De las palabras a los dibujos
El edificio de la Escuela de Párvulos n.º 30 de Santiago en 1870
Revista de Humanidades n.º 52: 365-392
ISSN 0717-0491, versión impresa
ISSN 2452-445X, versión digital
Hugo Mondragón López
Pontificia Universidad Católica de Chile
ORCID: 0000-0002-9044-5761
Cristóbal Molina Lorca
Pontificia Universidad Católica de Chile
ORCID: 0009-0005-6029-3954
De las palabras a los dibujos
El edificio de la Escuela de Párvulos n.º 30
de Santiago en 18701
From words to drawings: The building of the School of Kindergarten # 30 of Santiago in 1870
Hugo Mondragón López
Pontificia Universidad Católica de Chile
El Comendador 1916, Santiago, Chile
Cristóbal Molina Lorca
Pontificia Universidad Católica de Chile
El Comendador 1916, Santiago, Chile
Resumen
En el artículo se aborda el tema de la arquitectura escolar en Chile en el siglo XIX, cuando la mayoría de las escuelas funcionaban en casas adaptadas para tal fin. En 1870 se construyó un edificio específico para la Escuela de Párvulos n.º 30 de Santiago, que es nuestro objeto de estudio. La metodología utilizada es la investigación histórica a partir de fuentes primarias y secundarias, que sirvieron de base para fundamentar una reconstrucción dibujada del edificio que ya no existe y del cual no quedaron imágenes. La reconstrucción dibujada muestra que el edificio contaba con características arquitectónicas que aún hoy se consideran importantes en la educación. El edificio fue un ejemplo de arquitectura escolar que reflejaba las ideas políticas y pedagógicas de la época. Se concluye que la escuela de párvulos n.º 30 de Santiago fue un hito en la historia de la educación en Chile. Este edificio fue un ejemplo de las ideas pedagógicas que estaban surgiendo en la época, y su diseño sigue tendiendo vigencia hoy en día.
Palabras clave: Chile, siglo XIX, arquitectura escolar, escuela de párvulos, reconstrucción dibujada.
Abstract
The article addresses the topic of school architecture in Chile in the 19th century, when most schools operated in houses adapted for that purpose. In 1870, a specific building was built for the School of Kindergarten # 30 of Santiago, which is the object of study. The methodology used is historical research based on primary and secondary sources, which serves as the basis for a drawn reconstruction of the building that no longer exists and for which no images remain. The drawn reconstruction shows that the building had architectural features that are still considered important in education. The building was an example of school architecture that reflected the political and pedagogical ideas of the time. It is concluded that the Kindergarten School No. 30 of Santiago was a milestone in the history of education in Chile. This building was an example of the pedagogical ideas that were emerging at the time, and its design remains relevant today.
Key words: Chile, 19th century, School architecture, School of Kindergarten, Drawn reconstruction.
Recibido: 25/10/2023 Aceptado: 03/06/2023
Existen muy pocos registros visuales de los edificios escolares chilenos del siglo XIX (Araya; J. Rojas; Ponce de León y otros; Egaña). Estos y sus ocupantes solo comenzaron a tener un registro visual a partir de los últimos años del siglo XIX, cuando el uso de la fotografía se masificó en el país. Pero incluso en esas primeras fotografías de ambientes escolares, el edificio aparece como un borroso telón de fondo para grupos de estudiantes que posan acompañados por sus profesores y piezas de material didáctico.
La pregunta sobre cómo lucían los edificios escolares chilenos en el siglo XIX no tiene una respuesta fácil. En la mayoría de las investigaciones se sostiene que, a lo largo de ese siglo, las escuelas funcionaron en casas que se adaptaban para tal fin (J. Rojas; Ponce de León y otros 394; Aedo-Richmond). En consecuencia, una primera respuesta posible es que los edificios escolares chilenos en el siglo XIX lucían como casas.
Pero, ¿se construyeron en el siglo XIX en Chile nuevos edificios destinados explícitamente al uso educativo? Un testimonio encontrado en el Boletín de la Junta Visitadora de Escuelas Públicas del Departamento de Santiago (n.º 7)2 indica que, en el año 1870 existía en Santiago una Escuela de Párvulos emplazada muy cerca del Hospicio de la ciudad. A diferencia de las escuelas-casa, este edificio se había construido para el uso escolar. La Escuela de Párvulos n.º 30 de Santiago fue visitada por José Antonio Soffia Argomedo, Domingo Gana Cruz y Luís Larraín Zañartu el viernes ١٩ de agosto de ١٨٧٠, y aunque su tarea principal no era realizar una descripción detallada del edificio, ciertos aspectos de él quedaron consignados en su informe.
Este artículo tiene como propósito recomponer –a partir del informe escrito que elaboraron los visitadores– la imagen arquitectónica del edificio escolar que es el objeto de esta investigación. Se apuesta a que la traducción, de las palabras a los dibujos, arrojará algunas luces sobre la orgánica construida por la república para llevar adelante el proyecto ilustrado de ofrecer acceso gratuito a la educación a todos los ciudadanos, así como la elaboración de algunas conjeturas sobre lo que en el cotidiano ocurría en los establecimientos escolares. Así, en el proceso de traducción se anudan arquitectura, política y estética de lo cotidiano.
1. De las palabras a las imágenes o el problema de la traducción
La práctica de traducir a imágenes ciudades o edificios –conocida en un momento solo por descripciones escritas– tiene una extensa tradición en el arte y la arquitectura. En dicha tradición es posible reconocer diversas categorías: la primera, integrada por trabajos en los que se realiza una traducción a imágenes de ciudades o edificios que nunca se construyeron porque solo existían en la mente de su autor. Tal es el caso, por ejemplo, de las ciudades ideales imaginadas y descritas por Platón en algunos de sus diálogos, o de la iconografía del Tratado de Arquitectura de Vitruvio, cuya elaboración, como han mostrado algunos autores (Wittkower), se convirtió en un campo de debate intelectual en los círculos neoplatónicos del Renacimiento florentino.
La segunda categoría correspone a traducciones a imágenes de edificios descritos en mitos o libros sagrados, cuya existencia real no es posible afirmar ni desmentir. Tal es el caso del Laberinto del Minotauro, el Templo de Artemisa en Éfeso, el Coloso de Rodas, los Jardines Colgantes de Babilonia, la Torre de Babel, el Tabernáculo y el Templo de Salomón, entre otros. En esta categoría se puede ubicar el libro Entwurf einer historischen Architektur, publicado en Viena en 1721. Esta obra, considerada la primera historia gráfica de la arquitectura (Sainz), contenía láminas con imágenes de muchos de los edificios mencionados anteriormente. Tales imágenes eran traducciones iconográficas realizadas por su autor, el arquitecto Bernhard Fischer von Erlach, basándose en mitos, libros sagrados o descripciones de viajeros.
Investigaciones recientes han sugerido otras categorías al exponer las relaciones que se pueden construir entre literatura y arquitectura, entre lenguaje escrito y lenguaje gráfico, entre palabras e imágenes (Calatrava y Nerdinger). Estas investigaciones son útiles para los objetivos que se persiguen aquí, porque despejan cualquier duda inicial sobre la pertinencia y legitimidad del método. Es posible traducir en imágenes la descripción escrita de un edificio. Es un procedimiento que se ha ejecutado desde hace tanto tiempo y ha tenido tal centralidad que se puede afirmar que es fundante de la historia de la arquitectura.
En la misma línea, el investigador Juan Antonio Ramírez acuñó el término arquitectura literaria para referirse a aquellos edificios que ante todo existen como descripciones escritas, como construcciones hechas con palabras. Esta categoría es útil para volver la mirada hacia el objeto de estudio y preguntar se la descripción escrita de la Escuela de Párvulos n.º 30 de Santiago hecha por los visitadores Soffía, Gana y Larraín en 1870 es una forma de arquitectura literaria. La respuesta no es sencilla. Por un lado, el testimonio de los visitadores se hizo a partir de un edificio que existió y que ellos visitaron. Por otro, la ausencia de más referencias hace complejo el asunto y lo reduce únicamente a la letra. A pesar de ello, se partirá del testimonio de los visitadores para intentar construir la iconografía de una escuela de párvulos que existió en Chile en el siglo XIX. Con ello se espera contribuir a cubrir parcialmente la escasez que existe en Chile de documentos gráficos de edificios escolares de la época.
2. Una historia no monumental y conjetural
La traducción de las palabras a las imágenes requiere dos pasos. Primero, se necesita un documento que establezca la conexión con el edificio y facilite un diálogo entre los muertos y los vivos, entre quien lo escribió y quien lo lee. Segundo, se requiere una interpretación desde el presente que, con las herramientas y saberes propios de su tiempo, conduzca a una escenificación del pasado (De Certeau 22). Los visitadores de la Escuela de Párvulos n.º 30 de Santiago dejaron en su escrito indicios, huellas de un edificio que ya no existe. Mediante sucesivas conjeturas, quienes interpreten el texto podrán traducir las palabras en imágenes y convertir aquello que no es verificable en verosímil.
Los visitadores fueron enviados a la escuela de párvulos con un objetivo: observar, describir y juzgar. De esa actividad nació la fuente que hoy, 150 años después, llega a nuestras manos. Sus observaciones, más allá de intereses personales, estuvieron determinadas por los motivos que tuvo el Estado chileno para encargarles el trabajo. Su juicio, es decir, lo que les pareció limpio, sucio, bello o desagradable, estuvo condicionado por el estado de la escuela el día de su visita, un 19 de agosto de 1870. Su escritura, por libre que parezca, estuvo sujeta al medio en que se publicó. El testimonio, entonces, muestra cosas que van más allá del edificio mismo –como la existencia de un discurso pedagógico moderno o las condiciones materiales que lo hacían posible–. Sin embargo, oculta otras que parecieran estar a la vista –como las dimensiones de puertas y ventanas–.
En este ejercicio de traducción, ante los silencios documentales, se precisa de una operación conjetural que se sirva de todas las huellas e indicios del edificio que hayan quedado en la fuente. Hay aquí una doble traducción: primero, la que hicieron Soffia, Gana y Larraín al pasar a las palabras aquello que observaron y que les llamó la atención el día de su visita a la escuela, es decir, del edificio a las palabras. Segundo, la que se hace en este trabajo, que pretende una traducción de las palabras a las imágenes. Se comprende que en los intersticios de ambas traducciones quedan vacíos. Esos vacíos intentarán completarse a fin de comprender la fuente y figurarse la escuela, junto a ciertas prácticas humanas que ahí se producen, no como un desfile de abstracciones e ideologías, sino como acontecimientos humanos de resultados complejos (Schama 20). El producto, por lo tanto, se inscribe en lo que Carlo Ginzburg ha llamado paradigma indiciario (138). Así, lo que se persigue aquí es una verdad indirecta que, parcialmente, se revela mediante signos e indicios, que no adquieren sentido sino hasta que son interpretados, imaginados e incluso inventados desde el presente.
En este trabajo, a diferencia de las traducciones citadas anteriormente, que persiguen una historia totalizante, se busca aportar a una historia de lo común y corriente. Para ello, se utiliza una fuente anodina que emana de una visita ordinaria de tres visitadores que, al momento de los hechos, todavía no cumplían los treinta años. A partir de la fuente, se busca representar el edificio escolar como un espacio en el que se entrecruzan la cultura popular y la cultura impuesta a las clases populares. Esta intersección difusa es el lugar donde se sitúa este ejercicio de traducción y conjetura. Para abordarla, se presta atención a los tres actores que, en su tránsito por lo institucional y lo cotidiano, permiten comprender el problema desde lo particular a lo general.
Figurarse un espacio diseñado para formar a los futuros ciudadanos, puede ser un ejercicio útil, que contribuya a la comprensión del sistema escolar chileno del siglo XIX. Aunque no represente todo el sistema, sí puede arrojar luz sobre aspectos que van más allá del edificio mismo y de la experiencia individual de un puñado de infantes. En este sentido, el trabajo se alinea metodológicamente con la microhistoria, una forma de aproximarse al pasado que privilegia la comprensión de las complejidades de la vida cotidiana y las experiencias individuales, sin dejar de lado las aspiraciones globalizantes (Aurell y otros 310). Por lo tanto, parece consecuente con este objetivo, representar de la manera más fiel posible un edificio escolar en que pasaron parte importante de su infancia sujetos reales que se intentaron normar por medio de la arquitectura y la pedagogía.
3. Sobre cómo dibujar o el problema de la representación
La elección de un tipo de representación para elaborar la iconografía del edificio escolar dependerá de la naturaleza y nivel de detalle de la descripción escrita. Sin embargo, se ha decidido realizar un recorte preliminar para situar el ejercicio con nitidez en el campo de la arquitectura. En este sentido, se utilizará principalmente la técnica del dibujo. El objetivo es realizar un trabajo de traducción que, en términos iconográficos, se asemeje más a la reconstrucción de la Torre de Babel elaborada por Fischer Von Erlach, que a la de Brueghel El Viejo (imagen 1).
Imagen 1
A la izquierda, reconstrucción pictórica de la Torre de Babel según Brueghel El Viejo. A la derecha, reconstrucción dibujada del mismo edificio según Fischer Von Erlach.
Una vez establecido este primer recorte, se vuelve a la relación entre el tipo de dibujo a utilizar y la naturaleza de la fuente escrita. Como han mostrado ciertos autores (Sainz), en el campo de la arquitectura existen tres procedimientos básicos para representar las tres dimensiones del espacio arquitectónico en las dos dimensiones de una hoja de papel: la proyección ortogonal, la perspectiva y la axonometría. Sin embargo ¿cuál de estos procedimientos se debería utilizar en la traducción? La respuesta a esta pregunta depende de la fuente y el tipo de descripción escrita. Si la descripción escrita incluye referencias a figuras geométricas, medidas u orientaciones; la iconografía se puede expresar en proyecciones ortogonales (planta, corte y elevación) o paralelas (axonometría). Si la descripción escrita es más vivida, menos abstracta y hace referencia a los objetos y las personas tal como los percibieron los visitadores con su sentido de la vista, la iconografía se podrá expresar a través de la proyección central o perspectiva.
Anticipando se dirá que, en la descripción de la Escuela de Párvulos n.º 30 de Santiago, los visitadores alternaron reseñas abstractas, geométricas y concretas, enfocadas en el espacio como fenómeno, con las personas y los objetos que lo ocupan. Esto significa que la iconografía será el resultado de la combinación de distintos tipos de dibujo, con una prevalencia de la proyección perspectiva.
4. Fragmentos de un edificio
En un momento en que el Estado y el sistema de educación chileno se encontraban en formación3, se necesitaba de un funcionario que visitara las escuelas y entregara un informe sobre sus características positivas y negativas. Este era el trabajo de los tres personajes que protagonizan este apartado del artículo. El cargo, que se creó en 1847, era el de visitador de escuelas, y en este caso, del Departamento de Santiago. Estos burócratas fueron “verdaderos etnógrafos, a la vez que viajeros ilustrados y funcionarios especializados”, que describieron, a veces con fascinación y otras con horror, una realidad que ciertas veces les era cercana –muchos eran exnormalistas– y otras les era lejana –otros provenían de familias prominentes y contaban con título profesional (Ponce de León, et al.)–. La situación de Gana, Soffia y Larraín parece ser esta última4.
Los primeros informes de los visitadores, aparecieron en una revista llamada El monitor de las Escuelas, fundada por Domingo Faustino Sarmiento durante su estadía en Chile (1841-1852). Según el primer número del Boletín, El monitor “se labró su propia ruina en sus últimos años de vida” y dejó al preceptorado sin su principal medio de difusión. Este vacío fue llenado por una nueva revista, en cuyo primer número se publicó el informe en cuestión, en noviembre de 1868. La nueva revista dependía de la Inspección General de Instrucción Primaria, la misma entidad a la que pertenecían los visitadores, y en sus páginas se publicaban las actas de las sesiones de la Junta Visitadora y de la Sociedad de Preceptores y las disertaciones e informes de los miembros de la junta (Instrucción Primaria, Lei Jeneral del Ramo, 1860; Rojas).
Las escuelas eran muy diferentes entre sí, y también lo eran los informes de los visitadores. Por lo tanto, la descripción de los tres visitadores no puede extenderse a todo el sistema escolar chileno. Su alcance se circunscribe a la Escuela de Párvulos n.º 30, en cuya descripción Gana, Soffia y Larraín fueron particularmente minuciosos. Gracias a su escritura, es posible aventurar la reconstrucción de un edificio escolar, en el que se anudaron discursos arquitectónicos, pedagógicos y políticos, junto a personas y sus subjetividades.
El viernes 19 de agosto de 1870, temprano en la mañana, Domingo Gana, José Antonio Soffia y Luis Larraín, emprendieron rumbo hacia la Escuela de Párvulos n.º 30. La escuela estaba ubicada en el barrio de la ollería, en la calle Maestranza, en un local que era parte del Hospicio de Santiago. Los visitadores caminaron unos 500 metros desde la Alameda hasta la escuela por la que hoy día es la calle Portugal. El trayecto era dificil, ya que la calle Maestranza no estaba empedrada y era pleno invierno. Probablemente, los visitadores escucharon las súplicas de los desvalidos que se congregaban cerca del hospicio (Romero 186).
Seguramente, al llegar fueron recibidos por la institutriz a cargo, sor María Luisa, una hermana de la Compañía de las Hijas de la Caridad que había llegado desde Francia una década antes. Además de sor María Luisa, se encontraban ahí Carmen Torres y Emilia Lavín, dos egresadas de la Escuela Normal de Preceptoras de Santiago, fundada en 1853 como parte de los planes de modernización de la educación (Peralta). Después de atravesar el umbral, los visitadores se dispusieron a descubrir el edificio escolar que describieron de la siguiente forma: “la escuela es mixta y consta de dos patios situados a uno y otro costado de un precioso salón de 22 metros de largo, 9 de ancho y 8 de alto, provisto de toda clase de útiles y con una extensa y elegante galería [gradería] en la testera” (imagen 2). Si llegaron antes de las 10 de la mañana –la jornada escolar era entre 10 y 16 horas– deben haber presenciado el ingreso de los 181 alumnos que asistieron ese día: 97 niños y 84 niñas. La escuela –aseguran– estaba diseñada para albergar hasta 300 infantes.
Imagen 2
Primera traducción. Configuración arquitectónica: patios, salón, galería y corredores. Las descripciones corresponden a fragmentos del testimonio de los visitadores Soffia, Gana y Larraín.
Fuente: elaboración propia5.
Para ingresar al salón, los estudiantes ejecutaron un ritual que demostraba orden, aseo y vigilancia. Bajo la estricta mirada de la directora, ellas y ellos, vestidos con un traje de brín color gris, se formaron en filas dirigidas por monitores de ambos sexos que los hacían apoyar las puntas de los dedos sobre los hombros de quien tenían adelante. Esta actividad permitía a la institutriz ver, sin ser vista, que las cosas ocurrieran como debían ser y que todo se viera como debía verse. Así, ante la constante sospecha de que se les estaba vigilando, los infantes entraron en un orden marcial al salón, entonando una canción sobre el carácter redentor de la educación y del trabajo, y se sentaron, algunos en una gradería ubicada en la cabecera, otros en unas tarimas dispuestas en los costados.
Al entrar al salón, los visitadores se sorprendieron por las modernas, dinámicas y lúdicas formas de enseñanza y aprendizaje que ocurrían en la escuela: al frente de las tarimas donde se ubicó la mayoría de los infantes, había doce aparatos con tableros de lectura. Cada aparato era ocupado por grupos de seis estudiantes dirigidos por monitores. Los infantes subían y bajaban de la tarima dibujando letras, sílabas y palabras. Lo que más sorprendió a los visitadores fue la prolijidad con que se hacían los ejercicios y el disfrute que niñas y niños expresaban durante la actividad. Gana, Soffia y Larraín resumieron esta última impresión de la siguiente manera: “En la Escuela de Párvulos, señor Presidente, se ha conseguido cambiar el bárbaro mote ‘La letra con sangre entra’ por la consoladora verdad: ‘la letra gozando entra’”.
La información sobre lo que había en la escuela ese día es vasta, pero no suficiente para cumplir con el objetivo de este artículo, es decir, construir la iconografía de la escuela de la manera más fidedigna posible. Un intento con esta información conduciría a un dibujo incompleto e inverosímil. Sin embargo, vale la pena anotar a continuación, en forma de catálogo, todas las partes del edificio y piezas del mobiliario que los visitadores consignaron en su informe. Estas piezas constituyen el punto de partida para construir una iconografía de la escuela más acabada.
Las piezas del catálogo son: un “precioso salón” de 22 m x 9 m x 8 m, flanqueado por dos patios a los costados, uno para niños y otro para niñas. Una “extensa y elegante galería en la testera” del salón. Dos corredores entre el salón y cada uno de los patios donde se forman niños y niñas antes de entrar al salón. Pequeñas tarimas que llenan el salón y, sucesivamente, son ocupadas por niños y niñas (imagen 3.1). Doce aparatos con diversos tableros de lectura, en torno a los cuales se forman, en cada uno, seis estudiantes en semicírculo (imagen 3.2). Una virgen que domina el salón (imagen 3.3). Pizarras individuales que utilizan los infantes para dibujar y copiar letras (imagen 3.4). No se especifica cuántos de estos aparatos hay, tampoco se dice de dónde copian las letras. 184 personas: sor María Luisa, Carmen Torres, Emilia Lavín, 97 niños y 84 niñas. Se menciona que el total de alumnos que asiste pasa de los 250 y que la escuela puede albergar hasta 300.
5. Escuelas de párvulos francesas, Salles d’asile y un manual ilustrado
Buscando en el testimonio de los visitadores otros indicios útiles para avanzar en la configuración de una iconografía más completa y verosímil de la escuela, es de interés la siguiente cita: “La fundación de esta Escuela, planteada a semejanza de las escuelas de párvulos de Francia, se debe al cristiano celo de las mui RR. Hermanas de la Caridad i al entusiasmo del estimable i malogrado sacerdote señor don José Domingo Meneses, que fue su primer director”. (Soffia, Gana, Larraín 162). Aparece aquí un vínculo entre la escuela de párvulos de Santiago y las escuelas de párvulos francesas: La pregunta es si tenían las escuelas de párvulos francesas una tipología arquitectónica definida y cuál era.
Imagen 3
Primera traducción. Objetos: tarima, tableros de lectura, virgen y pizarras. Las descripciones corresponden a fragmentos del testimonio de los visitadores Soffia, Gana y Larraín.
Fuente: elaboración propia.
Entre enero y julio de 1869 se publicaron en el Boletín, cinco conferencias sobre las escuelas de párvulos francesas pronunciadas por María Pape-Carpentier6. Las conferencias habían sido traducidas para la revista y aparecieron con un título genérico: Escuelas de Párvulos: Conferencias sobre la introducción del método de las Salas de Asilo en la enseñanza primaria, hechas a los institutores reunidos en la Sorbona con motivo de la exposición Universal de 1867. En sus conferencias, la autora exponía con detalle un método de enseñanza para las escuelas de párvulos denominado “lección sobre objetos”. Sin embargo, en ningún pasaje se detuvo a explicar las características del edificio escolar al que, leyendo la siguiente cita, parece no dar mayor importancia: “Cuando digo Sala de Asilo, se comprende claramente que no hablo de las piedras, de la materia; hablo sí del espíritu de la Sala de Asilo, del corazón de la Sala de Asilo, de la institución moral, de sus miras, del fin que se propone alcanzar” (Pape-Carpentier 201).
Al iniciar una nueva pesquisa con estos nombres, usados como sinónimos de escuela de párvulos, apareció un texto fundacional para la historia de la educación en Chile: De la educación popular (Sarmiento). Ahí, el autor le dedicó el capítulo V a la presentación de las Salas de Asilo, exponiendo las características que debía tener el edificio escolar. Este texto es útil porque agrega nuevas capas de información a las suministradas por los visitadores. En cuanto a la iluminación del salón, Sarmiento sostiene que en los muros más largos se debía disponer una hilera de ventanas cuya base se debía ubicar al menos a 2 metros de altura del piso (imagen 4).
Imagen 4
Segunda traducción. El aporte de Sarmiento: ventanas del salón en hilera, a 2 metros de altura.
Fuente: elaboración propia.
En relación con la gradería ubicada dentro del salón en uno de sus extremos, Sarmiento afirma que debería estar compuesta por un número de gradas que oscila entre 5 y 10, dependiendo del número de alumnos y el tamaño del salón. Para el caso de la escuela de párvulos en Santiago (250 a 300 niños) se trataría de una gradería de 10 peldaños. En cuanto a las tarimas donde se sientan los niños para recibir la instrucción, dice Sarmiento que se debían ubicar longitudinalmente, paralelas a los muros más largos del salón, dejando al medio un espacio vacío. Delante de estas tarimas se debían pintar círculos en el piso que servirían de guía para la ubicación de los portatableros (imagen 5), “en torno de la sala estarán suspendidos cuadros de numeración o caracteres del alfabeto i otros cuadros mostrando los primeros i los más simples elementos de la instrucción primaria” (283). Finalmente, dice Sarmiento que los patios junto a la sala debían estar en parte techados y en parte descubiertos, que la superficie sumada de los patios debía ser al menos el triple de la sala de instrucción y que en la parte descubierta se debían instalar juegos infantiles (imagen 6).
Imagen 5
Segunda traducción. El aporte de Sarmiento: tarimas y portatableros.
Fuente: elaboración propia.
Imagen 6
Segunda traducción. El aporte de Sarmiento: patios techados y descubiertos.
Fuente: elaboración propia.
En las primeras líneas de su capítulo sobre las salas de asilo, Sarmiento proporciona dos datos adicionales que son de interés. El primero, es que las salas de asilo tenían su origen en Inglaterra. El segundo, que este tipo de escuela fue introducido en Francia por M. Cochin. En relación con el origen inglés de ellas, lo más probable es que Sarmiento se estuviera refiriendo a las Infant Schools, una institución que era en parte un hogar de acogida para los hijos de la clase trabajadora y también un centro de instrucción. Habían sido introducidas en Inglaterra por Samuel Wilderspin como un dispositivo para paliar las condiciones creadas por la industrialización –como el crimen y la delincuencia juvenil–, pero su origen se remontaba hasta una escuela de New Lanark, Escocia, construida hacia finales del siglo XVIII en la fábrica de propiedad de Robert Owen, uno de los padres del socialismo utópico (McCann y Young).
Hecha esta aclaración, surge la pregunta: ¿quién era M. Cochin, el personaje señalado por Sarmiento como el responsable de la instalación de las salas de asilo en Francia? Según el diccionario biográfico de la página del Museo Virtual de Historia de la Educación, su nombre completo era Jean-Marie-Denys Cochin, un abogado de profesión que fue nombrado alcalde del distrito XII de París donde abundaban los niños pobres en 1826. Luego de enviar a Mme. Millet a conocer la experiencia de las Infant Schoosl inglesas, en 1827 construyó una Salle d’Asile en su distrito con recursos propios, que el año siguiente cedió a la ciudad de París. En 1833, Cochin publicó el Manuel des fondateurs et des directeurs des premières ècoles de l’enfance connues sous le nom de salles d’asile. Para los intereses que se persiguen en este artículo, el valor del manual de Cochin es que estaba ilustrado, por lo que fue posible enfrentarse, por primera vez, con la iconografía de una escuela de párvulos francesa, también conocida como salle d’asile.
El descubrimiento de esta última fuente fue de gran valor para corregir, orientar y confirmar interpretaciones. La configuración del conjunto y los elementos arquitectónicos no cambiaron mucho. Las ilustraciones del manual permitieron ver cómo los niños y docentes usaban el salón, y le dio sentido a la disposición de los elementos arquitectónicos y piezas de mobiliario que se habían deducido de las descripciones de los visitadores y de Sarmiento (imagen 7).
Imagen 7
Imágenes del Manuel des fondateurs et des directeurs des premières écoles de l’enfance connues sous le nom de salles d’asile.
Fuente: J. D. M. Cochin.
A diferencia de la imagen contemporánea de los edificios escolares, una salle d’asile se reducía a un único salón de planta rectangular con dos patios dispuestos a cada lado del eje longitudinal. Además de esta suerte de economía espacial, lo que resulta del mayor interés son las ricas coreografías que realizan estudiantes, monitores y docentes en el salón, mientras ejecutan las tareas de instrucción.
6. Conclusiones
Haber llevado a cabo una metodología de traducción de palabras a dibujos, a fin de lograr una representación visual de la escuela de párvulos, ha permitido una aproximación diferente al edificio escolar. El procedimiento ha mostrado ser útil, no solo para una historia monumental de la arquitectura –como se ha venido haciendo hace siglos–, sino también en la investigación histórica de una arquitectura de lo cotidiano. La tarea de representar visualmente un edificio que ha sido descrito mediante las palabras, ha permitido hacer una lectura más profunda, pues completar los vacíos no es una labor al azar, requiere de una pesquisa que oriente y confirme las conjeturas. Así, al comprender el procedimiento como una traducción, la imagen deja de operar solo como un complemento del texto y pasa a ser un lenguaje distinto, capaz de decir cosas que han quedado ocultas en la letra.
En el proceso de traducción de las palabras a los dibujos, se arrojó luz sobre la orgánica que había construido la joven república chilena a mediados del siglo XIX para erigir uno de los pilares que soportaría el proyecto de modernización sociocultural que acompañaba a la independencia: la educación y cuidado de los ciudadanos. Antes de la existencia del actual Ministerio de Educación, existió la Inspección General de Instrucción Primaria, una Junta Visitadora, unos visitadores y un órgano de difusión: El Boletín.
La Escuela de Párvulos n.º 30 de Santiago funcionó en un edificio cuya composición arquitectónica estuvo guiada por principios clásicos. La proporción y direccionalidad del salón recuerdan la nave central de un templo cristiano, pero, sobre todo, a su antecedente directo, la basilica romana. La voluntad de separar a los infantes por género durante las actividades distintas a la instrucción, estimuló el uso de la simetría bilateral como principio de organización espacial del conjunto (imagen 8).
Imagen 8
Traducción final. Isométrica cortada.
Fuente: elaboración propia.
No obstante esta aproximación convencional, es posible observar alguna interesantes innovaciones en la descripción de los visitadores. Por ejemplo, la incorporación de patios como extensión del salón de instrucción, pareciera anunciar lo que unos años más tarde será el fundamento de las Open Air Schools. La presencia de los patios techados y los juegos infantiles también era una innovación para la época. La creación más sugerente se encuentra dentro del salón, que está concebido como un teatro o un set de filmación que permitía a los alumnos y docentes representar diferentes escenas (imágenes 9, 10 y 11). La gradería dispuesta al fondo introducía un novedoso contrapunto espacial que estimulaba el uso dinámico del espacio. También es interesante notar cómo los niños y niñas se disponen a lado y lado del eje longitudinal, lo que permite la observación del material didáctico dispuesto sobre los extensos muros perimetrales. Esto se aleja de la tradicional y hoy criticada convención que sitúa a los niños mirándose espaldas y nucas. En efecto, el uso del espacio en beneficio del aprendizaje es evidente.
Imagen 9
Traducción final. Vista del corredor con los niños en formación.
Fuente: elaboración propia.
Imagen 10
Traducción final. Vista interior del salón mirando hacia la virgen.
Fuente: elaboración propia.
Imagen 11
Traducción final. Vista interior del salón mirando hacia la gradería. Fuente: elaboración propia.
El testimonio de los visitadores, el texto de Sarmiento y el manual de Cochin fueron fuentes documentales de utilidad para reconstruir, por medio del dibujo, la composición arquitectónica de un edificio escolar de 1870 del que no existen registros visuales. El examen de las fuentes permitió identificar algunos elementos de la incipiente orgánica que estaba construyendo la nación, que le dan contexto institucional a uno de los primeros intentos de dar forma arquitectónica al edificio del sistema escolar público chileno. El edificio, por su parte, es un ejemplo original de la arquitectura escolar de mediados del siglo XIX en Chile y exhibía algunas características que aún hoy se siguen considerando valiosas en la edificación escolar, como la iluminación natural bilateral, la flexibilidad de uso, la capacidad de la sala de clases para permitir coreografías en las que los estudiantes pueden mirarse entre sí, y la presencia jerárquica de unos patios techados y a cielo abierto, que convocan al juego y la naturaleza al interior de la escuela.
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1 Este artículo es un producto del proyecto titulado “Arqueología de la escuela. Arquitectura, política y estética de lo cotidiano en el edificio escolar chileno desde 1900”, financiado por ANID, Fondecyt regular 1220267.
2 En lo sucesivo, nos referiremos a esta publicación como Boletín.
3 Sobre la formación del Estado y el sistema de educación chileno véase: Ponce de Léon, Macarena y otros; J. Rojas; López; Salazar; Jocelyn-Holt; Góngora; Collier; Estefane; Pinto y Valdivia.
4 Entre la información existente sobre estos tres visitadores, hay un dato que llama la atención y vale la pena consignar aquí: José Antonio Soffia, antes y después de visitar la escuela, además de la poesía, se interesó por la canción popular. Algunos de sus poemas, pasaron a formar parte del Cancionero Chileno y su nombre fue frecuente en el ámbito de la poesía lírica que publicó, durante la década de 1860, en el diario liberal La voz de Chile. Esto podría explicar el particular cuidado en la escritura del informe, sobre todo en comparación con el resto que son bastante escuetos, y la transcripción íntegra de cuatro canciones que entonaron los niños el día de su visita. Sobre José Antonio Soffia véase Donoso (84-179). Respecto de los otros dos visitadores, también hay algunas noticias. Luis Larraín, ese mismo año, publicó un texto, a medio camino entre la crónica y la novela, titulado Amor i fe. Ahí narra, a través de unas memorias, la desconocida vida del hermano Claudio, un lego de un convento de la ciudad de Santiago. Domingo Gana, en tanto, juraría como abogado un mes después de su visita a la escuela. Más tarde se convertiría en diputado (BCN).
5 Los dibujos de esta y las imágenes sucesivas, siempre que no se indique otra cosa, se realizaron en conjunto con la arquitecta Antonia Miranda Ramírez.
6 Según consta en el Museo Virtual de Historia de la Educación, Pape-Carpentier tuvo a su cargo las salas de asilo en las localidades de La Flèche y Le Mans en Francia, en 1845 escribió una obra titulada Conseils pour la direction des salles d’asile y a partir de 1847 y por 25 años dirigió una Escuela Normal Maternal en la que formó alrededor de 1.500 maestras para salas de asilo. Diversas fuentes sostienen que Marie Pape-Carpentier había sido responsable de la transformación de las salas de asilo en instituciones propiamente educativas, dejando atrás su originaria función asistencialista.