Reseña

Pedro Moscoso-Flores, Antonia Viu (editores). Lenguaje y materialidades, trayectorias cruzadas

Diego Maureira Roldán
Universidad Andrés Bello, Chile

Pedro Moscoso-Flores, Antonia Viu (editores). Lenguaje y materialidades, trayectorias cruzadas

Revista de Humanidades, núm. 43, pp. 424-429, 2021

Universidad Nacional Andrés Bello

Moscoso-Flores Pedro, Viu Antonia. Lenguaje y materialidades, trayectorias cruzadas. 2020. Santiago. RIL. Pedro Moscoso-Flores, Antonia Viu (editores) Lenguaje y materialidades, trayectorias cruzadaspp.. 978-956-01-0758-9

Lenguaje y materialidades, trayectorias cruzadas tiene el interés por introducir diversas reflexiones y narrativas que permitan recorrer, desde una preocupación metodológica con tintes experimentales, un análisis donde los lenguajes y las materialidades convergen como objetos de estudios con el propósito de desplegar una cartografía interdisciplinaria, que entrecruza y comparte dimensiones semióticas y materiales, como sugiere el título, desde trayectorias cruzadas. Este libro devenido “caja de Pandora” (11) se presenta como apertura hacia una región donde la relación entre lenguaje y materialidades tiene límites difusos e indeterminados, un terreno caótico y esperanzador, asumido como síntoma del complejo panorama de las concepciones sobre nuestra relación con los objetos, con la cultura, con lo social y con la condición humana en la violenta y desafectiva época contemporánea.

La edición del presente libro está a cargo de Pedro Moscoso Flores y Anotnia Viu, y es resultado de una experiencia de trabajo conjunto en un seminario interdisciplinario homónimo. Esta publicación se compone de una introducción como presentación general que expone la propuesta de los textos reunidos, además de la presentación de los cuatro ejes de la compilación ‒detallados más adelante‒ donde escriben Patricio Azócar Donoso, Gonzalo Bustamante Kuschel, Borja Castro-Serrano; Cristián Ceruti Mahn, Marcela Drien, Cynthia Francica, Andrea Kottow, Fernando Longás Uranga, Andrés Maximiliano Tello, Pedro Moscoso-Flores, Nicolás Román, Diego Rossello, Hugo Sir y Antonia Viu, autores con pertenencias disciplinarias diversas que proyectan diferentes alcances y desafíos para pensar una relación entre lenguajes y materialidades en la época contemporánea.

Su primer eje, “Un problema de dimensiones, desplazamientos y cambios de escala”, tensiona los límites desafiantes de la humanidad, reflexiona acerca de las magnitudes sobre sus cambios de escala, sus desbordes antropocentristas (o antropofaloegocentrista) y sobre sus desestabilizados horizontes. De esta forma se nos propone pensar en estos desbordes a partir del rol de la animalidad del ser humano, discutiendo la administración de las democracias representativas modernas que animalizan a seres humano laborantes, como sostiene Diego Rosello. El capítulo señala la ambición por la abundancia de bienes, para luego discutir la noción de dignidad, igualdad y horizontalidad como mecanismos de des-animalización, finalmente, propone el reconocimiento de todos los individuos como iguales, pero nadie igual que la especie humana. Este primer eje del libro sitúa una perspectiva posantropocéntrica, que reflexiona sobre la relación entre el ser humano y lo inhumano, como puede ser la energía en el artículo de B. Castro-Serrano y C. Ceruti, quienes articulan una ética-política para una nueva institucionalidad energética. La coerción y violencia institucional, según los autores, responde a una concepción del deseo como falta, donde la lógica capitalista, de la mano de la institucionalidad tradicional y la racionalidad progresista, no satisface esa falta, sino que la extiende y la incorpora en valores universales y formas de vidas impuestas, aceleradas y desafectadas, desocializando al ser humano e imposibilitándolo en sus elecciones sobre la vida que desea vivir. El problema con la energía manifiesta el problema con el control social y político, este obstáculo permite repensar una institucionalidad y una energía desde nuevos modos de subjetivación y relación con el planeta. Dichas reflexiones en torno a las hegemonías progresistas y antropocéntricas encuentran eco en el capítulo de Antonia Viu y su revisión de los cuentos de Marta Brunet. Este capítulo titulado “¿La sangre sola?: materialidades y vitalismo en los cuentos de Marta Brunet” discute las definiciones escencialistas de la naturaleza que proponía el criollismo como movimiento literario latinoamericano en la primera mitad del siglo XX y rastrea los principios de esta tendencia literaria local hegemónica desde el naturalismo. La autora revisa la narrativa de Brunet desde una resistencia contra las lógicas mecanicistas y complejiza la crítica que recibió Brunet, Antonia Viu propone pensar a la escritora desde otros marcos que tensionan la idea de lo real con la incorporación de lo virtual.

Estas reflexiones sirven como recorrido hacia las consideraciones sobre la materialidad de las imágenes y los cuerpos en el segundo eje del libro: “Materialidades fluidas y tecnologías de captura”, problematizando la relación-representación de la realidad y sus formas de circulación-exhibición. En este sentido, el capítulo de Marcela Drien analiza publicaciones periódicas ilustradas de fines del siglo XIX, las cuales proponen, para la época, una destacada incorporación de imágenes en el papel, para “formar el gusto artístico en el público” (113). Estas publicaciones devienen verdaderos museos de papel, espacios de convergencia de la cultura impresa, la cultura visual y la cultura de exhibición. Este nuevo soporte material sugiere nuevos campos de significación los cuales proponen diferentes y nuevos criterios para la apreciación visual.

La tensión de la materialidad de las imágenes continúa con el capítulo de Pedro Moscoso-Flores, quien propone una reflexión crítica sobre el cuerpo y las imágenes del horror. El recorrido por cuerpos mutilados evoca una composición semiótico-material tensionada por la provocación perpleja e indeterminada, sumado a la incapacidad afectiva de comprensión de corporeidades mutiladas en escenarios sociopolíticos e institucionales conflictivos. Dicho de otro modo, la exposición de las imágenes del horror nos permite ir más allá y reconocer “sensiblemente potencias materiales espectrales” (166). El capítulo presenta imágenes de un motín en la cárcel de Manaos, Brasil, exhibiendo cuerpos cercenados y apilados en el piso, para luego presentar imágenes de vestigios de desaparecidos, a manos de narcos, en México. Todas estas representaciones son imágenes del horror que nos permiten reflexionar en torno a los cuerpos y las materias inorgánicas, el valor de un cuerpo muerto y las afecciones inespecíficas que nos provocan estas imágenes.

El eje continúa con reflexiones críticas sobre las imágenes y el cuerpo en el terreno juvenil de la violencia y la precaridad barrial. La escuela es percibida como lugar fronterizo, sostiene Patricio Azócar, donde convergen distintos grupos y contextos, un lugar que exhibe las y los cuerpos periféricos juveniles y que propone su imagen como dispositivo regulador y disciplinante. Dicho dispositivo extrae la identidad de los cuerpos para regularla desde el discurso institucional donde opera un curriculum muerto, muerto de sensibilidad y muerto de experiencias y vivencias (173), interviniendo las afecciones de estos cuerpos desde la atenuación o la competencia por privilegios y promoviendo una precarizada producción de estudiantes modelos. La escuela como máquina de exclusión-inclusión paradójica, de estabilidad aprensiva, gobierna desde el desafecto con un discurso de valoración capitalista, es decir, discriminador, racista y fascista. De este modo, la resistencia a los bloques identitarios integradores por medio de “tapizarse” responde a una nueva codificación tecnológica-estética y corporal como gesto que “pone en la calle una fuerza existencial capaz de desafiar estéticamente la norma legal del acceso a la presencia” (188).

A partir de los desafíos y conceptos tales como imágenes, la realidad y el cuerpo, se propone un tercer eje, “Exceso de cuerpo y precariedades del trabajo”, que explora la precarización, tanto de los cuerpos como de las sociedades en el contexto neoliberal. Los capítulos de este eje desentrañan y discuten las estructuras simbólicas que dominan a las subjetividades, los afectos y los cuerpos bajo la gubernamentalidad neoliberal. El discurso neoliberal es un discurso de valoraciones individuales y competencias que atentan contra una idea de comunidad, manipulando ideas sobre la libertad y la opinión en una forma de vida que promueve, en palabras de Fernando Longas, “los psicofármacos, la multiplicación y el consumo irrestricto de servicios, el endeudamiento, el marketing, las redes sociales y la aceleración permanente de la praxis” (224) que llama a la competencia y al esfuerzo, pero no al pensamiento. Siguiendo este pensamiento derivado del materialismo histórico de Marx, se presentan formas de “autoexplotación”, las cuales manifiestan una preocupante consecuencia del capitalismo tardío que identifica Hugo Sir, la cual es “que trabajo y vida parecen confundirse” y manifestarse en la extorsión sobre trabajadoras y trabajadores a partir de las condiciones de precarización de la experiencia (250). Estos sujetos precarizados y amenazantemente minusvalorados por el orden neoliberal son reconocidos por Nicolás Román en la literatura contemporánea del cono sur. El problema con la producción de subjetividad con dispositivos neoliberales que ejercen “una explotación transversal: en lo público y privado, en lo productivo y en lo reproductivo […]” (267), son problemas que se manifiestan en las narrativas del actual ciclo histórico, retomando “el trauma y la derrota histórica de la izquierda en los sesenta” (257). Así se discute la situación de sujetos marginados y precarizados en la novela Los Topos de Féliz Bruzzone, donde se representa la ausencia del Estado, la violencia sexual y sus consecuencias, más las problemáticas de trabajar en un contexto asociado con un neoliberalismo heredado de la dictadura.

Estas discusiones abren un último eje que cuestiona las relaciones y agencias entre lo humano y lo no-humano titulado “Descentramiento de lo humano”. Este eje expone los aportes de nuevos estudios materialistas desde una ontología no-antropocéntrica y posthumana, la cual permita, como sostiene Gonzalo Bustamante, “dar cuenta del fenómeno comunitario de la existencia, solo que ahora mas allá de lo humano” (281). El autor plantea discusiones que pretenden “superar la comprensión lingüística de la realidad por medio de la interacción de agentes humanos y no-humanos” (37), para reconocer en el constitucionalismo contemporáneo no eurocéntrico, como en el caso ecuatoriano y boliviano, derechos y políticas de reconocimiento, defensa y resguardo a seres considerados constitucionalmente no-humanos, tales como la naturaleza y los pueblos originarios. Siguiendo la discusión sobre lo posthumano, Andrés Tello confronta el materialismo mecanicista cartesiano contra el materialismo vitalista deleuziano para discutir los modos de producción a partir de la multiplicidad, es decir, la “coexistencia de una multiplicidad de procesos maquínicos […] que definen las formaciones sociales” (303). Este desbordante materialismo de las multiplicidades configura representaciones, imágenes y pensamientos que se conectan y surgen en diferentes conexiones maquínicas, pues “vivimos atravesados por máquinas, en máquinas y con máquinas” (311). El análisis se lleva al terreno literario, encontrando inscripciones materialistas en La amortajada de María Luisa Bombal, donde Andrea Kottow discute las relaciones cambiantes y móviles entre los objetos y sujetos de la novela, sosteniendo que “el mundo natural y el mundo humano se vuelven porosos uno en relación con el otro” (318). Se percibe así la lluvia, la mortaja que cubre el cadáver, incluso el pelo que supuestamente crece en un cuerpo muerto, como elementos que agencian potencialidades: “que las cosas tengan el potencial de significar, las vuelve amenazantes” (323). Andrea Kottow reconoce el cuerpo como un espacio de significación, el cuerpo y la piel como otras superficies de escritura que permiten analizar la obra de Bombal destejiendo un lenguaje difuminado, múltiple y significativo que mezcla vida y muerte, lo humano y lo no humano (326). Continuando con el análisis sonbre la temática posthumana, se presenta el análisis de Cynthia Francica sobre la obra teatral Realismo de Manuela Infante. En dicha obra se “propone visibilizar la fuerza escénica de lo no humano a medida que una multiplicidad de objetos cotidianos ganan espacio sobre el escenario para imprimir otros ritos, texturas y formas a la obra” (329). Su análisis postantropocéntrico permite pensar la potencia de las cosas como vehículos de significado, donde el mundo de los objetos parece inaccesible e impreciso. La “herramienta rota” (340) surge como un objeto que se libera de su contexto y de su dimensión de referencias, y nos acercar al mundo no humano de las cosas, a partir de disposiciones afectivas diferentes a las que tenemos con lo humano, explorando y discutiendo una relación y ética con otros radicalmente diferentes e ilegibles (342).

En suma, el volumen dilucida una posibilidad para confrontar los límites conceptuales que propone esta relación problemática entre lenguajes y materialidades, asumiéndose como un “artefacto con poder expansivo” (31) que permite aproximarse a los problemas entre (desde) las cosas, objetos, sujetos, afectos y condiciones, replanteando y confrontando el pensamiento moderno para presentar una diversidad narrativa compuesta por los diferentes textos. El cruce de estudios de este libro tensiona las concepciones sobre nuestra relación con lo material y el lenguaje en nuestra problemática actualidad.

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