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Globalización, anacronismos y discurso discrepante en Marcelo Mellado

Globalization, anachronism and discrepant discourse in Marcelo Mellado

Betina Keizman
Universidad Alberto Hurtado, Chile

Globalización, anacronismos y discurso discrepante en Marcelo Mellado

Revista de Humanidades, núm. 42, pp. 287-304, 2020

Universidad Nacional Andrés Bello

Recepción: 08 Abril 2019

Aprobación: 27 Mayo 2019

Resumen: Propongo considerar algunos cuentos del libro Armas arrojadizas de Marcelo Mellado en un conjunto de ficciones recientes que se vuelcan hacia los márgenes transurbanos, restituyendo residuo y anacronía como piezas capitales de una distopía del presente. La narrativa del autor chileno interroga las implicaciones de una escritura concebida como trabajo con residuos: los residuos materiales del espacio urbano, pero también los residuos de subjetividades y de proyectos, así como los residuos discursivos del informe burocrático y del lenguaje político. La devastación que registra Mellado es material y ética, pero también imaginativa y discursiva. Bajo este sino, los cuentos insisten en un lenguaje incompetente, desvitalizado y cuyo significado revive brevemente en la rabia y en la orfandad satírica. En suma, los cuentos de Mellado rediseñan la experiencia de la degradación de las esferas públicas y la (im)posibilidad del arte en la disputa política.

Palabras clave: Marcelo Mellado, distopías, materialidades.

Keywords: Marcelo Mellado, distopies, materialities

Al ritmo de disciplinamientos sociales y económicos

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Al ritmo de disciplinamientos sociales y económicos que suponen nuevos ajustes a la regulación de la población y los territorios, una parte significativa de la literatura latinoamericana reciente ha encauzado su mundo ficcional por fuera de aquellos paisajes propiamente urbanos que dominaron la narrativa de la segunda mitad del siglo XX. Nuevas ficciones se vuelcan hacia comunidades y conglomerados en los márgenes transurbanos, cuando no hacia ciudades y pueblos que restituyen el residuo y el anacronismo como elementos cardinales de una distopía realizada del presente, o más simplemente, como evidencia del fracaso del proyecto homogeneizante del progreso2. Los cuentos de Armas arrojadizas (2009) y gran parte de la producción de Marcelo Mellado estimulan la pregunta sobre lo que involucra una escritura concebida como un trabajo con residuos. Se trata de residuos en un plano referencial, es decir, de la disposición narrativa de los residuos materiales de los espacios urbanos, sus paredes, sus calles y sus antros, pero también de residuos que atañen a una dimensión identitaria y lingüística, los residuos de subjetividades y de proyectos, así como residuos discursivos, específicamente el informe burocrático y el lenguaje político. Es justamente este último plano el que me interesa profundizar.

El vuelco ficcional en torno a poblaciones precarizadas y territorios periféricos ha ganado un lugar privilegiado en el emergente catálogo de la ficción reciente3. La narrativa de Mellado, territorios precarizados y subjetividades heridas amplían el repertorio de la degradación de la trama social, política y económica de Latinoamérica en el nuevo siglo. Desde la precariedad de las regiones, articula una sátira furiosa e increpante hacia el mundo de los burócratas de la cultura y de los políticos locales4.

La preocupación sobre el grado y los modos bajo los que se integran, o no, las regiones en el nuevo orden global es fundamental en la propuesta narrativa del autor chileno, consciente, como señala Jorge Locane, de que las economías y políticas globales tienden

a absorber las diferencias como propias o como objetos de consumo exóticos [… pero sobre todo que] la distribución de beneficios y desventajas no es homogénea […] mientras que los sectores sociales que se integran positivamente a los circuitos globales se convierten en productores de significados valiosos, los que permanecen afincados en las localidades periféricas son despojados de su capacidad de identificación por medio de narrativas vernáculas. (53)5

En este contexto, la devastación que registra la escritura de Mellado implica una dimensión material que se extiende a un plano ético al impugnar enfáticamente las consabidas promesas de progreso histórico. La trayectoria de Mellado-escritor, en la que me detendré brevemente, explicita hasta qué punto su ficción se enclava en una práctica que va del activismo político a la provocación satírica. Marcelo Mellado es un escritor chileno, nacido en 1955, que ha elegido la vida en regiones y agita un discurso beligerante contra el centralismo político-literario de la capital santiaguina. Indisoluble de su construcción como escritor, Marcelo Mellado se construye como personaje. Acordemos que cumple dos dimensiones fundamentales del personaje, las que se juegan en el lenguaje y las que emanan de la praxis, el lenguaje de Mellado, que se reitera en gran parte de sus cuentos, también se desborda hacia sus intervenciones públicas. Es el lenguaje de la increpación, del hostigamiento y el desafío lingüístico, en muchas oportunidades empapado por un discurso político-cultural que el autor asume y denuncia. La categoría de postura que propone Jerôme Meizoz constituye un aporte para entender esta gestualidad, porque justamente se desprende de un supuesto carácter ontológico de la función autor constituyéndose, por el contrario, en una operación enunciativa e institucional que implica retórica y estrategia. Esta postura involucra una performance autoral que excede el plano textual y que Meizoz subraya como una dimensión comunicativa que en el nuevo siglo ha adquirido rasgos específicos, ligados a prácticas del artista y del escritor por fuera del libro, para el caso, las plataformas virtuales o las más tradicionales del periodismo (el activismo comunitario de Mellado apunta a prácticas y situaciones que se replican o aluden temáticamente en los cuentos, pero también en sus intervenciones periodísticas y en redes sociales). En otro plano, Mellado es gestor cultural, activista y colaborador habitual en The Clinic –un medio de relativa visibilidad en el campo cultural chileno– donde cruza la crónica de costumbres y la columna polémica. Desde estas posiciones plurales de enunciación teje una red temática y retórica que es transversal y que confluye en la postura-Mellado.

Sus cuentos transcurren por lo general en San Antonio, una ciudad de la V Región donde vivió por muchos años, así como en Valparaíso, donde el escritor se traslada después de que junto con otras organizaciones civiles perdiera, según el mismo narra, la batalla por la gestión del Centro Cultural de San Antonio6 que quedó en manos de la municipalidad. Entre otras pugnas, Mellado apunta contra la política cultural de la Concertación, ex-Concertación o Nueva Mayoría que, según sostiene el escritor, ha usufructuado durante años los cargos culturales como ficha de cambio para puestos de trabajo de sus cuadros políticos. Además, Mellado manifiesta un cuestionamiento de orden más amplio al identificar en la Concertación un frente partidario burócrata cómplice de las políticas neoliberales7. En este orden, denuncia, por ejemplo, el deslizamiento de la política de la Concertación de lo cultural a lo patrimonial –entendiendo aquí lo patrimonial bajo los términos de aquella materialidad local que se recupera incorporando los valores de la globalización, siempre, de algún modo, al precio de socavar sus dimensiones distintivas–. Asimismo, en el año 2010, Mellado organiza un encuentro de pueblos olvidados y ha sido un referente para el creciente avance de escritores desde las provincias o, por lo menos, desde zonas aledañas a Valparaíso.

Sin disimular el despojo y el olvido al que parecen condenados ciertos centros urbanos y suburbanos, Mellado fuerza un intento literario, tal vez paradójico en relación con las estrategias que pone en juego, de devolverles significación a los lugares así como a sus subjetividades. Su toma de posición respecto del destino de los territorios es clave en su práctica escritural, pues se proyecta sobre sus textos como un intersticio entre el yo biográfico, la fauna de personajes que extrae de Valparaíso y de San Antonio y un espacio de recepción que termina por soldar estos elementos cuando los lectores potenciales reponen la referencialidad evidente en sus escritos.

1. Discursos y materialidades degradadas

El libro Armas arrojadizas que publica Metales Pesados en 2009 reúne relatos de 1998, 2007 y 2008. Allí el escritor elige reiteradamente la periferia de provincia como fuente privilegiada de anecdotario, en una ciudad decadente y precaria, una selva de malentendidos, inconsistencias e intenciones truncas en que los personajes se pierden. Su mejor ficción interseca tres personajes en uno: el burócrata, el político y el escritor. Numerosos cuentos ponen en escena el discurso del informe político o, más simplemente, retóricas discursivas barrocas impregnadas de una sintaxis y un vocabulario de informe burocrático. Doy el ejemplo de “Apuntes sobre gasfitería general”, donde un desperfecto del calefón en una casa en Nuñoa o La Reina que “recupera la ruralidad colonial de las casas patronales del campo chileno” (59) se expande a lo largo de más de cinco hojas:

Por otro lado, y esto es definitivamente extraño, esa llave o grifo (en términos más específicos) formaba parte de un dispositivo de cañerías conectadas con las canaletas, cuyo objetivo era temperar la casa en tiempos de canícula, o también servía como mecanismo antiincendio, sistemas, por lo demás, muy comunes en ciertas casas de antigua data (esta es la versión que más me convence después de la investigación que emprendí accediendo al entretecho y, por otro lado, de consultar telefónicamente a la sección de urgencias de Empresa de Obras Sanitarias), y la llave que lo hacía funcionar estaba entre ese complejo tejido de terminales de cañerías bajo el calefón. (Mellado 65)

La distorsión narrativa produce de tal suerte un extrañamiento forzado que permea el relato reduciendo notablemente cualquier dimensión de representatividad mimética que pese a eso, tal como lo señalé, es intrínseca a esta propuesta literaria. Si los personajes transitan o, más bien, se apantanan en las peripecias narradas, también los lectores están sometidos, por medio del lenguaje, a una impotencia análoga, presos de retóricas discursivas que entorpecen la comprensión y fungen de ortopedia, constituyendo un discurso que lejos de significar, se construye como un cuerpo exterior que deforma, limita y fuerza el sentido y el fluir de los acontecimientos. No es de extrañar, entonces, que hastío, indignación y rencor constituyan los tonos emocionales que dominan estas narraciones, en la medida en que establecen el mapa de una derrota cotidiana que se amplía a dimensiones políticas y vitales.

En la lectura de Eduardo Becerra acerca de las utopías de la escasez en las narrativas recientes del siglo XXI, señala que son la contracara de los imaginarios de abundancia de los relatos latinoamericanos en siglos anteriores, en suma, narraciones de

los efectos devastadores de una economía política de base especulativa, preferentemente consumista, basada en la seducción y ya no en la satisfacción de las necesidades. Bajo la aparente inocuidad de sus estrategias, al final del camino espera la implantación de mecanismos de control basados en la exclusión económica, la desregularización de la vida social y la desconexión de la experiencia respecto a todo rastro de materialidad “natural” que antaño habría articulado el desarrollo de las comunidades, factores que rigen y articulan los espacios devastados del presente. (273)

En el cuento “El morador”, la casa del narrador empieza a vibrar y sus quejas ante las autoridades comunales provocan la atención de un inspector:

parecía que las instituciones de menor impacto administrativo, como las municipalidades pauperizadas por el abandono estratégico, comenzaron a desplegar –se supone que como táctica paradojal– complejísimos procedimientos de intervención ciudadana. En ese contexto particular se dejó caer por la casa un inspector muy atildado. (Mellado 136)

A partir de ese punto, narrador e inspector forjan una incipiente comunidad que desemboca en que también el inspector percibe en su propia casa el temblor, aparentemente producido por los trabajos de maquinarias u obras civiles en complicidad con el Ministerio de Obras Públicas. De esta manera la precariedad constituye en ese cuento un régimen de lo sensible en su sentido más estricto, es la capacidad o la condena de percibir un movimiento de tierra, un temblor y una vibración que se mide en el cuerpo, incluso si discursos y formularios eluden contemplarlo o registrarlo. Como un efecto, la trama de lo corpóreo se abre a la experiencia precaria y el efecto satírico de los cuentos se amplía en la distancia entre las condiciones de degradación y los discursos ciegos y sordos, básicamente ajenos a las experiencias efectivas.

La degradación y los restos también pueden considerarse desde otras perspectivas, al respecto Paul Virilio destaca que el nacimiento de la cultura de masas constituye el punto de partida de una estética de la desaparición, en que se disuelve la experiencia del tiempo y se instrumentaliza una desmaterialización de la realidad. De algún modo, la ficción de Mellado atribuye a las retóricas discursivas su propia responsabilidad en estos procesos, subrayando el carácter vacío y espectacular de los discursos que desmaterializan la evidencia y el pulso de los acontecimientos reales. El punto máximo de este proceso se alcanza, en sus cuentos, cuando la trama de la confabulación política roza lo incomprensible y, liberada de una lógica narrativa, se sostiene como mera presencia discursiva. Allí, el lenguaje del informe político es una materia discursiva que impregna lo que toca, por lo tanto lo vuelve inverosímil e imposible de gestionar.

Un ejemplo, en “Ratas”, donde poetas y ratas terminan lanzándose al agua,

tras la catástrofe múltiple del que habría sido el primer puerto territorial, producto de los incendios endémicos que se producían casi por generación espontánea y por el colapso de la vida doméstica y política, que era más o menos lo mismo, y después de que ya no podían atracar embarcaciones porque las fecas domiciliarias y otras espesuras producidas por la industria cultural –altamente contaminante– y la misma faena portuaria produjeron una costra barrosa (o lodo tóxico solidificado hecho de múltiples sedimentaciones) que hizo intransitable el borde marítimo que llamamos la costa, solo persistió un aroma a patrimonio, comenta Ruth. (239)

La certidumbre de la decadencia, las casas que tiemblan o las ratas que acosan la ciudad portuaria se verifican en la complejidad lingüística del tratamiento que merecen estos acontecimientos. Patrimonio y retóricas discursivas son figuras zombis que persisten como “aromas”, evidentemente putrefactos, en el borde costero contaminado. En el cuento “Que” se alcanza la abstracción más absoluta, cuando la separación de una pareja vinculada a algún tipo de organización comunal resulta analizada (de nuevo) en clave de informe institucional. Lo cito in extenso para evidenciar la estructura retórica:

Es claro que, en el actual conflicto o crisis que padece o sufre la organización, hay que definir algunas cuestiones fundamentales sin las cuales no se puede continuar de buena forma el trabajo; por lo tanto, nuestra tarea prioritaria de hoy, dadas las circunstancia sería más o menos la siguiente: […]

–Que yo no creo que el Nano, con la tremenda embarrada que se mandó, vaya a seguir en el grupo, además se pasaría de fresco el huevón, aunque según la Marjorie el gil es capaz de aparecer como si nada hubiera pasado, de ser así yo me salgo de la dirigencia o renuncio […]

–Que hay un punto oscuro que aclarar, antes de que sea demasiado tarde, aunque a estas alturas –de un tiempo a esta parte– todo es un poquito tarde, como que las cosas ya sucedieron y no estábamos ahí para hacernos cargo, aunque esto no es irreversible, se percibe cierta tendencia de nuestros asociados a conductas poco cívicas […]

–Que los sistemas de resistencia implican sistemas asociativos fuertes y jerarquizados, pero no fachos, en el sentido de ejercer el poder brutal sobre el grupo u otros, más bien se trata de tener capacidades persuasivas para responder situaciones límite, así como asuntos domésticos, teniendo como norte un sur radical. Así al menos me lo dijo un asesor que vamos a contratar porque la ley nos faculta para ello y hasta lo financia, y que quede claro que estamos en un nuevo período que hemos denominado de crecimiento institucional.

–Que de toda esta cagada tiene que surgir un nuevo sujeto, y no me refiero al hombre nuevo de los compañeros de la gloriosa Unidad Popular, me refiero a un huevón más elemental, con capacidad de adaptación, que pueda confeccionar casas improvisadas, hacer comida de cualquier cosa y sepa vivir en los cerros o en las ciudades amenazantes, y conste que no estamos promoviendo un sistema político, sino un nuevo diseño de mundo, así de simple, cabros. Lo que pasa es que a veces voy a unas jornadas que me hacen súper bien, con unas comadres del servicio de salud que son muy piolas y de repente una frase con otra hacen sistema. (211)

La puesta en escena del uso que puede darse a los materiales afectivos y discursivos en los territorios degradados es flagrante. El trabajo narrativo con la materialidad de los residuos de una época incorpora e insiste en la descomposición de las maneras militantes (aquí, la alusión a la gloriosa Unidad Popular es tan importante como en otras narraciones las numerosas referencias a la política de la Concertación). Son esos los materiales de una política de la carencia que renuncia por anticipado a la postulación de modos de vida alternativos. El desenlace de este mismo cuento expresa muy bien la disyuntiva y el fracaso cuando, como corolario de la serie de subordinadas sustantivas que constituyen el cuento, se desemboca en un deslizamiento poético:

–Que es cierto que a mí me dio por la poesía y no porque me sienta poeta, sino porque es una nueva perspectiva epistemológica, necesaria para la relectura de distintas zonas de lo real, y de muestra un botón, a pesar de que no hay nada más ordinario que la poesía. Aquí va:

Allí donde estuvo el mar encontrarás una zona

de acumulaciones dispersas

un sinfín de objetos que debes clasificar uno a uno

para volver a ordenarlos

en una espiral de imágenes de lo otro, de lo porvenir,

de lo insignificante

habrá poco amor y mucho menos deseo,

recuperaremos eso sí

las hermosas luchas tribales, pero solo como efecto escénico

[…]

por inventar que nos hemos propuesto para comenzar

nuevos finales

no quisiera terminar sin ponerle fin al conflicto:

váyanse todos a la concha de su madre, que

es el lugar de donde nunca debimos haber salido,

y que todo quede en acta, porque si no

la municipalidad nos quita la personería jurídica. (212-3)

El juicio que narrativa y materialmente establecen estas ficciones parece inapelable, sintetizado en una carencia generalizada donde el consumo de discursos es consistente con tramas cuyo vínculo con el hecho social está roto. La devastación material y ética que registra Mellado involucra –no podría ser de otro modo– una devastación imaginativa y discursiva. Su ficción ensambla dos temporalidades: un tiempo preglobal que se inscribe en los restos urbanos de incipiente avance social, que incluye el rastro de los discursos emancipatorios del progreso político, y un tiempo global contemporáneo que ha incrementado el cataclismo ecológico, polución, degradación y caos en las nuevas periferias, multiplicadas y diseminadas por todas partes, incluso al interior de territorios considerados venturosos. La globalización instala un nuevo régimen en relación con los objetos y el mundo material, porque al desvincularlos del contexto de producción y consumo que les da sentido, rompe con el objeto como producto y manifestación de un quehacer social. Una deslocalización análoga sufre el discurso neoliberal y, agrega Mellado, el discurso de la izquierda burocrática que también perdió su anclaje. Resulta previsible, desde esta perspectiva, que la razón del discurso político se alce independiente de la vida y de su flujo y las tramas de los relatos rocen insistentemente lo incomprensible, debido a que la lógica de personajes y discurso transitan un circuito paralelo que ha perdido su norte o, al menos, la brújula que lo oriente hacia las acciones y restablezca una performatividad virtuosa entre discursos y actos.

2. Los sentidos vitales

En Nunca fuimos modernos, Bruno Latour relativiza la noción de modernidad. Según el sociólogo francés, lo que consideramos una crisis de la modernidad o un regreso de lo reprimido constituye más precisamente la avalancha de los híbridos (o cuasiobjetos o cuasipersonas), es decir de aquella red vital y compleja que el pensamiento premoderno conocía en su transversalidad, pero que el discurso moderno intentó ordenar por campos y disciplinas, segmentando y desintegrando artificialmente –es decir, epistemológicamente– la interdependencia de lo no-humano, lo social y lo discursivo. La propuesta de Latour ilumina ciertas zonas de la narrativa de Mellado, si consideramos que las tres dimensiones que plantea, a saber, discurso, naturaleza-objeto y sociedad, coinciden con aquellas de la ficción del escritor chileno, quien también las imagina indisociables.

Quiero rescatar dos cuentos que refuerzan esta articulación entre discurso, naturaleza y objetos, y sociedad humana. En “El pingüino de Humboldt”, un improvisado especialista en fauna autóctona, cuya “pasión medioambientalista la habría adquirido en el período en que fue boy scout en la parroquia del barrio” (173) consigue por fin una misión a la altura de sus disposiciones: sanar e integrar nuevamente a su hábitat un pingüino magallánico rescatado. Con el auspicio de una empresa turística-hotelera local y aprovechando el paso de una nave ecologista internacional, Juan René Costa se inicia en esta aventura que lo lanzará a una fama que trasciende los límites del museo heteróclito que dirige en su municipio: “Algo de historia, arqueología, ciencias naturales, algo de oceanografía, tecnologías alternativas y centro de recuperación de animales dañados por cazadores o por pescadores inescrupulosos” (174).

Cuando por fin llega el momento de devolver al pingüino a los mares del sur, se descubre que nadie observó con detenimiento al animal ni muchos menos reparó en los rasgos anatómicos que diferencian un pingüino magallánico de uno de Humboldt. En suma, se han equivocado de animal y por ese motivo el ejemplar liberado, que desconoce inmediatamente su hábitat, “se lanzó desesperado en un impactante nado febril y deslizante” (180).

El relato cierra con la siguiente reflexión:

Al escucharlo me preguntaba si el pingüino de Humboldt era el mismo que yo conocía como pájaro niño. En ese caso, me da mucha más penita, porque me recuerda a los pingüinos que desovaban en un islote rocoso frente a Algarrobo, según la versión de mi abuelo pescador que solía pasar por ahí en su embarcación, y abrigar más de una fantasía criminal contra estas aves no voladoras, por los perjuicios que causaban a la pesca artesanal (184).

La ruptura en la transmisión de saberes familiares y culturales ha contribuido al equívoco, incluso si esta no elimina las continuidades –como se deduce de la anécdota del abuelo que revela el conflicto inicial entre la actividad pesquera artesanal y el pingüino depredador–, pues establece un puente que abarca distintos períodos en la historia del extractivismo humano y el conflicto entre especies. La moraleja no puede ser más consistente: una arqueología de la degradación revela sus orígenes en el proyecto moderno, no hay duda, en la misma medida en que las inconsistencias de la convivencia desacertada entre humanos y mundo natural suprimen cualquier ilusión nostálgica que proyecte un pasado inicial edénico y armonioso.

Otro elemento fundamental en estas narraciones se constituye en la dimensión espectacular que orienta y filtra las experiencias de vida en el presente:

Su falta de pergaminos académicos y su estilo poco depurado a nivel de autodiseño, […] estaba a medio camino entre profesor Rosa y Jacques Cousteau. Él estaba muy fascinado con la dimensión mediática que promovía con mucho entusiasmo y en la que aparecía como un consumado investigador, cuestión que estaba anclada muy profundamente en su fuero interno. De hecho, solía usar delantal blanco cuando estaba en las oficinas del centro de monitoreo y recuperación de animales y cuando salía a terreno (175).

La indeterminación respecto del animal, la imposición de la espectacularidad en las formas de intervención pública –ecológicas o políticas–, la degradación de los conocimientos y la promoción de convenciones acomodaticias en el orden de lo social y público establecen en la visión de Mellado una especie de tara nacional. Sin embargo, esta cuasipatología adquiere alcances más amplios porque tanto ecologistas extranjeros, políticos y medios nacionales padecen de la misma ceguera: más que desconocimiento es una indiferencia redomada en relación con el universo de lo tangible, otra vez desbordado por fuerzas discursivas y por el espectáculo, cuando no por proyecciones personales disfrazadas de verdad científica8.

En “De la guerra no convencional”, reaparece el personaje de experto o profesional autodesignado: Raulito es un vendedor de insumos agrícolas que colecciona armas arcaicas, cuchillos, lanzas, arcos, flechas y hondas. Interesado por el uso de armas arrojadizas en los enfrentamientos entre mapuches y gobierno, decide poner al servicio de los primeros sus conocimientos de experto para subrayar “la ventaja que tiene el uso de armas arcaicas frente a las modernas armas de fuego” (257) “porque el peñasco bien dirigido es un gran capital en el imaginario simbólico y turístico” (257). Acto seguido, incorpora un microresorte en las armas arrojadizas, se contacta con los comuneros y, premunido de su pasamontañas, se suma al grupo en lucha, enseñando el uso de esta herramienta autóctona, premoderna, que reinserta en el desbalanceado cruce de fuerzas entre mapuches y Estado nacional. Con un trasfondo satírico, el cuento pone en evidencia la percepción de aquellos sectores donde, en relación con el llamado conflicto mapuche en Chile, predomina una postura nostálgica, en muchos casos desligada de las complejidades políticas, históricas y económicas que la reivindicación mapuche activa.

“El pingüino de Humboldt” y “De la guerra no convencional” reinscriben el itinerario en que un objeto arcaico y un animal en vías de extinción se implantan en la actualidad globalizada. Por una parte, sus protagonistas, que habitan una dimensión de la acción que desconoce lo reflexivo, son portadores de un discurso que los determina, pero sobre todo que los anula por la escasa relación que estos discursos establecen con ellos mismos y con la realidad. En efecto, las acciones de los protagonistas evolucionan erradicadas de un contexto y apenas refieren a dimensiones mínimas de los mismos personajes: la atracción por las armas arcaicas en uno y el deseo de ser una figura mediática de la vida animal en otro. Falla la ética y el vínculo con el entorno social y natural, se multiplican los desengaños desprendidos de una miopía consustancial a los parámetros cognitivos y sensibles con los que los personajes ingresan en experiencias que, en mayor o menor medida, demandan de ellos otro compromiso y otros saberes.

Estos cuentos advierten sobre cierta insuficiencia en la conexión con el entorno, con los objetos, con los animales y con las comunidades. Su clave narrativa se juega al ritmo del equívoco y en un desbalance entre lo que los personajes son o aspiran y las implicancias de su praxis en relación con las otras vidas. La desafección no se resuelve aquí con un regreso a la comunidad, no hay salida de sí ni una imaginación que construya formas alternativas de vida. El lenguaje es incompetente en tanto discurso político vital que se ha vuelto retórico e insignificante, y tampoco se alcanza una invitación a una vida concreta –siempre periférica o diezmada– que usurpe el lugar a representaciones hegemónicas del sujeto, de la naturaleza o de la historia. Los textos de rabia de Mellado, su furia y su sátira impiadosa se estancan en el punto de esta orfandad.

3. Activismos y decepciones

Me he referido a Mellado como activista comunitario, ya sea desde el espacio cultural como un terreno intrínsecamente contestatario o asumiendo que la forma política de las artes se juega en su particular partición de lo sensible. Tal como señala Jacques Rancière, los problemas de un arte político no son menores cuando su capital simbólico parece desactivado ante un orden capitalista que captura sus fuerzas y controla sus códigos de significación e intervención como los espacios de producción y difusión. La escritura de Mellado no es una producción de activista, ya que, como señalan Yayo Aznar y María Iñigo,

el arte activista tiene, entonces, un carácter radical y urgente, siempre procesual en el sentido de que en lugar de estar orientado hacia el objeto o el producto, cobra significado a través de su proceso de realización y recepción. De hecho, se contextualiza en situaciones concretas locales, nacionales o globales y significa siempre también una creación en tiempo real. (70)

Por una parte, Mellado no renuncia a formatos literarios tradicionales y, por otra, podríamos asumir que su postura –siendo una denuncia radical– no abandona un pesimismo intrínseco impropio del espíritu propositivo de los activismos. Sin embargo, sus cuentos minan obsesivamente las restricciones de la esfera pública, el lugar mismo de la producción de lo político “este espacio donde las políticas son posibles y comunicables [y que] aparentemente tiende a desaparecer (al menos en su definición tradicional) y la gente se ve privada de él” (70). Atendiendo al grado en que la narrativa de Mellado apuntala denodadamente un orden de discurso que afecta de modo directo la constitución o no de la esfera pública, podemos afirmar que sus textos apuntan de lleno al espacio mismo en disputa de todo activismo político.

Para concluir, el título del libro es Armas arrojadizas, un título que no se corresponde con ninguno de los cuentos, y solo temáticamente se desglosa de la historia narrada en “De la guerra no convencional”. Las armas arrojadizas serían, en efecto, las de Mellado: herramientas anacrónicas, híbridos de la actualidad, diapasones limitantes que se revelan irremediablemente desvinculados de comunidades y discursos que habiliten un proyecto, energía y potencia en el quehacer. De ese modo, su narrativa establece un estado de situación sin duda decepcionante, pero en todo caso, balance de lo que se tiene. Su carencia advierte sobre la necesidad de imaginar, una necesidad tanto discursiva como material, vital y estratégica, que su verborragia transmite con carácter urgente.

Bibliografía

Aznar, Yayo y María Iñigo. “Arte, política y activismo”. Concinnitas, Revista Do Instituto de Artes de Universidad de Río de Janeiro, vol. 1, n.º 10, 2007, pp. 65-77. https://mediacionartistica.files.wordpress.com/2015/03/arte-politica-activismo.pdf.

Becerra, Eduardo. “De la abundancia a la escasez: distopías latinoamericanas del siglo XXI”. Cuadernos de Literatura, vol. 20, n.º 40, 2016, pp. 262-75.

Ceresa, Constanza, María Teresa Johansson y Betina Keizman. “Introducción”. Estudios Filológicos, n.º 62, 2019, pp. 7-11.

Debord, Guy. La sociedad del espectáculo. Santiago: Ediciones Naufragio, 1995.

Franco, Jean. “El arte de vituperar”. Cuadernos de Literatura, vol. 19, n.º 37, 2015, pp. 177-84.

Latour, Bruno. Nunca fuimos modernos. Ensayo de antropología simétrica. Buenos Aires: Siglo XXI, 2007.

Locane, Jorge. Miradas locales en tiempos globales: intervenciones literarias sobre la ciudad latinoamericana. Madrid-Fráncfort: Iberoamericana/Vervuert, 2016.

Meizoz, Jérôme. Posturas literarias. Puestas en escena modernas del autor. Bogotá: Uniandes, 2015.

Mellado, Marcelo. Armas arrojadizas. Santiago: Metales Pesados, 2009.

Rancière, Jacques. El reparto de lo sensible. Estética y política. Santiago: Lom, 2009.

Notas

1 Este ensayo forma parte del proyecto Fondecyt 1170129, “Perspectivas ampliadas: formas de vida, comunidad y poética en las narrativas contemporáneas en Chile, México y Argentina”
2 Remito al dossier sobre territorios suburbanos y periferias que he dirigido junto con María Teresa Johansson y Constanza Ceresa en la revista Estudios Filológicos.
3 Los antecedentes de un movimiento análogo se remontan a los relatos fundacionales y a los textos de registro criollista, que se desarrollaron bajo los imperativos de un progreso que reordenaba una reconstitución y/o creación de los márgenes bajo claves de esencia nacional y de proyecto de nación, cara y cruz de aquellos territorios y modos de vida que por entonces se consideraron destinados a la extinción.
4 El tono increpante lo acerca a un Fernando Vallejo, para quien, tal como señala Jean Franco, “La vituperación es lo opuesto al diálogo. No tiene respuesta ni hay réplica posible” (179), una disposición al monólogo que explica el ritmo y el carácter acelerado y enumerativo que domina los textos de ambos autores. Por otra parte, la sátira y la diatriba tienen connotados antecedentes en el campo de la acción política (para ejemplo, aquella modesta proposición de Jonathan Swift para evitar que los niños pobres de Irlanda constituyeran una carga para sus familias y su nación).
5 En relación con este valor de mercado de los productos culturales, se desprende el éxito de un autor como Fernando Vallejo, que comparte en mucho la retórica y la performance autoral de Mellado, pero con un impacto mucho mayor en el sistema cultural global. Podríamos suponer, inicialmente, el rol que en este éxito tiene su abordaje del sicariato y la violencia, fenómenos que aportan temáticas privilegiadas en una literatura latinoamericana sometida a los intereses globalizados.
6 Es importante recordar que San Antonio es el puerto rival de Valparaíso, ubicado también en la V Región, es mucho más grande pero también más pobre y sin la carga patrimonial y cultural de la tradicional ciudad puerto.
7 Mellado participa también del pacto urbano La Matriz, la organización ciudadana de Valparaíso que se opuso al terminal 2 del puerto y a la construcción del mall Barón. Este pacto apoyó la candidatura del nuevo alcalde autonomista Jorge Sharp. En el 2017 publica, junto con Patricio Rozas, Política y ciudadanía: los gritos del Puerto.
8 Debord indica, al respecto, que “Toda la vida de las sociedades en que reinan las condiciones modernas de producción se anuncia como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que antes era vivido directamente se ha alejado en una representación” (8).
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