Dossier

INTRODUCCIÓN DOSSIER CULTURAS LECTORAS EN AMÉRICA LATINA SIGLOS X X Y X X I

Antonia Viu y Claudia Darrigrandi

INTRODUCCIÓN DOSSIER CULTURAS LECTORAS EN AMÉRICA LATINA SIGLOS X X Y X X I

Revista de Humanidades, núm. 35, pp. 11-14, 2017

Universidad Nacional Andrés Bello

Los estudios acerca de la lectura y de los lectores en Latinoamérica se han centrado especialmente en el siglo XIX y en las primeras décadas del XX. Las perspectivas que han predominado ven la lectura en relación a la aparición de nuevas formas de autoría, es decir, a cómo se autoriza la escritura y a las maneras de leer que esto posibilita, a ciertas prácticas de sociabilidad, a la expansión y diversificación del mercado editorial, los procesos de alfabetización y, en consecuencia, a la ampliación de públicos lectores y comunidades de lectores específicas. Del mismo modo, se ha situado el foco en prácticas lectoras, instalando categorías que hoy son base de los estudios que predominan en el campo: lectura silenciosa, lectura intensiva, lectura como un acto íntimo o privado, etc. Desde la literatura, se ha destacado la importancia de las escenas de lectura como estrategia de figuración autorial, las formas en que se construye la lectura femenina desde espacios concretos y desde las convenciones de géneros masivos como la novela de costumbres o la novela sentimental. Los trabajos de Susana Zanetti, Juan Poblete, Silvia Molloy, Graciela Batticuore, Beatriz Sarlo, Nora Catelli, Bernardo Subercaseaux o, más recientemente, Néstor García Canclini, son solo algunos de los que desde distintas miradas han contribuido a configurar este campo de estudio en Latinoamérica.

En este dossier hemos querido poner el acento en la lectura durante el siglo XX y XXI, y centrarnos en lo que hemos llamado culturas lectoras en Latinoamérica, para abordar la lectura en un sentido amplio y subrayando las tecnologías que la posibilitan en un momento dado como un aspecto central de las prácticas que rodean el acto de leer en contextos específicos. Una cultura lectora, en el sentido que aquí se propone, permite considerar la lectura como un fenómeno complejo y multidimensional que involucra instituciones y marcos reguladores; prácticas vehiculizadas por tecnologías específicas, que se realizan desde corporalidades situadas políticamente (Littau 2008) y desde regímenes sensoriales concretos; y, también, soportes materiales y modos de circulación específicos.

Los procesos de alfabetización masivos del siglo XX van de la mano de la enseñanza primaria y secundaria, entre otras instituciones que regulan la educación, ya que son estas las que dan los lineamientos sobre cómo se debe leer, qué es lo que conviene leer, los beneficios que la lectura entrega y quiénes pueden leer. Como muestran algunos de los artículos incluidos aquí, los niños y los trabajadores se vuelven objeto de campañas de alfabetización porque para las elites es la única forma de integrarlos a las sociedades modernas y que dejen de ser una amenaza para el orden social. En este mismo sentido, serán cuerpos en disputa y serán interpelados desde distintos sectores de la sociedad por medio de nuevas publicaciones y secciones especialmente dirigidas a ellos, a partir de los modelos que se busca reproducir. Junto con reconocer la importancia de estos procesos, nos interesa expandir las definiciones de la lectura para dar cuenta de formas intermedias de alfabetización que descansan en la imagen tanto como en los textos, definiciones en las que leer es sinónimo de interpretar, pero también aquellas en que la lectura se significa desde las emociones y en la que emerge un pathos específico. Es decir, nos interesa poner el foco en culturas lectoras que se plantean la experiencia de la lectura ya sea desafiando esta actividad como un ejercicio exclusivamente de carácter cognitivo o proponiendo otras formas de entender el acto de leer. Del mismo modo, proponemos la lectura como una actividad que se puede entender desde la experiencia misma y no necesariamente como el medio para conseguir otros fines. Es así que, si por un lado, la práctica de la lectura responde a ciertas pedagogías, en las que es posible un aprendizaje, por otro, también es posible entenderla fuera de ese marco.

Pensamos en las transformaciones y aperturas que implica la persistencia de la lectura a lo largo de este último siglo: lecturas públicas que se realizan en espacios no convencionales, en la calle, en los muros, en el diario que envuelve la compra de la feria: lecturas que producen un sujeto urbano moderno que progresivamente abandona la interacción oral y que podrá orientarse silenciosa y solitariamente en la ciudad mirando señales y carteles (Henkin 1998), pero también lecturas urbanas que, por el contrario, congregan y agrupan en pos de intereses comunes.

Así, en el último siglo vemos más que una revolución de la lectura, formas de leer en permanente tensión y coexistencia. Se trata de un espacio de paradojas en el que encontramos literaturas digitales que se siguen leyendo desde las convenciones impuestas por los géneros de la literatura impresa, pero también otros modos de leer que han transformado y seguirán transformando subjetividades y que muestran las temporalidades de lo contemporáneo. La lectura como práctica que se despliega en el tiempo recorre estos trabajos, no solo cuando se habla del acto sucesivo de leer un texto, sino en aquellas lecturas que buscan preservarse en el tiempo, pero que conviven con otras que son estrictamente contingentes. También se hacen presentes lecturas que señalan otras temporalidades en la medida que abstraen al lector de los tiempos de la cotidianidad de su entorno. Marcan, así, para el que lee, otro ritmo en su habitar. Asimismo, no es posible descartar, las lecturas inminentes, aquellas que definen otras velocidades de interacción, que irrumpen en el espacio doméstico con notificaciones, anuncios o cobros, que se desplieguen en soportes efímeros y precarios que se transforman en desechos. Este tipo de lectura hoy, también se presenta por medio de plataformas tecnológicas de última generación. En consecuencia, se hacen presente culturas lectoras en las que la relación tiempo y lectura cobra otras dimensiones.

Desde las materialidades de la lectura, en tanto, en los libros, las revistas, los diarios y cualquier otro tipo de impreso, igualmente en las superficies de las plataformas digitales, advertimos siempre la posibilidad de subvertir un uso original, que la lectura devenga otras cosas. Como demuestran los artículos presentados en este dossier, los libros y los impresos pueden servir como protección contra el frío de un muro, pueden ser una manera de articular comunidades en el contexto de una crisis económica o pueden copiarse como una forma de democratizar la cultura. Por otra parte, internet y las redes sociales no necesariamente implican el fin de ciertas formas de leer sino que pueden funcionar como formas de expandir y redefinir la lectura, incluso la literaria.

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