Revista de Humanidades N.º 51: 465-482 ISSN: 07170491 • DOI: 10.53382/issn.2452-445X.883
Baile chino: peregrinar y construir la nación en el
Norte Grande de Chile
Baile Chino: pilgrimage and building the nation in Northern Chile
Bernardo Guerrero
ORCID: 0000-0002-8847-7721
Av. Arturo Prat N°2021, Iquique
bguerrer@unap.cl
Resumen
En este artículo analizamos la historia del baile chino de Iquique en función de dos elementos que nos parecen interesantes de destacar. El primero dice relación con el desplazamiento de este baile al Norte Grande y su posterior arraigo en la ciudad. El segundo, con que, en ese proceso, se han combinado muy bien dos elementos identitarios: el nacionalismo chileno y la identidad regional tarapaqueña.
En este análisis, además explicitamos los vasos comunicantes que se produjeron entre las dos fiestas religiosas más grande del norte de Chile: Andacollo y La Tirana.
Palabras claves: religiosidad popular, nacionalismo, etnicidad.
Abstract
In this research we analyze the History of The Iquique Chinese Dance in the role of two elements that we find interesting to stand out. The first one mentions the displacement of this dance to the North of Chile and its subsequent popularity in the city of Iquique. Immediately it is to empahasize that during this process two identity elements have well been combined: Chilean nationalism and the regional identity of Tarapaca.Throughout this analysis we are also interested in specifying the communicational links that have been produced between the two most important festivities in The North of Chile: Andacollo and La Tirana.
Keywords: Popular Religiousness, Nationalism, Ethnicity.
Recibido: 21/04/2023 Aceptado: 03/06/2024
La tradición oral cuenta que realizándose la fiesta de La Tirana cuando Tarapacá estaba bajo el dominio del Perú, asistió el baile chino proveniente de Andacollo1. Y como invitados tuvieron el honor de ser los primeros en sacar a la virgen en procesión. Venían además con dos banderas chilenas escoltando a la virgen. Estas dos características le otorgan a este baile una identidad especial que hasta hoy mantiene y reproduce. Tiene el privilegio de ser el baile número uno2. Esto ha generado la leyenda –no en tanto ficción, sino por la falta de datos que la comprueben– que en una oportunidad otro baile trató de sustraer la imagen que se puso como de piedra. Solo cuando llegaron los chinos pudo ser trasladada en procesión.
La fiesta de La Tirana se celebra cada 16 de julio en honor a la Virgen del Carmen, en Tarapacá en el norte de Chile. Durante la explotación del salitre y, en especial, desde fines del siglo XIX, se masificó por la gran presencia de los obreros del salitre. Se organizan en cofradías religiosas, cantan y bailan a la China como llaman a la Virgen. Las notas de prensa de comienzos de siglo señalan el tipo de cofradías –cuyacas, chunchos y llameros, todos ellos grupos étnicos de la zona– y sus instrumentos –quena y bombo–. A partir de los años treinta, por diversas influencias aparecen bailes de pieles rojas (Guerrero, “Pieles”); en los cuarenta, de gitanos y en los sesenta, las diabladas inspiradas en las de Oruro y finalmente sambos caporales y tinkus. A partir de 1960 ingresan las bandas de bronce, que cambian el paisaje sonoro de la fiesta. La Tirana, es un pueblo ubicado a sesenta kilómetros de Iquique, en pleno desierto de Atacama.
Andacollo y los chinos
La fiesta de Andacollo es fiesta de danzantes y turbantes donde los chinos juegan un papel fundamental. La historia de esta fiesta ha sido documentada en diversos textos (López, 1995; Godoy, 2007; Mercado, 2003; y Contreras y González, 2014). Desde fines del siglo XVI se observan grupos de ascendencia indígena dotados de flauta y tambor, danzando en honor a la virgen de Andacollo. Las fotos que se observan en el libro de Contreras y González, nos indican el uso que los chinos hacen del nacionalismo chileno (91,97,104, 109, 202, 282, 766). En sus ornamentaciones aparecen con frecuencia los colores chilenos y la bandera nacional para indicar que a esta fiesta nunca se le ha cuestionado su carácter chileno. Los chinos recogen una tradición indígena que es repensada bajo los términos del catolicismo. “La minería, el indio y la Virgen andacollina” (Contreras y González 48), son los ejes de la devoción. Lo mismo puede decirse para el caso de La Tirana. Las fiestas, en este contexto, hay que verlas como dispositivos de evangelización y, en el caso del Norte Grande, además de chilenización. Los chinos de La Tirana se inscriben en este proceso jugando un rol activo.
En otro trabajo se indica que, en el caso de La Tirana, por mucho tiempo se le cuestionó su carácter de fiesta chilena (Guerrero, “La Tirana. Chilenización”). Calificativos como fiestas de indios o de gente atrasada fueron las constantes. Una nota del 1911, así lo expresa:
Acuden comparsas de danzantes indios que visten los trajes más extravagantes y ejecutan bailes o danzas en las que se notan muchos resabios de paganismo, sin que ello sea una falsa, sino la costumbre heredada en la que se han mezclado las practicas relijiosas del Catolicismo con el antiguo ritual de los Incas. (La Patria, 16 de julio de 1911)
Esta percepción, aunque más disimulada se mantienen hasta hoy, aunque las quejas del presente se dirigen al tópico de ‘ruidos molestos’.
La fiesta de Andacollo, así como las demás que se presentan en el norte chico, está compuesta fundamentalmente por bailes chinos, que ataviados de trajes que simbolizan al pirquinero danzan y tocan instrumentos de vientos en honor, en este caso, a la virgen del Rosario. Además ejecutan cantos colectivos e individuales.
Salitre y fiesta de La Tirana
Hay un relativo consenso en que la masificación de la fiesta de La Tirana se produce con el intenso poblamiento producto de la explotación del salitre (García, 1986). Los pequeños asentamientos costeros se transforman en ciudades puerto de una dinámica actividad, mientras que, en la depresión intermedia, pampa o desierto, se instalan miles de hombres y mujeres que se convierten en pampinos. El mundo popular que habita en el Norte Grande, el proletariado en su acepción más amplia, es el que organiza y controla esta fiesta hasta los años ochenta del siglo pasado.
La tradición y memoria oral de Iquique ubica la visita del baile chino de Andacollo a la fiesta de La Tirana previo a la guerra del Pacífico (Guerrero, 2009). La oficina de Paposo y luego la de Carmen Bajo habrían sido los lugares de itinerancia y luego de asentamiento. Los de Andacollo fueron invitados por los organizadores de la fiesta de La Tirana. Debemos suponer que la fiesta de Andacollo era ya conocida en lo que es hoy el Norte Grande, gracias a los enganchados que fueron a trabajar en las faenas salitreras. García señala que en 1901, el baile chino de Paposo ya estaba constituido y que se organizaron formalmente en 1908. De hecho y por muchos años, en la pampa salitrera se celebró a la virgen de Andacollo. Esta nota así lo refiere:
Procesión de a virgen de Andacollo.
Se efectuará hoy a las 5:30 de la tarde, saliendo de la capilla del Carmen.
Hoy las diferentes organizaciones religiosas de la capilla del Carmen efectuarán una gran procesión en honor a la virgen de Andacollo, como un homenaje de adhesión por las festividades tradicionales que se efectúan en ese pueblo y que son conocidas en todo Chile.
La procesión saldrá de la capilla del Carmen a las 5:30 recorriendo los alrededores para volver nuevamente a la capilla.
A esta procesión se invita a todos los fieles y especialmente a los que viven en el barrio cercano a plaza Arica. También se avisa que en la mañana habrá una misa a las 8:30 a la cual se recomienda su asistencia. (El Tarapacá, 26 de diciembre de 1936, p. 6)
Se reitera en el año 1943, esta vez en la pampa salitrera:
Fiesta de Virgen de Andacollo se celebrará en Alto San Antonio el día domingo 26.
El día domingo 26 del presente será celebrado en el antiguo pueblo de Alto de San Antonio la tradicional fiesta de nuestra Sra. del Rosario de Andacollo, fiesta que fue instituida por el querido y recordado obispo de esta diócesis Monseñor don Carlos Labbé Márquez.
Esta fiesta religiosa se celebrará en la antigua parroquia de Alto San Antonio y a juzgar por los preparativos que hacen los organizadores y vecinos de las localidades vecinas a ese pueblo, ellas prometen alcanzar un lucimiento que hace recordar la solemnidad con que se hacía esta fiesta religiosa en años anteriores. (El Tarapacá, 13 de diciembre de 1943, p. 3)
A juzgar por la redacción de la nota, se puede suponer que se asiste a un intento por reflotar una tradición que se supone en declive. No olvidemos que estamos en época de crisis del salitre. Muchos pampinos regresaron a sus tierras de origen.
La réplica de la actividad se desarrolla en la capilla de la Plaza Arica. Esta es la nota de prensa:
Novena de la Virgen de Andacollo en la capilla del Carmen
Con toda solemnidad se está celebrando la novena a nuestra señora del rosario de Andacollo, a las 9 de la noche, con el rezo del santo rosario y a continuación la novena en la capilla del Carmen.
La fiesta se celebrará el domingo 29 con la misa de comunión general a las 9 y en la noche la clausura de la novena. Se invita de una manera especial a sus devotos y a todos los fieles en general a honrar a la Virgen de Andacollo. (El Tarapacá, 25 de diciembre 1946, p. 6)
Carecemos de documentación para demostrar lo anterior, sin embargo, en el imaginario de los chinos de Iquique, esta historia es asumida como cierta.
Los obreros del salitre, al igual que los migrantes venidos de otras latitudes sobre todo de Europa y de Asia, necesitaron crear redes sociales para su subsistencia. Esto explica y da cuenta de las centenas de organizaciones sociales, culturales, deportivas y políticas que surgieron en el Norte Grande (Guerrero, “Deporte”). Los bailes religiosos fueron una de ellas. Pero a diferencia de las otras instituciones, la de los bailes religiosos eran menos formales. Eran agrupaciones articuladas en torno a un líder carismático y se congregaban en días previos al 16 de julio. Carecían de reglamentación y de otras consideraciones formales para su funcionamiento.
Ignoramos si el baile chino invitado desde Andacollo, regresó a su tierra natal o se quedó en estos territorios. Lo cierto es que en el estandarte del baile chino de Iquique aparece la partida de nacimiento, 8 de septiembre de 1908, aunque es lugar común también afirmar, en la cofradía, que su origen data de fines del siglo XIX3. Lo que no sería extraño ya que, a menudo, los procesos de formalización son posteriores a la práctica.
No lo recuerdo yo, pero esta es una historia larga, casi de 1868, cuando en ese tiempo era peruano acá. Este caballero vino de Andacollo, trajeron baile aquí y vino a la fiesta invitado y sacó la virgen. Otro año sacó la virgen de nuevo y después siguió sacando la virgen, hasta la actualidad. Entonces después vino este caballero y se quedó aquí en Iquique en las pampas salitreras por ahí. Entonces fundó este baile, en la oficina de Paposo, que está por ahí por Pozo Almonte.
Este relato corresponde a Iván Pastenic, cacique vitalicio del baile chino de Iquique.
De la pampa salitrera al barrio Matadero
La crisis del salitre obligó a muchos pampinos a regresar a sus tierras de origen. Otros, se quedaron en las pocas oficinas que todavía funcionaron hasta la década de 1960. La mayoría emigró a las ciudades y puertos del Norte Grande. El baile chino se instaló en el sector norte de la ciudad, específicamente en el barrio Matadero. Hasta los ochenta, año en que el Matadero Municipal dejó de funcionar, este baile era conocido como baile de matarifes. La mayoría de sus miembros trabajaban en labores de faenamiento de animales. Esta impronta barrial y laboral se hizo sentir por cerca de 50 años.
El Matadero, en tanto barrio fue el sostén de una vida comunitaria en que las relaciones entre el baile chino y la comunidad eran frecuentes e intensas. Sus miembros además participaban en el Unión Matadero, club de fútbol y de boxeo, además de animadores del carnaval organizado por ese barrio. En términos formales seguían al líder, en este caso, al cacique y sus ensayos se hacían en las calles del barrio. En la década de 1990, compran una casa en el pasaje Plaza Arica en el barrio del mismo nombre y gracias al apoyo del estado construyen con material sólido su sede. Años después harían lo mismo con la sede en el pueblo de La Tirana. Ambas iniciativas hablan muy bien de la capacidad de gestión de este baile.
Nacionalismo e identidad regional
Los chinos son orgullosos de ser chilenos. Y lo hacen notar. Recordando su primera llegada a La Tirana a fines del siglo XIX parecen replicar la puesta en escena de ese entonces: detrás de la virgen dos banderas chilenas que flamean en territorios extranjeros y luego conquistados, producto de la guerra del Pacífico. De alguna manera, los chinos son los aliados tácitos del proceso de chilenización ejecutado por el Estado desde Santiago.
En otras ocasiones hemos desarrollado el argumento que este proceso de expansión de las fronteras culturales y políticas no solo es obra del Estado (Guerrero, “La Tirana. Chilenización”) y sus aparatos, como la escuela y el servicio militar obligatorio, entre otros, sino también de agentes de la sociedad civil como los clubes deportivos y bailes religiosos4. La singularidad, sin embargo, radica en que estas instituciones producen además identidad local. El argumento de fondo está en la llamada acción creativa formulada por Joas (1998), que afirma que los actos humanos, las acciones colectivas más que un reflejo de la estructura, se producen por la capacidad creativa que tienen los actores sociales para innovar y emprender. Se trata de la capacidad de apropiarse y de traducir a sus códigos los bienes culturales, en este caso, que tienen a su disposición. Esto es lo que Burke (Hibridismo) plantea como traducción cultural, como una forma de superar la noción de hibridismo cultural, y de dotar a los actores de capacidad para resemantizar lo que se le presenta. Un gran ejemplo de traducción cultural, es en América Latina, el cristianismo.
Burke (La cultura) al hablar de hegemonías culturales en su interesante estudio sobre la cultura popular en la Europa Moderna, se pregunta si este proceso, que nosotros llamamos chilenización i) ¿debe ser entendido como constante o bien aparece en ciertos momentos y lugares?; ii) ¿el término es descriptivo o explicativo?, es decir, es consciente o no en las clases gobernantes; iii) ¿se puede medir el éxito de esta hegemonía y la clase gobernante imponer sus valores o bien hay un proceso de “negociación” entre los actores? La lejanía del Norte Grande respecto del centro y la complejidad y multiculturalidad de su territorio hace plantearse la pregunta sobre el éxito de este proceso. Por ahora pensamos que en este territorio hay una conciencia de lo regional tan fuerte como la pertenencia a lo nacional. La identidad regional tiene una narrativa que engloba pasado, presente y futuro a través de relatos mitológicos y de leyendas. Juega aquí un rol fundamental la religiosidad popular como veremos.
Es el caso de la escuela, por ejemplo, en tanto instrumento que ayudó a la configuración de una subjetividad e intersubjetividad nacionalista. Lo anterior suponía soportes letrados –la alfabetización como paso previo a la lectura– para la construcción de una identidad nacional. Europa vivió este proceso que Norbert Elias llamó de civilización (1988). La destrucción de la cultura popular en ese continente hay que inscribirla en ese contexto. La expresión “entran como campesinos y salen como franceses” (Weber, 1976) resume el ideario de estos procesos. Pero este no es un proceso mecánico, la chilenización no es una máquina de producir chilenos. La vida en el barrio, por ejemplo, implica la socialización de saberes locales y regionales. Por ejemplo, se aprende a danzar a la virgen en este territorio y no en la escuela. Por otra parte, el ciclo salitrero inserta a esta región en la economía mundial y atrae a hombres y mujeres desde diversos puntos del mundo. Conviven idiomas y costumbres diferentes en un mismo territorio. Pero “el Estado precisa de la homogeneidad cultural como imperativo ineludible para consolidar su hegemonía” (Taylor 55).
No obstante, en nuestro continente, donde la alfabetización no es lo común, la nación se imagina a través de otros soportes. Y estos están basados en la mitología en la que la religiosidad popular juega un rol clave, la tradición oral, la épica. Chatterjee (2008) ha sido quien mejor ha elaborado posturas críticas respecto del clásico estudio de Andersen. La nación, afirma, no es un todo homogéneo.
El Norte Grande de Chile, previo a la Conquista y a la Colonia, imaginó su territorio a través de su potente ethos cultural. El mito de Wiracocha relata la creación del mundo, pues, en su viaje creador y destructor a la vez va significando el territorio (Pease, 1973). Luego de este acto se interna en el mar. Wiracocha es la deidad suprema y creadora del mundo andino. Tunupa es la variante regional de este mito, pero vinculado al origen de Tarapacá. Para otros como Pease no es más que una variante de los nombres de Wiracocha. Nos parece interesante, al respecto consultar el texto de Chacama y Espinoza sobre la presencia de Tunupa en el norte de Chile y el complejo arte rupestre que se desarrolla en dicho territorio.
La leyenda de La Tirana es, en este sentido, un dispositivo narrativo oral que resignifica y sacraliza el territorio. El relato fundacional de La Tirana, dota al territorio de un sentido diferente. Actúa como práctica sacralizadora de un paisaje que de homogéneo se transformó en heterogéneo.
Por otra parte, al enfatizar el rol de la escuela y de otros aparatos estatales, se ignora la función que el barrio cumple en la percepción y concepción de los territorios. De allí que organizaciones como las cofradías de bailes religiosos dan cuenta de la fisonomía propia que va adquiriendo el barrio y el Norte Grande. No hay un espacio y menos un tiempo homogéneo. La Tirana es, tierra sagrada y el 16 de julio tiempo a respetar.
La danza, en especial, la de los chinos puede ser vista “como una poderosa herramienta en la creación de ideologías nacionalistas y en la creación de sujetos nacionales, con frecuencia más que la retórica política o los debates intelectuales” (Meyer cit. en Reed 83). La danza tiene un poder emocional que sirve –en el caso de los chinos– para promover una idea de nación (Read). Asumirse como chilenos, en un territorio recientemente conquistado, supone la producción de lo nacional, a través del cuerpo y de toda la coreografía que lo acompaña.
El barrio es el espacio en que los bailes religiosos, en este caso, producen identidad regional y, a la vez, movilizan la identidad nacional. La relación entre escuela y barrio sería complementaria en pro de la invención de una identidad regional con fuertes componentes nacionales. Se siente el orgullo de ser chileno, pero con las singularidades que le da el pertenecer a un territorio, donde la religiosidad popular es una de sus marcas fundamentales.
En el Norte Grande, la necesidad estatal de crear una subjetividad chilena tiene eco en la sociedad civil, que organizada en estructuras intermedias (Berger y John), opera como aliada del Estado, pero también como promotora de identidades regionales. Esta paradoja no es sentida ni vivida como tal por quienes producen una identidad tarapaqueña y nacional a la vez5. Los tarapaqueños son orgullosos de ser chilenos tanto como lo son de su territorio local.
Peregrinar la nación
Podemos considerar el viaje de los chinos a La Tirana en una doble perspectiva: como parte de un proceso civilizador y chilenizador y como parte de un proceso más amplio que busca integrarse a las manifestaciones religiosas populares que ocurren en el Norte Grande de Chile. Ambos procesos no son incompatibles entre sí.
Hasta antes del “descubrimiento” del desierto de Atacama, este territorio había sido considerado como un lugar vacío, sin vida (Vicuña, 1995)6 o como afirmó el poeta “donde la flor nunca creció” (Pezoa, 1908). Sin embargo, en este lugar había una vida económica basada en la pesca, la ganadería y la agricultura, con vestigios de minería que provenían del ciclo de la plata en Huantajaya y del guano. La extracción de leña en la pampa del Tamarugal, así lo demuestra. La sociedad andina se desplazaba de oriente a occidente y viceversa buscando intercambios para optimizar su economía. Pequeños mineros se internaban en sus cerros en busca de algún filón de metales preciosos. En cada pueblo andino, tanto en la cordillera como en la precordillera, las celebraciones a los santos patrones, carnavales, limpia de acequias, floreo de los llamos, etcétera, daban cuenta de una conexión especial con la naturaleza. Y para el caso que nos ocupa la realización de la fiesta de La Tirana, entre otras de estas características, como San Lorenzo, por ejemplo.
El desierto de Atacama solo se hizo visible gracias a la riqueza salitrera y, en tanto tal, fue la opción de anexar esos territorios a la economía nacional, para salir de la crisis que golpeaba a Chile.
De allí que el viaje de los chinos, antes del “descubrimiento”, previo a la guerra del Pacífico puede verse en esa doble perspectiva. Los chinos pueden ser visto como un otro conocido y desconocido, toda vez que exhiben, a través de sus banderas chilenas, la pertenencia a una nación diferente.
Además, los chinos, a través de su devoción a la Virgen, en este caso a la del Rosario, se hermanaban con los de La Tirana. Cantar y bailar eran los puentes que los unían en tanto participantes del universo de la religiosidad popular.
La novedad –en términos de la teología popular– portada por los chinos fue la inclusión en sus cantos de figuras como Jesús, María y José. Tal como la expresa este canto de chinos de Iquique:
Bandera: Estos gozos que canté
se lo dedico a los tres (bis)
Tambor: A Jesús y María
y al patriarca san José (bis)
Bandera: Ya nos vamos a retirar
en el nombre de san José (bis)
Tambor: Será hasta el día de mañana
si lo permite usted (bis)7
En este aspecto podemos advertir la influencia del catolicismo oficial sobre el marianismo de La Tirana en el baile chino venido de Andacollo. Pero también hay influencias en las vestimentas. No hay muchas fotos de los chinos en Iquique de principios del siglo XX. Núñez (1988), publica una. Y si se le compara con una actual, veremos que la de hoy está llena de colores muy llamativos, con serpientes y otros animales lo que nos remite a la estética andina y en general al colorido que se observa en las fiestas del Norte Grande. El más evidente es el estandarte del baile chino (Guerrero, “La Tirana. Chilenización” 67).
Conclusiones
Una nación homogénea no pasa de ser una ficción. Un deseo que a veces bajo la forma de violencia material o simbólica se pretende alcanzar. Sin embargo, desde fines del siglo XX, el Estado-nación por diversas razones ha tenido que asumir las diferencias. Las luchas de los grupos étnicos, sobre todo en la época de la dictadura de Pinochet que demandan por el reconocimiento de su identidad, así lo han permitido. Predomina ahora una idea de nación más heterodoxa (Comaroff y Comaroff, 2013). En este contexto, en el Norte Grande la existencia de la diversidad, sobre todo, en los ámbitos de la religiosidad popular es más ‘tolerable’ por parte de la élite ilustrada. A ello hay que sumar el rol que la Iglesia católica juega en estas celebraciones actuando como mitigadoras de prácticas paganas como las mandas de rodillas, entre otras.
Poco queda de la dimensión pampina del baile chino. La crisis del salitre los radicó en la ciudad. Y de pampinos se transformaron en matarifes. Sin embargo, desde la década de los noventa, empieza a cambiar su composición laboral. Taxistas, comerciantes, trabajadores del puerto y albañiles, entre otros, le dan vida a este centenario baile proveniente de Andacollo.
Los chinos de Tarapacá han jugado un doble rol, complementario, entre sí, en la ampliación de las fronteras nacionales a los nuevos territorios ocupados como consecuencia de la Guerra del Pacífico, y en la hermandad con sus pares que le peregrinan a la Virgen del Carmen el 16 de julio de cada año. Portadores del nacionalismo chileno, sujeto a procesos de evangelización cruzan el desierto y se hermanan, en el cantar y en el bailar con la religiosidad popular del Norte Grande de Chile.
Sometidos a evangelización y chilenización, los bailes religiosos que acuden a la fiesta de La Tirana, a través de lo que Joas denomina acción creativa, han sabido adaptar a su repertorio de bienes culturales y religiosos, las influencias tanto del catolicismo como del nacionalismo.
El baile Chino, es la mejor muestra de esto, ya que promueve a través del uso de los símbolos patrios el nacionalismo chileno, y no tarda en adoptar elementos de la estética andina en sus trajes y adornos de sus instrumentos.
Los usos que hacen de ambos universos simbólicos no son contradictorios. Funcionan además como estrategia, en el caso de los bienes del nacionalismo, ante los ataques de la ortodoxia nacional, que los percibe como no-chilenos. Pero, no se trata tan solo de una estrategia política, sino también de un sentimiento genuino, pero que se niega a ser homogeneizado por las ideas de chilenidad producida desde el Chile central. Desde estas latitudes se baila a la nación a través de la cueca y de la tonada, y su símbolo dominante es el huaso. En el Norte Grande la nación se baila en forma colectiva, en grupos de a dos, danzando el complemento, la contradicción y el equilibrio. El baile de ese modo replica la estructura comunitaria.
Sin embargo, la idea de nación movilizada por los chinos corresponde a una visión masculina de lo que es el país. Son hombres los que danzan y portan este simbolismo. Este nacionalismo duro, derivado de una concepción patriarcal de lo chileno se corresponde con la idea del militar y del deportista en tanto síntesis icónica de lo masculino. Estos tópicos alcanzan su mayor desarrollo con la Guerra del Pacífico, la explotación del salitre y el auge de los deportes modernos (Guerrero, Cuerpo).
El baile chino, invisibiliza el aporte de las mujeres bajo pretextos exclusivamente machistas: “Nuestros movimientos son imposibles de realizar por las mujeres” me decía un entrevistado del baile en estudio.
Baile chileno por definición, los chinos, proletarios del salitre, matarifes y ahora compuesto por diversas ocupaciones, sobre todo, del sector terciario, han sabido expresar a la nación y, además, se hicieron parte integrante e ineludible del gran paisaje religioso del Norte Grande de Chile.
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La Patria, 16 de julio de 1911.
1 Pequeña ciudad del norte chico de Chile, provincia de Elqui, en la región de Coquimbo.
2 Esta condición le fue otorgada por Javier Prado Aránguiz, Obispo de Iquique, el año 1986.
3 “Hubo otro estandarte que decía que la fecha era más antigua” me dijo un dirigente, “pero ese estandarte se quemó” (Guerrero, “La Tirana, flauta” 25).
4 Sería el caso además de grupos como los bomberos y boy scouts, entre otros.
5 Enfatizamos el gentilicio de tarapaqueños en cuanto es la unidad territorial y simbólica de un lugar percibido desde Santiago, como atrasado e incivilizado, pero rico en yacimientos mineros (Vicuña, 1995).
6 Estas ideas, con algunas variantes, las desarrolla con mayor extensión Mc Evoy (2011)
7 Bandera y tambor son figuras masculinas del baile que portan uno u otro elemento.