Artículos

Conocimiento como respuesta mecánica al ambiente, acoplamiento y reflexividad: una alternativa al debate entre las propuesta epistemológicas de Kornblith y Sosa 1

Knowledge as a Mechanic Response to the Environment, Attachment, and Reflexivity: An alternative to the debate between the epistemological approaches of Kornblith and Sosa

Nicolás Alarcón Zambrano
Universidad Andrés Bello, Chile
Felipe Álvarez Osorio
Universidad Andrés Bello, Chile

Conocimiento como respuesta mecánica al ambiente, acoplamiento y reflexividad: una alternativa al debate entre las propuesta epistemológicas de Kornblith y Sosa 1

Revista de Humanidades, núm. 43, pp. 265-291, 2021

Universidad Nacional Andrés Bello

Recepción: 03 Marzo 2019

Aprobación: 08 Agosto 2019

Resumen: En este trabajo pretendemos dar cuenta de cómo los criterios de delimitación entre el conocimiento animal y el conocimiento humano en la epistemología contemporánea no son adecuados para agotar la complejidad epistemológica del fenómeno. Buscamos, así, establecer una tercera vía de interpretación, proponiendo una taxonomía de niveles que satisfaga las necesidades de clasificación del conocimiento animal sin dejar de lado la particularidad propia del conocimiento humano, a saber, la reflexividad. De esta manera, se pretende reinterpretar cómo ha sido concebido el conocimiento animal en la epistemología contemporánea para reconstruir, a partir de las posturas mencionadas, una vía alternativa que dé cuenta, adecuadamente, de las particularidades del conocimiento animal en relación con el conocimiento humano.

Palabras clave: epistemología contemporánea, Hilary Kornblith, Ernest Sosa, conocimiento animal, conocimiento humano.

Abstract: In this paper we intend to explain how the criteria of delimitation between animal knowledge and human knowledge in contemporary epistemology are not adequate to exhaust the epistemological complexity of the phenomenon that constitutes knowledge to establish a third way of interpreting this phenomenon. In turn, a taxonomy of levels that satisfy the needs of classification of animal knowledge will be proposed without neglecting the particularity of human knowledge, namely, reflexivity. In this way, we intend to reinterpret how animal knowledge has been conceived in contemporary epistemology in order to reconstruct, from the mentioned positions, an alternative way that appropriately accounts for the particularities of animal knowledge in relation to human knowledge

Keywords: Contemporary Epistemology, Hilary Kornblith, Ernest Sosa, Animal Knowledge, Human Knowledge.

1. Introducción

La cuestión sobre el conocimiento, en específico, sus requisitos para establecer cuando estamos en presencia de él, se ha centrado en agentes con un manejo del lenguaje. Sin embargo, dentro de la epistemología contemporánea la cuestión acerca del conocimiento de animales no-humanos ha cobrado cada vez más importancia. Las diversas implicancias sobre esa posibilidad no se limitan solo a otros animales, sino también repercuten en cómo nos encontramos en el mundo y en cómo nos entendemos. Sin ir más lejos, la posibilidad misma de si los infantes prelingüísticos poseen o no conocimiento se encuentra ligada, clásicamente, con la posibilidad de conocimiento en otros animales. Por consiguiente, la cuestión no se centra solo en los requisitos para tener conocimiento, sino también en qué otros agentes pueden poseerlo.

Considerando lo anterior, la presente investigación busca dar cuenta de la discusión sobre el conocimiento animal, tomando como punto de partida los trabajos de Sosa –en especial Epistemology– y su análisis binivel, esto es, su propuesta respecto de un nivel de conocimiento animal correspondiente a las denominadas creencias de primer orden, es decir, creencias acerca de hechos que implican en el organismo ser capaz de reaccionar, de forma adecuada, a un ambiente; así como su propuesta en torno a un nivel de conocimiento reflexivo correspondiente a las creencias de segundo orden, es decir, la capacidad de sostener creencias sobre creencias (o, en otras palabras, ser capaz de satisfacer criterios internalistas demandantes y evaluar evidencia), lo que daría paso finalmente al conocimiento plenamente humano. De acuerdo con este esquema, el conocimiento de animales humanos versa sobra la conjunción de las nociones de conocimiento animal y conocimiento reflexivo; mientras que el conocimiento de los animales no-humanos versa solo sobre la primera noción: carecen de la capacidad de formarse creencias de segundo orden que sean lo suficientemente aptas para satisfacer las exigencias normativas del conocimiento plenamente humano. Si bien esta postura tiene gran aceptación, no se encuentra exenta de críticas. Una de las más contundentes la encontramos en la epistemología naturalizada de Hilary Kornblith, expuesta principalmente en Knowledge and its place in nature y complementada en sus críticas en On Reflection. Kornblith propone que el conocimiento corresponde a una clase natural, que es un fenómeno que se da necesariamente en la naturaleza y, en tanto que necesario, no se encontraría restringido a una sola especie, sino que se encontraría extendido. Esta concepción del conocimiento es incompatible con la epistemología binivel de Sosa, generando una tensión sobre cómo se debe abordar el conocimiento en otras especies.

A la luz de este debate, proponemos un punto de encuentro entre las posturas de Sosa y Kornblith para sostener la posibilidad de una teoría del conocimiento que conste de tres niveles. Para ello, en primer lugar, daremos cuenta del estado de la discusión aclarando las nociones fundamentales que la sustentan y ahondaremos en las propuestas de Sosa y Kornblith acerca de qué es el conocimiento y cómo debe ser abordado como objeto de estudio. De esta manera, nos adentraremos de lleno en sus diferencias metodológicas sobre el conocimiento para analizar los alcances y limitaciones de ambas posturas, señalando con ello los posibles aciertos o desaciertos de cada una respecto de la pregunta acerca del conocimiento. En segundo lugar, pretendemos proponer una postura epistemológica que conste de tres niveles: un nivel mecánico, a saber, el nivel correspondiente a las creencias de primer orden de Sosa, entendido, esta vez, como un nivel de acoplamiento básico con el entorno que no calificaría como conocimiento; un nivel intermedio, donde encontramos mecanismos fiables, similares a los defendidos por el fiabilismo de Goldman, que calificaría como conocimiento básico tanto en humanos como no-humanos; y, finalmente, un nivel reflexivo, a saber, el nivel correspondientes a las creencias de segundo orden. Defenderemos que este último nivel solo es aplicable bajo ciertas circunstancias, siendo usado, de manera casi exclusiva, por expertos en momentos de reflexión teórica. De esta manera, pretendemos instaurar una vía alternativa para abordar las problemáticas derivadas del debate epistemológico entre las posturas de Sosa y Kornblith que dé cuenta del fenómeno del conocimiento en la naturaleza.

2. Conocimiento como clase natural en la epistemología de Kornblith

La investigación de la filosofía analítica en este tema se redujo en un principio a la aclaración conceptual: los trabajos de Rudolf Carnap y de Gilbert Ryle, que abordaron el problema, se enfocaron en una aclaración de los conceptos mentales. Este tipo de investigación, que recurre a una dilucidación a priori de estos conceptos y a nuestras intuiciones, ha sufrido un giro al enfocarse cada vez más en el quehacer empírico de las ciencias, tomando en consideración las diversas investigaciones como punto de partida2. En el intento de naturalizar la filosofía, hemos integrado los descubrimientos científicos como la fuente mínima para construir una investigación filosófica3. Esto es algo que puede ser observado en la epistemología, tanto en el método que se ha usado para investigar el conocimiento como en las preocupaciones disciplinares. En ese sentido, el problema acerca de si los animales no-humanos poseen o no conocimiento es una cuestión que, difícilmente, se hubiera tomado en serio hace unas décadas, y que se ha abordado tomando en cuenta los avances en disciplinas tales como la etología cognitiva.

Uno de los principales problemas al momento de abordar el conocimiento en animales no-humanos es, sin duda, la justificación. En el esquema clásico de la epistemología contemporánea, el conocimiento se entiende mediante el análisis tripartito, a saber: creencia, verdadera, justificada. En lo que respecta a si un animal no-humano sea capaz de tener creencias o actitudes proposicionales, en general, es un problema que la filosofía de la mente se debe encargar4. Sin embargo, cuando hablamos de la justificación, es un problema propio de la epistemología.

Hilary Kornblith parte su reflexión destacando cómo ha operado la filosofía y, en particular, la epistemología, desde el análisis conceptual y de la intuición: tanto el análisis conceptual, como la apelación a nuestra intuición, resultan metodologías erradas para Kornblith, en tanto no muestran la realidad del fenómeno. El análisis conceptual solo muestra cómo representamos el fenómeno y no cómo es en realidad. La apelación a la intuición se encuentra en entredicho por razones similares: así como los conceptos pueden no captar el verdadero alcance del fenómeno, nuestras intuiciones al respecto pueden estar completamente erradas. Por ejemplo, el hecho de que usemos el concepto de perro no nos dice nada acerca del perro mismo; algo similar ocurre con nuestra intuición: podemos tener una intuición, fundada o infundada, de que el presidente está en el palacio de gobierno. Sin embargo, eso no nos dice nada acerca de la realidad del presidente, solo nos indica algo que nosotros estamos asumiendo. A pesar de lo anterior, Kornblith señala que sí hay un espacio para la intuición, y el análisis conceptual clásico, en su investigación, solo que debe estar debidamente dirigido (Knowledge 7):

Cuando apelamos a nuestra intuición acerca del conocimiento, resaltamos ciertas instancias del fenómeno que deben ser tomadas en cuenta, las cuales son instancias genuinas de conocimiento y que resultan simplemente obvias, si es que nuestros ejemplos han sido bien escogidos. Lo que estamos haciendo, como lo veo, es similar a lo que hace un coleccionista de piedras que reúne muestras de alguna clase interesante con el propósito de descubrir qué es lo que estas tienen en común. Empezamos, a menudo, con casos obvios, incluso si aún no entendemos qué es lo que nos provee la unidad teórica para la clase que estamos examinando. Entender cuál es la unidad teórica es el objeto de nuestro estudio, y es encontrado por un examen cuidadoso del fenómeno, esto es, algo fuera de nosotros, no por nuestros conceptos del fenómeno, algo dentro de nosotros. (10-1)

Tomemos en cuenta el ejemplo del coleccionista de piedras, quien busca y recoge piedras que posean cualidades similares para luego investigar y establecer qué es lo que poseen en común. Solo posteriormente, una vez que hemos detectado cuáles son las propiedades comunes, entra en juego la teoría. En el fondo, Kornblith apunta a que la epistemología tradicional se ha dedicado a buscar y analizar casos que poseen una propiedad en común, esto es, que califican como conocimiento. Sin embargo, se obvia el hecho de que disponemos de una teoría que estudia casos, en particular, una rama de la biología que encarga de analizar qué cuenta como conocimiento, a saber, la etología cognitiva. Por lo anterior, la investigación que desea llevar a cabo Kornblith es una que muestra de manera adecuada el fenómeno del conocimiento y que la respuesta a dicho fenómeno sea puramente naturalista, detectando cuál es la unidad teórica que une cada caso. En este contexto, la respuesta naturalista que persigue Kornblith es similar a la que otros autores dentro de la filosofía analítica han buscado, esto es, una basada en las ciencias empíricas5. Es por ello que, para él, una respuesta adecuada del fenómeno del conocimiento debe considerar lo que las ciencias han señalado al respecto. Debemos recordar que, después de todo, la epistemología naturalizada, tal y como es planteada por Kornblith, es una tesis fundamentalmente metodológica (Goldman 403): lo que se busca establecer es un método que nos permita comprender, adecuadamente, el fenómeno del conocimiento. Tal método debe provenir, necesariamente, desde la ciencia natural más adecuada. Siendo ese el caso, ¿cómo debemos proseguir? Si lo que nos interesa es dar cuenta del conocimiento como un fenómeno que está ampliamente extendido y, además, que tal explicación sea dentro de un marco naturalista, lo esperable es recurrir a alguna ciencia que estudie casos de comportamiento animal que cuenten como inteligentes. Tal es el caso de la etología cognitiva, ciencia que estudia el comportamiento de animales no-humanos, analizando cómo mediante sus sentidos los organismos incorporan información de su entorno, la procesan y optan por una respuesta. Clásicamente, la etología cognitiva se ha centrado en mamíferos, pero se ha extendido a otros vertebrados (tales como los cuervos) y a algunos invertebrados (tales como los cefalópodos)6.

Basándose en la etología cognitiva, Kornblith asegura que el conocimiento se encuentra extendido en la naturaleza. ¿Cómo detecta la etología un organismo capaz de conocimiento? Si este es capaz de negociar con su ambiente, en tanto se acopla de una manera adecuada a él debido a que sus mecanismos fiables formadores de creencias así lo facultan, entonces, tenemos a un sujeto epistémico. De esta forma, el criterio usado por Kornblith será exactamente ese: si el organismo está adaptado al ambiente, debido a que negocia con su entorno, entonces estamos en presencia de un sujeto epistémico, un conocedor. Llamemos a tal principio criterio de negociación con el ambiente (CNA). Cuando un gato detecta una potencial presa, busca la mejor manera de atraparla y decide por un plan de caza, por lo que, de ser exitoso, podríamos afirmar que posee conocimiento. Tal escenario no tendría una diferencia significativa con un humano que conoce una proposición cualquiera como, por ejemplo, que la mejor ruta para llegar a casa es tal y tal7.

Por su simplicidad, el CNA presenta una serie de ventajas, entre ellas la que nos interesa relevar es la posibilidad de dar cuenta del conocimiento en animales no-humanos. Después de todo, parece difícil no defender la postura de que los pulpos, por ejemplo, poseen conocimiento; en efecto, los diversos experimentos que se han realizado en ellos (Stewart; Hamilton), han demostrado que son capaces de resolver, de manera exitosa, diversos problemas como encontrar la salida a laberintos, entre otros. Adicionalmente, mediante el CNA, Kornblith sostiene que no es necesario el hecho de dar razones a otro sujeto para sostener que alguien posee conocimiento, respondiendo así a posturas como las de Brandom que, entre otros8, ha defendido la idea de que sí es necesario que un sujeto S1 sea capaz de dar razones a un sujeto S2, siendo esta la única forma de determinar que S1 cree que p y llegar a sostener que cree que p. Ante esto, Kornblith responde que es posible imaginar una sociedad donde habitan los super rednecks, individuos que tienen por costumbre no entregar razones (podríamos asumir, incluso, que consideran como una mala costumbre exigir razones, o entregarlas). Si alguien que no perteneciera a dicha sociedad fuera de visita y pidiera orientación para llegar a un hotel, difícilmente dudaría que tal super redneck tuviera conocimiento de ello por el hecho de no dar los motivos que justifican su creencia de que tal hotel se encuentra en tal dirección. Lo mismo sucedería si uno de los super redneck decidiera visitar otra sociedad: nadie dudaría que tal sujeto posee creencias y tiene conocimiento a pesar de que no entregue razones, al menos en un contexto cotidiano prototípico. Si estamos dispuestos a sostener que los super rednecks poseen conocimiento a pesar de no entregar razones, entonces no disponemos de mayores problemas en asumir que animales no-humanos sí poseen conocimiento a pesar de que, nuevamente, no sean capaces de entregar las razones que sostengan sus creencias. Esto sería garantizado de antemano, justamente, por lo que estipula el CNA respecto del conocimiento. El argumento de los super rednecks pretende, en este sentido, mostrar que la justificación no es requerida para el conocimiento y que el hecho de que podamos dar razones es posterior a la posesión de él.

Con todo lo anterior, Kornblith busca concluir que el conocimiento es una clase natural, esto es: no es una clase artificial producto de nuestras convenciones, sino que es un fenómeno objetivo, que podemos identificar y aplicar. El conocimiento sería un fenómeno de la naturaleza, que descubrimos y que podemos aplicar y proyectar objetivamente a los demás animales. En lo presente, no nos referiremos a los problemas que esto conlleva, pero sí nos enfocaremos en otras dificultades que presenta9. En particular, nos enfocaremos en dos: i) la noción de adaptación y acoplamiento al ambiente y ii) la laxitud de la noción de conocimiento manejada por Kornblith.

La noción principal en la que se basa el CNA es que los organismos se encuentran en una relación de acoplamiento con su ambiente. Tal noción se desprende del proceso de adaptación, por lo que: i) si un organismo se encuentra adaptado, y, por tanto, acoplado con su ambiente, es capaz de conocimiento; ii) un organismo no adaptado, no estaría acoplado con el ambiente y, por tanto, no tendría conocimiento. El problema es que la noción de adaptación solo entraría en juego una vez que un organismo ya ha sido seleccionado naturalmente. Antes de haber sido seleccionado, por tanto, no habría acoplamiento, ni conocimiento. Esto se puede apreciar de una manera más clara mediante el argumento del hombre del pantano de Davidson: supongamos que un rayo cae en un pantano, generando que ciertas moléculas se ordenen de manera tal que forman una copia idéntica de alguien que estaba nadando (por razones desconocidas) en el pantano. Esta copia idéntica tiene los mismos rasgos que la persona que se encontraba nadando, sin embargo, según el CNA, no podría estar en una relación de acoplamiento, en tanto carece de historia selectiva y, por tanto, no está adaptado al ambiente. Si es así, el hombre del pantano no poseería, según el CNA, conocimiento. Tal y como esto es planteado, resulta altamente contraintuitivo. Podría imaginarse que una forma posible de resolver tal problema es recurrir a una noción de acoplamiento con el ambiente que no necesite de la adaptación del organismo. Sin embargo, esto no resuelve la laxitud de la noción conocimiento. Si la principal virtud de la propuesta de Kornblith es, justamente, la posibilidad de dar cuenta del fenómeno del conocimiento en diversos animales, constituye, a su vez, su principal defecto: la manera que se usa la noción de conocimiento permite que, inclusive, hormigas califiquen como organismos capaces de alcanzar el conocimiento. Esto no representa un problema propiamente tal para Kornblith. Sin embargo, la intuición de que el conocimiento suscita un logro cognitivo ulterior a la mera creencia verdadera y que, por consiguiente, no puede reducirse a qué tan bien un organismo se encuentre acoplado con el ambiente para lograr negociar con él, es una postura fuerte en la epistemología contemporánea no-naturalista. Veremos cómo esto es representado a partir de la epistemología binivel de Ernest Sosa, que nos servirá junto con la de Kornblith, posteriormente, para nuestro análisis de tres niveles.

3. Conocimiento humano como knowing full well

En los trabajos más recientes de su carrera, Ernest Sosa ha defendido que el conocimiento humano difiere del conocimiento animal en la medida que el primero suscita una performance epistémica de un nivel superior en relación con el segundo, identificando con ello el valor del conocimiento humano con el denominado knowing full well. Al contrario de la propuesta de Kornblith, en el esquema epistemológico de Sosa el conocimiento constituye una clase de acción intencional10, que puede concretarse con distintos niveles de aptitud: en primer lugar, en el caso del conocimiento animal, este puede conducir a una creencia verdadera mas no ser reflexivo respecto de la acción, pues el conocimiento animal se identifica con lo que Sosa denomina como aptitud de primer orden, a saber, una acción generada por una perfomance apta11, cuya aptitud se fundamenta en la conjunción de i) el éxito de una acción respecto de su objetivo (en el caso de la epistemología, un objetivo alético) y ii) la capacidad (competent) de un agente para ejercer una competencia respecto de una acción determinada (Sosa, Epistemology 72). Un ejemplo de esto lo encontramos, grosso modo, en el análisis de Sosa respecto de la acción de un basquetbolista al tirar la bola a la cesta:

En un primer caso, el jugador es inconsciente de los límites de su competencia y tira indiscriminadamente a una distancia muy cerca de su umbral de confiabilidad suficiente. En un segundo caso, el jugador lanza la pelota desde una distancia más allá de los límites de su competencia, por debajo de su umbral de confiabilidad, pero lo hace consciente de lo que está haciendo, como si corriera voluntariamente el riesgo. (74)

El primer caso se correspondería con el conocimiento animal y el segundo con el conocimiento reflexivo. ¿A qué se debe dicha escisión? Para Sosa, “el conocimiento animal no requiere que el conocedor tenga una perspectiva epistémica de su creencia, una perspectiva desde la cual respalda la fuente de esa creencia y puede ver esa fuente como confiablemente conducente a la verdad.” (Reflective knowledge 135). De esta manera, el agente del primer caso –inconsciente de los límites de su competencia– carece de una perspectiva epistémica respecto de cómo lanzar la bola; al margen su alta probabilidad de éxito, lanza sin ninguna consideración de carácter epistémico. Por consiguiente, desde esta perspectiva, el conocimiento radica en ser capaz hacer una acción exitosa, cuyo éxito sea resultado de una competencia en el agente.

Ahora bien, el segundo caso sí cumple con los parámetros del conocimiento reflexivo. Esto se debe a que el basquetbolista, si bien no posee certeza de que producirá una canasta con su acción intencional, si posee consideraciones de carácter epistémico respecto de su propia acción, es capaz de cuestionar el estatuto de su aptitud de primer orden y elevar una reflexión meta-aptitud respecto del modo en que es realizada (en este caso, su aptitud para lanzar la bola al aro), pues es consciente de que, dada la distancia y el descenso de la probabilidad de éxito, es posible que no acierte. En otras palabras, el conocimiento reflexivo posee un estatus epistémico superior en relación con el conocimiento animal en la medida que el primero constituye una instancia evaluativa de una aptitud de primer orden. En el caso anterior, a pesar de tener el éxito garantizado, debemos limitarnos a señalar que su performance fue apta, mas no completamente apta, pues carece del análisis producido por una meta-aptitud respecto de la acción y, para Sosa, el conocimiento humano posee una exigencia evaluativa que dota de reflexión cualquier clase de acción intencional, generando con ello una aptitud de segundo orden respecto de la primera.

Ahora bien, ¿es posible considerar completamente apto un tiro cuya posibilidad de éxito es realmente baja solo en virtud de que se le haya sumado la reflexión?, ¿es un criterio suficiente para delimitar la diferencia entre el conocimiento animal y el conocimiento reflexivo en la teoría epistemológica presentada?, ¿es el conocimiento reflexivo el ápice de los niveles estipulados en el trabajo de Sosa? De acuerdo con Sosa, “una performance es completamente apta solo si su aptitud de primer orden se deriva de manera adecuada de la evaluación del agente, aunque implícita, de sus posibilidades de éxito (y, correlativamente, del riesgo de fracaso)” (Knowing 11, la cursiva es nuestra). Si bien esto permite el conocimiento reflexivo, aun así, este esquema es susceptible de caer en fenómenos tales como la suerte epistémica12; en efecto, un jugador puede poseer conocimiento reflexivo respecto de su tiro apto, es decir, notar aptamente su acción como apta. Sin embargo, esto solo implica la evaluación respecto de sus posibilidades de éxito sin abolir con ello la posibilidad de caer en casos de suerte epistémica. Por este motivo, Sosa plantea que el conocimiento humano puede alcanzar una performance de un nivel aún mayor, que garantiza que la acción exitosa, a saber, el denominado knowing full well. Este nivel es aplicado por Sosa primordialmente a la acción epistémica a partir de la noción de juicio, que consiste en “apuntar a la aptitud de una afirmación” (Epistemology 82). Esta definición es de suma importancia pues, de acuerdo con lo dicho anteriormente (y análogamente al acto del jugador de básquetbol), una afirmación alética puede ser apta en su realización y, efectivamente, dar con la verdad. Asimismo, el sujeto epistémico puede elevar una meta-aptitud respecto del contenido proposicional de dicha afirmación y notar aptamente su afirmación como apta, lo cual hace de esta una performance completamente apta. Sin embargo, no es suficiente para señalar la diferencia entre un mero golpe de suerte y la realización segura de la acción respecto de su éxito (en este caso, de ser exitosa una afirmación respecto de la verdad que prolifera)13. Para Sosa, el juicio implica que no solo se reflexione acerca de la aptitud de la acción, sino también implica que esta reflexión determine totalmente, de acuerdo con las posibilidades intrínsecas de realización del acto, la confiabilidad del éxito en su performance, fundamentando así el éxito de la acción en la virtud del sujeto epistémico para realizar una acción juzgada aptamente. De esta manera, la afirmación alética producida por el juicio apto elude la posibilidad de que su éxito sea producto de la suerte, de modo que el sujeto epistémico conoce full well la veracidad del contenido proposicional aseverado en su afirmación, esto es, posee un nivel de conocimiento superior al conocimiento animal (en tanto posee reflexión) y superior al reflexivo (en tanto posee seguridad), siendo así este nivel el ápice del conocimiento humano y sus capacidades epistémicas.

4. Valor del conocimiento humano para Sosa

Además de la estructura de la acción epistémica ya descrita, el esquema epistemológico de Sosa se enfrenta al dilema acerca del valor del conocimiento humano, entendido como knowing full well, por sobre la mera creencia verdadera. ¿En qué radica para Sosa la superioridad valórica del conocimiento humano? Un primer criterio lo podemos encontrar en las precisiones que hemos realizado en torno a la aptitud del juicio. Como una forma de abolir la posibilidad de la suerte epistémica como defeater del análisis tripartito del conocimiento, Sosa señala que “la aptitud del juicio implica seguridad de la afirmación” (Epistemology 89)14. Tal como señalamos, de acuerdo con este esquema epistemológico, el conocimiento no puede ser concebido como tal de existir la posibilidad del fracaso en la performance epistémica; en efecto, el conocimiento solo es posible allí donde el juicio que determina la acción es apto; de ahí que la seguridad del conocimiento juegue un rol fundamental en la distinción entre conocimiento animal, reflexivo y knowing full well:

La perfomance completamente apta va más allá del mero éxito, de la competencia e, inclusive, de la aptitud reflexiva. Es el humano el animal racional el que puede guiar sus performances con la mayor profundidad y extensión considerando con ello el riesgo involucrado a la luz de las competencias de las que dispone. (99)

En consecuencia, la seguridad permite denotar el valor del conocimiento humano en la medida que un agente competente es capaz de proceder en la perfomance epistémica porque es capaz de juzgar de manera apta los alcances de su competencia respecto de p, lo que lo llevará a aseverar que p solo en aquellos casos en los que no pudiese sino ser el juicio verdadero. De esta manera:

El agente afirma alética y completamente apto solo si es guiado a una afirmación correcta y apta por una conciencia de segundo orden de su competencia al afirmar. Se sigue que, si un juicio es apto, la afirmación incrustada en él es completamente apta y ha de ser, entonces, segura, por lo que el juicio ha de ser tal que sea verdadero y ha de ser de esa manera seguro. La afirmación debe ser segura, porque el agente debe saber que lo lograría aptamente si lo intentara, por lo que si él lo afirmase lo haría correctamente, lo cual es equivalente a la seguridad de la afirmación y, por consiguiente, a la afirmación del juzgar. (90)

Ahora bien, un segundo criterio para asegurar que el conocimiento humano es preferible al conocimiento animal y al conocimiento reflexivo, y quizás el más importante, consiste en lo siguiente: a pesar de que no siempre sea preferible el éxito al fracaso en las acciones intencionales (pues, como dicta el ejemplo de Sosa, generalmente es preferible el fracaso en los intentos de asesinato), en el caso del conocimiento el éxito se estipula como una meta universal en la realización de toda acción de orden epistémico:

De forma necesaria, el buscador de la verdad siempre procedería de manera correcta si prefiriese conocer a un mero creer de manera adecuada. Después de todo, para cualquier esfuerzo que uno emprenda, será siempre necesariamente lo correcto preferir que uno sea exitoso, y que sea exitoso de forma apta, y no solo por suerte. Nuestras creencias, nuestros esfuerzos por la verdad, son un caso especial. Siempre será lo correcto preferir que uno alcance su objetivo, y que lo alcance aptamente, no solo por suerte. (115)

De acuerdo con esto, el conocimiento es preferible a la mera creencia verdadera debido que las acciones de orden epistémico, en su consecución por la verdad, buscan, debido a la necesidad de seguridad respecto de los procesos, un éxito que se encuentre garantizado por la acción misma. Si uno quisiese adquirir conocimiento sobre cualquier asunto como, por ejemplo, acerca de ¿por qué se lamen los gatos?, no sería suficiente para nuestras necesidades epistémicas indagar sobre tal asunto y adquirir solo una creencia verdadera, pues esta podría, en efecto, ser producto de un golpe de suerte. Por ejemplo, si alguien pregunta ¿por qué se lamen los gatos?, otro podría responder que los gatos se lamen para desestresarse, y basar dicha creencia en una competencia para deducir inferencialmente la verdad que, azarosamente, alcanzó por medio de dicha creencia (suponiendo con ello su nula experiencia respecto del comportamiento de los gatos). Sin embargo, la garantía de una mera creencia verdadera es casuística, pues una investigación ulterior o un testimonio experto15 podrían demostrar que, en efecto, además de lamerse por estrés, se lamen principalmente para disipar el calor debido a la ausencia de glándulas sudoríparas. Esta última creencia verdadera, a diferencia de la primera, poseería un mayor valor en la medida que sería producto de la virtud de un agente para alcanzar la verdad por medio de su performance.

Seguido de esto, un último criterio para establecer la superioridad valórica del conocimiento humano radica en que, tal y como señala Sosa, “el conocimiento podría ser mejor, más valorable, que la creencia verdadera simplemente por cómo el conocimiento de ciertas cosas importantes contribuye al florecimiento humano, más de lo que lo haría la correspondiente creencia verdadera” (Epistemology 116). Un ejemplo podría ser la importancia de la seguridad y la garantía que suscita el conocimiento humano en asuntos en los que se requiere la exhaustividad de la performance epistémica debido a los riesgos que implicaría la opción del fracaso. Si consideramos los procesos de formación de conocimiento en asuntos relevantes tales como la determinación de los niveles de resistencia de una bacteria B a un antibiótico A para preservar la salud de comunidad, podremos divisar cómo poseer meras creencias verdaderas no es suficiente para las exigencias epistémicas que suscita la problemática. Puede ser el caso que, por motivos azarosos, el equipo encargado de determinar dichos niveles se forme meras creencias verdaderas sobre el tema y que, a partir de ellas, se generen políticas de medicación para reducir la tasa de mortalidad de una comunidad por causa de B. Eventualmente, será el caso que estas políticas sean adecuadas para dicha circunstancia, pues derivan de creencias verdaderas, sin embargo, dado que lo que se encuentra en juego ante el posible error es la vida de los miembros de una comunidad, siempre será preferible tener, además de creencias verdaderas, seguridad y garantía por sobre la suerte, lo que solo es alcanzable con el conocimiento humano.

5. Vicios y virtudes de la epistemología naturalista y no-naturalista

Hasta este punto, hemos presentado dos propuestas radicalmente distintas para dar cuenta del fenómeno del conocimiento en animales no-humanos. Por una parte, Kornblith asume que el conocimiento es una clase natural, que se encuentra instanciada en los organismos gracias a mecanismos fiables. Esto permite explicar, según Kornblith, la intuición de que animales no-humanos sí poseen conocimiento. Por otra, Sosa niega dicha posibilidad: el conocimiento es un fenómeno primordialmente humano, pues solo nosotros somos capaces de instanciar las propiedades necesarias para poder llegar a él. En lo que sigue, señalamos una serie de deficiencias de ambas teorías con el propósito de mostrar una posible alternativa que explique el conocimiento en animales no-humanos.

Tanto Kornblith como Sosa no dan cuenta del fenómeno que nos ocupa. ¿En qué falla Kornblith? La propuesta del CNA de Kornblith carece de una rigidez adecuada para acercarse al fenómeno, en cuanto el criterio es demasiado laxo, adscribe conocimiento incluso a organismos tan sencillos como las hormigas o las amebas, poniéndolos al mismo nivel de organismo cognitivamente más complejos tales como perros, gatos y humanos. Después de todo, el CNA solo demanda que el organismo negocie y se acople, de manera fiable, con su ambiente. La propuesta de Sosa del knowing full well, en cambio, constituye un criterio normativo demasiado demandante, pues debemos considerar que los niveles de su esquema no deben ser entendidos como independientes, esto es, concibe su esquema epistémico como una pirámide similar al modo en que Aristóteles jerarquiza los distintos tipos de almas. Así como el alma racional no excluye el alma animal, el conocimiento full well implica el conocimiento reflexivo y el conocimiento animal. Ahora bien, ¿a qué nos referimos que la propuesta es muy demandante? Apuntamos a que la categoría de conocimiento full well se vuelve inaccesible para la gran mayoría de los conocedores humanos, debido a que la exigencia de seguridad y garantía propia de esta propuesta solo es alcanzable en ámbitos de experticia donde un sujeto epistémico es capaz de enjuiciar aptamente.

En este panorama, intentaremos dar con una propuesta que sea sensible a los siguientes puntos: i) siguiendo a Kornblith, buscamos que nuestra propuesta sea capaz de otorgar un grado de conocimiento a animales no-humanos, a saber, uno que comprenda un desarrollo cognitivo tal que implique la formación de estados doxásticos y subdoxásticos en el organismo respecto de su acoplamiento con el ambiente; ii) queremos dejar fuera de esta caracterización a organismos simples que difícilmente consideramos que poseen conocimiento, a pesar de que, de acuerdo al CNA, sí lo posean; iii) aunque no defendamos la idea de que el conocimiento es propiamente humano, sí presentaremos, a favor de la postura de Sosa, la idea de una categoría más alta de conocimiento accesible solo para los seres humanos bajo ámbitos de acción específicos.

6. Esquema trinivel del conocimiento

Cuando una hormiga va en búsqueda de hojas, y luego recorre el camino de regreso al nido, el CNA propondría que sabe el camino de regreso; lo mismo ocurre cuando un cuervo espera la luz roja de los semáforos para arrojar una nuez, pues sabe que es el mejor momento para dicha acción (Clayton y Emery). La diferencia que deseamos ingresar es que en los casos presentados solo uno posee conocimiento: el cuervo. Proponemos que organismos simples son incapaces de formarse creencias, ya que solo responden al ambiente que los rodea. Seguiremos, en este sentido, la propuesta de Kornblith (Knowledge), pues organismos como hormigas, amebas, bacterias u otros similares, se comportan de la manera en que lo hacen debido a su acoplamiento con el ambiente: están bien adaptados, logran negociar con su entorno y su conducta se acopla de manera fiable con el medio. Sin embargo, tal comportamiento se queda en un nivel mecánico o reflejo, en el que el organismo reacciona automáticamente frente a determinado estímulo. En este primer nivel, los organismos no son capaces de conocimiento, pero sí de reaccionar frente a su medio. Esto nos permite sortear la objeción planteada a Kornblith, en tanto la noción de conocimiento que proponemos es lo suficientemente estricta para excluir casos como el de las hormigas, pero lo suficientemente flexible para aceptar que ciertos animales no-humanos sí poseen algún grado de conocimiento.

Ahora bien, en un nivel superior al mecánico podemos identificar los casos típicamente estudiados por la etología: animales no-humanos que se mueven por su ambiente, negociando y acoplándose de manera adecuada con él, en tanto son capaces de formar creencias y alcanzar un conocimiento adecuado del entorno. El comportamiento que exhiben, pero en particular la diversidad de comportamientos frente a los estímulos y sus aparatos cognitivos complejos, nos lleva a sostener que en este nivel aparece el conocimiento, entendiéndolo como la capacidad de formarse estados doxásticos y subdoxásticos reactivos al entorno. Aquí encontramos a animales no-humanos y a humanos. En la vida cotidiana, nos desenvolvemos en este nivel; por ejemplo, la habilidad que posee un animal no-humano y nosotros mismos para discernir entre cuál camino es el óptimo para llegar a un punto determinado y lograr un cierto objetivo no suscita, en estricto rigor, una diferencia sustancial para considerarlos como casos de conocimiento en distinto grado (solo variaría, mutatis mutandis, el objetivo de la acción); en efecto, ambos pueden negociar y acoplarse al ambiente a partir de sus propios medios para encontrar una solución de acuerdo con sus mecanismos formadores de creencias con un alto nivel de éxito en la realización de la acción. Por consiguiente, la diferencia identificada por la epistemología de Sosa, a saber, que el conocimiento humano constituye un fenómeno distinto del conocimiento alcanzado por animales no-humanos, no es adecuada para caracterizar aspectos de nuestro conocimiento ni del conocimiento en animales no-humanos. A pesar de esto, nos interesa rescatar un elemento del planteamiento de Sosa, en particular, aquel que hace único al conocimiento humano y que sirve como nota distintiva del grado de conocimiento alcanzable por animales no-humanos: el conocimiento reflexivo, entendiéndolo como la capacidad de formarse creencias de segundo orden, a saber, estados doxásticos respecto de nuestras creencias. Nos referimos a un grado de conocimiento que demanda tener a la vista las razones que poseemos para la justificación epistémica de nuestras creencias verdaderas. De este modo, el conocimiento reflexivo queda supeditado a ámbitos de pericia en que el sujeto epistémico no solo opere mediante el acoplamiento a su ambiente a partir de sus mecanismos confiables formadores de creencias, sino también de que este sujeto se forme de creencias de segundo orden que otorguen seguridad respecto de sus creencias de primer orden por medio de la garantía de la verdad del contenido proposicional aseverado (esto es, creído como verdadero) producto de su reflexión. Ejemplo de esto lo encontramos en ámbitos tales como la medicina: al llevar a cabo un diagnóstico, un médico debe tener a la vista los motivos por los cuales determina que su creencia de primer orden respecto del estado del paciente es segura en cuanto a su posibilidad de acierto con la verdad. Asimismo, estas deben servir de garantía para aseverar de manera continua en el tiempo que el contenido proposicional de sus creencias de primer orden es, en efecto, verdadero. De este modo, el conocimiento estrictamente humano supone un nivel ulterior de confiabilidad en relación con el conocimiento atribuible a animales no-humanos debido a su carácter reflexivo respecto de las propias creencias. En última instancia, el conocimiento estrictamente humano suscita la habilidad de ser capaz de adquirir justificación, expresable o no por medio de enunciados, para la consecución de la verdad por medio de las creencias que nos formamos al negociar y acoplarnos con el ambiente, exhibiendo con ello la capacidad cognitiva de adquirir un grado mayor de conocimiento en su relación con el entorno.

En pocas palabras, resumimos nuestra propuesta en el siguiente esquema normativo ascendente respecto del conocimiento, a saber, a partir del esquema trinivel del conocimiento (ETC):

• ETC1. El organismo simplemente manifiesta una respuesta mecánica al ambiente.

• ETC2. El organismo se acopla al ambiente mediante mecanismos formadores de creencias (mecanismos altamente confiables).

• ETC3. El organismo presenta la capacidad de reflexionar en torno a las creencias que determinan su acoplamiento con el ambiente, lo que suscita que sea capaz de formarse razones de orden epistémico para fundamentar sus creencias.

Como se podrá observar, hemos dado cabida, en ETC2 y ETC3, a los requerimientos externalistas e internalistas, respectivamente, lo que nos permite establecer –con mayor precisión que las propuestas ya analizadas– de la posibilidad de que haya casos de conocimiento en animales no-humanos y de su alcance. Así, nos encontramos con requisitos lo suficientemente flexibles para incluir organismos cognitivamente complejos –ciertos animales y seres humanos– sin obviar el hecho de que el ápice del conocimiento se encuentra en nuestras capacidades cognitivas como especie. De este modo, la introducción de requisitos internistas nos permite dar cabida a un nivel más demandante, que da cuenta de un conocimiento ulterior sin dejar de lado los aspectos externalistas del conocimiento en los niveles inferiores del fenómeno.

7. Conclusiones

En este artículo nos hemos propuesto mostrar cuáles han sido las principales teorías en epistemología contemporánea que intentan caracterizar, desde perspectivas opuestas, un mismo fenómeno, a saber, el conocimiento, atendiendo con ello a las siguientes interrogantes: ¿en qué consiste el conocimiento?, ¿cuáles son sus grados (de poseerlos)? y, derivado de esto, ¿cuál es la posibilidad del conocimiento en animales no-humanos? En la primera teoría analizada –la de Hilary Kornblith–, encontramos que acepta la posibilidad del conocimiento en animales no-humanos al margen de la complejidad de su desarrollo cognitivo. Este enfoque, como hemos visto, es altamente criticable debido a la laxitud con la cual es capaz de designar como sujeto epistémico a organismos que, dudosamente, podríamos considerar con sensatez como conocedores. La segunda teoría analizada –la de Ernest Sosa– defiende un marco muy demandante: en efecto, plantea que solo puede haber conocimiento propiamente tal allí donde podemos apreciar creencias de segundo orden aptas que determinen la acción epistémica aboliendo la posibilidad de conocer mediante el azar, estos es, solo es posible conocer si obtenemos seguridad del resultado de la acción epistémica. Si bien esta teoría sobre el conocimiento nos parece demasiado estricta, sí responde a una fuerte intuición: hay algo que separa nuestro conocimiento del conocimiento en animales no-humanos, a saber, una capacidad de reflexión ulterior.

Hemos intentado mostrar lo que nos parece un esquema más prudente para dar cuenta de ambos extremos, esto es, un esquema que admita la posibilidad de que haya conocimiento en animales no-humanos, al mismo tiempo que el conocimiento humano posee un grado superior distintivo de este. Nuestro esquema tripartito pretende ser una descripción adecuada del fenómeno del conocimiento, en la medida que atiende a las exigencias científicas actuales derivadas de los avances en el campo de la etología cognitiva y, a su vez, no se desentiende del desarrollo de las teorías del conocimiento actuales, considerando las virtudes del análisis conceptual para caracterizar la complejidad epistémica del conocimiento humano en su grado máximo. De esta manera, hemos desarrollado un esquema que considera a una porción de los animales no-humanos como sujetos epistémicos –siempre y cuando su desarrollo cognitivo sea lo suficientemente sofisticado– y que acota el conocimiento humano, propiamente tal, solo a ámbitos de pericia. En última instancia, hemos desarrollado un esquema que nos considera como iguales, en nuestra cotidianidad, a ciertos animales cognitivamente complejos.

Finalmente, consideramos pertinente dejar abiertas las siguientes preguntas que se desprenden de nuestro análisis –que esperamos abordar en investigaciones posteriores–: ¿este esquema es adecuado para caracterizar con precisión el conocimiento animal considerando la amplia variedad de especies y, con ello, la amplia variedad de habilidades mentales? Si no lo fuese, ¿sería suficiente establecer una distinción entre clases como conocimiento mamífero, conocimiento reptil y conocimiento de aves o, inclusive, entre subfilos como conocimiento de vertebrados y conocimiento de invertebrados? ¿Bastaría con clasificar el conocimiento humano solo en ETC2 y ETC3 o la complejidad de esta cognición requiere de mayores precisiones? Por último, de ser este último más complejo, ¿podría ser una categoría alcanzable por otros animales o el conocimiento humano no es susceptible de ser concebido como una clase natural?

Bibliografía

Aristóteles. Acerca del alma. Madrid: Gredos, 2014.

Brandom, Robert. Making it Explicit. Reasoning, Representing, and Discursive Commitment. Cambridge: Cambridge University Press, 1994.

Bermúdez, José Luis. Thinking Without Words. Oxford: Oxford University Press, 2003.

BonJour, Laurance. “Externalist Theories of Empirical Knowledge”. Midwest Studies in Philosophy, vol. 5, n.º 1, 1980, pp. 53-73.

Conee, Earl y Richard Feldman. Evidentialism. Essays in Epistemology. Oxford: Oxford University Press, 2004.

Carnap, Rudolf. “La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje”. El positivismo lógico. Compilado por Alfred Ayer. México: Fondo de Cultura Económica, 1993.

Clayton, Nicola y Nathan Emery. “Corvid Cognition”. Current Biology, vol. 15, n.º 3, 2005, pp. 80-1.

Davidson, Donald. “Knowing One’s Own Mind”. Proceedings and Addresses of the American Philosophical Association, vol. 60, n.º 3, 1987, pp. 441-58.

Fiorito, Graziano, Christoph von Planta y Pietro Scotto. “Problem solving ability of Octopus Vulgaris lamark (Mollusca, Cephalopoda)”. Behavioral and Neural Biology, vol. 53, n.º 2, 1990, pp. 217-30.

Fodor, Jerry. The Language of Thought. Cambridge: Harvard University Press, 1975.

Gettier, Edmund. “¿Una creencia verdadera justificada es conocimiento?” / “Is Justified True Belief Knowledge?”. Disputatio. Philosophical Research Bulletin, vol. 2, n.º 3, 2013, pp. 185-93.

Goldman, Alvin. “Kornblith’s Naturalistic Epistemology”. Philosophy and Phenomenological Research, vol. 71, n.º 2, 2005, pp. 403-10

Hamilton, Garry. “What is this octopus thinking?”. New Scientist, 1997, pp. 30-5.

Hetherington, Stephen. Knowledge and the Gettier Problem. Cambridge: Cambridge University Press, 2018.

Hutto, Daniel y Erik Myin. Evolving Enactivis. Basic Minds Meet Content. Cambridge: MIT Press, 2017.

Kornblith, Hilary. Knowledge and it’s place in nature. Oxford: Oxford University Press, 2002.

_. On Reflection. Oxford: Oxford University Press, 2012.

Knobe, Joshua y Shaun Nicholls, eds. Experimental Philosophy. New York: Oxford University Press, 2008.

Lehrer, Keith. Theory of Knowledge. Routledge, 1990.

Millikan, Ruth. Beyond Concepts. Unicepts, Language, and Natural Information. Oxford: Oxford University Press, 2017.

_. White Queen Psychology and other Essays for Alice. Cambridge: MIT Press, 1993.

Plantinga, Alvin. Warrant and Proper Function. Oxford: Oxford University Press, 1993.

Pritchard, Duncan. Epistemic Luck. Oxford: Oxford University Press, 2005.

Ryle, Gilbert. The Concept of the Mind. Chicago: Chicago University Press, 2000.

Sosa, Ernest. Epistemology. Princeton: Princeton University Press, 2017.

_. Knowing Full Well. Princeton: Princeton University Press, 2011

_. Reflective Knowledge. Apt Belief and Reflective Knowledge. Vol. II. Oxford: Oxford University Press, 2009.

Stewart, Doug. “Armed but not Dangerous. Is the Octopus Really the Invertebrate Intellect of the Sea?”. National Wildlife, 1997, www.nwf.org.

Trinkaus Zagzebski, Linda. Virtues of the Mind: An Inquiry into the Nature of Virtue and the Ethical Foundations of Knowledge. Cambridge: Cambridge University Press, 1996.

Notas

1 Este artículo surge del proyecto “Conocimiento animal en la epistemología contemporánea”, Concurso semilleros para investigadores jóvenes, Universidad Andrés Bello.
2 Tal punto es ampliamente debatido en la filosofía analítica contemporánea. El avance de posturas naturalistas, como la presentada por Kornblith, ha ido ganando más adeptos, aunque el análisis conceptual –la denominada armchair philosophy– no ha sido abandonada. Si bien es controversial, nos parece ineludible incorporar las diversas investigaciones.
3 Por supuesto, no se realiza de manera acrítica. Según lo vemos, la labor filosófica debe incluir, necesariamente, un análisis crítico al desarrollo científico.
4 Este no es, por supuesto, el único problema. La cuestión acerca de si los animales no-humanos poseen una creencia, y de poseerla, si es conceptual o no, no será abordado en este texto, a pesar de que es un problema en sí mismo. Sin embargo, sí diremos lo siguiente: una creencia ha sido clásicamente entendida como un estado representacional que expresa un contenido proposicional. Este último elemento es el problema en el caso de conocimiento animal, en tanto los animales no-humanos carecen de conceptos. Si ese es el caso, los animales no-humanos no podrían tener creencias y, por tanto, no podrían tener conocimiento. Aun así, la cuestión permanece abierta. Por ejemplo, si tomamos partido por la teoría del lenguaje del pensamiento de Fodor, podemos encontrar que los animales no-humanos pueden tener estados representacionales que no expresan proposiciones, pero que son suficientes para poder tener creencias (punto que también es tratado por Bermúdez). Algo similar es defendido por Millikan (Beyond), quien plantea una estructura mínima no conceptual –los uniceptos– que solo expresan la posibilidad de rastrear elementos en el ambiente. En este sentido, la habilidad desplegada por varios animales no-humanos de rastrear y mapear elementos en el ambiente parece mostrar que el componente conceptual no es necesario para la creencia, sino que se puede recurrir a nociones más primitivas, como los uniceptos de Millikan o el lenguaje del pensamiento de Fodor.
5 Con esto nos referimos, en general, al proyecto naturalista en filosofía analítica. Este proyecto ha sido llevado a cabo, principalmente, en filosofía de la mente y en filosofía de las ciencias. Para esto, se puede revisar a Millikan (White) en el caso de filosofía de la mente y Hutto y Myin en filosofía de las ciencias.
6 Un experimento destacable respecto de la capacidad de aprendizaje que poseen los cefalópodos y, en particular, el pulpo Vulgaris, puede ser encontrado en Fiorito, Von Planta y Scotto.
7 Esto es concordante con lo expuesto por Bermúdez, Fodor o Millikan (Beyond), para quienes la clave no se encuentra en el contenido proposicional, sino en poseer la habilidad de rastrear y mapear –en este caso– en un ambiente. En ese sentido, tales habilidades no implican el manejo de conceptos, sino la presencia de una creencia.
8 Objeciones similares han sido presentadas por Laurence BonJour, Keith Lehrer o Alvin Plantinga.
9 Entre las diversas críticas que ha recibido el CNA se encuentra la de Goldman respecto de la poca claridad con la que se maneja el paso entre intuición y teoría. Esto debido a que Kornblith cree que la intuición tiene un papel muy acotado, y que, una vez que la teoría se ha asentado, esta pierde toda validez. El problema, según Goldman, es que diversas teorías se han desmantelado por apelaciones a la intuición: el ejemplo más claro de ello lo podemos encontrar en los denominados casos Gettier. Hasta los contraejemplos de Gettier, las teorías epistémicas asumían que el conocimiento poseía como condiciones suficientes y necesarias la creencia, la verdad y la justificación. Sin embargo, es justamente la intuición de Gettier, la cual proviene de la teoría, la que termina desmantelando la percepción clásica sobre el conocimiento. El caso planteado por Kornblith es al revés: la intuición ayudaría a fundamentar la teoría, dejando de ser relevante posteriormente.
10 En la epistemología de Sosa, como se verá a continuación, la ejecución de la acción epistémica puede ser evaluada de acuerdo con parámetros normativos. A diferencia de otros esquemas epistemológicos como, por ejemplo, el evidencialismo (Conee y Feldman) u otras propuestas no enfocadas en el agente propiamente tal (i.e, externalistas respecto del conocimiento), la epistemología de las virtudes de Sosa relega en el agente y su capacidades para llevar a cabo una acción la evaluación del alcance epistémico que esta pueda consignar.
11 Sosa señala que los intentos de acción se pueden clasificar de acuerdo con lo que denomina la estructura SSS (del inglés skill, shape y situation). Dicha estructura consta de tres niveles: i) el nivel del éxito, en que es condición necesaria para que un intento de acción alcance su objetivo (el objetivo inherente a la praxis de la acción); ii) el nivel de la competencia, en el que es condición necesaria para que un intento de acción sea producto de la ejecución de la competencia de un agente; y iii) el nivel de la aptitud, en que es condición necesaria para que un intento de acción sea apto, es decir, que este sea exitoso producto de la competencia del agente para llevar a cabo una acción determinada (Sosa, Epistemology 72-3).
12 La suerte epistémica como defeater de la justificación adquiere un rol fundamental luego de que el artículo de Gettier derribara la concepción tradicional del conocimiento desde Platón hasta su coetáneos. La epistemología de las virtudes, tanto en su vertiente fiabilista (postura que defiende Sosa) como responsabilista (Trinkhaus Zagbzesbki), constituyen planteamientos epistemológicos que buscan evitar la suerte como defeater, entiendo esta última como suerte epistémica verítica (Pritchard cap. 6). Esto se puede apreciar en los planteamientos de los autores mencionados y en la monografía de Stephen Hetherington sobre los casos-Gettier.
13 Dado que para Sosa el conocimiento es una clase de acción intencional, una aseveración o afirmación alética también es susceptible de ser evaluada de acuerdo con el esquema normativo SSS. De este modo, i) una afirmación alética puede ser exitosa sin ser producto de una competencia (es decir, será producto de suerte epistémica); ii) una afirmación alética puede ser producto de una competencia pero no ser exitosa (fallo de discernimiento respecto del contenido proposicional de la misma); o iii) una afirmación alética puede ser exitosa porque es producto de una competencia y, por ello, ser apta, pero aun así ser susceptible de casos de suerte epistémica. En los tres casos, el esquema de Sosa no ha dado aún con aquel elemento que permita garantizar que la acción será llevada a cabo con éxito.
14 Sosa se refiere principalmente al conocido caso-Gettier denominado the barns example (Goldman). Sin embargo, a pesar de tener este caso en consideración, la seguridad implicada en la aptitud del juicio sirve de manera transversal para desarticular las críticas al análisis tripartito del conocimiento que pueda suscitar cualquier otro caso-Gettier, inclusive si fuese un caso-Gettier de otro tipo.
15 Alguien podría afirmar que confiar en el testimonio de un experto para justificar una creencia verdadera no suscita una competencia epistémica debido a la elución de la investigación como tal. Sin embargo, nos atrevemos a afirmar que el saber discernir entre el grado de dependencia epistémica, sea ante un experto o ante otra figura de autoridad epistémica, implica una competencia legítima subsumible al esquema normativo de la acción epistémica de Sosa. Las precisiones en torno a este asunto serán cuestión de investigaciones futuras.
HTML generado a partir de XML-JATS4R por