Reseñas

MARINA ALVARADO CORNEJO REVISTAS CULTURALES Y LITERARIAS CHILENAS DE 1900 A 1920: LEGITIMADORAS DEL CAMPO LITERARIO NACIONAL SANTIAGO: EDITORIAL CUARTO PROPIO, 2016, 263 PP.

Jaime Galgani Muñoz
Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, Chile

MARINA ALVARADO CORNEJO REVISTAS CULTURALES Y LITERARIAS CHILENAS DE 1900 A 1920: LEGITIMADORAS DEL CAMPO LITERARIO NACIONAL SANTIAGO: EDITORIAL CUARTO PROPIO, 2016, 263 PP.

Revista de Humanidades, núm. 35, pp. 371-375, 2017

Universidad Nacional Andrés Bello

ALVARADO CORNEJO MARINA. REVISTAS CULTURALES Y LITERARIAS CHILENAS DE 1900 A 1920: LEGITIMADORAS DEL CAMPO LITERARIO NACIONAL. 2016. SANTIAGO. EDITORIAL CUARTO PROPIO. 263pp.

La académica Marina Alvarado Cornejo ha publicado recientemente un interesante estudio que presenta un conjunto de artículos destinados a ordenar el trabajo que ha realizado en los últimos años con relación a la relevancia de las revistas literarias y culturales aparecidas durante los años 1900 y 1920 en Chile. Desde el punto de vista de la contribución a los estudios culturales, su obra ofrece un aporte que satisface la necesidad académica de contar con una visión de conjunto sobre la materia, constituyéndose en una herramienta que, sin duda, habrá de contribuir a las inquietudes de los académicos y estudiantes interesados en los distintos aspectos que contribuyeron a la formación del campo literario nacional.

La obra contiene dos apartados. El primero de ellos ofrece una valiosa aproximación teórica al objeto de estudio, revisando los aportes de Itamar Even-Zohar, Pierre Bourdieu, Jacques Dubois, Janusz Slawinski, Gerard Genette y Norman Fairclough. De este modo, organiza un sistema teórico que permite ver la revista no tanto con relación a lo que es en sí misma, sino, sobre todo, como “estrategia cultural que no solo busca exponer ideas o propuestas, sino también contribuir en la construcción del campo cultural y literario y posicionarse a partir de la superposición de “relatos” y “juegos de enunciación” (Lyotard), por medio de los cuales complejiza y activa el “repertorio literario y cultural” (25-26). He aquí el programa de su proyecto y la ambiciosa propuesta que la profesora Alvarado pone en nuestras manos.

El segundo apartado contiene tres capítulos que organizan la información distribuyendo cronológicamente el período en tres etapas: 1) Siglo XX: Cambio de repertorio. 2) Zig-Zag y la irrupción editorial, 3) Reorganización y transición escritural: los contendientes. El conjunto de revistas analizadas es vasto y van desde las revistas de principios de siglo (Luz y Sombra, Instantáneas, Instantáneas de Luz y Sombra, Pluma y Lápiz) hasta Numen y Claridad, que responden a contextos y propuestas que preparan para la década de los veinte con un nuevo horizonte estético, político y social.

Me parece advertir una acertada distribución del estudio en tres etapas para señalar las líneas predominantes de los tres momentos seleccionados a fin de ilustrar la evolución del período. El primero de ellos, nos pone frente a los albores del siglo XX. Es la década de D’Halmar y Marcial Cabrera Guerra, quienes, junto a otros líderes culturales, marcan la escena de los primeros años en el plano del desarrollo periodístico-literario. El escenario urbano cultural pugna aún entre las tradiciones heredadas desde la Colonia y las emergencias de un mundo moderno. Esa tónica marca las distintas transiciones en el mundo cultural y en el campo específico que toca a las revistas estudiadas. Es un período en que las novedades se experimentan con retraso, las corrientes estéticas ya maduras en Europa empiezan a dar sus primeros frutos a comienzos del ‘900, resabios de clase favorecidos por “metarrelatos sobre la organización de las diferentes instituciones y agentes legitimadores del país” (60), etc. Con todo, se señalan, con el cambio de siglo, rupturas que orientan hacia un nuevo orden. Paulatinos pasos hacia la modernización tecnológica, progresiva masificación en el orden del consumo de los productos culturales, y, entre otros, “nuevas visibilidades o exterioridades sígnicas en inéditas relaciones entre letra e imagen, y en la estimulación de unas sensibilidades que no tienen como fuente la cultura ilustrada-letrada” (Ossandón y Santa Cruz, citados por Alvarado 60). Cambian las formas de acceso a las publicaciones impresas, agregándose al sistema de suscripción, la venta directa de periódicos y revistas en las calles. Poco a poco, se percibe el desarrollo de una colectividad consumidora de cultura que no se observaba en el siglo XIX y que permite entender el auge de nuevos contenidos asociados al despertar de movimientos sociales, a la voz del mundo obrero y al desarrollo de voces femeninas. No en vano, la proliferación de periódicos obreros, por ejemplo, en los años inmediatamente anteriores y posteriores al cambio de siglo. Los primeros cinco años del siglo XX inician cambios en el orden social del país que habrían de extenderse significativamente durante largas décadas. Marcas de ello son la creciente urbanización de algunas ciudades, la segregación social, la consolidación de “tipos” sociales como el roto, el siútico y el caballero, la mirada entusiasta y aspiracional hacia las novedades de la modernidad europea que, al mismo tiempo, coexisten con la preocupación por relatar las cuestiones sociales en la novela (naturalismo y realismo) en conjunto con corrientes asociadas al modernismo, al criollismo y a esa escuela que fue, según Francisco Contreras, el Mundonovismo. Sin duda, se trata de una época fecunda de cambios, asunciones y apropiaciones que, en el ámbito específico de las revistas, supuso un esfuerzo por generar publicaciones que, siendo la mayor parte de ellas, de corta duración, reflejaron las inquietudes específicas del campo cultural, produciendo los efectos iniciales de una acusada profesionalización del oficio literario y, más específicamente, de la “prensa literaria”.

El segundo período estudiado está marcado, sin duda, por “Zig-Zag y la irrupción editorial”. Con plenitud se consolida un producto, el magazine, que si bien incipientemente parecía señalado en las revistas anteriores (Pluma y Lápiz, Instantáneas, La Lira Chilena, etc.), se manifiesta con toda su potencia con Zig-Zag. Si bien es cierto que este tabloide aprovecha el cuerpo de intelectuales consolidados y consagrados anteriormente en el despliegue de las pequeñas revistas mencionadas, la gran empresa surgida al alero de El Mercurio, de la mano de la industria impulsada por Agustín Edwards Mac Clure, supuso una renovación estructural de alientos inusitados en la prensa chilena. Los aportes de Zig-Zag, y otras de su género, según Alvarado, son: 1) contribución en la producción literaria chilena y en la movilidad del “sistema literario” mediante sus correspondientes estrategias de posicionamiento, consagración y canonización, 2) reorganización de los relatos culturales producidos en aquella época, 3) intento de construir un metarrelato que abarque la mayor cantidad de públicos lectores y que ordenara “la masa lectora”. En síntesis, “las revistas de Edwards fueron la respuesta discursiva burguesa frente a la heterogeneidad sígnica y enunciativa predominante en el período” (123). Otra revista importante es Selecta, perteneciente a la casa editorial de Zig-Zag pero abocada específicamente a la cuestión literaria y artística. Dirigida por Luis Orrego Luco, atiende al ámbito de la alta cultura. Tuvo una tirada mensual durante cuatro años. El interés de Alvarado por incluirla está dado especialmente por “la problematización y evaluación que sus textos desplegaron respecto de los hechos de la vida literaria circundante, así como también por la inclusión de las primeras escritoras profesionales dentro de sus páginas” (123). Otras revistas estudiadas en esta etapa son La Familia, Corre Vuela, Pacífico Magazín, El Peneca, entre otras.

El capítulo 3 se sitúa plenamente en la década 1910-1920, la llamada década del Centenario, imprescindible para comprender nuestra particular transición desde el criollismo a las vanguardias. En concreto, se abordan “las revistas culturales-literarias-políticas publicadas a partir del año 1912 hasta 1920, las que reconocemos como proyectos que se posicionaron en la esquina opuesta de la prensa heterónoma representada por Zig-Zag y los demás periódicos de la misma casa editorial” (Alvarado 167). En estas páginas, se hablará de Musa Joven, Pluma y Lápiz (la revista de Santiván), y Claridad, entre otras (como la revista de Los Diez). Resumamos simplemente que los acentos de la reflexión de Alvarado sobre este importante período de nuestra producción cultural se orientan a la transición hacia las vanguardias (aspecto ya mencionado), presencia de contradiscursos o manifiestos que “dan cuenta de la mercantilización de la producción literaria” (167), cuestionamiento, con respecto a la primera década del siglo XX, de intereses económicos en la producción cultural, manipulación de la opinión pública, restricciones para literatos y la producción cultural en general (cfr. 167). En síntesis, un impulso más decidido a favor del desarrollo de una autonomía más acusada por parte del campo literario es lo que se observa en los aires renovadores que habrían de culminar en una suerte de expectativa que habría de proyectarse hacia la década promisoria, la de los años veinte.

Poco más hay que decir sobre el trabajo propuesto por la profesora Marina Alvarado Cornejo quien, en su breve carrera académica, se ha revelado como una notable promesa para la academia chilena. Esta obra, publicada por Cuarto Propio, se suma a Revistas culturales chilenas del siglo XIX (1842-2894): historia de un proceso discontinuo (Santiago, Ediciones UCSH 2015) y Teresa Wilms Montt. Estrategias textuales y conflicto de época (Santiago: Cuarto Propio 2015), además de numerosos artículos publicados en revistas de corriente principal. Se agradece a las casas editoriales que nos hacen posible acceder a este valioso material y a la profesora Alvarado por poner en actualidad cuestiones que varios académicos de diversas casas de estudio en Chile y otros países sentimos particularmente cercanas.

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