres ingresan a los partidos políticos, y las demandas más propiamente feministas tienden a quedar obliteradas bajo las lógicas partidarias. Kirkwood plantea que es así como habría un retroceso respecto de la pujanza del feminismo, que no volverá a hacerse presente si no con la dictadura y entramado con la lucha política contra el régimen dictatorial. Visto así, no sería de extrañar que la probable exclusión de Amanda Labarca del proyecto enciclopédico tuviera que ver con cierta despreocupación por los asuntos del feminismo, que es un sello de los años en cuestión. El asunto de las mujeres ya no parece urgente y hay un clima proclive para su invisibilización.
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1 Este Texto fue escrito en el marco del proyecto Fondecyt regular 1241082, “Discursos, prácticas y representaciones de lo impreso en la Enciclopedia Chilena (1948-1971), del que Christian Anwandter es investigador responsable.
2 La bibliografía existente sobre Amanda Labarca en sus distintas facetas –educadora, feminista, escritora, crítica–, es abundante y no deja de crecer. Sería difícil dar cuenta de ella en estas páginas y excede lo que este artículo se propone. Destacamos algunas de las publicaciones recientes que reúnen diversos artículos y trabajos sobre la obra de Labarca: Jennifer Abate (ed.), Amanda Labarca, una antología feminista; Gonzalo Salas y Edda Hurtado (eds.), Amanda Labarca. Lectora, escritora y crítica; Amanda Labarca. ¿A dónde va la mujer? (Valdivia: UACh, 2022); Montserrat Arre Marfull y Gonzalo Salas (eds.), Tramas literarias de Amanda Labarca. Contextos, voces, circulaciones; Gonzalo Salas y Nicol A. Barria-Asenjo (eds.), Dossier Amanda Labarca.
3 Como en “Evolución femenina”, cuando comenzando el texto señala que es “imposible abstraer a la mujer de esa unidad básica: la pareja humana. Varón y mujer unidos transmiten la existencia, auspician un hogar, preparan el porvenir de los hijos y aguardan la inmortalidad gracias a su común aporte a la savia persistente de la especie. Esa célula familiar primaria acciona y reacciona en un medio social específico. En este caso, el de nuestra patria” (107). Difícil ahuyentar a un lector conservador con estas palabras liminares.
4 El texto que popularizó la historia de la Quintrala fue la biografía que le dedicara, en 1877, Vicuña Mackenna a Catalina de los Ríos, convirtiéndola en un caso emblemático que visibiliza los cruces entre los discursos médicos y los legales. Un texto escrito, de cierta manera, en contra de la interpretación oficial que propone Vicuña Mackenna, es la novela de Mercedes Valdivieso, Maldita yo entre las mujeres, publicado más de cien años después. Hay, además, varios ensayos y textos académicos dedicados a la Quintrala, escritos por ilustres intelectuales como Lucía Guerra, Olga Grau o Bernardita Llanos, para nombrar solo a algunas.
55 Esta especie de solidaridad femenina no es privativa de Amanda Labarca, sino más bien es una estrategia común de sociabilidad literaria que se da en varias escritoras de la primera mitad del siglo XX. Frente a las cofradías masculinas, las mujeres se destacan mutuamente, haciendo frente, de este modo, a una histórica marginación. Claudia Darrigrandi, por ejemplo, analiza el caso de Marta Brunet y sus columnas de prensa, en la que selecciona sus temáticas, incluyendo conscientemente la condicionante de género. Véase, Claudia Darrigrandi, “Informar y seleccionar: Marta Brunet como columnista y editora”. También Natalia Cisterna ha trabajado sobre esta estrategia en los escritos de prensa de la misma Brunet y sus perfiles en la revista Ecran (“Alrededor de una comunidad femenina: los perfiles de mujeres de Marta Brunet en Ecran”). Un trabajo a nivel latinoamericano que abarca desde mitades del siglo XIX hasta mitades del siglo XX, resaltando la labor de autoras latinoamericanos y sus gestos de acentuar el trabajo de sus compañeras de ruta, usando estratégicamente los lugares que ocupan es el Dossier que coordinaron Natalia Cisterna y María Lucía Puppo, “Feminismo, redes y genealogía”, en Revista Chilena de Literatura.
6 La cita utilizada por Labarca es una referencia a Gustavo Pittaluga (Grandeza y servidumbre de la mujer, Buenos Aires: Editorial Sud-América, 1946, p. 610). Este tipo de argumentación, que vincula características étnicas con hábitos y costumbres relacionados con el territorio chileno, encuentra un importante antecedente en Raza chilena de Nicolás Palacios. Se deja entrever, así, la raigambre decimonónica de ciertas ideas de Labarca. Por otra parte, nos gustaría destacar que se ve aquí esbozada una tesis que será, más adelante, desarrollada por autores como Sonia Montecino en Madres y huachos: alegorías del mestizaje chileno en 1991 o Gabriel Salazar en Ser niño huacho en la historia de Chile (siglo XIX) en 2006.
7 Quizás habría que ampliar el estudio de estas “poéticas de la repetición”, abordadas por Felipe Cussen en el ámbito de la poesía experimental, a campos como el de la publicación académica y de divulgación, donde la repetición de lo propio hoy corre el riesgo de ser considerada como autoplagio.
8 Administración, Agricultura, Antropología, Arqueología, Asistencia Social, Biografías, Botánica, Contabilidad, Demografía, Derecho, Economía, Educación, Etnología, Filosofía, Folklore, Geografía, Geología, Historia, Industrias, Ingeniería Aplicada, Literatura, Medicina, Medicina Veterinaria, Minería, Misceláneas, Naufragios, Odontología, Partidos políticos, Periódicos y revistas, Química, Religión, Sismología, Sociología, Tecnicismos, Zoología.
9 Sería interesante, en el futuro, indagar sobre esta posibilidad a la luz de los recientes hallazgos de Sebastián Hernández, que estudia las prácticas de piratería de la editorial Letras de Amanda Labarca y su marido. Algunos ejemplos de libros pirateados de la editorial Sur, de Victoria Ocampo, fueron Tipos psicológicos de Carl Jung, Regreso y retoques de André Gide, Canguro de D.H. Lawrence y Contrapunto y Eyeless in Gaza de Aldous Huxley. Si bien estos hechos corresponden a la década del treinta, nos parecen que complejizan con nuevas capas lo que se suele conocer de Labarca.