Reseñas

DE LOS RÍOS, IVÁN. GRECIA O EL AZAR: DIVINIDAD, SUERTE Y DESTINO EN LA LITERATURA GRIEGA ANTIGUA. SANTIAGO DE CHILE: EDICIONES UNIVERSIDAD ALBERTO HURTADO, 2016, 261 PP.

Javier Echeñique
Universidad Andrés Bello, Chile

DE LOS RÍOS, IVÁN. GRECIA O EL AZAR: DIVINIDAD, SUERTE Y DESTINO EN LA LITERATURA GRIEGA ANTIGUA. SANTIAGO DE CHILE: EDICIONES UNIVERSIDAD ALBERTO HURTADO, 2016, 261 PP.

Revista de Humanidades, núm. 36, pp. 269-274, 2017

Universidad Nacional Andrés Bello

De los Ríos Iván. GRECIA O EL AZAR: DIVINIDAD, SUERTE Y DESTINO EN LA LITERATURA GRIEGA ANTIGUA. 2016. SANTIAGO DE CHILE. EDICIONES UNIVERSIDAD ALBERTO HURTADO. 261 PPpp.

El libro Grecia o el Azar del profesor Iván de Los Ríos viene a enriquecer una larga y respetable tradición de estudios sobre la cultura griega antigua, los cuales podríamos denominar ‘Estudios sobre la evolución de conceptos filosóficamente relevantes desde fuentes no-filosóficas’. Estudios monumentales como Psyche de Erwin Rohde (1893), The Greeks and the Irrational de Eric Dodds (1951) o Merit and Moral Responsibility de Arthur Adkins (1960), por dar algunos ejemplos notables, se proponen trazar la compleja evolución de alguna familia delimitada de ideas y prácticas propias de los antiguos griegos, las cuales sus filósofos se encargarán tardíamente de sistematizar.

El propósito ostensible de estudios de este género es, si se quiere, “reactivo”, pues nace de una reacción del mundo de los Estudios Clásicos a la pretensión histórica de las Escuelas de Filosofía de reclamar para sí la indagación sobre ciertas ideas centrales a la cultura occidental. Después de todo, han sido los filósofos griegos —y no los poetas, ni los historiadores— los responsables de la elaboración más consciente y sofisticada de dichas ideas —la idea del alma, de la irracionalidad, de la imputabilidad moral, de la suerte, etc. El propósito es revertir este estado de cosas, mostrando que la idea en cuestión tiene una raigambre pre-filosófica, usualmente susceptible de ser rastreada hasta la literatura homérica, y que las distintas fases de su evolución histórica son, a su vez, determinantes para comprender la reflexión filosófica posterior, ya sea porque dicha reflexión reacciona a alguna de estas fases, ya sea porque no es más que su síntesis final y, en cualquier caso, la reflexión teórica misma sería solamente una de las múltiples fuerzas que determinan la evolución de la familia de ideas en cuestión, multiplicidad que solamente puede ser adecuadamente abarcada desde la naturaleza interdisciplinar de los Estudios Clásicos.

Grecia o el Azar, pese a no plantearse explícitamente este propósito reactivo, podría muy bien tenerlo. Como bien sabe el profesor de los Ríos, la idea griega de tujé que examina este libro recibe por primera vez un trato sistemático por parte de Aristóteles, quien intenta definirla, situándola en un género de eventos en el universo natural, y dividiéndola en especies. El famoso caso que ofrece Aristóteles ejemplifica la fase final de decantación de esta idea, ya en el siglo IV a. C. Yo voy a la plaza pública con el propósito de asistir al teatro. Allí me encuentro con alguien que me debe dinero —sin esperar encontrarme con él, ni mucho menos intentarlo— y este deudor mío a su vez ha ido a la plaza también por otras razones. Debido a que el encuentro resultante con mi deudor no ha sido esperado ni mucho menos parte de mi intención, debido además a que es algo inusual o excepcional (de otro modo sería esperable), y debido a que es relevante para mis intereses como agente (pues yo quiero que me devuelva el dinero), puedo decir que me encontré con mi deudor “por azar”, o más precisamente, “por suerte”, “por fortuna”, apo tujês. Puedo decir que fue una coincidencia.

Una de las dos tesis principales que encuentro en este libro es que la idea de tujé que encontramos en Aristóteles, no es más que el anquilosamiento del concepto de azar, en el sentido de fortuna o coincidencia de tan larga data en la literatura griega. Desde la perspectiva de esta tesis, el libro traza la fascinante historia del concepto de tujé desde sus orígenes en la Ilíada hasta las tragedias de Eurípides, demostrando con gran habilidad que a lo largo de tal historia tujé preserva ciertas notas características, notas que si bien reciben distintos énfasis, y de las cuales se extraen distintas implicancias, denotan persistentemente al acontecimiento fortuito que se da en el ámbito de la praxis humana y que es relevante para los intereses del agente. Es así como el análisis del verbo tunjanô en la literatura homérica devela el significado de un encuentro efectivo entre una acción y un estado de cosas, que puede ser visto como un acierto o como una falla, como un beneficio o como un daño. Vemos cómo en Píndaro dicho encuentro fortuito adquiere significación en tanto derrota o victoria, y cómo Esquilo enfatiza más bien el carácter adverso de la fortuna —por exponer solo algunos ejemplos.

Si no fuese porque el autor mismo está “haciendo filosofía”, podría decirse que esta primera tesis disipa la ilusión de pensar que la filosofía tiene la última palabra en cuanto al descubrimiento, desarrollo o fijación final de ciertas ideas fundamentales para la cultura occidental.

La palabra “azar” espontáneamente evoca en el lector moderno todo aquello que no está sujeto a determinación causal, lo contingente, lo que podría haber ocurrido de otro modo. Esto es solamente así porque como modernos estamos obsesionados con el problema, también relativamente moderno, de cómo distinguir una secuencia causalmente necesaria de eventos, de una secuencia contingente.

El concepto de tujé, como bien lo demuestra el profesor de los Ríos, poco tiene que ver con la contingencia así entendida, e incluso podría sostenerse que es perfectamente compatible con un universo causalmente determinado. Salvo algunas contadas excepciones, el libro tiene la virtud de no caer en la tentación de invocar este concepto más bien moderno de azar como indeterminación causal objetiva de los acontecimientos. Esto le permite al autor rescatar para nosotros los modernos, a quienes nos pasa inadvertida, el desenvolvimiento de una familia de ideas que fue sumamente importante para la antigüedad.

¿Por qué este concepto del acontecimiento fortuito fue tan importante para la antigüedad griega? Según el autor, porque la fortuna parece determinar en gran parte la felicidad humana, que a nadie deja indiferente. Pero, también, porque el acontecimiento fortuito se aviene muy bien a una visión religiosa del mundo, como lo es la concepción arcaica que interpreta al carácter fortuito de la vida humana como producto del designio divino —o en palabras del autor— donde la trascendencia divina es la “fuente de sentido” del acontecimiento fortuito. La idea en realidad no es tan obscura como pareciera a primera vista. Debido a que el acontecimiento fortuito es visible dentro de la miríada de acontecimientos inescrutables e incontrolables de la vida humana porque se cruza sorprendentemente con mis intereses prácticos como agente, favoreciéndolos o desfavoreciéndolos, se presenta a la mente arcaica como producto de una inteligencia externa que dirige dichos acontecimientos hacia un propósito. Y en efecto, el libro nos muestra cómo en autores como Píndaro, Esquilo y Sófocles, la tujé pasa a designar la ejecución y función del poder divino en la esfera humana, que incide de manera inescrutable pero significativamente en dicha esfera.

Esto me lleva a la segunda tesis central del libro. Si bien la idea de tujé se aloja naturalmente en la concepción religiosa del mundo propia de la lírica arcaica, esta idea sufre una modificación radical con la transición hacia el pensamiento griego ilustrado del siglo V a. C. Si bien en la lírica arcaica la tujé es la manifestación de la irrupción imprevisible e incontrolable, pero inteligente, de la divinidad en la vida humana, en el pensamiento ilustrado de los escritos hipocráticos, de Tucídides o de Eurípides, esto ya no puede ser así, pues con el pensamiento ilustrado asistimos a un cambio global de paradigmas acerca del ser humano y su relación con el mundo exterior. Desde la perspectiva de esta segunda tesis, Grecia o el Azar, nos muestra cómo, para el pensamiento ilustrado griego, el carácter fortuito de la vida humana acaba por desvincularse de la esfera de la trascendencia divina como su “fuente de sentido”, precisamente debido a que ahora es el ser humano racional y su técnica omnipotente, en contraposición con la divinidad, la que pasa a ocupar el rol protagónico. Es así como el pensamiento ilustrado logra conformar un nuevo paradigma, donde, en palabras del autor, “toda fuente de donación de sentido se restringe a la racionalidad natural y la inteligencia humana” (205).

Respecto a esta coyuntura fundamental en la historia de la idea de tujé, el profesor de los Ríos hace dos afirmaciones importantes, y particularmente controversiales. La primera es que recién con este cambio de paradigma, la tujé emerge como el concepto de “evento fortuito” o “azaroso” propiamente tal, desligado del ámbito del designio divino. Este me parece ser virtualmente el único punto en que el profesor de los Ríos cae en la tentación moderna de leer en la tujé el sentido de contingencia o indeterminación causal, y de suponer que el verdadero acontecimiento fortuito solo es compatible en una concepción indeterminista del mundo, como lo sería la racionalista. E incluso, aunque esto fuese cierto, no tengo tampoco claro que la concepción racionalista del mundo que encontramos en los escritos hipocráticos, en Tucídides o en Eurípides, sea efectivamente una concepción que deja lugar a lo que el autor a veces llama, en un momento de inspiración moderna, “la indeterminación objetiva de los procesos naturales”.1 Mi desacuerdo en este punto está fundado en que el concepto de tujé en cuanto coincidencia fortuita en el ámbito de la acción humana, incontrolable e inesperada, pero relevante a los intereses del agente, es perfectamente compatible con un universo causalmente clausurado (como bien lo vio Aristóteles en su Física), e incluso con la concepción arcaica del mundo en el que los acontecimientos humanos están predeterminados por los designios trascendentales de una divinidad inteligente.

Esta primera afirmación, sin embargo, es un tanto adyacente al libro; no así la segunda afirmación del profesor de los Ríos, que da medio a medio en el clavo. El resultado del cambio de paradigma efectuado por el pensamiento ilustrado no es tanto el surgimiento de la tujé como indeterminación causal objetiva, sino más bien el cariz problemático y desafiante que ahora adquiere la tujé, precisamente porque esta sigue siendo, aún en el s. V, algo distinto a la mera indeterminación causal objetiva; un acontecimiento imprevisible e incontrolable, pero con una sorprendente contribución favorable o desfavorable a los fines humanos, como el encontrarse fortuitamente con un viejo deudor camino al teatro, o encontrarse inesperadamente con un tesoro al cavar una tumba. Efectivamente, tal como señala Grecia o el Azar, para el nuevo paradigma del humanismo ilustrado la experiencia del acontecimiento fortuito se vuelve problemática. O bien nos vemos forzados a reducir el acontecimiento a causas mecánicas ciegas, destruyendo así carácter de suerte dado por su apariencia intencional, o bien nos vemos forzados a replantear el paradigma “racionalista” y aceptar la influencia causal de inteligencias divinas inescrutables o incluso caprichosas que rescaten su carácter de suerte.

Después de haber leído este fascinante libro, parece inevitable concluir que este fue precisamente el problema que confrontó Aristóteles, quien propuso algo así como una vía intermedia mediante su concepción teleológica del mundo. Pero también aprendemos en Grecia o el Azar que detrás de este problema hay una historia mucho más compleja e interesante. Dicho cambio de paradigma es gradualmente llevado a cabo, en primera instancia, mediante una racionalización de la divinidad en autores como Hesíodo, Solón y Esquilo. Pero sobre todo aprendemos que aquello que Aristóteles percibió como un problema: hacer sentido del acontecimiento fortuito en un universo secularizado y carente de sentido interno (aunque no necesariamente contingente), se vuelve también problemático para toda una generación de humanistas ilustrados, tan dispares como Anaxágoras, Demócrito, Eurípides, los escritores hipocráticos o Tucídides.

Por la misma razón, esta segunda tesis disipa con gran efectividad la ilusión de pensar que algunos problemas tradicionalmente confrontados por la filosofía se encuentran aislados de los grandes paradigmas culturales de los que forman parte.

Notas

1 Ver 38, 73, 119.
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